Discurso del General de Ejército Raúl Castro Ruz, Presidente de los
Consejos de Estado y de Ministros de la República de Cuba, en el
segmento de alto nivel del 70 Período de Sesiones de la Asamblea General
de Naciones Unidas, el 28 de septiembre de 2015, “Año 57 de la
Revolución”.
(Versiones Taquigráficas - Consejo de Estado de Cuba)
Estimados Jefes y Jefas de Estado y de Gobierno;
Distinguidos Jefes y Jefas de Delegaciones;
Señor Secretario General de las Naciones Unidas;
Señor Presidente:
Hace 70 años que, en nombre de los pueblos, los miembros de esta
organización suscribimos la Carta de las Naciones Unidas. Nos
comprometimos a preservar a las generaciones venideras del flagelo de la
guerra y a edificar una nueva forma de relacionarnos bajo la guía de un
conjunto de propósitos y principios, que debían augurar una época de
paz, justicia y desarrollo para toda la humanidad.
Sin embargo, a partir de entonces, han sido constantes las guerras de
agresión, la intervención en los asuntos internos de los Estados, el
derrocamiento por la fuerza de gobiernos soberanos, los denominados
“golpes suaves” y la recolonización de territorios, que han sido
perfeccionados con formas de actuar no convencionales, con el empleo de
nuevas tecnologías y esgrimiendo supuestas violaciones de los derechos
humanos.
Es inaceptable la militarización del ciberespacio y el empleo
encubierto e ilegal de las tecnologías de la información y las
comunicaciones para agredir a otros Estados, como también lo es que se
distorsione la promoción y protección de los derechos humanos,
utilizándolos de forma selectiva y discriminatoria para validar e
imponer decisiones políticas.
A pesar de que la Carta nos llama a “reafirmar la fe en los derechos
fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona
humana”, el disfrute de los derechos humanos continúa siendo una utopía
para millones de personas.
Se niega a la humanidad el derecho a vivir en paz y su derecho al
desarrollo. Es en la pobreza y la desigualdad donde deben buscarse las
causas de los conflictos, generados por el colonialismo y el despojo de
las poblaciones autóctonas, primero, y más tarde por el imperialismo y
el reparto de esferas de influencia.
El compromiso asumido en 1945 de “promover el progreso social y
elevar el nivel de vida” de los pueblos y su desarrollo económico y
social, sigue siendo una quimera, cuando 795 millones de personas sufren
hambre, 781 millones de adultos son analfabetos y 17 000 niños mueren
cada día de enfermedades curables, mientras que los gastos militares
anuales en todo el mundo ascienden a más de 1,7 millones de millones de
dólares. Con solo una fracción de ese monto podrían solucionarse los
problemas más acuciantes que azotan a la humanidad. Incluso, en los
países industrializados ya prácticamente desaparecieron las “sociedades
de bienestar”, que se nos presentaban como el modelo a seguir. Los
sistemas electorales y los partidos tradicionales, que dependen del
dinero y la publicidad, son cada vez más ajenos y distantes de las
aspiraciones de sus pueblos.
El cambio climático pone en peligro la existencia de la especie
humana, y los Estados deben asumir responsabilidades comunes pero
diferenciadas ante la inobjetable realidad de que no todos los países
somos responsables por igual de lo ocurrido, ni despilfarramos los
recursos naturales y humanos en un consumismo irracional e insostenible.
Las consecuencias del cambio climático son especialmente devastadoras
en los pequeños países insulares en desarrollo e imponen una tensión
adicional a sus frágiles economías. Lo mismo sucede en África, con el
incremento inexorable de la desertificación.
Nos solidarizamos con nuestros hermanos caribeños y demandamos que se
les dé un trato especial y diferenciado. Apoyamos a los países
africanos y reclamamos para ellos un tratamiento justo, transferencia de
tecnología y recursos financieros.
Señor Presidente:
Con la creación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y
Caribeños (CELAC) y, particularmente con la firma por los jefes de
Estado y de Gobierno, en enero del 2014, de la Proclama de América
Latina y el Caribe como Zona de Paz, ha quedado demostrado que, por
encima de nuestras diferencias, podemos avanzar hacia la unidad y la
consecución de objetivos comunes en el marco de nuestra diversidad.
En la Proclama, reafirmamos el compromiso inquebrantable con los
principios de la Carta de las Naciones Unidas y el Derecho Internacional
y de resolver las diferencias de forma pacífica, así como la convicción
de que el pleno respeto al derecho inalienable de todo Estado a elegir
su sistema político, económico, social y cultural constituye una
condición esencial para asegurar la convivencia pacífica entre las
naciones. Reclamamos que estos principios sirvan de base a las
relaciones de otros Estados con nuestra región.
La República Bolivariana de Venezuela contará siempre con la
solidaridad de Cuba frente a los intentos de desestabilizar y subvertir
el ordenamiento constitucional, y destruir la obra iniciada por el
compañero Hugo Chávez Frías (Aplausos) y continuada por el presidente
Nicolás Maduro Moros a favor del pueblo venezolano.
De igual manera, va nuestra firme e irrestricta solidaridad a la
República del Ecuador, a su Revolución Ciudadana y a su líder, Rafael
Correa Delgado, quien se ha convertido en el blanco del mismo guión de
desestabilización aplicado contra otros gobiernos progresistas de la
región.
Nos solidarizamos con las naciones del Caribe que solicitan justas
reparaciones por los horrores de la esclavitud y la trata de esclavos
(Aplausos), sobre todo en un mundo en el que la discriminación racial y
la represión de las comunidades afrodescendientes han ido en ascenso.
Ratificamos nuestra convicción de que el pueblo de Puerto Rico merece
ser libre e independiente, luego de más de una centuria sometido a la
dominación colonial.
Nos solidarizamos con la República Argentina en su legítimo reclamo
de soberanía sobre las islas Malvinas, Sandwich del Sur y Georgias del
Sur.
Reiteramos nuestro apoyo solidario a la presidenta Dilma Rousseff y
al pueblo de Brasil en la defensa de sus importantes logros sociales y
de la estabilidad del país.
Reafirmamos nuestro rechazo a la intención de extender la presencia
de la OTAN hasta las fronteras de Rusia y a la imposición de sanciones
unilaterales e injustas contra esa nación.
Saludamos el denominado acuerdo nuclear con la República Islámica de
Irán, que demuestra que el diálogo y la negociación son la única
herramienta efectiva para solventar las diferencias entre los Estados.
Renovamos nuestra confianza en que el pueblo sirio es capaz de
resolver por sí mismo sus diferencias y demandamos que cese la
injerencia externa.
Una solución justa y duradera al conflicto del Medio Oriente exige,
inexorablemente, el ejercicio real del derecho inalienable del pueblo
palestino a construir su propio Estado dentro de las fronteras
anteriores a 1967 y con su capital en Jerusalén oriental, lo que
enérgicamente apoyamos.
Durante las últimas semanas nos han impactado las imágenes de las
oleadas migratorias hacia Europa, que constituyen una consecuencia
directa de las acciones de desestabilización que la OTAN promovió y
ejecuta en países del Medio Oriente y África del Norte, y del
subdesarrollo y la pobreza imperantes en países del continente africano.
La Unión Europea debe asumir, de manera plena e inmediata, sus
responsabilidades con la crisis humanitaria que ayudó a generar.
Señor Presidente:
Tras 56 años de heroica y abnegada resistencia de nuestro pueblo,
quedaron restablecidas las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados
Unidos de América.
Ahora se inicia un largo y complejo proceso hacia la normalización de
las relaciones, que se alcanzará cuando se ponga fin al bloqueo
económico, comercial y financiero; se devuelva a Cuba el territorio
ocupado ilegalmente por la Base Naval de Guantánamo; cesen las
transmisiones radiales y televisivas y los programas de subversión y
desestabilización contra la isla, y se compense a nuestro pueblo por los
daños humanos y económicos que aún sufre (Aplausos).
Mientras persista, continuaremos presentando el proyecto de
resolución titulado “Necesidad de poner fin al bloqueo económico,
comercial y financiero impuesto por Estados Unidos de América contra
Cuba”.
A los 188 gobiernos y pueblos que han apoyado aquí y en diversos
foros internacionales y regionales nuestra justa demanda, les reitero el
eterno agradecimiento del pueblo y el gobierno cubanos por su sostenido
respaldo.
Señor Presidente:
Cuba celebra, con profundo compromiso, el aniversario 70 de la
Organización de las Naciones Unidas. Reconocemos que en estos años se ha
intentado, pero no se ha hecho lo suficiente, para proteger a las
generaciones presentes y futuras del flagelo de la guerra y su derecho a
un desarrollo sostenible, sin exclusión. La ONU ha de ser defendida del
unilateralismo y profundamente reformada para democratizarla y
acercarla a los pueblos.
Como señalara en esta misma sala hace 15 años el compañero Fidel
Castro Ruz, Líder Histórico de la Revolución Cubana —y cito: “Cualquiera
comprende que el objetivo fundamental de las Naciones Unidas, en el
siglo apremiante que comienza, es el de salvar al mundo no solo de la
guerra sino también del subdesarrollo, el hambre, las enfermedades, la
pobreza y la destrucción de los medios naturales indispensables para la
existencia humana, ¡Y debe hacerlo con premura antes de que sea
demasiado tarde!” —fin de la cita.
Podrá contar siempre la comunidad internacional con la sincera voz de
Cuba frente a la injusticia, la desigualdad, el subdesarrollo, la
discriminación y la manipulación; y por el establecimiento de un orden
internacional más justo y equitativo, en cuyo centro se ubique,
realmente, el ser humano, su dignidad y bienestar.
Muchas gracias.
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