lunes, 28 de diciembre de 2015

El Manual del Perfecto Simulador (Según J. Carlos Cremata)

Pero la Revolución no se hace con simuladores, las revoluciones no se sostienen con simuladores, no se construyen sobre la base de la mentira, el engaño, el fingimiento, eso es un dislate sin categoría alguna, una impostura. Una Revolución solo se sostiene sobre la verdad, sobre el compromiso de la inmensa mayoría.

Tomado de Adversario Cubano
Por: Raúl Antonio Capote.

Según el diccionario Manual de Sinónimos y Antónimos de la Lengua Española Vox. © 2007 Larousse Editorial, S.L. y el Larousse Ilustrado
Simulador: Aquel que finge ser lo que no es.
Simulación (simula’θjon): Presentación de una cosa haciendo que parezca real: hizo con el ordenador la simulación de un castillo.
1. acción y efecto de simular: Sus lágrimas no fueron sino la simulación de un dolor que no siente.
Simulación:Ficción, fingimiento, disimulo, doblez, apariencia, paripé, impostura, deslealtad, engaño.
Acabo de leer, lo que bien puede ser catalogado como el Manual del Perfecto Simulador. (Instrucciones básicas para ser (o lucir como) un “buen revolucionario” cubano – Cafe Fuerte  de J.C.Cremata)
Nadie puede negar de que en Cuba existen simuladores, de diferentes categorías, niveles y profesionalidad. Algunos oportunistas de toda laya vivieron durante años fingiendo ser revolucionarios, simulando, haciendo el paripé, algunos nos rodean como la mala hierba.
Hacen daño, desde su fustración solapada, desde el odio oculto en sus almas cobardes, esperan la oportunidad de cambiar de bando, de estar en el lugar “correcto” y en el “momento” correcto para cosechar beneficios que satisfagan la ambición sin freno, mal que sufren estos especímenes, que les envenena la vida y les convierte en odiadores sin freno.
Nací con la Revolución, experimenté los beneficios de todos los planes de estudio, de las becas, de las oportunidades sin límites que se presentaban a los cubamos, sobre todo a los más jóvenes. Fui rebelde, iconoclasta, hipercrítico, como nos llamaban algunos colegas de estudio, colegas de pechera incólume, de pelo cortado al cuadrado y camisas de igual diseño geométrico, aquellos que se daban golpes de pecho y sudaban discursos aprendidos de memoria.
Recuerdo los años de mi Secundaria Básica, donde los malos éramos los rebeldes que cuestionabamos las cosas mal hechas, los adictos a reunirmos en la Playita de 16 a escuchar la radio de onda corta, los pelilargos, los de jeans y botas, y los buenos, eran los perfectos y disciplinados alumnos, siempre de acuerdo con todo, a ellos no les “lucíamos” muy revolucionarios. Por cosas de la vida, y porque de los rebeldes crecen los revolucionarios y de los otros quizas los buenos ciudadanos, -en el mejor de los casos-, algunos de esos niños bien engrosan las filas de los enemigos de la Revolución y los malos de la Playita, en casi total medida hemos estado al lado de la Cuba Revolucionaria, la hemos defendido sin medir riesgos y sin pedir nada a cambio.
Nada es absoluto, pero en este caso se acerca. También a la hora de trabajar, de hacer de verdad, éramos lo primeros, mientras aquellos buscaban el beneficio de la sombra, del puesto cómodo, del refugio de la palabra oportuna.
Pero la Revolución no se hace con simuladores, las revoluciones no se sostienen con simuladores, no se construyen sobre la base de la mentira, el engaño, el fingimiento, eso es un dislate sin categoría alguna, una impostura. Una Revolución solo se sostiene sobre la verdad, sobre el compromiso de la inmensa mayoría.
¿Eran simuladores los millones de milicianos que fundaron las Milicias Nacionales Revolucionarias (MNR) integradas por obreros, estudiantes, campesinos, etc? ¿Simuladores con las armas en la mano? ¿Fingian los que pelearon en Girón? ¿Fingían los que lucharon contra las bandas armadas en el Escambray? ¿Los estudiantes de la Brigada Universitaria José Antonio Echevarría que fueron a alfabetizar, curar, construir y combatir a las intrincadas montañas del Escambray? Estamos hablando de miles, de millones de ciudadanos armados que defendieron y defienden la patria.
¿Fingían los miles de niños alfabetizadores que en 1961 llevaron la luz de la enseñanza a miles de campesinos que nunca antes habían tenido un maestro? Fingían los miles, los millones de hombres y mujeres que a lo largo de todos estos años, han trabajado duramente por desarrolllar la economía nacional, los constructores de miles de escuelas y hospitales, los cortadores de caña voluntarios.
¿Acaso finge alguien dispuesto a dar su vida por hombres y mujeres de países lejanos?¿Simulaban los miles de soldados internacionalistas que marcharon de forma voluntaria a pelear en Africa contra el colonialismo, y el Apartheid? ¿Puede vencer un ejército de simuladores? ¿De falsos soldados? Por favor, hay que respetar la inteligencia de la gente.
Nuestras Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) las integran en su mayoría soldados del Servicio Militar General, jóvenes que concluidos sus estudios pasan uno o dos años como soldados antes de ingresar en la Universidad, los oficiales de las FAR no forman parte de élites familiares o económicas, salen del pueblo, son hijos de campesinos, obreros, profesionales, etc. ¿Es puro teatro su juramento de fidelidad a la Revolución?
¿Son simuladores perfectos nuestros médicos y maestros que prestan servicios en regiones remotas, esos que curan o educan en los Cerros o en las Favelas, en lugares a donde no va ni de broma un médico formado por el capitalismo?
Qué decir del personal médico de la salud que fue a África a salvar la vida de los enfermos, no a impedir que el Ébola llegara a Europa, esos que pusieron en riesgo sus vidas, sin cobrar salario alguno, solo por solidaridad, por altruismo. ¿Fingían acaso?
Un antiguo oficial de la Agencia Central de Inteligencia, (CIA) que se caracterizaba por la objetividad de sus análisis sobre Cuba, conversando conmigo en una oportunidad me decía que Cuba vivía una paradoja ideológica, que él no entendía como en el Periodo Especial, en aquellos años duros y después, la base que sostenía la Revolución la integraban las personas que menos se habían beneficiado de ella, se refería a los empleados públicos, estatales, los médicos, maestros, militares, funcionarios, no favorecidos con la reformas aplicadas, con el trabajo por cuenta propia, etc, decía, los que defienden con más firmeza a la Revolución son los que menos salario ganan, el no podía enteder las razones de esa mayoría dispuesta a darlo todo por Cuba, como no puede entenderlo un perfecto simulador, alquien que no entendió jamás porque un pueblo lo da todo, hasta la vida, por las ideas en las que cree.
Un perfecto fingidor, los reyes del paripé, los Fouché de papel crepé, no pueden entender por qué un pueblo llora a sus muertos y sigue adelante, estuve allí en la Plaza aquel día terrible del año 1976,cuando se anunció el asesinato de aquellos inocentes del avión saboteado en Bárbados, estuve cuando lo de los maestros ultimados por la contra en Nicaragua junto con mi CDR, el 7 de diciembre cuando llegaron los restos de los caidos en las misiones internacionalistas, cuando los crímenes cometidos en Tarará, lloré junto a todos, hombro con hombro ¿Acaso aquel, dolor inmenso, viril y compartido, era pura simulación, paripé, fingimiento?
La solidaridad tampoco se puede inventar, o figurar, es uno de los valores de este pueblo, es verdad que padecemos casos de insolidaridad, pero seguimos siendo uno de los pueblos más solidarios del mundo, eso, es más que reconocido en todas partes, auque alguien sienta que no se es solidario con su sacrosanta persona que cree merecer mucho más, que cree ser centro del mundo, que cree tener siempre la razón, no es el caso, este pueblo ha demostrado de sobra su entrega desinteresada, no de lo que nos sobra sino de lo poco que tenemos.
Este pueblo no es solidario con la injusticia, jamás comparte una mala acción, detesta la unanimidad y la critica, no comparte y cierra filas ante cualquier acto de violencia que alguien intente cometer, no permite el abuso y vigila con total constancia que no se cometan actos que violen el derecho de las personas, negar eso, es mentir. Somos un pueblo celoso de nuestros derechos conquistados.
Miles de intelectuales, escritores, artistas, hombres y mujeres de la cultura defendemos la obra de la revolución, somos rebeldes, críticos, inconformes,  nos involucramos en la lucha diaria por una Cuba mejor, cada vez más cercana a nuestro ideal de nación ¿Sómo acaso simuladores? ¿Fingimos nuestro amor por Cuba? ¿Somos unos farsantes?
Injusticias pueden cometerse, errores, incomprensiones, la Revolución la hacen hombres y mujeres, los de alma limpia, salen y combaten, no simulan, pelean, de esos hombres y mujeres está hecha la patria, de los otros también tenemos, de los que corren a esconderse bajo la falda de nuestros enemigos, los que creen que todo se acabó, los que tiemblan ante el fracaso, los que ambicionan y se rinden por codicia, los que sirven de bufones a los asesinos, a los culpables de tanta muerte, a los terroristas de Miami, de todo hay.
El malhechor siempre cree que todos son malhechores, el cobarde desea creer que todos son cobardes, el simulador esconde su culpa, su vergüenza en el anuncio de que todos mienten, pero se equivoca lastimosamente.
De verdad que no sé como hemos podido cohabitar de esa manera, es dificil, pero aquí estamos, 57 años, tan intolerantes, que defendemos el derecho de los simuladores, a su miedo, a su oportunismo, a su mentira.
Es dificil fingir ser revolucionario y no serlo, se requieren valores, entrega, compromiso, tarde o temprano sale la verdad a la luz, como es difificl simular ser artista y no serlo, o ser maestro y no serlo, o ser simplemente un buen ser humano y no serlo.

De estos impostores veremos muchos más, es época de definiciones, de quitarse la careta, de elegir, como tantas veces en la historia de Cuba, la estrella o el yugo.

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