martes, 22 de diciembre de 2015

Maestros, esos héroes anónimos

Tomado del Portal CubaEduca.


¿Existirá un día específico para homenajear a nuestros maestros? ¿Cómo podemos retribuir a esos evangelios vivo el aporte que hace a nuestras vidas? Los maestros no deberían tener día en el calendario para mostrarles nuestro agradecimiento, puesto que cada día debemos agasajarlos por su labor. 

Ser maestro implica ser un enamorado de la profesión, poseer la ternura y rigor propio de esa vocación, solo así, se deja una marca indeleble en los corazones de los discípulos.  

La  pedagogía es una obra de infinito amor, su grandeza está precisamente en formar mejores seres sociales. En ofrecerle al desprovisto de conocimientos la luz del saber, para que tenga un mejor tránsito por la vida. 

Esos que marcharon por senderos, otros entre los edificios de una ciudad y una sociedad que aprendía y crecía, fueron desarrollando la cultura y las artes, la historia y poco a poco sembrando la dignidad de una revolución emergente. 

Fue precisamente, un ejército de esos querubines el que hace más de medio siglo inundó los campos y ciudades cubanos, con el objetivo de brindarle a los iletrados cubanos un nuevo mundo: el del alfabeto. 

En aquel momento, todo el cubano que sabía leer y escribir se avocó a alfabetizar a aquellos coterráneos que por las miserias y desigualdades del régimen imperante no tuvieron acceso a ese derecho universal que es la educación. 

Así se llenaron listados de miles de adolescentes, jóvenes y adultos que se enrolaron en la Campaña de Alfabetización. Quizás para los cubanos fue el primer ejemplo masivo de educación popular. Una de las primeras batallas  que libraría la Revolución,  a ella se sumarían muchas más. 

Un farol para las noches y un lápiz eran las únicas armas de aquel ejército que en menos de un año pudo desterrar el analfabetismo de la mayor de las Antillas. 

Sin embargo, la batalla educacional de nuestro país no quedó allí, prosiguió gracias a una política educacional estructurada y pensada para un pueblo en revolución. En una revolución  de los humildes y para los humildes. 

La misma Revolución que hizo que miles de abuelos y abuelas en las postrimerías de sus vidas aprendieran al menos a leer y escribir su nombre. 

Gesta gloriosa aquella que conmemoramos a 54 años de su inicio. Inicio,  porque la educación y la superación cultural de nuestro pueblo aún continúan. 

Hoy en nuestras escuelas varias generaciones de maestros cubanos confluyen, signados por una misma pedagogía: la cubana. Aquella que fundaron Agustín Caballero y prosiguieron José de la Luz, Félix Varela, Rafael María de Mendive, José Martí, Enrique José Varona, Fidel Castro y otros tantos. 

Y es que la labor iluminadora de los maestros cubanos llega hoy a las más intricadas maniguas del verde caimán. Va desde el docente de la enseñanza especial que dedica horas a sus educandos,  hasta aquellos que elaboran un software para desarrollar al máximo las capacidades intelectivas de los estudiantes.   

Gracias a esos maestros hoy tenemos un Fernando Pérez que nos ha regalado películas que tocan las fibras más profunda del cubano, del ser humano; o un Javier Sotomayor que tocó las estrellas gracias a la constancia y la disciplina enseñada por su entrenador, por su maestro. 

Detrás de esos rostros ilustres que vemos en la televisión nacional, esos que hacen brillar nuestra sociedad, detrás de la formación de Sheila Mandiluche, de Miriam Teresita LlanesRaquel Mayedo, de Waldo Mendoza y muchos nombres más se halla un ejército de héroes anónimos: ¡Maestros! 

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