Tomado de CubAhora
Por Iroel Sánchez.
Cuando el Papa Juan Pablo II visitó Cuba en
1998 y declaró el bloqueo de Estados Unidos a la Isla “injusto y
éticamente inaceptable” la sociedad norteamericana estaba entretenida
con el estallido del escándalo Mónica Lewinsky. El affaire del presidente Clinton con
una becaria tenía todos los ingredientes para llamar la atención
durante buen tiempo a un país más interesado en los detalles de un
romance en la Oficina Oval que en lo que el Sumo Pontífice calificó como
“una opresión para el pueblo cubano”.
Luego, el caso del niño Elián González volvió a colocar las incongruencias de la política estadounidense hacia Cuba
en los medios de comunicación estadounidenses y mostró el rostro más
odioso de sus defensores. Pero tanto en la denuncia de los efectos del
bloqueo sobre la vida de los cubanos como en la absurda separación de
un hijo de sus padres por el capricho de los políticos de Miami, las
víctimas estaban fuera del lente por el que mira la mayoría de los
norteamericanos.
Jamás,
hasta hoy, los estadounidenses ajenos a la política, esa mayoría que
vive pendiente de los programas de farándula y los viajes por el mundo
de sus estrellas de televisión, habían tenido la oportunidad de
comprobar que ellos son también víctimas de un cerco irracional.
Ese ha sido el gran aporte de los congresistas cubanoamericanos Ileana-Ros-Lehtinen, Marco Rubio y Mario Díaz-Balart al convertir en blanco de sus obsesiones persecutorias contra
Cuba a estrellas mediáticas como Beyonce y su esposo, el rapero Jay-Z,
por celebrar su aniversario de bodas en la "isla maldita".
Ileana Ros-Lehtinen, congresista |
Si hace un año al manager de los Marlins de Florida, Ozzie Guillén, le hicieron tragarse en Miami sus palabras de respeto a Fidel, ahora el ataque a Jay-Z y Beyonce
por viajar a Cuba puso en la agenda nacional la violación del derecho
de los norteamericanos a visitar un país donde la pareja de celebridades
sólo recibió afecto.
Lejos de hacer retractarse a los atacados, esta vez el efecto ha sido radicalizarlos y el rap Open letter con el
que Jay-Z retó a sus acusadores llegó como un relámpago a los oídos de
millones de norteamericanos, incluyendo la conferencia de prensa del
portavoz de la Casa Blanca, cuestionando la política que impone multas y
cárcel por viajar a la Isla. Me quieren dar tiempo de prisión y una multa/ Bien, déjenme cometer un crimen verdadero, canta en tono rebelde Jay-Z que, como ha dicho el diario británico The Guardian al
referir los hechos, “no es sólo un artista, es bien conocido como un
magnate importante, un creador de tendencias culturales y como un
megadonante de alto perfil y amigo del presidente Obama y su familia”.
Poco
antes del viaje de Beyonce y Jay-Z ya algunas columnas de opinión en
medios norteamericanos hablaban de la sin razón de mantener a Cuba en la
controversial lista de estados patrocinadores del terrorismo
que publica el Departamento de Estado cada año, uno de los pilares para
justificar el bloqueo y la prohibición de viajar a Cuba a los
ciudadanos de ese país. Después de esta historia los defensores de tal
política lo van a tener aún más difícil, los policías de Miami en el
Congreso de Washington se han encargado de acorralarla: las fotos de
pioneritos habaneros junto a Beyonce y una pegajosa melodía que dice “me
gustan los cubanos” están -gracias al fanatismo de Ros-Lehtinen, Rubio y
Díaz-Balart- en los ojos y en las voces de la Norteamérica común que se
pregunta “¿por qué no puedo ir allí?”.
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