Tomado de TVCamaguey.
Por Alejandro Cebrián Labrada
La batalla de Playa Girón constituye el punto de inflexión
real de la Revolución cubana como proceso irreversible y marcó la consolidación
de sus fuerzas armadas.
Esta invasión nunca se debió perder, desde el punto de vista
conservador de muchos militares reconocidos a nivel mundial.
Baste decir que fue supervisado personalmente por el general
Dwight Eisenhower, la mente maestra tras el desembarco aliado en Normandía
durante la Segunda Guerra Mundial; además de la colaboración de Maxwell Taylor,
comandante de la célebre 101 división de paracaidistas durante ese conflicto.
La preparación de los invasores incluyó guerra sicológica,
comunicaciones, combate cuerpo a cuerpo… todo de última generación, y a cargo
de unidades élite como las recién creadas Fuerzas Especiales y los veteranos
Rangers, cuyo manual de instrucción se utilizó de referencia.
El armamento utilizado, aunque no todo del más moderno, si se
tuvo la consideración de usar aquel más familiar a los “brigadistas”, además de
garantizar un poder de fuego aplastante con gran cantidad de cañones sin
retroceso, ametralladoras, subametralladoras y fusiles automáticos, sin contar
la cantidad de explosivos en su poder.
Se contó con tiempo suficiente para garantizar la preparación
correcta, a nivel profesional, del personal combatiente y de mando. Los planes
se revisaron muchas veces y la logística fue impecable a cargo del US Army.
La Agencia Central de Inteligencia, aún bajo el mando de
Dulles (padre de la Inteligencia estadounidense), se encargó de ocultar
cualquier indicio.
Incluso, el marcaje de las playas fue realizado por los
llamados “hombres rana”, precursores de los hoy famosos Navy SEALs (los que
mataron a Bin Laden).
Era un plan a prueba de fallos, con colaboración
internacional y todo. Los organizadores tuvieron hasta el detalle de dotarlos
con insignias a lo estadounidense para dar la imagen de poder y de legitimación
popular.
Pero… como todas las intentonas contra la naciente
Revolución, fracasó.
A pesar de ser “un Normandía a escala”, según las palabras
del entonces capitán Enrique Carreras (as cubano por excelencia), los imberbes
milicianos, junto a los veteranos rebeldes y los policías (una verdadera
curiosidad militar la participación de estos últimos), derrotaron en 68 horas a
la denominada Brigada 2506.
La victoria imposible, vista desde los prismáticos de la
flotilla norteamericana cercana a la costa, lista para actuar, se concretó… y
ellos no entraron.
Gracias a ese día el mundo entero fue un poco más libre.
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