Por Yoerky Sánchez Cuéllar.
Soy periodista del diario Juventud
Rebelde y asistí a la Cumbre de Panamá como miembro de la Unión de
Periodistas de Cuba (UPEC), una de las 2200 organizaciones de la
sociedad civil cubana. No es cierto que los representantes de la Isla a
los Foros paralelos eran solo «dirigentes de organizaciones de la
sociedad civil », como plantea Fernando Rasverg en su artículo La Sociedad civil y el debate.
En el grupo también se encontraban campesinos como Yordanis, quien
trabaja la tierra en Ciego de Ávila, investigadoras como Yoslaine,
especialista del Centro de Estudios de la Juventud; había, igualmente,
cuentapropistas, como Lisandra, quien labora en un taller de calzado en
Camajuaní o Vicente, joven trabajador de una paladar en Manzanillo.
La delegación estaba integrada, además, por importantes
intelectuales, científicos, médicos de reconocido prestigio, músicos,
artistas de la plástica, líderes religiosos, blogueros, periodistas,
presidentes de cooperativas no agropecuarias, actores sociales, entre
muchos otros, que expresan la amplia diversidad y el pluralismo de
nuestra sociedad.
Ante la duda de Rasverg sobre quién nos seleccionó, debo explicar que
fue la Red de Derechos Humanos de Panamá, organizadora de los Foros
paralelos, la que nos envió a través del correo electrónico, luego de
llenar varios formularios, la aceptación para participar en el evento.
« ¿A quiénes representan esos dos grupos que aparecieron en Panamá a
nombre de la sociedad civil?», pregunta el autor de Cartas desde Cuba.
Es lamentable su confusión. La sociedad civil cubana, la única, la
legítima, fue la que viajó desde La Habana con el mandato de millones de
hombres y mujeres de bien, expresado en foros previos en suelo patrio.
Por tanto, representa lo más auténtico de nuestro pueblo. Estaba
decidida a contribuir a los resultados de la Cumbre y llevó propuestas
de gran valía para los debates, que se pudieron exponer sin dificultad
en todos los Foros y en todas las mesas excepto en las que asistieron
los que ofenden la propia tierra que los vio nacer.
Muchos de estos vendepatrias llegaron a Panamá después de dar giras
por varias naciones, conspirando para sabotear la presencia nuestra en
el evento. En el mismo momento en que exigíamos que se acreditara a 28
miembros de la delegación, algunos de los mercenarios, ya con
credenciales en su poder, realizaban la provocación frente a la embajada
cubana. Los instigadores del show y los primeros en golpear fueron
ellos. Debo decirle al colega de Cartas desde Cuba que ningún miembro de
la delegación de nuestra sociedad civil estuvo presente en ese
«lamentable espectáculo» que montaron sin calcular la repuesta de amigos
de la solidaridad y de patriotas honrados, muchos de ellos residentes
en suelo panameño.
Como miembro de la UPEC, participé en la elaboración del tabloide Mercenarios en Panamá, disponible en el sitio www.cubaperiodistas.cu.
Esos personajes, como lo prueban varios documentos del material, solo
sirven a quienes les pagan. Son huérfanos de ideas, no soportan ningún
debate. Pretendían legitimarse en Panamá como los representantes del
pueblo cubano y ante esa ofensa los verdaderos patriotas plantamos una y
otra vez y volveríamos a plantar las veces que fuese necesario. No
dialogamos con mercenarios que se retratan con asesinos como Posada
Carriles, autor del crimen de Barbados, o Félix Rodríguez, el asesino
del Che. La respuesta nuestra nunca fueron los golpes, sino el Himno
Nacional y la Marcha del 26 de Julio.
Donde ellos no estuvieron el debate fue intenso, aportador. Incluso,
el presidente Varela reconoció el aporte de los jóvenes cubanos en su
foro, donde estaba la derecha más recalcitrante del continente. La
presencia de destacadas personalidad cubanas aportó mucho a las mesas de
Salud, Emigración y Seguridad, Medio Ambiente, etc.
Cuento con las pruebas fílmicas de lo que sucedió en la Mesa de
Gobernabilidad Democrática. Aquello estaba orquestado para humillar a
Cuba desde los propios organizadores, que al final terminaron yéndose
con los mercenarios.
No estuvimos en contra del dialogo respetuoso ni al debate con las
ideas contrarias. Nunca nos retiramos del debate. Lo que sí no íbamos a
aceptar era que por Cuba hablaran mercenarios, amigos de asesinos y
terroristas, y nosotros permanecer impávidos. Mucha sangre se derramó en
la Isla para aceptar esa desvergüenza colosal. No era una cuestión de
ideas, sino de principios, y los principios no son negociables.
Nos querían obligar a que compartiéramos juntos, en armonía y
conciliación. Y recordaba a una colega que me decía al regreso de
Panamá: ¿A quién se le ocurriría invitar a una misma mesa de trabajo a
las madres de la Plaza de Mayo y a los asesinos y cómplices de la muerte
de sus hijos?
Sé que los medios nos quieren presentar como los intolerantes, los
salvajes, los promotores de la violencia. Un periodista que se respete
debe saber contrastar las fuentes. Espero que Rasverg, quien en esta
profesión tiene un largo historial, a estas alturas no se vaya con la
primera bola.
Foto: Conferencia de prensa de los representantes de la sociedad civil en el hotel El Panamá. Ismael Francisco/ Cubadebate.
Nota: he mantenido la manera en que se escribió el nombre del autor del blog Cartas desde Cuba en la fuente original.
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