miércoles, 9 de marzo de 2016

Con Cuba, ni garrote ni zanahoria


Por Fidel Díaz Castro

Nuestra América parece estar viviendo otra vuelta a las dictaduras, igual de feroces –aunque con nuevo y variado estilo. Cuando, desde los 50 comenzaron a emerger gobiernos nacionalistas, de corte progresistas, Estados Unidos intensificó su método directo de invasión o de armar golpes de estado manejando a las ultraderechas y gobiernos conservadores en los países del Sur.
La influencia de la Revolución cubana –que trataron de impedir a toda costa- se les fue de las manos, y desarrollaron entonces desde el imperio, una amplia gama de métodos del horror; centenares de intentos de magnicidio a los dirigentes de la revolución -especialmente a Fidel-, bombardeos, quemas de cañaverales, y ataques a pueblos cercanos al mar, sabotajes a la economía, infiltraciones de bandas armadas, alimentación financiera y asesoramiento a organizaciones armadas en Miami, entre otros derroches de imaginación macabra, todo esto con un despliegue de campaña mediática demonizando a la Revolución.
Ante el eco que tenía en el Sur el ejemplo de Cuba desarrollaron su Escuela de las Américas, fábrica de torturadores y asesinos de pueblos, que alimentó la Operación Cóndor con el fin de aniquilar todo pensamiento de izquierda, dando como resultado la desaparición y muerte de cientos de miles de personas en todo el continente, una masacre continental de dimensiones que aún no han podido calcularse.
Cuando sorprendió nuevamente un gobierno de izquierda, esta vez por vía electoral, con el gobierno de la Unidad Popular en Chile 1970, la CIA multiplicó y desarrolló sus métodos de desestabilización, hasta el golpe de Estado militar, que terminó con el ataque por tierra y aire al Palacio de La Moneda donde se encontraba el Presidente Constitucional Salvador Allende. Al llegar otra nueva revolución en 1979, la Sandinista, Nicaragua sufrió una guerra sucia de desgaste organizada nuevamente desde la Casa Blanca.
El saqueo de América desde los Estados Unidos tuvo nuevo aire con el neoliberalismo y su mecanismo económico para amarrarnos sin salida: el ALCA; confiado en el monopolio mediático y de información y de la expansión de su American way of life, el imperio sintió que podía dejar que fluyeran las “democracias”, a fin de cuentas la mecánica estaba clara: los partidos de magnates se pasarían el cetro para repartirse el botín nacional, alternando de la oficialidad a la oposición con un rótulo que diría liberales y conservadores aunque se tratara siempre del mismo juego.
Pero llegaron Hugo Chávez, y Lula, Correa, y los Kirchner, y Evo, y Mujica…y llegaron los pueblos infiltrando sus representantes en la maquinaria establecida para los ricos, y no lo pudieron creer; parecía el imposible. Les tomó tiempo reaccionar ante la dimensión del problema, habían inventado las “democracias” que ahora se les revertían. Se centraron en Chávez con todo, incluyendo el golpe militar, pero no pudieron, y creció la ola de una América Nuestra y Nueva; pasaron entonces a la ofensiva, incrementaron la campaña global en las transnacionales de los medios masivos, reforzaron la guerra económica, desarrollaron los golpes “blandos” pero insuficientes; así llegó Honduras y su golpe como también el golpe parlamentario en Paraguay, además de muchos intentos infructuosos; pero la América sigue integrándose y hay que parar eso, y parece que ha llegado la hora. La orden a las oligarquías es tumbar sin barniz todo atisbo de izquierda, y los viejos métodos se unifican: Argentina y Venezuela, en apenas unos meses, han pasado a la contraofensiva de la derecha, sin piedad; cerrando medios de comunicación (los pocos que tienen los pueblos), despidos masivos, asesinatos y encarcelamiento de líderes, guerra económica y paramilitarismo sin miramientos ni máscaras, abiertamente. Echar a un lado toda simulación de “democracia”, hay que borrar a toda costa ese izquierdismo integrador en el continente.
Por supuesto que la Revolución cubana no está fuera del plan del imperio, todo lo contrario: de manera que es líder espiritual, moral, y en la práctica de todo este proceso integrador, y que no han encontrado en casi 60 años la manera de derribarla (con todo ese variopinto y sofisticado sistema de tumbar gobiernos), ahora dan el abrazo del oso, con la política del “buen vecino”.
Como no tienen su filito en los medios masivos nacionales (cosa que han tratado desde Miami, y ahora están buscando “alternativamente” en el país) y que en la economía no poseen a una oligarquía que les cree dentro la guerra que desde afuera llevan décadas haciendo mediante el bloqueo, quieren lograrlo por las “buenas”, por la seducción y la construcción de una “clase media” que sirva a sus propósitos.
Pensaron que con sus migajas Cuba se mantendría al margen del enfrentamiento a la contraofensiva que se recrudece contra los gobiernos de izquierda latinoamericanos, lo cual sería un golpe moral a la integración. Por supuesto que aceptamos el reto del diálogo y la convivencia civilizada, y todo lo que pueda analizarse y mejorarse de común acuerdo –de tú a tú- viene bien, ojalá quiten el bloqueo, se retiren de la zona de Guantánamo que usurpan desde hace más de un siglo, renuncien a financiar la subversión y que podamos llegar entonces a ese status privilegiado de adversarios que se respetan y conviven en paz, colaborando en todo lo que podamos para el bien de nuestros pueblos. Y podemos incluso aspirar a más, no hay por qué pensar que este imperio sea eterno.
No pudieron con garrote y no podrán con zanahoria. No porque cambien de estrategia Cuba cederá en su empeño integrador martiano, ni dejará de alzar su voz y su acción por los pobres de la tierra y condenar los crímenes que se cometen contra los pueblos.
Como dicen Silvio y Pablo en su canción a la Revolución cubana:
No la perderé, ni la mayor riqueza arrancará
una concesión a este clamor repartido.
Y se encontraran los del machete aguerrido
con el último héroe que hasta hoy se ha perdido.
Todos gritarán: “será mejor hundirnos en el mar
que antes traicionar la gloria que se ha vivido”.

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