lunes, 14 de marzo de 2016

Latinoamérica: Los avatares de la izquierda y los pueblos

Tomado de Segunda Cita
Por Guillermo Rodríguez Rivera.


No recuerdo, con exactitud, el momento en el que Rafael Correa dijo que en América Latina no estábamos viviendo una época de cambio  sino un cambio de época.

Se trata del nuevo tiempo en que los pueblos de la región que había sido considerada el patio trasero de los Estados Unidos, comenzaban a transformar en serio su historia y su destino: si en el siglo XIX habíamos vencido el colonialismo español, en el XX comenzaban las victorias frente al neocolonialismo.  América Latina advertía que no hay verdadera  democracia sin independencia económica.

Sucesivamente aparecían líderes como Hugo Chávez, Evo Morales, Néstor Kirchner, Lula Da Silva, Fernando Lugo, Mel Zelaya o el propio Correa que, con diversos énfasis e intensidades, se desmarcaban de la política norteamericana e iniciaban un camino destinado a resolver los ancestrales  problemas de sus pueblos, que los regímenes de nuestras oligarquías jamás habían intentado solucionar, porque ellos eran los beneficiarios de esos problemas.

La lista de esos males comprendía el analfabetismo de amplias zonas de la región, el desempleo, la falta de viviendas, la extrema pobreza en países cuyos recursos naturales estaban plenamente en manos extranjeras y de grupos oligárquicos que se enriquecían con los males de sus pueblos.

De pronto, esos líderes populares ganaban las elecciones en las que antes solo triunfaban los burgueses, los servidores de los intereses estadounidenses.

El tácito punto de partida de esos cambios había sido Cuba, cuya revolución el imperio había intentado aniquilar primero por las armas y luego con el quincuagenario bloqueo que dura hasta hoy contra la voluntad del mundo.

Par impedir los cambios que Cuba inspiró, Lyndon  Johnson ordenó la invasión de la República Dominicana; Henry Kissinger alentó el golpe de estado que derrocó al presidente Allende en Chile y, enseguida, el plan Cóndor que pobló de criminales tiranías Bolivia, Argentina y Uruguay; Ronald Reagan armó a la Contra nicaragüense e invadió Granada.

Pero el cambio de época que veía Correa no implica que todo se desarrolle linealmente, sin circunstanciales retrocesos en países en los que todavía casi todo el ámbito mediático está en manos de los adversarios.

El desprestigio que en Venezuela vivían los partidos que se alternaban en el poder para hacer lo mismo --Acción Democrática y COPEI-- hizo que fueran reemplazados por El Nacional,  Venevisión y O Globo, que diariamente tenían la libertad de decirle a Venezuela y al mundo, que en Venezuela no había libertad.

A veces los pueblos se desesperan y quieren quitarse de encima los males que sus opresores vencidos aún pueden imponerles. Reagan le impuso a Nicaragua una guerra sucia que tenía sus bases en Honduras y el pueblo trató de librarse de ella dándole el gobierno a la moderada derecha que representó Violeta Chamorro, pero la rápida decepción determinó que en otras elecciones regresaran al poder los sandinistas.

Esperemos a ver qué ocurre en Argentina con el régimen de Mauricio Macri y en Venezuela con la Asamblea Nacional que debiera sacarlos de la impuesta crisis económica. La época ha cambiado, pero todavía los pueblos tienen que aprender,  como deben aprender el imperio y sus servidores.

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