domingo, 15 de mayo de 2016

Un encuentro para el debate: La cultura es la Patria

La vanguardia artística e intelectual cubana tiene que estar muy vigilante, atenta, enfatizó Abel Prieto. Foto: Yander Zamora
Tomado de Juventud Rebelde.
Por José Luis Estrada Betancourt.

«Llevar el arte y la cultura a la comunidad es llevar la nobleza, la belleza estética. Es llevar a la gente los más altos valores éticos y humanistas». De este modo se expresaba Miguel Barnet durante la celebración el pasado jueves de la III reunión del Consejo Nacional de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), organización que él dirige.
Al papel que juega el trabajo cultural comunitario en la sociedad cubana actual se dedicó este encuentro, que se desarrolló en el teatro de la Biblioteca Nacional José Martí, donde participaron, entre otros dirigentes, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, primer vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros; Abel Prieto, asesor del Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, y Julián González, titular de Cultura.
Allí, en el mismo lugar donde, hará el venidero junio 55 años, Fidel pronunciara sus trascendentales Palabras a los intelectuales, en las que se sentaron las bases de nuestra política cultural, se volvió a recalcar justamente la pertinencia de que el arte y la cultura nos sigan haciendo mejores seres humanos.
Lo recordó Helmo Hernández, quien está al frente de la Fundación Ludwig de Cuba, en medio del profundo debate que estuvo guiado por la frase: La cultura es la Patria, de Don Fernando Ortiz, y que partió del informe presentado por el dibujante y promotor Cecilio Avilés sobre el quehacer de una de las ocho comisiones permanentes creadas como resultado del VIII Congreso de la Uneac: la de Trabajo Cultural Comunitario, Tradiciones y Patrimonio.
«Si existe un espacio donde la gente descubre la Patria, la identidad nacional, es en eso que llamamos comunidad. No olvidemos que esta Comisión nació en los años 90, en pleno período especial, cuando todo parecía imposible. Sin embargo, era posible empuñar el escudo para salvarnos. Y en un principio se pensó en la cultura artística y literaria como ese escudo, aunque sabemos que tiene muchos otros componentes», rememoró el ensayista e investigador.
«Existe claridad absoluta en que debemos entender qué es lo que funciona allá en la gente, en el pueblo, que a fin de cuentas es el que puede salvar la patria, el que puede salvar la pertenencia a Cuba, el que puede impedir esa nueva colonización cultural que nos quieren imponer. En mi opinión, dentro de aquel diálogo esencial que estableció Fidel con los intelectuales en 1961, uno de los pedidos fundamentales que les hizo fue que lo ayudáramos a hacer, a consolidar la Revolución, estando con el pueblo, instruyéndolo, ofreciéndole cultura, liberándolo.
«Cincuenta y cinco años después, esta Comisión es de todas, en los tiempos que vivimos, la más importante, y la más compleja, aunque debe buscar fuertes alianzas con el resto. No podemos perder de vista que los niños cubanos, los jóvenes que están en las universidades, están esperando por nuestro aporte. Y allí, en las comunidades tenemos que hacer lo que más podamos hacer. Porque es allí donde único se puede ganar esta pelea.
«Claro, el concepto de comunidad se transforma con los tiempos. No vivimos los años 70, ni 90. Ahora hablamos de comunidades que están interconectadas por el “paquete”, que están pobladas por nativos digitales. Por tanto, nuestro trabajo tiene que adecuarse a esa realidad.
«Nos toca indagar cómo desarrollan sus foros, cómo se comunican en las zonas wifi. Estamos viviendo en un universo en el que las ideas se expresan por vía audiovisual, mientras las imágenes se expresan mediante imágenes muy simplificadoras. Entonces no nos engañemos pensando que Rápido y furioso, por ejemplo, es una mala película. No, lo cierto es que se trata de un producto diabólicamente bien hecho, pensado hasta el detalle, y más potente que mil misiles juntos».
De cualquier manera, el periodista y crítico Rolando Pérez Betancourt, alertaba que conocido el fenómeno, lo que corresponde es saber descartar. «No podemos cogerle miedo al vampiro. Lo que hay es que pensar en la bala de plata para matarlo», dijo de forma gráfica, insistiendo en que «la solución no podrá ser prohibir, encerrarnos, sino ofrecerles nuestra mejor alternativa. ¿Una bandera norteamericana? ¡Rodeémosla con cien nuestras!».

Otra batalla de ideas

Nadie pone en duda la existencia de esa oleada neoliberal que nos acecha. Menos el investigador y crítico Desiderio Navarro, quien considera que no debemos hacernos de la vista gorda ante la potente influencia que ejerce la cultura norteamericana sobre nosotros, aunque la cubana sea tan fuerte. Sin dudas, el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos plantea grandes desafíos.
El peligro se hace mayor cuando, como reflexionó Abel Prieto, existe no poca gente que no está interesada en leer, ni en ver la televisión, ni en informarse. En ellos no hay espacio para el pensamiento; como tampoco faltan aquellos que se presentan apolíticos, porque no les interesa nada, cuando lo cierto, según Navarro, es que «si se escarba bien se descubre que en ellos se esconden posiciones políticas muy claras: el Estado no debe meterse en nada. ¿Apolíticos? No, esa es una postura auténticamente neoliberal, señaló.
No es un secreto que existen en nuestra sociedad fuerzas desintegradoras de tipo moral, que conviven con nosotros conductas inapropiadas, señaló Abel, expresiones de barbarie y de vulgaridad, muchas veces alentadas por la subversión que quiere que nos disfracemos de lo que quieren ver en nosotros; que nos convirtamos en una caricatura de nosotros mismos.
Por tal motivo, tanto Abel como Desiderio insisten en que la vanguardia artística e intelectual cubana tiene que estar muy vigilante, atenta, estar consciente de que no se puede dejar perder la memoria histórica y que hay que motivar a la lectura; lograr que el arte y la cultura eleven la espiritualidad de la gente y que pueda acompañar nuestro proyecto con total participación y entrega, con conocimientos, pero también con compromiso y amor.
Entonces necesitamos hacer más y más acciones, y trabajar todos unidos, convidaba Abel, en tanto Esteban Morales, director honorario del Centro de Estudios sobre Estados Unidos de la Universidad de la Habana, apuntaba que la actualidad está exigiendo que libremos una nueva batalla de ideas, como la que guió Fidel, pero aun más fuerte.

Cultura de la resistencia

Durante la III reunión del Consejo Nacional de la Uneac, los miembros de la Comisión Permanente de Cultura, Turismo y Espacios Públicos dieron a conocer, en nombre de la organización, una declaración que expresa cómo «los escritores y artistas cubanos, reaccionamos con sorpresa, estupor e indignación ante las imágenes de la recepción a los viajeros del crucero Adonia, que arribó a inicios de este mes de mayo, a la terminal portuaria de La Habana. Muchachas en traje de baño que reproducen la enseña nacional y remedan, con sus movimientos, uno de nuestros ritmos tradicionales, ofreciendo una visión deplorable a quienes por primera vez visitan Cuba».
Un suceso que desató un análisis profundo de lo acaecido y que motivó intervenciones como la de Fernando Martínez Heredia, premio nacional de Ciencias Sociales, quien alertó sobre la posibilidad de la recolonización de Cuba, algo que «pudiera suceder si se pierde el orgullo de ser cubano, si es posible empezar a separar la nación de la gente de abajo, esa gente que la liberó, que la construyó.
«Por eso es tan esencial la cultura de la resistencia. Tener bien claro que para defender la nación hay que se socialistas, estar en contra del capitalismo. Entonces hay que utilizar todos los medios del poder revolucionario para que ese peligro no se haga realidad».

Esclareciendo conceptos

Para Jesús Guanche, Doctor en Ciencias Históricas, el trabajo cultural comunitario no consiste en ir una vez a una comunidad y después no regresar jamás. La sistematicidad es fundamental. Se trata de entregar herramientas para que la gente con sus recursos pueda hallar soluciones. Al mismo tiempo, esa memoria histórica que es vital para poder entender de dónde venimos y hacia dónde vamos no se puede sistematizar mientras no se valore en su justa medida la historia local y la regional».
Por su parte, el notable compositor y pedagodo Roberto Valera invitó a que tomemos conciencia de que el trabajo cultural comunitario no es solo prestarle atención a esa parte de la cultura que surge de la propia comunidad, dejando a un lado aquella otra que se considera la alta cultura. Ambas líneas tienen que estar reflejadas: de Esteban Salas hasta nuestros días y de El son de la Ma Teodora hasta nuestros días. Parece que quedaron muy atrás, dijo, los tiempos en que llevábamos las mejores películas a los lugares más intrincados, en que nos propusimos que la gente conociera a Mozart, Bach, Beethoven..., que sustituyeran los muñecones de yeso por reproducciones del arte cubano y universal. Era todo un sueño.
En la actualidad, reflexionó Valera, nos hemos dejado invadir por los cisnes y las lentejuelas, por la peor música... ¿qué pasó con el sueño de la gente? Ese espíritu que siempre ha caracterizado a la Revolución hay que avivarlo una y otra vez.

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