Por Cira Rodriguez César
Durante
el año pasado se efectuaron transacciones por más de 22 mil millones de
dólares en armas ligeras y municiones. El principal beneficiario,
Estados Unidos, bloquea las restricciones al comercio mundial de este
tipo de armas que, estadísticamente, podría matar dos veces a la
población mundial.
Datos
recientes de la organización no gubernamental Oxfam indican que el
comercio mundial de municiones asciende a 4 mil 300 millones de dólares
al año, que representa un crecimiento más rápido que la compra y venta
de armas, y que además no hay ningún tipo de regulación.
El texto, bajo el título Pare una bala, pare una guerra, añade
que ese monto es equivalente a la fabricación de unos 12 mil millones
de balas por año, suficientes para matar dos veces a cada habitante del
planeta, mientras que el comercio de armas ligeras de fuego totaliza 2
mil 680 millones de dólares anuales.
Ante esos números preocupantes es más impresionante saber que la
regulación para dicho comercio es nula –sólo bajo las normas del dinero y
el mercado– y mucho más impresionante es que las negociaciones en el
seno de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre un tratado
internacional de comercio de armas se extendieron del 2 al 27 de julio,
tiempo más que suficiente para que diplomáticos, dirigentes políticos y
funcionarios de todo el mundo reunidos durante tantos días lograran un
documento efectivo, algo que –aparentemente por las ganancias de este
rentable negocio– no se logró.
La mencionada conferencia fue la culminación de un trabajo de más de
10 años por organizaciones no gubernamentales de todo el mundo a favor
de una regulación que impidiera que éstas sean utilizadas para cometer o
propiciar graves violaciones de derechos humanos o exacerben conflictos
y frenen la lucha contra la pobreza.
Para ello, según analistas de Oxfam, Greenpeace y Fundación para la
Paz, un acuerdo efectivo debe incluir la garantía de no autorizar
transferencias de armas cuando exista un riesgo sustancial de que ponen
en peligro la vida de las personas, ya que cerca del 60 por ciento de
las violaciones y abusos documentados tienen que ver con el uso de armas
de fuego.
Otro ejemplo ilustrativo para argumentar dicho convenio: los
conflictos armados cuestan a África 18 mil millones de dólares al año,
la misma cantidad que recibe en ayuda anualmente, según estadísticas de
Oxfam. Más reciente aún, el asalto armado en un cine en Aurora dejó 12
fallecidos, un suburbio de Denver, Estados Unidos, con un rifle de
asalto usado por el presunto atacante durante el estreno de la última
película de la saga de Batman.
De ahí el impacto positivo de este tratado para la vida de millones
de personas en todo el mundo, especialmente en el caso de las mujeres y
niños víctimas de violencia doméstica en todas sus manifestaciones, en
la mayoría de las veces con presencia de este tipo de armas.
La sociedad civil espera que sus representantes, envueltos en
excesivos debates, tengan la suficiente capacidad para aprobar una
regulación del comercio internacional de armas que proteja los derechos
humanos.
Números ocultos e intenciones no muy claras
El comercio mundial de armas convencionales aumentó en 24 por ciento
en los últimos cinco años (entre 2007 y 2011) respecto al lustro
anterior, de acuerdo con el Instituto Internacional de Estudios para la
Paz de Estocolmo.
Tan sólo el año pasado se movieron 22 mil millones de dólares en un
negocio que, según los expertos, está menos regulado que el comercio de
plátanos.
Durante esa etapa, Estados Unidos mantuvo su hegemonía mundial como
principal exportador, mientras que India fue el país que más armamento
compró en ese quinquenio, seguida por otros cuatro países asiáticos.
Apenas 34 Estados informaron sobre su exportación de armas desde
2006, de los cuales únicamente 28 mencionaron la venta de municiones.
Pero países como Estados Unidos, Siria o Egipto se manifestaron en
contra de incluir las municiones en el texto del tratado que se negoció
en la ONU, por lo que la encargada del control de armas de Oxfam, Anna
Macdonald, afirmó que es absolutamente esencial contemplar la venta de
balas y hacerla, incluso, mucho más regulada que la de armas.
“No hay control global sobre el flujo de municiones y no hay sistemas
para rastrear el paradero de miles de millones de municiones. Esto debe
cambiar”, añadió.
Otros datos poco difundidos reflejan que en 1990, el 78 por ciento de
los estadunidenses favorecía un endurecimiento de las leyes con
relación a la compra y tenencia de armas, pero en 2010, con varias
masacres y decenas de víctimas, ese grupo se redujo al 44 por ciento,
según sondeos de la encuestadora Gallup.
Cabe destacar que en 2004 la veda de armas de asalto expiró en
Estados Unidos sin que sus promotores lograran una prórroga, y cada vez
son más los Estados que relajan sus regulaciones para permitir que los
ciudadanos lleven armas ocultas a lugares públicos o despenalizar el uso
de fuerza letal en casos de autodefensa.
Una mina terrestre cuesta 3 dólares, dinero suficiente para sufragar
el desayuno de seis personas. Sin embargo, el gasto mundial en armamento
no detiene su aumento, ya que cada día se realizan transacciones
comerciales de contenedores de armamento responsables del 90 por ciento
de las víctimas mortales en los conflictos armados actuales.
A ello se suma que la mitad de los países que tienen los presupuestos
de defensa más altos son los que se encuentran al final de la fila en
materia de desarrollo humano y social.
Sobre esa base, varios estudios de organizaciones internacionales
ponen de manifiesto que, con la cuarta parte de lo que se gasta en
armamento en el mundo, se erradicaría la pobreza en 10 años.
Pero esa realidad no se tiene en cuenta por los que le ponen
obstáculos al tratado internacional de comercio de armas, pues la mayor
parte de ese movimiento mercantil es ilícito y sus ganancias escondidas.
El objetivo no es prohibir la comercialización de armas, sino poner
control sin politizar el asunto, porque el mundo vive momentos de
constantes peligros bélicos, en medio de una grave crisis económica
global con bolsas en rojo, países en quiebra y elevados precios de
combustibles y alimentos.
La proliferación de armas y el abuso de éstas destruyen los medios de
vida necesarios, aumentan la pobreza y dificultan el desarrollo de los
pueblos.
De ahí que el tratado exija a los gobiernos que regulen estrictamente
la venta y transferencia de todas las armas, municiones y equipos
conexos utilizados en operaciones militares y de seguridad interna,
desde vehículos blindados hasta misiles, aviones, armas pequeñas,
granadas y municiones.
Los resultados de los debates en la ONU que intentaron aplicar el
derecho internacional a las transacciones de armas, prohibir las
prácticas corruptas y regular la actividad de los vendedores, fueron
bastante modestos.
La causa: hay 1 mil 135 fabricantes de armas en 98 países, un gremio
que se ha multiplicado por seis desde 1960 en un negocio muy rentable, y
que todavía no es afectado por la crisis global, pues ni los gobiernos
ni otros actores han reducido sus compras.
Contralínea (Mexico)
Otros temas de importancia en Voltaire: Acciones Secretas.
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