Por Pascual Serrano
Periodista. Autor de Desinformación (Editorial Península)
En
abril de 2008, algunos meses antes de que estallara la crisis económica
en la que ahora estamos instalados, la prensa española informaba con
profusión de un informe anual del BBVA presentado ante la Comisión del
Mercado de Valores de Estados Unidos, en el que advertía sobre los
riesgos de la situación económica venezolana. Meses después era esa
comisión estadounidense la que demostraba su falta de control de la
situación económica de su país, mientras que el gobierno venezolano
concedía 236,7 millones de dólares para 1.547 proyectos socioproductivos
comunitarios. Han pasado más de cuatro años y la situación económica
que ha colapsado ha sido la del país del banco que hacía ese informe y
de los medios que tan diligentemente lo difundían.
En cuanto a Venezuela, es hoy el segundo país latinoamericano en
recibir jóvenes españoles que encuentran allí trabajo y su gobierno
entregó el pasado año 146.022 viviendas a los sectores más humildes.
Trabajo y vivienda, dos de los principales problemas que las encuestas
señalan como prioritarios para los españoles, resulta que se están
afrontando mejor en el país que nuestra banca -tan necesitada de
rescate- decía que presentaba riesgos en su situación económica.
La
crisis económica, del mismo modo que ha mostrado la falsedad del
discurso de nuestra boyante economía, ha permitido correr el velo de
gran parte de las mentiras en torno a Venezuela y el gobierno de Hugo
Chávez. Por eso ahora resulta que mientras nos anunciaban exiliados
venezolanos que decían que huían a Miami, nuestros jóvenes deben buscar
empleo en Venezuela.
Y es que revolución bolivariana ha sido
el proceso político del que más se ha (des)informado de forma
diametralmente opuesta a lo que estaba sucediendo. Si el público español
hubiera tomado nota sistemáticamente de forma contraria a lo que le
decían los medios de comunicación, hubiera tenido una idea más acertada
de la realidad que creyéndoles.
Ya casi nadie lo recordará,
pero el 31 de mayo la práctica totalidad de la prensa internacional
anunciaba que a Hugo Chávez le quedaban dos meses de vida según "una fuente altamente respetada y cercana a Chávez, que conoce su estado y su historial médico". La
presidencia de Chávez ha estado jalonada de constantes embestidas
mediáticas que han resonado en todo el mundo -y mucho más en España- en
torno a auténticos montajes informativos, manipulaciones o
irrelevancias.
Durante todo el año previo al referéndum de la reforma
constitucional se estuvo diciendo que se postulaba como presidente
vitalicio cuando sólo pretendía poder presentarse a la reelección, del
mismo modo que lo puede hacer el presidente español. Publicaron que
desde su antiamericanismo había prohibido la Coca-Cola cuando las
autoridades sanitarias venezolanas lo que no autorizaron fue el
edulcorante que se utilizaba en la modalidad Zero, también prohibido en
Estados Unidos y Canadá. Nos contaban que prohibía los Simpson, cuando
el organismo regulador lo que sencillamente planteó fue el cambio de
horario en una televisión privada. La ciudadanía española está
convencida de que Chávez ha expropiado de forma autoritaria las empresas
pero lo único que sucedía es que su administración se dedicaba a
comprar acciones en Bolsa, como cualquier capitalista, en sectores
estratégicos de telefonía, eléctricas y banca para tener un Estado
fuerte, tal y como había en España antes de las privatizaciones de
Felipe González y José María Aznar. El presidente venezolano expuso en
la ONU durante veinte minutos una propuesta de reforma para hacerla más
democrática y cambiar su sede, y sólo nos enteramos de que empezó su
intervención diciendo "huele a azufre". Le vimos en televisión cantar
una ranchera pero no cómo informaba en ese mismo acto de la inauguración
de cientos de consultorios médicos.
El gobierno
de Chávez ha demostrado, como pocos fenómenos internacionales, el
deterioro y el patetismo al que pueden llegar los medios de
comunicación. Y lo que es peor, el abandono que sufren los ciudadanos
por parte de empresas informativas y poderes públicos que impiden su
derecho a recibir información veraz.
Por ello, la mayoría de los
españoles se asombran de sus victorias electorales y de la probable de
este 7 de octubre. Porque son muchos los intereses económicos que se dan
cita en nuestros medios para que no comprendamos lo que sucede ni en
Venezuela ni en el mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario