Tomado de La Pupila Insomne.
“Desde el punto de vista revolucionario,
no importan las discrepancias; lo que importa es la honestidad con que
se opine. De las contradicciones saldrá la verdad”, escribió Fidel en julio de 2008 y ese me parece fue el espíritu con el que Silvio Rodríguez condujo el debate sostenido en su blog Segunda cita entre los intelectuales cubanos Guillermo Rodríguez Rivera y Enrique Ubieta
acerca de temas trascendentes de nuestro presente y porvenir y su
relación con el movimiento de ideas en Cuba y otras partes del mundo.
A nadie debería sorprender. Fue una esgrima ideológica en consonancia con el llamado del presidente Raúl Castro a
“promover la mayor democracia en nuestra sociedad, empezando por dar el
ejemplo dentro de las filas del Partido, lo que presupone fomentar un
clima de máxima confianza y la creación de las condiciones requeridas en
todos los niveles para el más amplio y sincero intercambio de
opiniones, tanto en el seno de la organización, como en sus vínculos con
los trabajadores y la población, favoreciendo que las discrepancias
sean asumidas con naturalidad y respeto, incluyendo a los medios de
comunicación masiva”. Lo que sí puede sorprender a algunos es el
silencio absoluto con el que tanto la gran prensa internacional como la
industria propagandística contrarrevolucionaria, financiada por el
gobierno norteamericano, que tan a menudo tildan de oficialistas y
monocordes a los intelectuales cubanos acogieron dicho debate.
Al parecer, al coro que sigue cualquier
división entre cubanos para amplificarla y profundizarla no le interesa
la discusión cuando es entre revolucionarios, aunque sea conducida por
el autor de Ojalá quien es hoy uno de los más influyentes generadores de opinión en la web desde Cuba.
Para el magnate Carlos Saladrigas,
que salió de una conferencia en La Habana para un evento conspirativo
de la ultrarreacionaria Heritage Fundation en Washington con los
patrocinadores del bloqueo y la injerencia en Cuba como Marco Rubio, la dirección de Radio Martí y
el entramado de la subversión anticubana, todo el espacio. Para los
que, en coincidencia con el candidato de Washington en Venezuela, Henrique Capriles, proclaman luchar “desde abajo y a la izquierda” pero como dice Silvio
sólo tienen palabras “para criticar y denostar a los que han logrado
hacer cosas concretas desde la izquierda, como por ejemplo tomar el
poder”, resonancia y apoyo. Para quienes intenten lavar el expediente,
luego de haber ocupado responsabilidades en el Estado o el Partido, y
ganarse un puesto en lo que piensan será la Cuba del futuro como jueces
de un pasado del que deben distanciarse mientras más pronto mejor, el
guiño cómplice.
Los más recientes acontecimientos y las subsiguientes denuncias han
descalificado profundamente a la contrarrevolución que se reconoce como
tal y hecho evidentes sus vínculos con el gobierno de Estados Unidos.
En paralelo, y desde antes, se ha venido produciendo un desplazamiento
de la atención mediática y de la difusión en Internet hacia un grupo de
actores que, con un lenguaje que cada vez se cuida menos de tomar
distancia de la contrarrevolución tradicional, aunque algunas veces se
defina de “izquierda”, trata de aprovechar cualquier ausencia o
contradicción en la información sobre los procesos en marcha en el país
para atacar la legitimidad de las instituciones revolucionarias y su
liderazgo, presentándolas como divorciadas de los intereses populares.
Quienes -como demostraron los líderes del sindicato Solidaridad en Polonia-
sólo se interesan en los trabajadores para escalar hacia el poder y
entregárselo a sus enemigos, a la vez que engordan los bolsillos,
necesitan un pueblo alejado de sus dirigentes e instituciones. Nunca
olvidemos que Boris Yelsin -el bombardero del parlamento en Moscú y
responsable de sumir en la pobreza a 72 millones de rusos en acelerado
tránsito al capitalismo salvaje con la privatización relámpago de 122
000 empresas- era, para la prensa occidental, el izquierdista que se
enfrentaba a los burócratas en nombre del cambio.
Que los propagandistas de la guerra psicológica contra Cuba hayan tenido que manipular, modificándola de manera burda, la carta de un grupo de médicos revolucionarios
que plantea dolorosos problemas en el Hospital Calixto García, como
hemos podido ver recientemente, es una muestra ejemplar de que la
crítica revolucionaria -por dura que sea- no les interesa. Tampoco el
análisis que indague honestamente en los problemas de nuestra sociedad. La agencia de noticias AFP ignoró durante meses un agudo texto del académico Rafael Hernández
que aborda zonas muy contradictorias de nuestra realidad y
especialmente de los jóvenes cubanos en relación con la emigración, pero
bastaron unas horas para que amplificara la obra maestra desconocida de un fantasma que le respondía.
Me parece cardinal la definición de Silvio,
cuando a propósito de esta polémica dijo que para ser de izquierda -al
menos en nuestra condición de cubanos y latinoamericanos- es
imprescindible ser antiimperialista. El imperialismo no es confesional, y
lo sabemos no sólo por sus alianzas con el Talibán. La mejor investigación que conozco sobre la Guerra Fría cultural de la CIA demuestra con amplitud cómo Estados Unidos financió y alentó una “izquierda no comunista” contra la URSS, y Fidel, al referirse a la conspiración de ultraizquierda en Granada que abrió las puertas a la 82 División Aerotransportada, afirmó:
“Es algo que, o lo hizo la CIA, o de lo contrario no habría podido
hacerlo más perfecto”. Que exista una intención similar con Cuba dentro del
amplio abanico de acciones imperialistas contra el país, a nadie
extrañaría, más si ya hay “izquierdistas” que comulgan con la quinta
columna armada por Washington. Y la mejor manera de enfrentar esa
posibilidad y toda la campaña mediática y subversiva que alienta Estados
Unidos es el fortalecimiento del papel democratizador de nuestra
prensa, de nuestras organizaciones políticas, de masas y sociales y
nuestras instituciones que se acordó en los objetivos de la Primera Conferencia Nacional del Partido;
porque -como nos acaba de demostrar el debate entre Guillermo y Ubieta-
mientras más amplia y honestamente se expresen los revolucionarios más
aislado quedará un oportunista y menos argumentos habrá para quienes
lucran con nuestros problemas.
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