Las recientes elecciones municipales en Cuba han pasado
desapercibidas para la mayor parte de los grandes medios internacionales. Estos
descalifican de antemano los comicios cubanos por no ser –según su criterio-
verdaderamente “democráticos” (1).
La razón es que no compiten partidos
políticos, y la propaganda y las campañas están prohibidas. Sin embargo, los
medios no mencionan que –al contrario que en otros países- las candidaturas a
concejales y concejalas –es decir, a delegados y delegadas del Poder Popular-
son propuestas directamente por la población en centenares de miles de
asambleas vecinales en todo el país, en un mecanismo claramente más democrático
y participativo que el de muchos países (2).
En
este proceso no interviene el gobernante Partido Comunista, a pesar de lo que
afirman algunos medios de la derecha. El portal argentino Infobae, por ejemplo,
aseguraba “que, si bien el (...) partido comunista no postula candidatos, sí
supervisa el proceso y se asegura, con su influencia y el voto de sus
militantes y simpatizantes, que ningún disidente resulte ni siquiera postulado”
(3). El Nuevo Herald de Miami sentenciaba que, de hecho, “ningún disidente ha
sido aceptado nunca como candidato a ningún puesto electo” (4). Esto es
absolutamente falso. Cualquier persona puede, en su barrio, proponerse o ser
propuesta como candidato o candidata, incluidos los llamados “disidentes”. En
la práctica, es cierto, en muy pocas ocasiones han concurrido a las elecciones,
pero no por un impedimento legal o presión política. Sencillamente, no han sido
apoyados por su vecindario. Uno de los pocos “disidentes” postulados fue
Yndamiro Restano, en el municipio San Miguel del Padrón, quien finalmente no
fue electo por la población (5).
Pero
algunos medios internacionales sí han hecho referencia a las recientes
elecciones municipales cubanas, destacando exclusivamente que el llamado “voto
de protesta” ha crecido en relación a comicios anteriores. Este “voto de
protesta” es el abanico de opciones que la “disidencia” cubana presenta como
suyas: la abstención, el voto en blanco y el voto nulo.
Ciertamente, en relación con las
últimas elecciones municipales de 2010 –en Cuba los comicios locales son cada 2
años y medio- las tres opciones anteriores crecieron, pero en porcentajes casi
inapreciables: la abstención subió del 5,31 % al 5,7 %, el voto en blanco del
4,58 al 4,97 % y el voto nulo del 4,11 al 4,45 % (6) (7).
Este
pequeño aumento era presentado por la “disidencia” cubana como un triunfo
político: la bloguera Yoani Sánchez decía, por ejemplo, que esta supuesta “masa
inconforme” había superado al número de militantes del Partido Comunista de
Cuba (PCC) (8). Un verdadero ejercicio de demagogia, si tenemos en cuenta que
la militancia del Partido no es abierta, sino selectiva: en Cuba, el carnet del
Partido Comunista es entregado solo a aquellas personas que, por sus méritos
laborales, ética personal y coherencia política, son elegidas por sus
compañeros y compañeras de centro de trabajo (9). De hecho, el PCC se define
como un partido de cuadros, no de masas, ya que, para este cometido, existen
otras organizaciones, como los Comités de Defensa de la Revolución o la
Federación de Mujeres Cubanas (10), donde sí se integra la mayoría de la
población que se reconoce como revolucionaria.
En
el diario de Miami El Nuevo Herald, un supuesto experto en asuntos cubanos, Ted
Henken, sentenciaba que las citadas cifras electorales son signo de que “el
estado cubano es cada vez más débil y (...) menos capaz de gobernar sin
oposición”, y de que “cada día más cubanos están perdiendo el temor de no
conformarse a las reglas electorales oficiales a la hora de votar” (11).
Toda
esta euforia parece un tanto forzada, si comparamos los resultados de los
comicios cubanos con los de cualquier otro país avalado como “democrático”.
Recordemos solo las últimas elecciones municipales de Gran Bretaña en 2012,
donde votó apenas el 32% del censo (12).
Pero,
al margen de las lecturas entusiastas de la “disidencia” cubana y su prensa más
afín, el resto de grandes medios internacionales han ignorado completamente las
elecciones cubanas. Unas elecciones donde el voto no es obligatorio y se ejerce
desde los 16 años de edad; y donde delegadas y delegados electos están
obligados a atender a la población al menos una vez por semana, rendirle
cuentas periódicas mediante asambleas abiertas, y a poder ser revocados por
ella en cualquier momento de su mandato (13).
Unas
elecciones tan “antidemocráticas” que son, posiblemente, las más participativas
de todo el mundo.
(8) http://www.cubainformacion.tv/index.php/la-columna/223-vincenzo-basile/46273-ique-diria-yoanifraude
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