Por Mayra García Cardentey.
Como todo proceso dinámico, la Revolución Cubana evoluciona,
perfecciona sus caminos con curvas; todo buen destino no conforma, en la
mayoría de las veces, un sendero recto.
A lo largo de estos años, millones de cubanos han abrazado las
pasiones encendidas desde los años iniciales del fulgor del 59: la
declaración del proyecto socialista, y ahora, la actualización de la
política económica y social, que ya marcha con la segunda década del no
tan nuevo milenio.
Se ha vivido cada segundo en un país que se construye en el día a
día, con los cubanos de ahora, de antes… de siempre, los que comparten
la alegría, el vértigo, la incertidumbre, la resistencia, los deseos,
las ganas de pensar y vivir este país, desde y para sí. Y entre ellos,
los jóvenes cubanos que, poco a poco, han incorporado la imagen de una
nación que se construye desde mucho antes de que pensaran nacer, pero
que intentan perfeccionar con las dinámicas de los nuevos tiempos. Se ha
apostado todo o casi todo por un proyecto que aunque no es perfecto se
encuentra en permanente actualización. Pero más allá de estos asuntos
estratégicos, ha existido la tendencia, a nivel del imaginario social,
de idealizar a algunos de los próceres revolucionarios, hasta el punto
de que no pocos compatriotas se consideren incapaces de seguir o repetir
su obra.
Los héroes de la Patria son héroes, pero antes que todo fueron
hombres y mujeres de carne y hueso que compartieron, como nosotros
hacemos ahora, la edificación de un futuro mejor. Si no nos creemos
merecedores de un carácter como el que forjó a los líderes históricos,
¿cómo podremos entonces perpetuar su obra?
La Revolución no es un hombre, un nombre, varios héroes… la Revolución es el pueblo.
La educación en sus distintos niveles ha incentivado, en muchas
ocasiones, un estereotipo rígido de los protagonistas de las luchas por
la liberación. Pinceladas diferentes de los héroes ofrecen algunos
libros, mas ¿qué hacer cuando la falta de hábitos de lectura u otras
circunstancias los alejan del potencial lector?
Procuramos que nuestros hijos quieran «ser como el Che», sin creer, a
veces, que en algún momento puedan poseer el carácter altruista del
joven argentino, que dio su vida por el bien del continente. ¿Acaso no
existen nuevas expresiones de los pensamientos guevarianos, vestidos
ahora de bata blanca y en cualquier llanura, cordillera o cerro
latinoamericanos?
Hablar de nuestros antepasados como humanos, con virtudes y defectos,
no les quita relevancia dentro del proceso histórico y sí los hace
vivir en el pueblo, alimentando la posibilidad de que emerjan personas
tales en la Cuba del siglo XXI.
El país tuvo un Carlos Manuel de Céspedes, un Martí, un Camilo, una
Celia, pero tiene hoy muchos Pedro, Juan, María, y hasta Yumilkas, con
su historia propia, en un contexto diferente, pero no por ello exento de
importancia.
Imaginarse una Cuba mejor, una Revolución mejor, es tarea de pueblo.
Si no somos capaces de vernos como tal, ¿cómo vamos a sostenerla? La
Revolución soy yo, eres tú, somos todos.
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Nota personal del autor de este blog.
He reproducido este artículo por el simple hecho de seguir sintiéndome cubano inexorablemente identificado con nuestra historia, nuestros mártires, héroes y líderes históricos y con el proceso social socialista de Cuba; de seguir viviendo, aun en la lejanía, dentro de esa sociedad _ la mía_ de la que he formado parte por tanto años y no me puedo desprender de ella_ ¡Y no quiero!
Con este artículo me identifico como ese "somos"; porque siempre seré parte de "pueblo cubano" y de la Revolución.
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