Tomado de la Pupila Insomne.
Por Javier Couso.
Continúa la deriva autoritaria del
Gobierno con un guión que se va cumpliendo poco a poco, como mandan los
cánones de la manipulación y la propaganda, a pequeñas dosis, para que
nos lo vayamos tragando.
Si hace unos meses se lanzaba el globo sonda para legislar sobre la prohibición de tomar imágenes en las manifestaciones, en estos días hemos asistido a un vuelta de tuerca más: la detención de una reportera gráfica que cubría una manifestación contra los desahucios.
No es casual que haya sucedido en el
final de una semana en la que el Consejo de Ministros desafiaba a la
judicatura catalana, otorgando un segundo indulto a los cuatro policías
condenados en firme por torturas.
No son cuestiones vanas, estamos hablando
de asuntos que afectan a pilares básicos del ordenamiento con el que se
organiza esta democracia parlamentaria salida de la Constitución de
1978: Tortura, Impunidad y Derecho a la Información. Ni más ni menos.
Por un lado tenemos el mencionado doble
indulto que garantiza la impunidad de unos sádicos torturadores que
maltrataron a un pobre hombre sin motivación política alguna. De nuevo
la violencia policial gratuita que nos retrotrae a los estremecedores
datos que se recogían en los informes que afectaban a nuestro país, como
el elaborado por el Relator Especial de la ONU sobre la cuestión de la tortura, Theo van Boven, o el de AI «Sangre en la herida»
. Algo que produce terror cuando el propio Gobierno, en vez de corregir
estas prácticas, garantiza la acción de los maltratadores al ampararles
en sus fechorías, situándose por encima del Poder Judicial.
Por otro lado, mientras se amaga con la
prohibición de la toma de imágenes ciudadanas, se dificulta el trabajo
de los reporteros, con agresiones y rotura de material de trabajo, y se
traspasa la delgada línea roja con la detención de una periodista en
Sevilla.
No les parece suficiente que la práctica
totalidad de los medios pertenezcan a unas pocas manos de acaudalados
que defienden las mismas políticas neoliberales que practican los
partidos de alternancia. Necesitan tapar la grieta que supone la
posibilidad de recoger y difundir las cuestionables operaciones de unas
Unidades de Intervención Policial que actúan indiscriminada y
brutalmente, como hemos visto tantas veces en los últimos años.
De ahí su obsesión por controlar la
información. Al igual que en la guerra, en definitiva la política por
otros medios, la pérdida del control informativo y la visualización por
la mayoría de la verdadera dureza de un Régimen que necesita cada vez
más la fuerza para imponerse, puede hacer que desaparezca el consenso
acrítico e inmovilista sobre el que se asienta todo el tinglado.
Sé que a muchos les molesta que pongamos
el acento en los periodistas, tanto aquí como en los conflictos, pero
creo que su persecución es un ataque que afecta a toda la sociedad pues
lleva en su germen la intención de cegarnos.
Hay imágenes que, amplificadas por las
redes, traspasan la autocensura de los grandes medios y llegan sin
editar a una mayoría social que habita normalmente en la inopia del
fútbol o el cotilleo, desmontando con la crudeza de la realidad el más
elaborado de los discursos.
Cuando el pueblo es reprimido, apaleado,
multado y detenido, no es que sea más importante una reportera, como no
vale más un cámara muerto en Gaza que los cientos de palestinos
asesinados, pero su persecución se produce para que no sepamos, para que
no veamos, para que sigamos en el sofá absortos en las realidades
prefabricadas.
La creación del relato por medio del
binomio “información controlada-industria cultural de masas”, consigue
realidades y sueños a su medida. Solo la verdad y su difusión pone las
cosas en su sitio.
No podemos perder la batalla de la información como no podemos perder la pelea por el castigo a los torturadores.
Sin relatores, sin pruebas y con torturadores impunes, perdemos la guerra.
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