Tomado de
Realitat.
Por Pol Acozar
Original en catalán. Traducción al castellano.
Tras el último lunes
negro del 8 de febrero, ya todo parece a punto para el estallido de una nueva
crisis económica financiera. Medios de comunicación, analistas, expertos y todo
tipo de tertulianos asumen públicamente el inicio de la cuenta atrás para el nuevo
desastre global. Las crisis son cíclicas en el capitalismo, pero la crisis que
ahora nos viene encima se presenta especialmente destructiva, si tenemos en
consideración que aunque estamos inmersos en la crisis de 2008.
Lunes negro del 8 de
febrero: causas
Las bolsas de todo el
mundo cayeron de manera importante el 8 de febrero. El Ibex español cayó un
4,44% que se acumula en el 5,01% del pasado 24 de agosto. La bolsa griega cayó
un 7,87% hasta situarse en mínimos de hace dos décadas. Banco Santander perdió
el 6,21%; Repsol, el 5,93%; BBVA, el 5,61%; Inditex, el 2,98%; Telefónica, el
2,96% e Iberdrola, el 1,59%. El índice Eurostock cayó el 3,27%, París el 3,17%,
Londres el 2,65% Fráncfort el 3,31%. Las caídas más significativas fueron las
del Deutsche Bank y Commerzbank, del 9,5 y el 9,49% respectivamente, que
señalan uno de los principales puntos débiles de los mercados financieros:
Alemania.
Los grandes medios de
comunicación no han tardado en establecer un paralelismo entre la situación del
Deutsche Bank y la de Lehman Brothers justo antes del estallido de la crisis de
2008. Los diferentes escándalos que han rodeado el Deutsche Bank se añaden a las
dudas cada vez más generalizadas sobre su solvencia. Las peores prácticas del
sector financiero han caracterizado su gestión: la entidad es motivo de una
investigación por haber invertido contra sus propios clientes y varios
escándalos han salpicado sus directivos. Asimismo, comienza a asumir en los
mercados financieros que la deuda de Grecia con la banca alemana nunca podrá
ser pagada.
Por otra parte, las
inversiones en conflictos bélicos iniciadas por las oligarquías de Alemania,
Francia, Reino Unido y EEUU, principalmente, en el Oriente Medio y en Ucrania,
han sido un fracaso absoluto. En Siria, no sólo no se han conseguido los
objetivos de derribar a Bashar Al Assad e imponer un régimen terrorista
mercenario, sino que se ha creado la avalancha más grande de seres humanos que
buscan refugio de toda la historia. En Irán no se ha logrado derribar el gobierno
antiimperialista, sino que se ha acabado aceptando el plan de desarrollo de
energía nuclear para fines no militares que antes se consideraba inaceptable.
La desestabilización de Ucrania ha impuesto un gobierno neonazi pero el bloque
de la UE y EEUU no ha logrado el objetivo que perseguía: desestabilizar Rusia.
En todos los casos, el uso del derecho a veto de Rusia y China ha impedido la
instrumentalización de la ONU para fines imperialistas. Asimismo, la emergencia
de nuevas fuerzas en el panorama global, como América Latina, han
imposibilitado el desarrollo de la estrategia unilateral de occidente. Todo
esto ha afectado las expectativas de beneficio derivadas de la escalada militar
que se había previsto y que ha quedado en suspenso.
Las crisis cíclicas
del capitalismo
Fue Karl Marx el
primero en describir el carácter cíclico de las crisis económicas, como
característica inherente al modo irracional de producción capitalista.
Importantes aportaciones han sido hechas a esta teoría desde entonces, para describir
la tendencia natural del capitalismo en crisis cada vez más destructivas. Las
crisis están relacionadas con el agotamiento de las formas de acumulación de
capitales, con la necesidad constante del capital de abrir nuevos mercados y
encontrar nuevas maneras de especular y concentrar riqueza.
En las últimas
décadas, las crisis han sucedido en intervalos variables de entre 5 y 10 años.
Como en tantas otras materias, la categorización de las crisis económicas es
siempre discutible, ya que los datos pueden ser interpretados de manera muy
diferente. Asimismo, no existe un único hecho, ni un momento preciso, en el que
la crisis estalla, sino que la crisis es un conjunto de condicionantes que, en
el transcurso de un proceso, cambian la tendencia. Con todo tipo de reservas,
podríamos decir que las últimas grandes crisis económicas con efectos globales
han sido:
- 1973: primera crisis
del petróleo (Wikipedia)
- 1979: segunda crisis
del petróleo (Wikipedia)
- 1982: crisis de la
deuda de América latina (Wikipedia)
- 1987: crack bursátil
de Wall Street (Wikipedia)
- 1993: crisis
monetaria (Wikipedia)
- 1997: crisis
financiera asiática (Wikipedia)
- 2001: crisis de las
.com (Wikipedia)
- 2008: crisis de las
subprime (Wikipedia)
La alternativa a las
crisis
Las crisis del
capitalismo son cíclicas y se reproducen regularmente, pero eso no quiere decir
que sean inevitables, sino que son una condición inseparable del sistema
capitalista mismo, y, por tanto, un motivo más para superarlo.
Las crisis suelen ir
seguidas de periodos de crecimiento económico, promovidos por los estados a
través de políticas keynesianas. Y este es el aspecto más preocupante de la
crisis que se acerca: que la última crisis fue en 2008 y no lo ha seguido
ningún período de expansión. Por el contrario, hemos vivido un ciclo completo
de contracción generalizada, con políticas de austeridad que han tenido efectos
criminales sobre la clase trabajadora. Comienza a evidenciarse que los poderes
oligárquicos no tienen la intención de volver aplicar políticas keynesianas
para corregir los efectos más extremos de su enriquecimiento salvaje. La caída
de la Unión Soviética, y sin un enemigo de clase organizado y capaz, la
oligarquía no ha encontrado hasta el momento ninguna resistencia importante a
su programa reaccionario. Siempre ha sido convencida de que el capitalismo es y
debe ser salvaje, sin complejos de ningún tipo, ahora está volviendo a poner en
práctica esta idea.
Cuando estalló la
crisis de 2008, los grandes líderes del mundo occidental hicieron grandes
declaraciones sobre la necesidad de reformar, de refundar, incluso, el
capitalismo. Dijeron que había que poner límites a los poderes financieros, que
era imprescindible que los poderes públicos y los organismos internacionales
regularan los excesos de los mercados. Pero no: se siguió desregulando, se
rescató las entidades financieras con los impuestos públicos y se condenó a la
pobreza a amplias capas de la población. Ahora estamos a las puertas de una
nueva crisis especulativa y todo indica que todo este programa de austeridad
volverá a repetirse: volverán a recortarnos derechos, a contenernos los
salarios y reducir los servicios sociales. Sin embargo, toda crisis es también
un momento de oportunidad, un periodo de debilidad, y depende fundamentalmente
de la clase trabajadora organizada saber aprovecharlo.
En el ámbito interno,
Europa y EEUU viven el momento de mayor crecimiento de los movimientos
populares desde hace medio siglo. El incremento de la pobreza y las desigualdades,
el derrumbe del espejismo de la clase media y la sociedad del consumo, comienza
a articularse, tanto en EEUU como en la UE, en forma de movimiento social y
político. La clase trabajadora se dispone a amenazar la hegemonía neoliberal
que ha reinado hasta ahora. La oligarquía de la UE ya hace un tiempo que huele
de cerca la amenaza de coaliciones progresistas con programas políticos
contrarios al neoliberalismo. La victoria de Syriza en Grecia, el auge de la
izquierda en España o la victoria de Corbyn en la dirección del Partido
Laborista, han sido leídos como síntomas innegables del cambio de tendencia. En
EEUU la elección de un candidato que se declaraba socialista en las primarias
del Partido Demócrata es la imagen que define mejor el fin de la hegemonía
neoliberal.
Estamos abocados a una
nueva crisis especulativa, a un nuevo ciclo de reacción y movilización. Depende
de la capacidad de organizarnos de la clase trabajadora que seamos capaces de
aprovecharlo para construir una alternativa social y revolucionaria.
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