Por Arthur González
En la política de Estados Unidos hacia Cuba no hay casualidades, todo está calculado y previsto por los analistas de las principales agencias de inteligencia y del Departamento de Estado; así ha sido desde antes de 1958 y lo prueban sus propios documentos desclasificados.
El 27 de junio de 1958 por órdenes de la CIA llega a las montañas del centro de Cuba el oficial de la esa agencia, John Meples Spíritto, quien ostentaba el grado de SPI-2.
La cobertura seleccionada fue la de periodista y corresponsal de guerra, para establecer un centro de análisis de información e inteligencia que actuara en coordinación con la Estación CIA ubicada dentro de la embajada estadounidense en La Habana.
Según sus declaraciones al ser detenido en 1962, una de sus misiones era la de dividir el movimiento revolucionario para evitar la victoria de Fidel Castro, y contraponer al comandante Eloy Gutiérrez Menoyo, a los principales líderes del Ejército Rebelde, utilizándolo como una “tercera fuerza” en caso de que el Movimiento 26 de Julio y el Ejército Rebelde derrocaran a la tiranía de Fulgencio Batista.
Como parte de su actual estrategia para desmontar la Revolución socialista desde adentro, el Consejo de Seguridad Nacional decidió restablecer las relaciones con Cuba, pero manteniendo sus programas de subversión, para lo cual han destinado más de 250 millones de dólares desde 1996, política ratificada por la Casa Blanca en su comunicado del 17.12.2014.
En 2013, por primera vez en la historia, se daba a conocer que el presupuesto que las 16 agencias de espionaje de EE.UU. destinaron a labores de inteligencia 52 mil 600 millones de dólares, en el año fiscal 2013, donde la CIA recibió 14 mil 700 millones y la Agencia de Seguridad Nacional, NSA, 10 mil 500 millones, según documentos filtrados por el ex analista Edward Snowden.
Cuba ocupa una de las prioridades en la estrategia yanqui, por constituir una espina que no han podido sacarse, de ahí los planes para la contrarrevolución asalariada con la ilusión de que alcance algún apoyo popular, a partir del descontento que causan las penurias de la situación económica, que al decir de la CIA son resultado de su política de guerra económica, comercial y financiera.
Con vistas a resquebrajar la imagen de Cuba ante el mundo, Estados Unidos continua con sus acciones de guerra psicológica, instruyendo a sus asalariados a ejecutar actos provocativos en las calles, y en las últimas semanas orientaron llevar a cabo supuestas huelgas de hambre, amplificadas por la prensa a su servicio.
El ejemplo es Guillermo Fariñas, quien sin tapujos declaró:
“Es hora de que nos levantemos, de que nos empinemos, de que no tengamos miedo”. “Es hora de unirse, de tirarse para las calles, de protestar por todas las barbaridades políticas y sociales que ha hecho este Gobierno”.
Pero tal parece que Fariñas padece de amnesia pues solo semanas antes, el contrarrevolucionario José Daniel Ferrer, de la llamada Unión Patriótica de Cuba, quien cursa un entrenamiento especial en Miami desde hace dos meses, lo había acusado de “falta de acciones provocativas en las calles cubanas”, retirándole su apoyo.
Para Ferrer, “hay que tener un programa para ejecutar provocaciones callejeras, y contar con personas valientes que estén decididas a pagar el costo de la libertad defendiendo ese programa”.
Coincidentemente en el Estimado de Inteligencia de la CIA para los años 1992-1993, publicado en el 2001, se plantea:
“[…] mientras las condiciones económicas se deterioran, la violencia contra el régimen – la cual hasta ahora ha sido rara – es probable que aumente. Un gran levantamiento impulsaría a Castro a dedicar cualquier fuerza necesaria para reprimirla, aún al precio de un baño de sangre. Si el desorden público continuara extendiéndose, él tendría que llamar a los militares, cuya voluntad para llevar a cabo la orden, sería cuestionable”.
No en balde el teatral movimiento huelguista iniciado por Fariñas, y supuestamente seguido por una docena de asalariados más, es apoyado por el Senador estadounidense Bob Menéndez, nacido en Cuba, miembro de la mafia anticubana y del Comité de Relaciones Exteriores del Senado.
Como parte del complot, Menéndez expresó públicamente su solidaridad con Guillermo Fariñas, e hizo un llamado a la administración de Obama a “tomar medidas inmediatas y decisivas para frenar los supuestos abusos graves de los derechos humanos en la isla”.
Y agregó:
“La administración de Obama debe tomar medidas inmediatas y decisivas, utilizando las pocas palancas restantes que no haya regalado al régimen para obtener la liberación de Fariñas, la liberación de otros disidentes pacíficos, y para poner fin a la brutalidad con la que los Castro oprimen la isla”.
“Para empezar, utilice los canales de la diplomacia que la administración afirma haber abierto con los Castro; debe buscar la condena internacional de los Castro y su maquinaria tiránica por parte de la OEA y las Naciones Unidas; retener las licencias del Departamento del Tesoro con que los intereses comerciales norteamericanos están empezando a involucrarse con la economía dirigida y controlada por Castro; restaurar una política exterior de principios con respecto a Cuba. Los abusos graves de los derechos humanos no deben ser tolerados, y no deben ser pasados por alto”.
Todo encaja como piezas de un rompecabezas. De iso facto, el Departamento de Estado convocó a una conferencia de prensa para informar que la Casa Blanca “transmitió sus preocupaciones al Gobierno cubano y monitorean su situación de cerca, manteniéndose en solidaridad con quienes promueven los derechos humanos y libertades fundamentales, incluyendo la libertad de expresión y la libertad de reunión en Cuba”.
Pero al parecer los yanquis vuelve a cometer sus mismos errores y no toman en cuenta lo informado en el 2009 por el entonces Jefe de la Sección de Intereses en La Habana, quien aseguró:
[…] “Vemos poca evidencia de que las organizaciones disidentes principales tengan mucho impacto en los cubanos de a pie”.
“Están más preocupados por tener mayores oportunidades para viajar libremente y vivir de manera confortable”.
“Pese a sus afirmaciones de que representan a miles de cubanos, nosotros vemos muy pocas evidencias de ese apoyo”.
Es bien difícil cambiar y ellos que acusan a los dirigentes cubanos de no hacerlo, transitan por los mismos callejones que los llevaron a reconocer el fracaso de sus políticas contra la Revolución.
Por eso hay que recordar a José Martí cuando expresó:
“…nada hay más justo […] que dejar en punto de verdad las cosas de la historia”.
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