Por Arthur González
Con su habitual doble moral, el
Gobierno de los Estados Unidos se declara hoy como “primer combatiente
contra el terrorismo”, algo totalmente falso por ser ellos quienes lo
practican a diario sin la menor piedad.
Después de 1959 el pueblo cubano ha sido víctima permanente de los
actos terroristas ejecutados por la CIA, con la plena aprobación del Consejo
Nacional de Seguridad. La primera acción de ese tipo sucedió exactamente el 4
de marzo de 1960.
Ese fatídico día, a las tres y quince minutos de la tarde, cientos
de obreros portuarios y miembros del ejército revolucionario descargaban cajas
de granadas para fusiles FAL, de fabricación belga, del buque francés La
Coubre, compradas por Cuba a pesar de las fuertes presiones de las
autoridades de Estados Unidos para que nadie el suministrara armas y municiones
a la triunfante Revolución cubana.
Sin el menor concepto de humanidad, la CIA diseñó el maléfico plan
terrorista con el objetivo de impedir que el pueblo cubano dispusiera de las
armas y municiones necesarias, para repeler la invasión que ya se organizaba en
Miami, con el fin de destruir a la Revolución.
Durante la travesía del buque, agentes pagados por la CIA lograron
colocar dos explosivos que harían estallar la carga, con una diferencia de
treinta minutos, según calcularon para hacer más terrible la carnicería humana
que provocaron.
Las dos explosiones conmovieron parte de la ciudad de La Habana,
debido al poder expansivo de las 44 toneladas de granadas y las 31 de
municiones, ocasionándole la muerte a 101 seres humanos, entre ellos seis
marinos franceses, un número indeterminado de desaparecidos por la
fragmentación de sus cuerpos y 200 heridos graves.
Aun hoy a 57 años de esa vil acción terrorista, los documentos que
prueban la participación de Estados Unidos están sin desclasificar, fuertemente
resguardados en las vigiladas bóvedas de la Agencia Central de Inteligencia.
Bajo el mismo régimen de secretividad se encuentran las investigaciones de la
empresa francesa de seguro, algo que dice a las claras la responsabilidad de
los que idearon ese crimen.
Para que no queden dudas, el inspector general de la CIA, Lyman
Kirkpatrick, declaró sin sonrojo:
“El proyecto de derrocar a Castro se había convertido en una
importante actividad de la Agencia, con la más alta aprobación política”.
La afirmación fue publicada el 2 de marzo de 1998 en el
diario El Nuevo Herald.
Un documento desclasificado, preparado por la Agencia Central de
Inteligencia para el Grupo permanente del Consejo Nacional de Seguridad, con
fecha 8 de junio de 1963, refleja la verdadera naturaleza terrorista de los
Estados Unidos, en su intento por destruir a la Revolución cubana.
Solo su título confirma lo antes expuesto: “Política
encubierta y programa integrado de acciones propuestas hacia Cuba”.
En su introducción plantea entre otras cuestiones las siguientes:
“Dentro del contexto de las presunciones políticas y los estímulos
de la situación en Cuba, la CIA presenta un programa consistente en los cursos
de acción interdependientes, entre
las que se destacan”:
▪ Acciones de propagada para estimular sabotajes simples de bajo
riesgo y otras formas de resistencia pasiva y activa.
▪ Acciones negativas económicas sobre una base creciente.
▪ Sabotaje general y hostigamiento.
“Solamente después que los efectos de la represalia económica y de
las acciones de sabotaje, se sientan profundamente en la población y en los
grupos de élite, puede esperarse convertir la desafección, en las fuerzas
armadas y otros centros de poder del régimen, en revueltas activas contra el
séquito Castro-comunista”.
Una prueba irrefutable de que Estados Unidos posee la paternidad
de las actividades terroristas, es lo que se afirma es el mencionado plan, al
asegurar con la frialdad característica de los asesinos:
“Debe admitirse que ningún acto de sabotaje aislado por sí mismo,
puede afectar materialmente la economía cubana o estimular una resistencia
significativa. Sin embargo, es nuestra opinión que una serie de esfuerzos de
sabotajes bien planeados, ejecutados adecuadamente a su tiempo, producirán los
efectos que buscamos”.
“Cada acción tendrá sus peligros, habrá fracasos con la
consecuente pérdida de vidas y acusaciones contra Estados Unidos, que
resultarán en críticas en casa y afuera. Ninguna de esas consecuencias
esperadas deberá hacernos cambiar nuestro curso, si el programa expuesto tiene
éxito”.
Con estos elementos como prueba de la culpabilidad del Gobierno
estadounidense, nadie podrá rebatir que ellos son los únicos responsables del terrorismo
internacional, ese que ahora declaran interés por combatirlo.
Planes como este no se le informan al pueblo norteamericano y
menos aún al resto del mundo, para que todos sepan quienes son realmente los
yanquis y las muertes que cargan en sus espaldas.
Los cubanos no olvidarán jamás a sus muertos, porque como expresó
José Martí: “No puede deshacerse en pocos años el hondo mal en muchos
años hechos”.
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