martes, 28 de marzo de 2017

La Unidad de la Izquierda y la Integración Latinoamericana

Tomado de Pensando Américas
Por  Basilio A. Gutiérrez

Intervención en el Seminario Teórico Internacional “Los partidos y una nueva sociedad”. México 23, 24,25 de marzo de 2017

“A un plan obedece nuestro enemigo: de enconarnos, dispersarnos, dividirnos, ahogarnos. Por eso obedecemos nosotros a otro plan: enseñarnos en toda nuestra altura, apretarnos, juntarnos, burlarlo, hacer por fin a nuestra patria libre. Plan contra plan”. José Martí


“La construcción de la unidad es la tarea más importante que enfrenta toda revolución verdadera”. Raúl Castro

Desde sus inicios y hasta hoy, la Revolución cubana ha tenido una clara vocación de unidad e integración continental, inspirada en las ideas de José Martí y Fidel Castro.

El  Comandante Hugo Chávez Frías tempranamente comprendió que su proyecto bolivariano superaba las fronteras de su amada Venezuela, donde se libra hoy la batalla decisiva por la soberanía, la emancipación, la integración y el desarrollo de Nuestra América.

Se sucedieron desde entonces, nuevas victorias electorales de fuerzas y grupos políticos de signo progresista o de izquierda, y nuestra región comenzó a experimentar lo que el presidente Rafael Correa calificó como un “cambio de época”.

Se crearon así las condiciones para generarse un nuevo tipo de integración en la esfera política, y también facilitar las esforzadas experiencias que ya venían desarrollándose en el terreno partidario y de las organizaciones sociales, tal los casos del Foro de Sao Paulo, el Foro Social Mundial o el de más reciente concreción, la Articulación de los Movimientos Sociales hacia el ALBA.

Es evidente que el surgimiento de Unasur, el desarrollo ulterior del Grupo de Río, precedente institucional más inmediato de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, CELAC, y en particular el ALBA, no hubieran sido posibles sin la existencia de estos gobiernos progresistas o de izquierda, influidos todos por aquella sentencia de Bolívar, cuando afirmó que el camino a seguir por nuestros pueblos, “no era por arbitrio de sus líderes, sino por inexorable decreto del destino”.

Los gobiernos progresistas de la región entendieron que una política exterior de naturaleza contra hegemónica y antiimperialista resultaba una necesidad vital para poder avanzar en sus propios proyectos transformadores a escala nacional.
La unidad y la integración regional de la América Latina y el Caribe es una necesidad impostergable en el complejo entorno internacional. El ALBA-TCP, junto con bloques como Mercosur, la Unasur, Caricom, y otros que recobraron su protagonismo en la última década, deben continuar contribuyendo a la integración.

En el Informe Central al 7mo Congreso del Partido Comunista de Cuba se señala, “… es indispensable continuar avanzando en la consolidación de la CELAC como mecanismo de concertación política genuinamente latinoamericano y caribeño, basado en el concepto de la unidad en la diversidad…”

Al mismo tiempo, no debemos subestimar la resistencia de los defensores del fracasado panamericanismo. En la OEA no encontrarán nunca nuestros pueblos las respuestas a sus justas reivindicaciones y aspiraciones.

La posibilidad de avanzar en nuestra incipiente integración se explica en parte porque las condiciones actuales desde el punto de vista político en la región son inéditas, dado esto por la madurez y el desarrollo ideológico alcanzado por algunas de las fuerzas y partidos de izquierda, que lograron llegar al gobierno en varios países.

Por otro lado, ha coadyuvado a este panorama la profundización de la actual crisis multifacética del capitalismo, muy marcada en Estados Unidos y Europa, lo cual limita sus capacidades políticas y de influencia.

El fortalecimiento de nuevos actores a escala global, en particular China, influye positivamente al logro de nuestra independencia en el terreno económico, respecto a los tradicionales vínculos comerciales entre el Imperio y los países latinoamericanos.

No puede pasarse por alto, el fabuloso estimulo que supone el extraordinario potencial humano y económico de nuestra Región. Las fuerzas políticas más conscientes comprenden cada vez más que los mismos pueden ser  administrados sin injerencias foráneas.

Desde un punto de vista revolucionario, la integración también puede ser vista como una oportunidad ineludible para superar la condición de que sea nuestra región la más desigual del planeta.

Sin embargo los desafíos son enormes para consolidar lo alcanzado, y no retroceder frente a la nueva agenda de dominación imperial, signada por el anuncio de un proteccionismo egoísta y extremo.

Las fuerzas, partidos y organizaciones sociales, la academia y otros ámbitos de la llamada sociedad civil, deben asumir como tarea de primer orden el apoyo a este alentador proceso de integración, coordinación, concertación y solidaridad entre nuestros países;  la meta debe ser crear una conciencia social lo más amplia posible, como ocurrió previo a la derrota del ALCA.

Resulta primordial que nuestros pueblos hagan suyo la necesidad de la integración, independientemente de quienes ejercen el gobierno, en otras palabras, se necesita más claridad sobre el o los sujetos sociales que hagan sostenible esta política.

De modo que avanzar en la integración se convierte en asunto vital, sin ella no existen garantías de sostener en el tiempo la soberanía alcanzada con tanto sacrificio. Como sabemos, sin soberanía tampoco existirían las mínimas condiciones para superar los obstáculos al desarrollo y el bienestar social de nuestros pueblos.

Los fracasos experimentados por la izquierda en algunos de los procesos electorales recientes y la instalación de gobiernos neoliberales en Argentina y Brasil han tenido un efecto muy negativo en los procesos de integración.

Para enfrentar en mejores condiciones esta arremetida imperialista, pensamos que entre otros factores, se debe procurar que las izquierdas y fuerzas progresistas alcancen los mayores niveles de unidad, coordinación y alianzas posibles en los respectivos países, que les garantice en primer lugar, sostenerse en el control de sus gobiernos,  y que les permita plantearse  transformaciones más profundas y una integración más abarcadora.

Hoy continúa siendo decisivo el vínculo entre el ALBA y el Foro de Sao Paulo y la relación entre los gobiernos revolucionarios y progresistas con las fuerzas políticas, los movimientos populares, las organizaciones sindicales, campesinas, estudiantiles, académicas y con la intelectualidad de nuestros pueblos.

No es momento de lamentar los reveses sufridos en el plano político y electoral. Es el momento de ser autocrítico y constructivo y aprender de nuestros aciertos y errores.

El documento programático en construcción desde el Foro de Sao Paulo “Consenso de Nuestra América”, constituye una significativa contribución al imprescindible proceso de unidad de la izquierda que se debe dar al interior de cada país y a escala continental.

Esta propuesta política no constituye un proyecto concreto para un país o fuerza política determinada. La realidad que nos proponemos transformar tiene muchas singularidades y diferencias entre países, así como al interior de éstos, incluso entre las organizaciones políticas y sociales convocadas. Sin embargo, concibe Nuestra América como un todo, con un camino y destino comunes.

Este programa tiene el objetivo esencial de promover la unidad de las fuerzas y organizaciones políticas y sociales que lo asuman. Aspira con ello a lograr una elevada capacidad de convocatoria por su sentido amplio, contrario a cualquier forma de sectarismo y a otras actitudes que puedan contribuir a nuestra fragmentación. Constituye por definición una propuesta estratégica.

La permanente construcción y cuidado del consenso social y de la confianza en las propuestas de izquierda, son claves para darle sostenibilidad a nuestros proyectos. El consenso se construye en el diálogo permanente con la sociedad y con los pueblos, haciendo que prevalezcan las coincidencias por sobre las diferencias.

Es pertinente mantener una labor educativa, de formación política e ideológica de forma permanente con la población. Esto es más necesario cuando gobernamos. No se puede perder el vínculo con el pueblo.

Es un imperativo para la izquierda defender a América Latina y el Caribe como Zona de Paz. Reafirmar nuestro respeto a la libre determinación, la soberanía nacional y la igualdad soberana de los Estados.

Siempre estaremos a favor de solucionar las diferencias de forma pacífica, por el diálogo y la negociación; y reconocemos el derecho inalienable de todo estado a elegir su sistema político, económico, social y cultural.

Como afirmara recientemente el General de Ejército Raúl Castro, “…Los revolucionarios tenemos muchas ideas y visiones de cuál puede ser el camino y cómo transitarlo exitosamente. Pero para consolidar la unidad hay que dejar a un lado, con modestia, todo aquello que nos divide y separa.”

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