Por Basilio A. Gutiérrez
Intervención en el Seminario Teórico
Internacional “Los partidos y una nueva sociedad”. México 23, 24,25 de marzo de
2017
“A un plan obedece nuestro enemigo: de enconarnos,
dispersarnos, dividirnos, ahogarnos. Por eso obedecemos nosotros a otro plan:
enseñarnos en toda nuestra altura, apretarnos, juntarnos, burlarlo, hacer por
fin a nuestra patria libre. Plan contra plan”.
José Martí
“La construcción de la unidad es la tarea más
importante que enfrenta toda revolución verdadera”.
Raúl Castro
Desde sus inicios y hasta hoy, la
Revolución cubana ha tenido una clara vocación de unidad e integración
continental, inspirada en las ideas de José Martí y Fidel Castro.
El Comandante Hugo Chávez Frías
tempranamente comprendió que su proyecto bolivariano superaba las fronteras de
su amada Venezuela, donde se libra hoy la batalla decisiva por la soberanía, la
emancipación, la integración y el desarrollo de Nuestra América.
Se sucedieron desde entonces, nuevas
victorias electorales de fuerzas y grupos políticos de signo progresista o de
izquierda, y nuestra región comenzó a experimentar lo que el presidente Rafael
Correa calificó como un “cambio de época”.
Se crearon así las condiciones para
generarse un nuevo tipo de integración en la esfera política, y también
facilitar las esforzadas experiencias que ya venían desarrollándose en el
terreno partidario y de las organizaciones sociales, tal los casos del Foro de
Sao Paulo, el Foro Social Mundial o el de más reciente concreción, la
Articulación de los Movimientos Sociales hacia el ALBA.
Es evidente que el surgimiento de Unasur,
el desarrollo ulterior del Grupo de Río, precedente institucional más inmediato
de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, CELAC, y en particular
el ALBA, no hubieran sido posibles sin la existencia de estos gobiernos
progresistas o de izquierda, influidos todos por aquella sentencia de Bolívar,
cuando afirmó que el camino a seguir por nuestros pueblos, “no era por arbitrio de sus
líderes, sino por inexorable decreto del destino”.
Los gobiernos progresistas de la región
entendieron que una política exterior de naturaleza contra hegemónica y antiimperialista
resultaba una necesidad vital para poder avanzar en sus propios proyectos
transformadores a escala nacional.
La unidad y la integración regional de la
América Latina y el Caribe es una necesidad impostergable en el complejo
entorno internacional. El ALBA-TCP, junto con bloques como Mercosur, la Unasur,
Caricom, y otros que recobraron su protagonismo en la última década, deben
continuar contribuyendo a la integración.
En el Informe Central al 7mo Congreso del
Partido Comunista de Cuba se señala, “… es indispensable continuar avanzando en
la consolidación de la CELAC como mecanismo de concertación política
genuinamente latinoamericano y caribeño, basado en el concepto de la unidad en
la diversidad…”
Al mismo tiempo, no debemos subestimar la
resistencia de los defensores del fracasado panamericanismo. En la OEA no
encontrarán nunca nuestros pueblos las respuestas a sus justas reivindicaciones
y aspiraciones.
La posibilidad de avanzar en nuestra
incipiente integración se explica en parte porque las condiciones actuales
desde el punto de vista político en la región son inéditas, dado esto por la
madurez y el desarrollo ideológico alcanzado por algunas de las fuerzas y
partidos de izquierda, que lograron llegar al gobierno en varios países.
Por otro lado, ha coadyuvado a este
panorama la profundización de la actual crisis multifacética del capitalismo,
muy marcada en Estados Unidos y Europa, lo cual limita sus capacidades
políticas y de influencia.
El fortalecimiento de nuevos actores a
escala global, en particular China, influye positivamente al logro de nuestra
independencia en el terreno económico, respecto a los tradicionales vínculos
comerciales entre el Imperio y los países latinoamericanos.
No puede pasarse por alto, el fabuloso
estimulo que supone el extraordinario potencial humano y económico de nuestra
Región. Las fuerzas políticas más conscientes comprenden cada vez más que los
mismos pueden ser administrados sin injerencias foráneas.
Desde un punto de vista revolucionario, la
integración también puede ser vista como una oportunidad ineludible para
superar la condición de que sea nuestra región la más desigual del planeta.
Sin embargo los desafíos son enormes para
consolidar lo alcanzado, y no retroceder frente a la nueva agenda de dominación
imperial, signada por el anuncio de un proteccionismo egoísta y extremo.
Las fuerzas, partidos y organizaciones
sociales, la academia y otros ámbitos de la llamada sociedad civil, deben
asumir como tarea de primer orden el apoyo a este alentador proceso de
integración, coordinación, concertación y solidaridad entre nuestros
países; la meta debe ser crear una conciencia social lo más amplia
posible, como ocurrió previo a la derrota del ALCA.
Resulta primordial que nuestros pueblos
hagan suyo la necesidad de la integración, independientemente de quienes
ejercen el gobierno, en otras palabras, se necesita más claridad sobre el o los
sujetos sociales que hagan sostenible esta política.
De modo que avanzar en la integración se
convierte en asunto vital, sin ella no existen garantías de sostener en el
tiempo la soberanía alcanzada con tanto sacrificio. Como sabemos, sin soberanía
tampoco existirían las mínimas condiciones para superar los obstáculos al
desarrollo y el bienestar social de nuestros pueblos.
Los fracasos experimentados por la
izquierda en algunos de los procesos electorales recientes y la instalación de
gobiernos neoliberales en Argentina y Brasil han tenido un efecto muy negativo
en los procesos de integración.
Para enfrentar en mejores condiciones esta
arremetida imperialista, pensamos que entre otros factores, se debe procurar
que las izquierdas y fuerzas progresistas alcancen los mayores niveles de
unidad, coordinación y alianzas posibles en los respectivos países, que les
garantice en primer lugar, sostenerse en el control de sus gobiernos, y
que les permita plantearse transformaciones más profundas y una
integración más abarcadora.
Hoy continúa siendo decisivo el vínculo
entre el ALBA y el Foro de Sao Paulo y la relación entre los gobiernos
revolucionarios y progresistas con las fuerzas políticas, los movimientos
populares, las organizaciones sindicales, campesinas, estudiantiles, académicas
y con la intelectualidad de nuestros pueblos.
No es momento de lamentar los reveses
sufridos en el plano político y electoral. Es el momento de ser autocrítico y
constructivo y aprender de nuestros aciertos y errores.
El documento programático en construcción
desde el Foro de Sao Paulo “Consenso de Nuestra América”, constituye una
significativa contribución al imprescindible proceso de unidad de la izquierda
que se debe dar al interior de cada país y a escala continental.
Esta propuesta política no constituye un
proyecto concreto para un país o fuerza política determinada. La realidad que
nos proponemos transformar tiene muchas singularidades y diferencias entre
países, así como al interior de éstos, incluso entre las organizaciones
políticas y sociales convocadas. Sin embargo, concibe Nuestra América como un
todo, con un camino y destino comunes.
Este programa tiene el objetivo esencial de
promover la unidad de las fuerzas y organizaciones políticas y sociales que lo
asuman. Aspira con ello a lograr una elevada capacidad de convocatoria por su
sentido amplio, contrario a cualquier forma de sectarismo y a otras actitudes
que puedan contribuir a nuestra fragmentación. Constituye por definición una
propuesta estratégica.
La permanente construcción y cuidado del
consenso social y de la confianza en las propuestas de izquierda, son claves
para darle sostenibilidad a nuestros proyectos. El consenso se construye en el
diálogo permanente con la sociedad y con los pueblos, haciendo que prevalezcan
las coincidencias por sobre las diferencias.
Es pertinente mantener una labor educativa,
de formación política e ideológica de forma permanente con la población. Esto
es más necesario cuando gobernamos. No se puede perder el vínculo con el
pueblo.
Es un imperativo para la izquierda defender
a América Latina y el Caribe como Zona de Paz. Reafirmar nuestro respeto a la
libre determinación, la soberanía nacional y la igualdad soberana de los
Estados.
Siempre estaremos a favor de solucionar las
diferencias de forma pacífica, por el diálogo y la negociación; y reconocemos
el derecho inalienable de todo estado a elegir su sistema político, económico,
social y cultural.
Como afirmara recientemente el General de
Ejército Raúl Castro, “…Los revolucionarios tenemos muchas ideas y
visiones de cuál puede ser el camino y cómo transitarlo exitosamente. Pero para
consolidar la unidad hay que dejar a un lado, con modestia, todo aquello que
nos divide y separa.”
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