Vol. 80/No 46. 12 de diciembre 2016.
27 de noviembre de 2016
Estimado compañero Raúl:
En el siglo 20 hubo dos grandes revoluciones socialistas, una en Rusia y la otra en Cuba. Ninguna de las dos fue obra de un solo individuo. Ambas fueron el resultado de las operaciones del capitalismo mismo. Pero sin la presencia y la dirección política de Vladímir Lenin y de Fidel Castro Ruz en los momentos decisivos de esas batallas históricas del pueblo trabajador, no hay razón para creer que hubiera triunfado ni una ni la otra.
Es inconcebible pensar en la historia del siglo 20 —y del siglo 21— sin Lenin y Fidel. Ambos, estudiantes marxistas de la ciencia y la historia, dieron la vida para desarraigar la explotación, opresión y compulsión de “sálvese quien pueda” de las cuales depende el orden mundial capitalista y reemplazarlo con un estado obrero, con nuevas relaciones sociales y económicas basadas en las capacidades emancipadoras del pueblo trabajador y de los jóvenes inspirados por ellos.
Fidel pertenece ante todo a Cuba, a los hombres y las mujeres de José Martí y Antonio Maceo. Su mayor logro fue forjar en la lucha a cuadros revolucionarios, cuadros comunistas, capaces de dirigir a los trabajadores y agricultores de Cuba para establecer el primer territorio libre de América y defenderlo exitosamente por más de cinco décadas y media frente al empeño de destruirlo por parte del imperio más poderoso y brutal que el mundo ha conocido.
Pero Fidel pertenece también al pueblo trabajador del mundo. Desde América Latina y el Caribe hasta África y Asia así como Norteamérica y Europa, él nos demostró en acción lo que significa el internacionalismo proletario. Durante la histórica misión en que Cuba, a lo largo de 16 años, ayudó a los pueblos de Angola y Namibia frente a la Sudáfrica del apartheid y sus promotores en Washington, Fidel mostró su inigualable liderazgo político a escala mundial. También demostró ser, como bien lo sabían los combatientes del Ejército Rebelde en la Sierra Maestra, uno de los más grandes comandantes militares del pueblo trabajador en la historia.
Es por todas estas razones que Fidel llegó a ser el hombre más querido así como el más odiado, el más calumniado de nuestro tiempo.
Como dijo Fidel en sus palabras de despedida al Séptimo Congreso del Partido Comunista de Cuba en abril: “A todos nos llegará nuestro turno”. Él no puede ser reemplazado, pero su obra de toda una vida, la revolución socialista en Cuba —el ejemplo de esta, y ante todo su marcha continua— es su monumento. No necesita otro.
Por nuestra parte, los miembros del Partido Socialista de los Trabajadores y de la Juventud Socialista continuaremos haciendo todo lo posible para publicar y divulgar la verdad sobre la Revolución Cubana y la dirección de Fidel, darla a conocer al pueblo trabajador en Estados Unidos y en todo el mundo. Con inquebrantable confianza en la clase trabajadora y sus aliados, seguiremos organizando y actuando de acuerdo con la trayectoria que Fidel presentó sin vacilación al mundo en 1961, un mes antes de la victoriosa batalla de Playa Girón: “Primero se verá una revolución victoriosa en los Estados Unidos que una contrarrevolución victoriosa en Cuba”.
Saludos fraternales,
Secretario Nacional
Partido Socialista de los Trabajadores
Fidel’s life work: ‘Cuba’s socialist revolution, its example & ongoing march’.
The following letter was sent to Raúl Castro Ruz, first secretary of the Communist Party of Cuba, Nov. 27.
Dear Compañero Raúl,
There were two great socialist revolutions in the twentieth century, one in Russia, the other in Cuba. Neither was the product of a single individual. Both were the result of the operations of capitalism itself. But without the presence and political leadership of Vladimir Lenin and of Fidel Castro Ruz at decisive moments in those historic battles by working people, there is no reason to believe either revolution would have been victorious.
Apart from Lenin and Fidel, the history of the twentieth century — and the twenty-first — is unthinkable. Both of them, Marxist students of science and history, gave their lives to uprooting the dog-eat-dog exploitation, oppression, and compulsion on which the capitalist world order depends and replacing it with a workers state, with new social and economic relations based on the liberating capacities of working people and the youth they inspire.
Fidel belongs to Cuba first and foremost, to the men and women of José Martí and Antonio Maceo. His highest achievement was forging in struggle a revolutionary cadre, a communist cadre, capable of leading the workers and farmers of Cuba to establish the first free territory of the Americas and successfully defend it for more than five and a half decades against the determination to destroy it by the mightiest and most brutal empire the world has known.
But Fidel belongs to the working people of the world as well. From Latin America and the Caribbean, to Africa and Asia, to North America and Europe, he showed us in action what proletarian internationalism means. During Cuba’s historic sixteen-year mission aiding the people of Angola and Namibia against apartheid South Africa and its promoters in Washington, Fidel demonstrated his unmatched political leadership on a world scale. He also proved, as the Rebel Army combatants of the Sierra knew well, that he was one of the toilers’ greatest military commanders ever.
All this is why Fidel became the most loved as well as the most hated, the most slandered man of our lifetimes.
As Fidel said in his farewell words to the Seventh Congress of the Communist Party of Cuba in April, “We all reach our turn.” He cannot be replaced, but his life work, Cuba’s socialist revolution — its example, and above all its ongoing march — stand as his monument. He needs no other.
For our part, members of the Socialist Workers Party and Young Socialists will continue to do everything in our power to publish and spread the truth about the Cuban Revolution and Fidel’s leadership, to make it known to working people in the United States and throughout the world. With unshakable confidence in the working class and its allies, we will continue to organize and act on the course Fidel uncompromisingly presented to the world in 1961, a month before the victorious battle of Playa Girón: “There will be a victorious revolution in the United States before a victorious counterrevolution in Cuba.”
Comradely,
National Secretary
Socialist Workers Party
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