Por Miguel Salas.
Un
golpe de timón se ha producido en la política catalana. Artur Mas y CiU
han cambiado el objetivo que unificaba el proceso que tenía que llevar a
una consulta el próximo 9 de noviembre. Es difícil saber como afectará
al proceso soberanista tan masivo en Catalunya, pero no hay duda de la
desorientación que ha generado y de la división entre las fuerzas
políticas que apoyan el derecho a decidir.
Una secuencia de los acontecimientos de las últimas semanas debería incluir los siguientes elementos:
- 11 de septiembre 2014. Una impresionante V llena las dos más grandes avenidas de Barcelona, Diagonal y Gran Vía. Se calcula que participa un 25% de la población de toda Catalunya. Carme Forcadell de la ANC (Asamblea Nacional Catalana) pide en su discurso: "Parlament, President, pongan las urnas".
- 17 de septiembre. El Parlament aprueba una resolución que insta al president a convocar la consulta, "con todas las garantías democráticas y de participación posibles" y al gobierno a organizarla.
- 19 de septiembre. El Parlament aprueba la Ley de Consultas con 106 votos a favor y 28 en contra.
- 27 de septiembre. Artur Mas firma solemnemente la convocatoria de la consulta del 9N.
- 29 de septiembre. Lo nunca visto. Sin apenas tener tiempo de leerla el Tribunal Constitucional decide en un tiempo record suspender cautelarmente la Ley de Consultas del Parlament.
- 3 de octubre. En una reunión plenaria de los partidos favorables a la consulta con el gobierno los partidos de izquierda, desde ERC a ICV-EUiA y CUP, presionan a Mas para que siga adelante con la consulta porque comprueban que el gobierno está poniendo el freno.
- 9 de octubre. Nueva reunión sin avances evidentes. Mas vuelve a insistir en que habría que ir a unas elecciones, que sólo él puede convocar, pero no quiere hacerlo sin tener previamente un acuerdo con ERC.
- El lunes 13 de octubre se celebra la tercera reunión entre el gobierno de la Generalitat y las fuerzas políticas comprometidas con la consulta. Ya avanzada la noche, la reunión acaba en desacuerdo. El gobierno desconvoca la consulta. Rajoy fue uno de los primeros en celebrar la suspensión.
- El martes 14, Mas aparecía en una rueda de prensa para anunciar que en vez de la consulta se organizaba un proceso de participación ciudadana para el 9N. Una burla para los millones de personas que durante tres años han participado en movilizaciones masivas cuyo objetivo principal era poder votar para decidir qué futuro político debía tener Catalunya. Pasados los días se ha ido aclarando, no mucho la verdad, en qué consistirá ese proceso participativo. Porque es cierto que habrá urnas, que se podrá votar, que habrá papeletas con las mismas preguntas… pero no será nada parecido a una consulta. No habrá convocatoria ni censo, la gente se tendrá que inscribir, no habrá reglamento, las mesas estarán controladas por voluntarios y voluntarias… Los organizadores de las consultas ciudadanas que se realizaron desde el 2009 han declarado que su consulta, organizada por personas y entidades privadas, tenía más y mejores garantías que la propuesta de Mas.
Escuchando
la rueda de prensa de Mas se encuentra la verdadera explicación del
cambio. Buena parte la dedicó a quitarse de encima su propia
responsabilidad. Atacó al resto de partidos e intentó endosarles la
responsabilidad, dedicó mucho menos de su tiempo a denunciar la
antidemocrática prohibición de la consulta por el Tribunal
Constitucional y la política de Rajoy respecto al proceso soberanista,
aunque en algún momento dijera que el Estado español es el adversario,
y, sobre todo, definió lo que es su verdadero objetivo político: la
convocatoria de unas elecciones con una lista formada básicamente por
CiU y ERC. Una rueda de prensa destinada también a crear un relato de la
suspensión de la consulta que no coincide con la realidad. Se presenta
como una división de los partidos lo que es una decisión de CiU de echar
para atrás y de no aceptar la presión de la izquierda que quería seguir
adelante con los preparativos de la consulta.
Para
Mas y los suyos la consulta del 9N, sarcásticamente convertida en
proceso participativo, no es más que un episodio que habría que pasar
porque lo importante serían las elecciones, pero, eso sí, elecciones
solo si hay una lista "de país" que integrara a CiU y ERC. No hay que
ser demasiado listo para darse cuenta de que la maniobra de Mas consiste
en intentar salvar su propio pellejo y el de su partido y, sobre todo,
intentar situarse por encima de los partidos para aparecer como
"salvador" del proceso. Desde hace meses, y ya fue confirmado en las
elecciones europeas, CiU baja y baja en las encuestas y con el tema
Pujol todavía pendiente de saber cómo y de qué manera afectará a su
electorado.
Durante
estos mismos días, empieza a operar una reunión de partidos auspiciada
por la ANC y Omnium Cultural con el objetivo de apoyar la consulta y
debatir sobre los elementos políticos para un "Estado propio", pero
también se pone encima de la mesa el debate sobre "una república
catalana". En una reunión el mismo día que Mas suspende la consulta se
acepta que el proceso participativo no es la consulta y se debate sobre
elecciones plebiscitarias o constituyentes. En la siguiente reunión se
habla de establecer un nuevo objetivo político, unas alianzas unitarias
que no sean la lista única de CiU. Se tantean cambios de políticas
económicas, posibilidad de establecer acuerdos con sindicatos y mareas
ciudadanas, todo el país debe estar representado sin exclusiones.
El
potente movimiento partidario del derecho a decidir, y en su mayor
parte favorable a la independencia de Catalunya, tenía desde el
principio una cita fijada en el calendario, el momento en el que hubiera
que responder directamente a decisiones del Estado. El momento llegó
cuando el Tribunal Constitucional prohibió la consulta convocada bajo el
amparo de legislación aprobada por el Parlament de Catalunya. Al día
siguiente las plazas de prácticamente todos los pueblos de Catalunya se
llenaron de gente en protesta por lo que consideraban una decisión
antidemocrática. La siguiente cita era la consulta del 9N. El gobierno
Mas ha sido incapaz de responder a ese envite, se ha rendido a la
presión, tanto del Estado como de los poderes fácticos, tanto catalanes
como españoles. Se ha quemado como gobierno y como dirección política.
Ha convertido la exigencia de millones de catalanes en una parodia de
consulta.
No
ha sido una decisión de última hora. Desde hacía semanas era bastante
evidente que el gobierno de la Generalitat no estaba preparando la
consulta. Pasaban los días y se dejaba pasar el cumplimiento de los
plazos, en la calle la movilización continuaba, con numerosos actos, una
gran encuesta casa por casa promovida por la ANC (Asamblea Nacional
Catalana) repartos de propaganda, entre ellos los de la campaña
Esquerres pel SiSi (Izquierdas por el SiSi) [Plataforma que cuenta con
el apoyo de organizaciones, asociaciones, diputados y personalidades de
todo el ámbito de la izquierda catalana] pero el gobierno y sus
consejeros seguían con declaraciones confusas e incluso contradictorias.
Un día uno decía que habría consulta y al día siguiente otro comentaba
que había que aceptar la legalidad (se sobreentiende la "legalidad"
decidida por el Tribunal Constitucional, no la legalidad que emana de
las decisiones del Parlament catalán) Cuando en la reunión del 13 de
octubre Mas propuso la parodia de consulta lo hizo a sabiendas que no
podía ser aceptada por el resto de partidos y la hizo para romper el
acuerdo y elegir su propio camino.
De
hecho, la posición de Mas y CiU siempre ha ido a remolque de la
movilización y de los principales problemas políticos del país. Vale la
pena recordar que cuando se discutía un nuevo Estatut en Catalunya, Mas
(entonces en la oposición) pactó con Zapatero un primer recorte del
Estatut que se estaba negociando, y que posteriormente el Tribunal
Constitucional a iniciativa del PP decapitó, haciendo caso omiso de la
decisión del Parlament catalán y del referéndum que lo aprobó. ¡Menuda
democracia la del Tribunal Constitucional! Posteriormente la posición de
CiU fue buscar un pacto fiscal parecido al concierto económico vasco.
También fracasó, cuando ya en la calle se pedía un cambio en las
relaciones entre Catalunya y España. Creyó que bajo el impulso de la
movilización podría sacar réditos electorales y adelantó las elecciones
autonómicas. Otro fracaso, pasó de 62 a 50 diputados. Ahora lo apuesta
todo a unas elecciones con una lista única. Quien acepte ir con CiU se
arriesga también a un fracaso, o ¿habría que hacer caso omiso de las
políticas de recortes y de los numerosos casos de corrupción que le
afectan?
No
hay ninguna duda de que este golpe de timón ha desorientado y causado
enorme inquietud, pero de momento nada indica que el movimiento
soberanista se esté deshinchando. El éxito de la concentración, unas
110.000 personas, convocada por la ANC y Omnium Cultural el domingo 19
en Barcelona confirma que está bien vivo. Las dirigentes de estas
asociaciones, Muriel Casals y Carme Forcadell, han explicado que a pesar
de que no era la consulta que defendían proponen convertir el 9N
descafeinado en una nueva movilización para demostrar la decisión
mayoritaria del pueblo, han exigido unidad de los partidos y que se
convoquen elecciones en un plazo de 3 meses. Parafraseando a
Shakespeare, la música sigue sonando bien solo que el músico toca falso.
Las
elecciones son la posibilidad de seguir avanzando en el proceso
soberanista. Se abre un gran debate social y político. Está en discusión
si para tener una mayoría solvente en el futuro Parlament habría que
presentar una lista lo más amplia posible encabezada por Mas, posición
defendida por CiU, que de momento rechaza ERC. Está en discusión si
debiera ser una lista de personalidades independientes apoyada por los
partidos y también lo está la propuesta de un acuerdo o entesa de las
izquierdas para que la ruptura con el Estado español tenga un contenido
social y de cambio en las políticas que hasta ahora ha aplicado CiU. Así
mismo hay un debate sobre el necesario contenido constituyente del
nuevo Parlament, que pudiera relacionarse con procesos constituyentes en
el resto del Estado español..
El
tiempo político y social es apasionante. Los días cuentan ahora como
semanas o meses. Hay que estar muy atentos. Interesa a la población de
Catalunya y también al resto de España.
Lo que ocurra tendrá repercusión
en todo el Estado.
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