En EE.UU han izado la bandera de la libertad de expresión, pero enmudecen cuando se trata de sus suciedades. El período de W. Bush fue una evidencia procaz, pero con Obama ha sido más la idea del cambio que el cambio mismo. |
Por Maykel González.
It´s time to change (Es tiempo de
cambiar) ha dicho más de una vez Barack Obama, pero la verdadera novedad de
estos años, apartando la elección del primer presidente afroamericano de
Estados Unidos, ha sido más la idea del cambio que el cambio mismo. Al menos
así ha sido en lo que respecta a la política de agresiones que se ha mantenido
desde la fundación de la nación hasta la actualidad. Irak podría ser un buen
ejemplo.
Kholoud Nasser Muhssin, catedrático
de la Universidad de Bagdad, explicó que alrededor del 70% de los niños
iraquíes, fundamentalmente, los que han sobrevivido a experiencias traumáticas,
padecen problemas psicológicos.
“Las nuevas generaciones, y en
especial esta, serán violentas” añadió el psiquiatra de Bagdad, Bilal Youssif
Hamid, quien ha tratado niños que fueron testigos o participaron en asesinatos
y muertes. En las escuelas se han multiplicado las dificultades de aprendizaje
y los casos de ansiedad, depresión, agresividad, pesadillas y enuresis. No hay
daños colaterales, son crímenes.
Sin embargo, todo indica que a la
Casa Blanca siempre le queda una baraja defensiva que jugar, también al
Pentágono, que comenzó a construirse, por casualidad, el 11 de septiembre de
1941. Sesenta años después, aviones de American Airlines se estrellarían (o
casi lo logran) contra sus sedes. El resto de la historia, con eufemismos o sin
ellos, es conocida.
Un pasado cínico. La defensa de la
ofensa.
En Estados Unidos, donde han izado
históricamente la bandera de la libertad de expresión, enmudecen por intereses
y esconden las suciedades bajo un tapete mediático, político y militar. El
período de George W. Bush como presidente fue una evidencia procaz.
Entonces los celebérrimos diarios
The Washington Post y The New York Times, maquillaron perjuicios a golpe de
términos y probaron bajarles el tono a las hoscas imágenes de la cárcel de Abu
Ghraib: prisioneros desnudos, sexualmente humillados, amenazados por perros,
encogidos, acorralados…
De acuerdo con un estudio publicado
por el Shorenstein Center, de la Universidad de Harvard, aquellas acciones que
durante más de 70 años —hasta el 11 de septiembre del 2001— fueron calificadas
por el derecho norteamericano (y los principales diarios) como actos de
tortura, dieron un vuelco desde el escándalo por abuso de prisioneros iraquíes
en Abu Ghraib y las revelaciones de que las tropas estadounidenses utilizaban
el submarino o waterboarding.
La técnica de este tipo de tortura
consiste en tumbar al recluso, atado a una silla, con manos y pies
inmovilizados. Luego, uno de los verdugos cubre sus vías respiratorias con una
tela, mientras otro vierte agua y en breve empiezan a inundársele los pulmones.
El método contó con el consentimiento de Bush, pero el miedo y el sentimiento
de vulnerabilidad que sintió la sociedad estadounidense luego de los ataques
del 11/9, sustentaron esta y otras prácticas en nombre de la lucha contra el
terrorismo.
El material publicado en Harvard,
concluye que por casi un siglo, hasta el año 2004, hubo consenso en las
publicaciones de que el submarino era, de por sí, una herramienta de tortura.
La aparición de reportes de que la CIA lo aplicaba quebró el acuerdo.
Entre el 2002 y el 2008 en muy pocas
ocasiones se refirieron al submarino como tortura: The New York Times en 2 de
143 artículos (1,4 %); The Angeles Times, en un 1,6 %; mientras que el USA
Today nunca lo calificó de esa forma. Vale aclarar que uno de los textos del
The New York Times que habló del submarino como método se refería a hechos
ocurridos en Chile.
Los periódicos estadounidenses
tienden a referirse al submarino como método, si lo aplica un país que no es el
suyo. El estudio comprueba en el 85,8 % (28 de 33) de los artículos que se
refieren a este acto en el The New York Times, y en el The Angeles Times se
contabilizó el 91,3 % (21 de 23), a diferencia del 11,4 % (9 de 79) que
mostraron cuando era Estados Unidos quien aplicaba el método.
El submarino es apenas uno de los eufemismos evidente en los medios de
comunicación. Otros son el de “daños colaterales” y el de nombrar a los ataques
en el Oriente Medio, “guerra contra el terrorismo”. Bajo una cultura de la
agresión defendida por acero, pólvora y sangre, la autocrítica estadounidense
queda ciega.
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