martes, 28 de octubre de 2014

Con una sonrisa de pueblo

Camilo Cienfuegos al lado de Felipe Guerra Matos y a sus espaldas Nené López, ayudante de Camilo, en la Ciudad Deportiva, donde radicaba la Dirección Nacional de Deporte. Foto: Cortesía del entrevistado

En vísperas de cumplirse el aniversario 55 de la desaparición física del Héroe de Yaguajay, el capitán del Ejército Rebelde, Felipe Guerra Matos, confiesa recordarlo todos los días.

Tomado de Granma
Por Lissy Rodríguez

Sucedió en el combate de Pino del Agua, donde el Comandante Camilo Cienfuegos es herido. Sin embargo, con solo unos 40 hombres logra abrir fuego y llegar hasta el Estado Mayor.

Todos fueron a cargarlo, sin embargo él exigió llevar primero a otro herido. Cuentan que nadie quería dejarlo solo y eso provocó su molestia. Salió caminando con dos impactos de bala en el cuerpo, insistiendo en el cumplimiento de la orden, o él mismo se encargaría de hacerlo. En ese estado de salud, Camilo dirigió la retirada de su gente y solo lejos del lugar lograron encamillarlo.

Felipe Guerra Matos (Guerrita), capitán del Ejército Rebelde, evoca una de las anécdotas más conocidas del Señor de la Vanguardia, y lo cataloga de “guerrillero excepcional”, con el orgullo y la nostalgia que le hace recordarlo todos los días, especialmente cada octubre.

“Esas eran las cosas de Camilo que lo enaltecieron”, dice rodeado de las fotografías que le recuerdan el inicio y desarrollo de una sincera amistad.

“Yo lo conocí el 17 de febrero de 1957 por la entrevista entre Fidel y el periodista Herbert Matthews, del periódico The New York Times, en la Sierra Maestra. me habían dado la misión de llevar al americano hasta donde estaba Fidel”.

Ese momento marcó el inicio de una estrecha relación, matizada por una fama de glotón que tenía el Héroe entre sus compañeros: “Siempre me buscaba para comer”, comenta risueño.

Los avatares de la Sierra los hicieron separarse: “Pasó un tiempo sin que nos volviéramos a ver, mientras yo estuve herido”, explica refiriéndose al asalto al Cuartel de Veguitas el 16 de enero de 1958, cuando estuvo a punto de caer en combate.

De esa manera relata sus primeros recuerdos al lado de Camilo Cienfuegos, uno de los últimos expedicionarios aceptados para subir a bordo del yate Granma; el combatiente de La Plata, del Uvero, Pino del Agua y Mar Verde; quien enfrentó numerosas acciones combativas dando muestras de heroísmo, y rindió la guarnición de Yaguajay contribuyendo al derrumbamiento de la tiranía.

LOS ÚLTIMOS DÍAS

El 26 de octubre de 1959 Camilo se dirigió por última vez a su pueblo desde el Palacio Presidencial, en un discurso considerado su testamento político.

Según cuenta Jorge Enrique Mendoza en acontecimiento recogido en el libro Camilo Cienfuegos, el hombre de las mil anécdotas, del escritor y periodista cubano Guillermo Cabrera Álvarez, ese día había en las calles “un mar humano” y las personas gritaban el nombre de Camilo agitando los brazos para saludarlo, a lo que él respondía también con saludos y sonrisas. Pasado un tiempo de repetirse la escena Camilo expresó:

“Qué equivocados están los fatuos que se creen que los aplausos y los saludos del pueblo son para ellos. Yo contesto a los saludos con igual cariño, porque sé que no me saludan a mí sino a la Revolución”.

“Esta manifestación de pueblo, estos campesinos, estos obreros, estos estudiantes que hoy vienen a este Palacio, nos dan las energías suficientes para seguir con la Revolución, para seguir con la Reforma Agraria, que hoy no se detendrá ante nadie ni ante nada. Porque hoy se demuestra que lo mismo que supieron morir veinte mil cubanos por lograr esta libertad y esta soberanía, hay un pueblo entero dispuesto a morir, si es necesario, por no vivir de rodillas”, dijo a su pueblo horas antes de su desaparición física.

En su memoria, Guerrita conserva los versos de Bonifacio Byrne que dijo ese día y el hecho de que, concluida su intervención, se fue con él a la Ciudad Deportiva.

También lo hizo el día antes de su muerte, el 27 de octubre. “Me fue a ver a la Ciudad Deportiva y me dijo: ‘Vamos, que hoy yo te pago el almuerzo’. Era un día muy lluvioso —rememora—. Me contó que se iba a Cama­güey­ por cuestiones de trabajo, y ya no supe más de él. En su viaje de retorno a La Habana desapareció físicamente”.

—¿Cómo le impactó la noticia de su desaparición?  —pregunto presumiendo la respuesta.

—Con una angustia tremenda. Desde ese momento a Camilo lo recuerdo todos los días.

En sus manos, unas notas donde guarda las últimas informaciones que se tienen del Comandante Camilo. Y lee: “Lo último que se sa­be es su salida del aeropuerto de Camagüey Ignacio Agramonte, a las 6:01 de la tarde. En pista el avión tipo Cessna 310-C número 53, con número de plaza 5, velocidad 242 kilómetros por hora, elevación 500 pies; tripulación: Co­mandante Camilo Cienfuegos, piloto te­nien­te Luciano Fariñas, y el escolta sargento Félix Rodríguez”.

“Fue un suceso terrible para la Revolución, con mucha razón Fidel ha dicho que en el pueblo hay muchos Camilos, porque muchos son los jóvenes cubanos que han estado dispuestos a dar la vida por defender el socialismo de las atrocidades del imperio, y eso es un ejemplo de que el recuerdo de Camilo vive siempre en el pueblo”, afirma.
La lealtad de Camilo a Fidel y la Revolución resaltaba entre sus cualidades personales. Foto: Archivo
CIENFUEGOS DE FLORES
 
“Un día a la Sierra llegó un compañero que había sido capitán en el gobierno de Carlos Prío Socarrás, y ese compañero con cierta vanidad le decía:

—Camilo, a mí me da pena, yo quisiera tener algún grado porque imagínate cuando yo tenga que hablarle a la gente…

Camilo tranquilamente le contestó:

—No te preocupes, cuando yo hable con el Gigante —como le decía a Fidel— eso se resuelve.
Pasado un tiempo viene Camilo con la respuesta:

—¡Resuelto!

Mete la mano en el bolsillo, saca una cabeza de ajo, la machaca en el suelo y le dice:
—¡Acabas de ser ascendido a cabo machacador de ajo!

trae al presente sus memorias más gratas sobre la amistad entre Camilo Cienfuegos y el Che, surgida en medio de la vida en la Sierra, cuando el Señor de la Vanguardia compartió con él su lata de leche, porque había perdido la mochila con sus pertenencias. “Desde aquel momento yo creo que nació o se profundizó nuestra amistad”, confesaría el Che en el discurso pronunciado por el quinto aniversario de su desaparición física.

“El Che siempre se expresaba muy bien de Camilo, y por otro lado este siempre estaba bromeando con el Che —comenta Guerrita—. Era al único que le admitía ese tipo de bromas. Camilo le quitaba el tabaco y se lo fumaba, o le quitaba la boina y le ponía el sombrero. Siempre estaban sucediendo cosas muy simpáticas entre ellos, pero a la vez había una relación muy íntima y de respeto”.

“Al referirse a algunas de las cualidades de su amigo y compañero de lucha, el Che expresó en una ocasión que Camilo practicaba la lealtad como una religión, y realmente su actuación en defensa de su patria fue una muestra de consecuencia ideológica y lealtad”, refiere Guerra Matos.

Además comenta que fue a fuerza de golpe que llegó a ser un afamado jefe guerrillero. Un hecho que lo demuestra fue su participación en la celebración del Congreso Nacional de los Trabajadores Azucareros en el norte de Las Villas, del cual expresaría después en una misiva dirigida a Fidel: “Hoy, cuando hablé a los azucareros, sentí una de las más grandes emociones de estos años de lucha”.

De esa manera hace referencia a esos aspectos de su vida y la historia Patria bien conocidos por su pueblo: que era enamorado hasta la saciedad; el respeto y lealtad hacia el líder de la Revolución que le hicieron responder, ante la propuesta de enfrentarlo en dos novenas de un juego de pelota: “¡Qué va! ¡Contra Fidel ni en la pelota!”; el día de la entrada victoriosa a La Habana; cuando entregó el campamento militar de Columbia para convertirlo en escuela; y los días en que encabezó la eliminación de la intentona contrarrevolucionaria de Hubert Matos en Cama­güey. Así queda guardado Camilo en la me­moria de Guerrita.

El Héroe de Yaguajay fue un hombre de su pueblo, una leyenda tejida en los infinitos días de batalla contra el enemigo, un eco repetido en las voces de quienes lo conocieron, y una verdad que cobra vida por estas fechas, cuando los mares graban en ellos la sonrisa de miles de niños cubanos que lo honran con sus flores.

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