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Rey Juan Carlos I y Rafael Videla |
Por Francisco González Tejera.
Ver al “campechano” Borbón más conocido como el sin
escrúpulos, “mataelefantes”, junto al criminal de lesa humanidad argentino,
Videla, da verdadero repelús. Los asesinos franquistas que lo colocaron al
frente de un nuevo régimen cleptocrático que no supo cerrar heridas, que manchó
de sangre republicana cada papel firmado, cada decreto, cada nueva ley inundada
de dolor ciudadano, de torturas brutales, asesinatos, desapariciones, robo de
niños, fusilamientos, muertes al garrote vil, fosas, cunetas, repletas de
huesos inocentes y otras masacres que han dado forma a lo que ahora llaman con
media sonrisa “democracia”.
Un espacio para el robo premeditado, la corrupción
política generalizada, la represión sistematizada, el hambre infantil, los
desahucios de familias enteras a palos y patadas de los esbirros policiales,
los suicidios inducidos por el estado, más de cuatro mil en menos de dos años
por razones económicas.
Analizar los archivos secretos, ahora desvelados,
que muestran al prócer presidente Suárez dando millones, junto al banquero
Botín y el rey Juan Carlos a la mafia criminal argentina, a generales delincuentes,
que metían ratas en las vaginas de las mujeres torturadas, que astillaban los dedos
de los activistas de la izquierda detenidos, les introducían las cabezas en
agua y mierda con una bolsa de plástico que los asfixiaba hasta que cantaban o morían,
les daban picana (corriente eléctrica en los genitales), prácticas habituales
de tortura que se hacían y se hacen por las policías más corruptas del planeta,
los uniformados cobardes más psicópatas de la historia de la humanidad.
El exterminio indiscriminado de seres humanos parece
que gustaba a quienes financiaron esta brutal dictadura, no tuvieron bastante
con el medio de millón de antifascistas asesinados en España, querían más, y
por eso pagaron a los corruptos generales del país del tango, ejerciendo
descaradamente el terrorismo de estado a costa del dinero de nuestros
impuestos, financiando el terror, el genocidio, las desapariciones masivas de
militantes de la libertad y la verdadera democracia, el vuelo de aviones tirando,
después de drogarlos, a miles de seres humanos inocentes al Río de La Plata,
las violaciones de chicas jóvenes detenidas, las aberraciones más vergonzosas después
del holocausto nazi.
Estas prácticas abominables fueron financiadas por
banqueros, empresarios y dinero del presupuesto del régimen español, pagando
sueldos de torturadores y verdugos en España y Argentina. Ese rey “bonachón” con
escurridiza y corrupta amante alemana también tiene las manos manchadas,
enrojecidas de un liquido que no se podrá limpiar jamás, impregnadas del
sufrimiento de miles de personas asesinadas.
Todos los que suscribieron la llamada “transición
española” fueron cómplices directos sin lugar a dudas de este genocidio
execrable, de las muertes de miles de personas en este país andino arrasado,
asesinado, masacrado por oscuros asesinos, patibularias bestias formadas en
comisarías y cuarteles españoles por lo peor de un ejército y una policía
fascista.
Los asesinos generales en mayo del 76 necesitaban
más dinero, se habían gastado casi todo el presupuesto asesinando a miles de
personas, la Madre Patria, el gobierno del franquista Suárez, el rey Borbón y varios
banqueros delincuentes le solucionaron el problema económico con una inyección millonaria,
se trataba de seguir matando y España, su gobierno, su monarquía, dieron la
alternativa, cual torero siniestro de cruz gamada, yugos y flechas al amparo
del terror y de la muerte.
El programa de cooperación económica entre los dos
países supuso una aportación española de 890 millones de dólares a la dictadura
argentina desde el Banco Exterior de Crédito. Un acuerdo celebrado a lo grande
que contó con el silencio cómplice de partidos como el PSOE de Felipe González o
el PCE de Santiago Carrillo, callados como putos, ante lo que suponía la clara
financiación de un genocidio premeditado, que asesinó a más de 30.000
activistas de la izquierda argentina.
En esos tres días de negociación en Madrid entre el
ministro argentino y la mafia franquista española, entre el 1 y el 3 de
diciembre, desaparecieron más de 100 personas, entre ellos varios españoles que
vivían en Buenos Aires. Unas muertes conocidas por todos los partidos políticos
fieles al nuevo régimen borbónico, guardando un silencio terrorífico ante el
asesinato impune desde partidos como la UCD, Alianza Popular, PCE, PSOE, buenos
conocedores de estos asesinatos sin denunciar ni intervenir, dejando hacer al
terrorismo de estado, como hicieron años después con otras muertes, nuevos crímenes
planificados desde ministerios y palacios presidenciales en su propio país.
La Madre Patria volvió a ayudar a sus esbirros más
criminales sembrando de muerte el país de Atahualpa, una continuidad del
genocidio franquista en la Argentina, datos desvelados que no cuentan en 2014 con
la denuncia de la supuesta izquierda cortesana y palanganera española, ahora bien ocupada
en una nueva campaña electoral, entretenida en seguir ocultando una verdad más que
evidente, algo incomoda, que huele a sangre y asesinatos masivos.
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