miércoles, 29 de mayo de 2013

La patria agradecida

Una década ganada Buenos Aires Fotos Kaloian (2)
Una década ganada. Buenos Aires. Fotos: Kaloian
Tomado de CubaDebate.
Por Gloria Pollola

Fotorreportaje de Kaloian Santos Cabrera

Yo fui a la plaza este 25 de mayo. Hoy me duele hasta el pelo pero estoy muy feliz. Caminé desde la bajada de la autopista, en la 9 de julio, varias cuadras hasta la Plaza de Mayo, estuve cuatro horas parada y volví a pie hasta donde habíamos dejado el coche.

Cómo describir sin exageraciones lo vivido. Cientos de miles de jóvenes con sus hijos pequeños, algunos tan pequeños que los llevan en cochecitos, con sus banderas, muchas argentinas y otras partidarias. No faltaban el termo y el mate. Caminar esas cuadras era caminar entre amigos. Nadie se conocía pero todos se sonreían e intercambiaban palabras. Caminar ligero, pero no tanto, llegar a la aplaza para escuchar a Silvio y a Fito. La avenida deshecha por las obras del metrobús, proponía lugares insólitos de estacionamiento. Mirábamos la hora y apresurábamos el paso. Eran realmente increíbles mirarle las caras a la gente y, a pesar de la muchedumbre, ver buena onda, sonrisas por doquier, una disculpa o un ”no importa compañero”.

Y llegamos, por fin, diagonal Norte, diagonal Sur, Avenida de Mayo, ríos de compañeros desembocando en nuestra entrañable, histórica, ensangrentada Plaza de Mayo.

Algunos, o muchos, dicen que “los llevan”. Puede ser, pero el fervor, la pasión, la alegría están en el corazón y en la fe. Miraba a mí alrededor, todos jóvenes, algún vejete como yo con la mirada asombrada y feliz, como la mía.

Ya en el epicentro de la fiesta, todo era color y música. Estaba tocando Silvio, se escuchaba muy bien, y detrás cientos de bombos que decían “aquí estoy”, “quiero participar”, “traigo lo que más amo: mis pequeños hijos”. Y allí, rodeada de jóvenes que me trataron con respeto y afecto, casi ahogada por la multitud que soplaba en mi nuca y en mi cara, cantando consignas nuevas pero apasionadas como las que supe cantar en mis años mozos, me sentía hermosamente feliz.

Después llegó el Himno Nacional. Todo el mundo cantaba, no con solemnidad, no crispación, parecía un himno a la alegría. Una joven volando por los aires llevando una inmensa bandera argentina que flotaba, como ella, por sobre nuestras cabezas llenó de lágrimas los ojos de todos los presentes sintiendo orgullo de ser argentinos, a tal punto, que sin que nadie lo dirigiera, volvimos a cantar el coro “¡Oh juremos con Gloria morir!” era el grito que salía del pecho, subía a la voz y llenaba la plaza.

Cuando Crisitna, la presidenta, habló, un silencio estremecedor se abatió sobre todos nosotros. Ver a esa mujer, calumniada, vituperada por los medios, frágil en apariencia, para allí ante semejante multitud, hablando, como siempre, sin leer, coherente, repasar la historia, reivindicar a los héroes de mayo que los Mitre nos robaron, diciéndole a los millares de jóvenes que ella no es eterna, que el proyecto debe seguir en el empoderamiento del pueblo defendiendo los derechos adquiridos.

Los fuegos artificiales, la música, seguían cuando emprendí el retorno. Me dolían los pies, la cintura, tenía sed, pero mi alma estaba acunada en un lecho de esperanza. Me vi reflejada en cada rostro joven, en cada consigna, en cada sonrisa, y me lavé de todo el odio, la mentira, el descaro, que cada día me rodea en los medios de comunicación. Seguiremos adelante. NI UN PASO ATRÁS, la sub-cuarenta tomó el testimonio, la PATRIA agradecida.









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