Fernando Rojas, Viceministro de Cultura. |
Por Giormis Gómez Guillén
Entrevista a Fernando Rojas, Viceministro de Cultura de Cuba.
¿Existe una relación proporcional entre
la madurez intelectual alcanzada por los dirigentes estatales de la
cultura y la libertad de creación y expresión artísticas en Cuba
actualmente?
No creo que la ecuación sea tan sencilla. Sí creo que nosotros hemos
dado el importante paso de tener una gran libertad de creación artística
y literaria en el país, con pocos paralelos a nivel internacional.
Cualquier persona, sea dirigente o no, pudo haber leído muchos
libros, tener una gran formación académica pero su relación con el arte
pudo haber sido superficial, al punto de desarrollar algún prejuicio.
Otra persona, con un nivel académico elemental, puede
estar dotada de una sensibilidad exquisita para el arte porque, quizás,
de niño su madre le enseñó a relacionarse con la cultura popular, de
origen africano, por ejemplo.
Como regla, un mayor nivel intelectual te prepara para apreciar
desprejuiciadamente el arte. Sin embargo, hoy persisten algunos
prejuicios respecto a la cultura popular y la experimentación que deben
ser superados. Considero que la mejor manera de combatirlo es circulando
el arte de más nivel, el arte de más calidad, el arte más apegado a la
participación.
¿Qué rol desempeña la investigación cultural en la optimización de la gestión de la política cultural?
Nosotros hoy utilizamos más que nunca antes, los resultados
de las investigaciones culturales; logramos un sistema de relaciones
interinstitucionales que nos permite acceder a las investigaciones
científicas en la cultura, con resultados muy significativos, como es el
caso de las investigaciones sobre el consumo cultural. La Dirección del
Ministerio y quienes dirigen la política cultural en el resto del país
tienen a su alcance estos resultados.
Sin embargo, a pesar de tener la herramienta de la investigación
científica, a pesar de haber consolidado el vínculo con los artistas, a
través de las organizaciones como la Asociación Hermanos Saíz y la Unión
de Escritores y Artistas, aún no hemos logrado hacer uso adecuado y
eficiente de esas herramientas para realizar la política eficazmente.
Tenemos deficiencias en la promoción, difusión e incluso existen
retrocesos en el consumo cultural. Retrocesos en el consumo musical,
audiovisual, en el ejercicio crítico. Décadas atrás el ejercicio crítico
era mucho más sólido, había especialistas en los medios; hoy se orienta
mal al espectador, sin embargo, la creación es más diversa. La Habana
hoy se compara con las ciudades más activas culturalmente, la
programación es más diversa y más amplia. Pero debemos estimular la
circulación de todo lo auténtico, de todo lo genuino, de todo lo
realmente bello.
¿Es la enseñanza artística baluarte de la autenticidad del arte cubano?
Es una proeza tener el sistema de enseñanza artística que nosotros
tenemos. Es un sistema de enseñanza muy costoso, subsidiado por el Estado.
Más, sin lugar a dudas, produce mucho talento, un talento que sobrepasa
las instituciones. Nuestros artistas tienen más talento y capacidad de
producción que lo que las instituciones pueden sostener, hoy tenemos el
reto de resolver esa situación.
Además la enseñanza artística trasciende la formación académica en
cuanto a la formación de valores humanos, morales. Un artista cubano es
un buen ciudadano, una persona que sirve a su país, comprometido con su trabajo,
libre de ataduras dogmáticas. Nosotros hemos tenido la suerte de que la
inmensa mayoría de los artistas cubanos de todas las generaciones viven
y trabajan en Cuba y la mayoría de los que viven y trabajan en el
extranjero está también comprometida con su Patria. Eso también es un
logro de la enseñanza artística.
¿Cómo se manifiestan el arte y la cultura en la ideología política?
De manera muy compleja. La pretensión de que el arte puede expresar
un criterio ideológico de manera directa es una pretensión sin sentido,
sin asideros. El valor del arte radica en hacer a la gente más feliz,
más plena, más desarrollada espiritualmente.
Los procesos de realización de la obra artística están profundamente
marcados por la subjetividad del creador o de los creadores. Son
procesos altamente complejos y exigen del espectador una percepción, un
tipo de encuentro con la obra diferente al que se produce al apreciar un
cartel o cuando se lee un tratado científico. La propia naturaleza de
la relación arte-ideología es muy indirecta y al mismo tiempo el arte es
muy efectivo en términos de fomentar en el público un crecimiento
espiritual.
Cuando nuestros artistas realizan trabajo
comunitario en las prisiones o en barrios marginales, la actitud de
esas personas se transforma, pero no de manera automática. Esos procesos
acumulan valores, percepciones e inspiraciones conductuales en la
mentalidad de las personas de manera muy gradual y diversa. En términos
educativos, en términos ideológicos esa contribución es más importante
que si el arte pretendiera, como se pretendió en el realismo socialista,
presentar expresiones ideológicas de manera directa.
En algún momento, en el extinto campo socialista, la política
cultural cometió el error de entender el arte como ciencia, asociar el
arte a la propaganda, ello demeritó el valor del arte mismo y quizás, de
esa manera, la propia ideología.
La política cultural de nuestro Partido es dinámica, se actualiza
constantemente, favorece la aparición de nuevas formas de expresión de
modo que logra una identidad con la producción de las instituciones
culturales.
Sin embargo, considero que esos procesos de transformación de sensibilidades marcan un compromiso político.
A mí me gusta aquella frase de Mikowsky de que el arte no tiene patria pero los artistas sí.
Yo creo que el compromiso político tiene que ver sobre todo con la
actitud del artista, con la relación del artista con el público, con su
barrio, con su comarca, con su institución, con la organización en la
que milita, con su país, con el mundo, con la manera en que el artista
entrega su obra.
En “Problemas del arte en la Revolución”, a principios de los 80s
Carlos Rafael Rodríguez, intelectual cubano, expuso lo que para él era
un artista comunista, algo así como un artista creador con una visión
revolucionaria y nueva de la vida. ¿Qué es ser un artista comunista hoy
en Cuba?
Desgraciadamente el término comunista se usa poco y creo que tiene
que ver con su asociación a la experiencia soviética. Utilizando el
término en su acepción correcta, o sea, el comunista es una persona que
lucha, que se compromete con una sociedad de libertad, justicia e
igualdad universales, que es en sí el comunismo, lo primero es que esa
persona sea realmente un artista.
Alfredo Guevara decía: los artistas son los que están ahí, tú no
puedes ir a los núcleos del partido y decirles a los militantes -óigame
compañero militante, yo le doy la tarea de ser artista-. Los
artistas son los que están ahí, por lo tanto, tiene que ser artista
primero que todo y segundo, tiene que estar entregado, entregado en el
sentido de producir, de poner su obra al servicio de la comunidad, ya
sea en el barrio o entregado a una obra monumental que el país necesita.
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