Con extraordinaria
admiración y respeto hacia Carlos Manuel de Céspedes y todos los patriotas que
protagonizaron el gesto redentor de tomar las armas para luchar por la
independencia e iniciar así el camino glorioso de la Revolución Cubana,
celebramos hoy el 145 aniversario del alzamiento de La Demajagua.
Aquel 10 de Octubre de 1868,
con su inmensa carga de decisión, rebeldía y valor revolucionarios, se
inscribió para siempre en nuestra historia como la fecha que marca el comienzo
del intenso proceso de luchas de los cubanos.
El colonialismo, desde aquel
sublime día y no obstante todos los recursos bélicos, de tropas y de
propagandas que invirtió para impedirlo, tuvo que enfrentar una prolongada
guerra de liberación que sacudió los cimientos de la dominación extranjera en
Cuba y que a la larga significaría la causa de su derrota en esta tierra caribeña.
Si el patriotismo ejemplar,
la abnegación, el sacrificio y la sangre derramada por nuestros heroicos
mambises, en los 30 años de lucha y de rebeldía que median entre 1868 y 1898,
no concluyó con la victoria absoluta de la causa revolucionaria, fue porque
entonces el imperialismo norteamericano —siguiendo una política fría y
calculadora, de manera oportunista y criminal— interpuso su garra para frustrar
el triunfo de las armas cubanas, ocupar militarmente el país y asegurar su
dominio económico y político sobre la isla.
No pudieron los yankis, sin
embargo borrar del corazón de nuestro pueblo la siembra de virtudes,
tradiciones patrióticas y combativas, dignidad y amor por la libertad, que a lo
largo de nuestras guerras de independencia se fueron afincando en la conciencia
nacional como la raíz a la propia tierra.
Ni pudieron evitar que el
ejemplo y las enseñanzas de nuestros valientes mambises y sus más relevantes
jefes, encabezados por Carlos Manuel de Céspedes, Ignacio Agramonte, Calixto
García, Antonio Maceo, Máximo Gómez y José Martí, fructificaran con nueva
fuerza en las generaciones posteriores de cubanos que continuaron el combate.
Los frutos de la hazaña
impar de los hombres que fundaron la nación cubana, fueron en definitiva mucho
más poderosos que la penetración imperialista.
Y la lucha prosiguió. Las
banderas de Yara, de Guáimaro, de Baraguá y de Baire, no fueron abandonadas,
las tesis radicales no fueron olvidadas. Sobre aquella tradición creada por el
pueblo de Cuba, a partir de la conciencia engendrada en el heroísmo y en el
combate mambí del siglo pasado, comenzó a brotar el nuevo y aún más radical y
avanzado pensamiento revolucionario.
En ese proceso de
continuidad histórica, de objetivos de liberación nacional y social en
correspondencia con las circunstancias de la época se enlazan —como eslabones
inseparables— el 10 de Octubre de 1868, el 24 de Febrero de 1895, el 26 de
Julio de 1953 y el 1ro de Enero de 1959.
No por casualidad Fidel ha
proclamado, refiriéndose a la acertada estrategia de la lucha armada que condujo
al triunfo revolucionario, que ello no constituye un mérito particular de los
hombres que la elaboraron. Ellos recibieron la valiosa experiencia de nuestras
luchas en el terreno militar y político, pudieron inspirarse en las heroicas
contiendas por nuestra independencia, rico caudal de tradiciones combativas y
amor a la libertad, y nutrirse del pensamiento político que guió a la
revolución mambisa.
"Lo importante para
abrir el camino hacia el futuro en determinadas circunstancias —ha dicho Fidel—
es la voluntad inquebrantable de lucha y la propia acción revolucionaria. Sin
el Moncada no habrían existido el Granma, la lucha de la Sierra Maestra y la
victoria extraordinaria del 1ro. de Enero de 1959. De igual modo, sin la
epopeya del 68 y el 95 Cuba no sería independiente y el primer país socialista
de América, sino casi con toda seguridad, un estado más del odioso imperialismo
yanki. El sentimiento nacional se habría frustrado para siempre y ni siquiera
se hablaría el español en nuestra hermosa tierra. Sobre la sangre y el
sacrificio de sus hijos se ha fundado la Patria independiente revolucionaria y
socialista de hoy".
Lo que comenzó el 10 de
Octubre de 1868 Carlos Manuel de Céspedes —aquel de quien Martí dijo que no fue
más grande cuando proclamó a su Patria libre, sino cuando reunió a sus siervos
y los llamó a sus brazos como hermanos—, los cubanos de hoy rendimos el más
apasionado homenaje de gratitud a los fundadores de la nación.
¡Viva Cuba libre!
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