Por José Manzaneda.
Ocho meses después de que se aprobara en Cuba la nueva Ley Migratoria, que
eliminó el trámite del permiso de salida para viajar fuera del país, se han
producido cerca de 180.000 viajes al exterior, en un clima de normalidad
absoluta (1). La desbandada que pronosticaron algunos está bien lejos de
haberse producido (2).
Pero cierta prensa internacional sigue resucitando viejos mitos. Hace unos
días, el diario español El Mundo insistía en que “un derecho natural (el de
viajar) les fue negado durante más de cinco décadas” a cubanas y cubanos (3).
Curiosamente, no decía ni una palabra de que su gobierno, el de España, es en
la actualidad uno de los principales obstáculos para el ejercicio de ese
“derecho natural” por parte de miles de habitantes de Cuba, al haber endurecido
en el último año las ya draconianas condiciones para la concesión de visados de
entrada (4).
Tampoco mencionaba –ni en este ni en otros textos anteriores- que a quien
le es cercenado el “derecho natural” a viajar es a la ciudadanía de EEUU de
origen no cubano, que tiene prohibido viajar a Cuba salvo con una licencia
especial, la de los llamados viajes “people to people” (“pueblo a pueblo”) (5).
Tanto el citado diario El Mundo, como el ABC, dedicaban un amplio espacio
de sus noticias a las nuevas facilidades de viajar que tienen los llamados
“disidentes”, a quienes en el pasado –ciertamente- las autoridades de la Isla
les negaban esa posibilidad en numerosas ocasiones. El ABC dedicaba más de la
mitad del texto a los viajes de este colectivo absolutamente marginal en la
sociedad cubana (6). Y –dado que estas personas entran y salen ya de Cuba con
absoluta libertad- insinuaba que ahora las represalias gubernamentales
consisten en que, a su regreso, en el aeropuerto, “son sometidos a un registro
minucioso de sus pertenencias”. Imaginamos que la periodista de ABC Carmen
Muñoz no visita mucho los aeropuertos del mundo, mucho menos los de EEUU.
El Mundo, además, se lamentaba de que la normalidad en los viajes de la
“disidencia” le ha quitado a ésta el glamour informativo: al comienzo
sus “viajes (al exterior) ocuparon los principales espacios informativos. (...)
Pero ahora, más de ocho meses después, ya casi no se trata el tema (en los
medios)”, escribía su corresponsal en Miami Rui Ferreira. Y se apoyaba en el
análisis de un supuesto experto de la Universidad Internacional de Florida, que
consideraba esta situación “preocupante, porque puede conducir a la inercia, de
pocas consecuencias políticas”, incluso a “obstaculizar una transición
democrática de corte occidental (en Cuba)”. Y es que, aunque los medios no lo
quieran reconocer, la flexibilización migratoria del Gobierno cubano ha
conseguido que la llamada “disidencia” –colectivo de nula representatividad y
apoyo social en la Isla- rebaje en muy poco tiempo su desproporcionada y
artificial presencia mediática.
Otra de las medidas contenidas en la Ley Migratoria cubana, recordemos, es
la supresión de la llamada “salida definitiva” del país, por lo que las
personas que emigran pueden después regresar a residir en Cuba. De hecho, casi
1.900 han retornado al país en lo que va de año. El portal financiero El
Boletín lo titulaba así: “Cuba permite el regreso de más de 1.900 exiliados”
(7). Es decir, convertía –en una práctica informativa ya habitual- a todas las
personas que han salido de la isla en emigrados políticos (8).
Por otro lado, hace unos días, el diario estadounidense The New York Times
publicaba, en su sección de turismo, un especial sobre los llamados viajes
“people to people” (“pueblo a pueblo”), impulsados por la administración Obama
(9). Recordemos que estos viajes a Cuba –muy limitados y bajo licencia previa
del Departamento del Tesoro- tienen un declarado fin político: están destinados
a que académicos, artistas o líderes religiosos de EEUU trasladen al pueblo
cubano los valores de la “democracia”, para un supuesto “cambio de régimen”. A
los visitantes se les prohíbe expresamente hacer mero turismo en la Isla,
gastar más de 188 dólares por día o salirse de un itinerario previamente
aprobado por el Gobierno de EEUU (10).
El reportaje de The New York Times provocaba la protesta airada del
congresista de origen cubano Marco Rubio, que en una carta al rotativo se
declaraba “sorprendido” y “lamentaba” que éste dedicara una página entera a
promocionar los viajes a Cuba (11). Recordemos que Rubio pertenece al lobby
cubanoamericano de ultraderecha que se opone a estos viajes, que promueve la
asfixia económica a Cuba e incluso una eventual intervención, y que presiona
para que Washington mantenga a Cuba en sus listas de países que –supuestamente-
amparan el terrorismo o el narcotráfico. Pues bien, The New York Times, tras la
carta de Rubio, decidía suspender la publicación de comentarios de los lectores
en su edición digital, que –hasta ese momento- habían sido en su mayoría
favorables a levantar la prohibición de viajar a Cuba y a eliminar el bloqueo
económico.
El último de
los comentarios que fueron publicados apunta a la verdadera preocupación de
Marco Rubio y de otros detractores de los viajes a Cuba. Una persona que había
participado en uno de dichos viajes “people to people” no solo elogiaba el
nivel cultural, la buena información y la sinceridad de sus guías cubanas, sino
que sentenciaba que “la mayoría (de quienes viajamos) llegamos a la misma
conclusión: que las décadas de embargo (a Cuba) son inútiles y absurdas” (12).
Es decir, que
los viajes autorizados por el Gobierno de EEUU para contaminar de democracia
liberal al pueblo cubano y animarle a que cambie su sistema, provocan el efecto
contrario: generan en los visitantes norteamericanos sentimientos de simpatía y
el convencimiento de que la política de sanciones y bloqueo a Cuba es absurda e
injusta.
Otro de los
comentarios publicados en la edición digital de The New York Times antes de que
le diario decidiera cerrarlos, apuntaba también al meollo del problema: decía
que es “descabellado” prohibir a la ciudadanía estadounidense visitar Cuba, y
que constituye una “flagrante discriminación” permitírselo solo a los
cubanoamericanos. Pero sobre este “derecho natural” de viajar que es negado al
pueblo norteamericano por su Gobierno, violando incluso su propia Constitución,
diarios como El Mundo o el ABC siguen sin decir ni media palabra.
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