Por Rodolfo Romero Reyes
Daniel pasó por la
biblioteca temprano con la intención de saludar a Lucía, la
bibliotecaria, y para su sorpresa regresó a casa con un libro en las
manos de la editorial Ocean Sur. Últimamente Lucy solo le recomendaba
libros de perfil histórico, pero este tenía un detalle añadido: el libro
había sido escrito por el Che.
«Léetelo, que es un best seller», había
dicho su amiga a modo de sugerencia. Esa misma tarde comenzó. Además de
la singular portada –el Che sentado encima de la paja, tabaco en mano,
leyéndose un periódico–, le llamó mucho la atención la primera línea de
aquel epígrafe titulado Advertencia preliminar. El primer capítulo de
los Pasajes de la guerra revolucionaria (Congo) comenzaba diciendo: «Esta es la historia de un fracaso».
Daniel, al igual que todo adolescente cubano, había recibido el día de su graduación de la enseñanza secundaria, el libro Pasajes de la guerra revolucionaria,
que contaba las peripecias del médico argentino devenido guerrillero
cubano desde su incorporación como expedicionario del Granma hasta el
triunfo revolucionario el primero de enero de 1959. El volumen que ahora
tenía en sus manos, al parecer con estilo similar, narra los sucesos de
una guerra para él desconocida: el conflicto militar en el Congo, en el
cual Cuba había participado. La historia la contaba nada más y nada
menos que uno de los líderes más universales de América Latina, sin
embargo, el tono de esta narración resultaba un tanto pesimista.
La primera parte –cómo el Che llegó al
Congo de forma clandestina– la leyó sin mayores motivaciones. Más que
enterarse de los detalles del conflicto, Daniel quería descubrir al Che
hombre y para eso se proponía hurgar en los sentimientos más íntimos del
jefe guerrillero sumergido en plena selva. En las siguientes páginas
encontraría el primero de esos «sentimientos encontrados».
El 22 de mayo, dos días antes de cumplirse
el primer mes en el Congo, el Che recibe «la noticia más triste de la
guerra». Osmany Cienfuegos le comunica que en Cuba supieron, vía
telefónica, que Celia de la Serna estaba enferma con un tono «que hacía
presumir que ese era simplemente un anuncio preparatorio». Daniel
imaginó cuanta incertidumbre pudo agobiar a Guevara desde ese momento
hasta que, un mes después, recibiera la confirmación de la muerte de su
madre.
El Che contaba que su mamá había intentado
verlo poco tiempo antes de la partida pero en ese momento él se
encontraba ultimando los detalles de la expedición. La esposa de Ernesto
Guevara Lynch moriría sin leer la carta de despedida que su hijo les
había dejado en La Habana y que solo se haría pública unos meses
después. La imprevista muerte lo había dejado devastado, sin embargo,
Daniel en todo el libro no encontró otras referencias sobre el tema con
excepción de una nota al pie que lo remitía al libro Che desde la memoria, también editado por Ocean Sur. Guardó Pasajes…
en una gaveta y salió para la biblioteca. Otra vez Lucía acudió en su
ayuda. Daniel abrió el grueso libro y en una de las páginas encontró un
breve relato titulado La piedra.
Además había que
esperar la confirmación para estar oficialmente triste. Me pregunté si
se podía llorar un poquito. No, no debía ser, porque el jefe es
impersonal; no es que se le niegue el derecho a sentir, simplemente, no
debe mostrar que siente lo de él; lo de sus soldados, tal vez (…)
Uno sobrevive en la
especie, en la historia, que es una forma mistificada de vida en la
especie; en esos actos, en aquellos recuerdos. ¿Nunca has sentido un
escalofrío en el espinazo leyendo las cargas al machete de Maceo? Eso es
la vida después de la nada. Los hijos; también (…)
Al día siguiente retomó la lectura de su
libro. Así supo el primer tropiezo para la tropa cubana en Front de
Force. Fue el 29 de junio de 1965 y allí cayeron el 1er. Tte. Norberto
Días Pichardo, Nne, y otros tres combatientes cubanos, en «una acción de arrojo indiscutible» donde Nne hizo –según el Che– «lo que consideraba su deber moral, aunque no su cometido específico, se lanzó al ataque frontal».
El ánimo de la tropa cubana continúa en
descenso y el Che se cuestiona el rigor de sus compañeros de lucha: «La
selección realizada en Cuba no era lo suficientemente buena, eso es
evidente, pero es difícil atinar a hacer una buena selección en las
condiciones actuales de la Revolución Cubana. No hay que basarse
solamente en la historia del hombre con las armas en la mano, ese es un
gran antecedente, pero los años posteriores de vida cómoda también
cambian a los individuos. Y luego está la inmensa mayoría a los que la
Revolución hizo revolucionarios».
Algunos cubanos manifiestan su deseo de
regresar a Cuba pero ese era el menor de los problemas. Los soldados
congoleses huyen de los combates y dejan solos en las trincheras a los
guerrilleros cubanos. Es un ejército parásito que obliga a los
campesinos a abastecerlos de comida mientras ellos pasean por las lomas
con las armas en la mano sin apenas combatir.
Abrumado por estos pensamientos, Guevara
redacta el 12 de agosto de 1965 un documento que titula Mensaje a los
combatientes, y que es leído en cada uno de los frentes donde se
encuentran los poco más de cien cubanos que participan en la gesta.
Culmina agosto y el jefe de la tropa cubana
escribe el más optimista de sus análisis durante la contienda. Allí, en
su diario, se propone salir al combate y limar las asperezas que
existían entre los jefes del Congo. En la última línea agrega
esperanzado: «todo se ve de otro color, al menos hoy».
Daniel dejó de leer por dos días y cuando
retomó el libro, ya era 4 de octubre de 1965. Llega al campamento José
Ramón Machado Ventura, quien funge en Cuba como Ministro de Salud
Pública. Por esa fecha se lee en Cuba la carta de despedida que el Che
le dejó a Fidel. Daniel pensó: «Seguramente Machado fue quien le llevó
la información, déjame seguir leyendo». Pero no. En Pasajes… el
Che no hace ningún comentario, solamente cita un extenso mensaje que
envía a Fidel para explicarle la situación real del frente, que había
sido versionada por algunos líderes congoleses que estuvieron de visita
en La Habana.
Apenas 20 días después de aquel encuentro,
donde a pesar de la situación Daniel pudo descubrir entre líneas a un
Che todavía optimista, ocurre un hecho que probablemente sentencia el
ánimo de los combatientes cubanos.
El 24 de octubre, ante lo inmediato que
resulta un cerco enemigo, el Che decide hacerle frente hasta que
oscurezca para poder retirarse en la noche de forma organizada. Pero el
enfrentamiento solo dura unos minutos pues alguien llega con la noticia
de que los soldados están muy cerca, son muchos y bien armados. El jefe
guerrillero da la orden de retirada.
Un pequeño grupo no la escucha y sigue
combatiendo. «Bahasa y el compañero Maganga lo habían hecho, salvando el
cañón y, después de entregarlo a los congoleses para que lo pusieran a
buen recaudo, se quedaron luchando junto con Siwa, Azima y algunos
compañeros (…) que fueron los que salvaron nuestro honor en la jornada»,
comenta el Che.
Daniel leyó con detenimiento cada página de aquel capítulo titulado Desastre. El soldado Orlando Puente Mayeta, Bahasa,
recibe un disparo y es llevado en hombros de sus compañeros hasta un
poblado donde finalmente muere dos días después. Otra vez agobiado
Guevara reflexiona: «de todas las muertes acaecidas en el Congo, para mí
la más dolorosa era la de Bahasa, porque había sido el compañero al que
había reprendido seriamente por su debilidad y porque había respondido
como un verdadero comunista en la forma en que lo hizo, pero yo no había
sabido estar a la altura de mis responsabilidades y era el culpable de
su muerte».
«No, no –se cuestionó Daniel–en la guerra
no hay culpables. ¿Cómo es posible que el Che pensara eso?». Pero al
continuar la lectura entendió que ese había sido un duro revés. El
combate no solo causa la muerte del sexto combatiente cubano. El Che
siente que con esta retirada la tropa cubana se ha desacreditado.
Daniel se interesó por conocer como
transcurría la comunicación del Che con La Habana. Volvió sobre uno de
los documentos: un telegrama con fecha 4 de noviembre. En los momentos
finales de la contienda, era evidente el apoyo incondicional de Fidel,
no solo como jefe, sino también como amigo.
Con emisario va carta de Fidel, cuyos puntos principales son:
1ro. Debemos hacer todo menos lo absurdo.
2do. Si a juicio de
Tatu (nombre de guerra del Che) nuestra presencia se hace injustificable
e inútil debemos pensar en retirarnos. Deben actuar conforme situación
objetiva y espíritu hombres nuestros.
3ro. Si consideran deben permanecer, trataremos de enviar cuantos recursos humanos y materiales estimen necesario.
4to. Nos preocupa que ustedes erróneamente tengan temor a actitud que asumen sea considerada derrotista o pesimista.
5to. Si deciden salir, Tatu puede mantener statu quo actual regresando aquí o permanenciendo en otro sitio.
6to Cualquier decisión la apoyaremos.
7mo. Evitar todo aniquilamiento.
Las páginas restantes del libro pasaron a
una velocidad increíble por delante de los ojos de Daniel. Los países
del área, incluyendo Tanzania, deciden retirar el apoyo al Congo.
Después de un extenso análisis que realiza el Che, incluyendo
correspondencia enviada y recibida desde La Habana, se decide que solo
si los congoleses solicitan la retirada de las tropas cubanas de forma
oficial, ellos embarcarían de regreso.
Un momento particularmente difícil es
cuando el jefe guerrillero le pregunta a la tropa cuáles de ellos
confían aún en la posibilidad del triunfo. Solamente José María Martínez
Tamayo y Víctor Dreke, Mbili y Moja, levantan su mano, en
lo que el Che interpreta como un gesto de fidelidad e incondicionalidad
más que la certeza real de una posibilidad de éxito.
El 20 de noviembre de 1965 llega la hora de
regresar. Para el Che quedarse en el Congo no era un sacrificio. Ni uno
ni cinco años: «Era parte de una idea de lucha que estaba totalmente
organizada en mi cerebro». En el último capítulo confiesa: «En realidad,
la idea de quedarme siguió rondándome hasta las últimas horas de la
noche y quizás nunca haya tomado una decisión, sino que fui un fugitivo
más».
Líneas más abajo agrega: «Me daba la
impresión de que después de mi carta de despedida a Fidel, los
compañeros empezaron a verme como un hombre de otras latitudes, como
algo alejado de los problemas concretos de Cuba, y no me animaba a
exigir el sacrificio final de quedarnos».
Por último, en el epílogo, el Che es
bastante crítico con los cubanos. Pero con él, el nivel de crítica y
autocrítica aumenta. Se asume responsable e identifica como los momentos
más negativos: «el fracaso de Front de Force, las sucesivas deserciones
de los congoleses en las emboscadas de Katenga, donde se sufrió mucho
con las enfermedades; mi desastre personal con el cortejo del traslado
del herido que se realizó con poca colaboración congolesa; la deserción
final de nuestros aliados». Cada uno de estos hechos «señalaba una
agudización de la desmoralización, del desgano de nuestra tropa».
En las últimas páginas el Che plantea, con
visión de futuro, cuáles serían en su opinión los pasos, no solo para
liberar el Congo –resolviendo primero los problemas reales que tiene su
ejército de liberación– sino para liberar a África y evitar que ese
continente fuese utilizado como reserva de recursos naturales y de mano
de obra por el imperialismo, una vez que los países latinoamericanos
rompieran sus ataduras de las cadenas imperiales.
Y en medio de todo aquel análisis político,
Daniel descubrió en el autor un renacer optimista. Se impuso una vez
más la reflexión honesta y a camisa quitada: «He salido con más fe que
nunca en la lucha guerrillera, pero hemos fracasado. Mi responsabilidad
es grande, no olvidaré la derrota ni sus más preciosas enseñanzas. ¿Qué
nos depara el futuro del Congo? Claro está que la victoria, pero está
lejana».
Daniel cerró las páginas del libro. Lo puso
en la mesa y se quedó un rato pensativo. Volvió a abrirlo pero ahora
para revisar la página inicial donde los autores suelen poner
dedicatorias. Se detuvo en la última frase que, sin dudas, sintetizaba
emociones. La leyó en voz alta, como para no olvidarla nunca: «A Bahasa y
a sus compañeros caídos, buscándole sentido al sacrificio».
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