Tomado de AlMayadeen.
Por Salim Lamrani.
En ocasión del décimo aniversario de lafundación de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de ...
En ocasión del décimo aniversario de la
fundación de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América en 2004
y a 120 años de la caída en combate de José Martí, conviene echar una mirada a
tres textos fundadores de la integración latinoamericana.
2. La unión necesaria
En “Nuestra América”, vibrante alegato a favor de la unión de los pueblos de América Latina, José Martí, con el tono persuasivo y pedagógico que lo caracteriza, llama a las conciencias iluminadas del continente a “despertar”. El Sur no puede ignorar la gravedad de la situación. Debe hacer uso de “las armas del juicio, que vencen a las otras” y apretar filas pues el momento es grave y múltiples peligros acechan a los pueblos del continente, particularmente “los gigantes que llevan siete leguas en las botas”. Para llevar a cabo esta lucha por la supervivencia y la preservación de la identidad y la soberanía latinoamericanas, son necesarias “las armas del juicio” pues “trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra”. La federación de las fuerzas patrióticas es imprescindible pues la batalla se hará a escala continental y los pueblos “van a pelear juntos”. La unidad es la palabra clave del mensaje de Martí, que llama a dejar de lado los localismos, las divisiones y los conflictos fratricidas que pueden tener consecuencias funestas. Al revés, Martí llama al internacionalismo solidario, a la amistad entre los pueblos: “¡Los árboles se han de poner en fila, para que no pase el gigante de las siete leguas! Es la hora del recuento y de la marcha unida”. Frente a un poder dominador tan temible, no hay otra alternativa que “andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes”. Martí dedicaba entonces todos sus esfuerzos a la unión de todos los patriotas cubanos para librar contra el colonialismo español la “guerra necesaria” que comenzaría en 1895 y entendía que la gran batalla decisiva tras conquistar la independencia se libraría contra el imperialismo estadounidense. Y la unión de todos era la única posibilidad de conseguir la victoria.
“Ningún pueblo de América Latina es débil, porque forma parte de una
familia de 200 millones de hermanos”. Quizás ésta sea la frase esencial de la
Segunda Declaración de La Habana y podría haber sido escrita por José Martí. A
la vergonzosa sumisión a los dictados de Washington en 1962 de todos los
gobiernos del continente americano, que aceptaron dócilmente expulsar a Cuba de
la Organización de los Estados Americanos –con las notables excepciones de
México y Canadá- La Habana replicó con esta proclama llamando a las fuerzas
patrióticas de América Latina a la unión y a la resistencia. Dado que las
miserias, los sentimientos, el enemigo y el destino son comunes, la lucha sólo
puede ser común. El texto se dirige “a la generación de latinoamericanos de
hoy” que debe seguir el ejemplo de Bolívar y Martí, tomar las riendas de su
propio destino y librar la batalla decisiva contra “la metrópoli imperial más
poderosa del mundo”. Washington nunca renunciará a sus objetivos de someter el
continente, como lo ilustra el estado de sitio que ha impuesto a la isla de
Cuba. Los actores de esta gesta libertadora serán “las masas”, “los pueblos”,
los de abajo, los humildes, tanto de la ciudad como del campo, quienes en un
movimiento colectivo de insurrección librarán el combate por la emancipación.
Fiel a la tradición martiana, la Segunda Declaración de La Habana enfatiza el
hecho de que será también una batalla de ideas contra el imperialismo, y más
precisamente contra “el capital monopolista yanqui” y sus lacayos, las elites
políticas locales. El movimiento de “esta América de color”, que comparte “la
misma tristeza y desengaño”, logrará edificar la sociedad de mañana.
La
Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América también se propone
construir un porvenir más luminoso para todos y sienta las bases de la unión
necesaria para ello. El establecimiento de relaciones estrechas, simbióticas
entre Venezuela y Cuba, entre las patrias de Bolívar y Martí, entre quienes se
reivindican hijos espirituales de ambos próceres, desde la llegada de Hugo
Chávez al poder en 1999, más allá del aspecto simbólico, echó los fundamentos
del proceso integrador latinoamericano. Dado que el proyecto del ALCA sólo
llevará a “la desunión aún mayor de los países latinoamericanos”, la propuesta
del ALBA abre una puerta de salvación. La palabra clave es la integración de
las naciones de América Latina y el Caribe y conviene “luchar juntos” para
alcanzar dicho objetivo. El ALBA considera como “principio cardinal” la
solidaridad cabal entre los pueblos y reivindica los idearios y las
aspiraciones de las grandes figuras de la emancipación de América Latina,
empezando por Bolívar y Martí, rechazando los “nacionalismos egoístas” que
pueden perjudicar el proyecto de la realización de la Patria Grande. El ALBA se
basa en “una visión latinoamericanista” y en la cooperación que abarca a todas
las categorías de las sociedades del Sur, lo que le permitirá resistir al
expansionismo y a “los apetitos imperiales” de la otra América, y sobre todo
edificar la Patria de todos, con la implicación de “todas las naciones”.
La
unión de las fuerzas vivas y progresistas del continente permitirá edificar la
Patria Grande de todos y ubicar al ser humano en el centro de sociedad,
realizando así los anhelos de Bolívar y Martí.
3. La Patria Grande de todos
El anhelo de José Martí se refleja en el título de su obra más transcendente: “Nuestra América”, que sintetiza sus aspiraciones unificadoras. Gran admirador del Libertador Simón Bolívar, el Maestro intentó continuar su misión de edificar la Patria Grande, o sea una unión de las naciones latinoamericanas que basarían sus relaciones en el respeto mutuo, la solidaridad y la reciprocidad, tomando en cuenta las especificidades, tradiciones y costumbres de cada pueblo. Para eso hay que proscribir los conflictos fratricidas que desangran al continente y son fuente de desgracia, muertes y miseria y juntarse como hermanos que comparten un destino común. “Devuélvanle sus tierras al hermano”, exhorta el revolucionario cubano, aludiendo quizás a la guerra entre Chile y Bolivia. América Latina, a pesar de su historia y procesos distintos, “es, una en alma e intento” y es el deber de todos construir esa unión y establecer una sociedad mejor en la que la primera ley de la República sea “el culto a la plena dignidad del hombre”. Martí tiene fe en las virtudes del ser humano y en la generosidad de las mujeres honradas y los hombres decorosos de América Latina. La Patria Grande de todos debe ubicar en el centro de su proyecto futuro a los sectores más frágiles de la familia latinoamericana, al huérfano, a la viuda, al anciano. Sólo así se podrá alcanzar la libertad plena, la igualdad soberana y la justicia social entre los pueblos del Nuevo Mundo.
La Segunda Declaración de La Habana tiene la
vocación de construir “un mismo mejor destino” para todos los pueblos de
América Latina. La Revolución Cubana, “de los humildes, por los humildes y para
los humildes”, ha engendrado la transformación social más radical de la
historia del continente, con resultados excepcionales en los campos de la
salud, la educación y la lucha contra la extrema pobreza. El texto afirma que
los pueblos no se encuentran condenados al hambre, a la miseria, a la sumisión,
ni a la humillación perpetua. Otro mundo es posible en el cual todos tendrán
pan, salud, educación y cultura. Todo el continente se librará del
“imperialismo yanqui”, conquistará sus derechos “casi 500 años burlados por
unos y por otros”, y escribirá su propia historia. La Revolución Cubana se presenta
como la vanguardia de los movimientos progresistas del continente e indica con
su ejemplo la vía a seguir para conquistar la independencia total, la soberanía
plena y la emancipación definitiva. No hay ninguna fatalidad y es factible el
sueño de Bolívar y Martí de construir una sociedad distinta de la del Norte que
oprime a los más vulnerables, explota a los más necesitados y saquea los
recursos de las naciones más pequeñas para satisfacer sus intereses personales
y egoístas. La resignación no puede ser una opción para los descendientes de
quienes lucharon contra el colonialismo español y existe una alternativa
bolivariana y martiana para los pueblos del Sur.
La Alternativa Bolivariana para las Américas
–ahora Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América– se presenta
como el inicio de la consagración de los sueños de Bolívar y Martí. Ambiciona
realizar una “integración basada en la cooperación, la solidaridad y la
voluntad común” para “satisfacer las necesidades y los anhelos de los países latinoamericanos
y caribeños y, a la par, preservar su independencia, soberanía e identidad”. La
edificación de la Patria Grande es la única puerta de salvación para América
Latina. La justicia social y la solidaridad deben cimentar esta alianza entre
los pueblos del Sur y las leyes del mercado no pueden prevalecer sobre el
bienestar de las poblaciones. La visión deber ser latinoamericanista y no
nacionalista. Basándose en la filosofía de Rousseau, el ALBA enfatiza que para
alcanzar la democracia plena conviene eliminar las desigualdades sociales que
afectan de modo dramático la vida de los sectores más frágiles. Sin igualdad no
hay libertad posible. Los doce principios rectores del ALBA echan las bases del
modelo integrador. El Estado tiene un papel participativo y planifica la
economía y se toman en cuenta las especificidades de cada país para que el
progreso sea provechoso para todos los pueblos. El modelo integrador rechaza la
competencia para privilegiar la cooperación y la reciprocidad con el objetivo de
reducir la pobreza sin atentar contra la identidad peculiar de cada nación.
Reivindicando el adagio martiano “ser culto para ser libre”, el ALBA preconiza
una campaña continental de alfabetización que se ha llevado a cabo desde 2004
gracias el programa cubano de vocación internacionalista “Yo, sí puedo”, que ha
permitido alfabetizar a ocho millones de personas en el mundo. La salud también
resulta es una prioridad y la Operación Milagro lanzada el 2005, que consiste
en operar a las poblaciones del continente víctimas de cataratas y otras
enfermedades oculares, se enmarca en este proceso integrador y los resultados
son espectaculares, con 5 millones de personas que han recobrado la vista sin
pagar un centavo. El Fondo de Emergencia social permitirá hacer frente a las
necesidades en caso de catástrofe natural o humanitaria. También se prevé
desarrollar las tecnologías de comunicación para permitir a los ciudadanos
salir del subdesarrollo y el cable de fibra óptica construido entre Venezuela y
Cuba es un ejemplo de esta voluntad. La Patria Grande sólo puede existir con la
protección de la Madre Tierra y el ALBA propicia el desarrollo sostenible que
preserva la naturaleza. La creación de Petrocaribe en 2005, que permite a 13
países de la región recibir suministros energéticos subvencionados, es
ilustrativa de ese nuevo modelo solidario. Del mismo modo, la creación del
Banco del Sur reduce la dependencia financiera de América Latina respecto a las
grandes instituciones bancarias del Primer Mundo. Telesur, el canal hispanoamericano
más importante, que se presenta como alternativa al poder informativo hegemónico de CNN, el canal del vecino del
Norte, es también revelador de la nueva época que vive América Latina que ya no
acepta la sombra tutelar de Estados Unidos.
A lo largo de
los siglos, desde la publicación de “Nuestra América”, se ha ido edificando el
sueño de un continente unido e integrado. La Segunda Declaración de La Habana
demostró que era posible crear una sociedad distinta al modelo neoliberal “ante
las propias narices de Estados Unidos”. La creación del ALBA se reivindica como
la consagración del sueño emancipador de Bolívar y Martí.
Estos tres textos, “Nuestra América”, la
“Segunda Declaración de La Habana” y la “Declaración del ALBA” sintetizan la
evolución del proyecto emancipador elaborado por Simón Bolívar y José Martí en
el siglo XIX. Para resistir a los apetitos imperiales del poder hegemónico
estadounidense, decidido a apoderarse del continente, los pueblos
latinoamericanos han de cimentar su unión en torno a valores e intereses
comunes para poder preservar la independencia, la soberanía y la identidad de
América Latina. Sólo la federación de todas las fuerzas progresistas permitirá
establecer un plan de integración regional basado en la solidaridad, la
reciprocidad, la justicia social y la preservación de la cultura.
Desde finales del siglo XIX hasta principios del
siglo XXI, el anhelo bolivariano y martiano ha sobrevivido, a pesar de las
vicisitudes de la historia, de los sueños frustrados por el intervencionismo de
Washington en los asuntos internos de los pueblos de Nuestra América, de las
derrotas momentáneas del progresismo durante la Guerra Fría. La emergencia de
la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América en 2004 ilustra la
vigencia del pensamiento martiano y bolivariano y la resistencia de los pueblos
del Sur a la invasión y la subyugación.
No obstante, la
lucha por la independencia, la soberanía, la justicia social y la diversidad
cultural sigue vigente ya que el “Coloso del Norte”, para decirlo con palabras
del revolucionario Martí, nunca se resignará a su decadencia y persistirá en
socavar los procesos progresistas latinoamericanos como lo ilustran las
maniobras que orquesta Washington en el continente. Desde el intento de golpe
de Estado contra Hugo Chávez en 2002, pilar fundamental de la gesta integradora
del siglo XXI, hasta el golpe consumado en Honduras en 2009 contra el
Presidente democrático Manuel Zelaya, por haberse integrado en el ALBA,
Washington ha demostrado que no renunciaría fácilmente a perder lo que algún
día fue su patio trasero.
*Doctor en Estudios Ibéricos y Latinoamericanos de la Universidad Paris
Sorbonne-Paris IV, Salim Lamrani es profesor titular de la Universidad de La
Reunión y periodista, especialista de las relaciones entre Cuba y Estados
Unidos. Su último libro se titula The Economic War Against Cuba. A Historical
and Legal Perspective on the U.S. Blockade, New York, Monthly Review Press,
2013, con un prólogo de Wayne S. Smith y un prefacio de Paul Estrade.
http://monthlyreview.org/press/books/pb3409/
Contacto: lamranisalim@yahoo.fr ; Salim.Lamrani@univ-reunion.fr
Página Facebook: https://www.facebook.com/SalimLamraniOfficiel
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