Por Carlos H. Vázquez
Entrevista a Pascual Serrano sobre periodismo.
Afortunadamente, voces críticas como
las del periodista Pascual Serrano (Valencia, 1964) señalan el daño y
defienden el periodismo a capa y espada, tanto en el campo de batalla
del periódico (pasó por ABC, Público, Le Monde diplomatique, Diagonal…)
como desde la trinchera del libro y la publicación (Periodismo y crimen. El caso Venezuela 11-04-02, Medios violentos. Palabras e imágenes para el odio y la guerra, Desinformación. Cómo los medios ocultan el mundo, El periodismo es noticia. Tendencias sobre comunicación en el siglo XXI, Traficantes de información. La historia oculta de los grupos de comunicación españoles, Periodismo canalla. Los medios contra la información…). Después de todo, es periodismo e información… y libertad.
Tengo la impresión de que algunos periodistas, en la actualidad, son media-workers,
mientras que los periodistas clásicos son ya un grupo residual. Por lo
tanto, ¿es posible que para el periodismo actual sean más necesarios
trabajadores que se limiten a escribir lo que les dicen? Sé que estoy
generalizando, pero…
No es que el periodismo necesite ese tipo
de periodistas, es el sistema de productividad impuesto por muchos
medios: noticias urgentes, breves, sin compromiso, superficiales, que se
basen en un corta y pega de declaraciones. Quizás optar por ese formato puede ayudar a entender por qué muchos medios escritos se están hundiendo.
Además de esto, destaco otro punto
importante: los masters. ¿Por qué un estudiante de periodismo tiene que
pagar 13.300€ (como en el caso
de El País) para tener que trabajar? ¿Es pagar por ser adoctrinado? No
hablemos ya de los acuerdos que tienen las editoriales y ciertos grupos
empresariales con bancos. Como en el caso que hemos tocado, pues Prisa
habría firmado un acuerdo con Bankia para llevar el tema de las becas.
Eso no es diferente a lo que sucede en
otras profesiones. El sistema de buscar la forma para incardinar el
sistema educativo en el mercado ha terminado por proporcionar no solo
mano de obra gratis, si no que incluso termina pagando el trabajador.
Pero es que la economía capitalista consiste en eso, en tener una legión
de trabajadores (periodistas o lo que sea) sin trabajo, necesitados y
dispuestos a subastar a la baja su fuerza y talento. Con el nivel de
desempleo actual en el periodismo, la subasta ha bajado al punto en que
pagan por trabajar o por ver su firma impresa. Alguien ya dijo hace
tiempo que en el periodismo demasiadas veces pagan solo con la firma.
Todo esto me lleva a la siguiente
conclusión: ¿se está enseñando el periodismo desde el punto de vista
mercantilista en el que prima el dinero, la urgencia por ver quién es el
primero en dar la noticia y no en quién da la información contrastada?
Son varias perversiones: la inmediatez,
la brevedad, la espectacularidad, la superficialidad… Las razones
también son varias, la rentabilidad y la productividad es una, pero
también que se está consolidando entre el público una obsesión por lo
urgente y lo breve.
¿Piensas que el periodismo nunca tuvo que haberse convertido en una carrera universitaria y sí en un oficio?
No, creo que debía ser una carrera, una
carrera en la que se aprendiese mucha historia, mucha geopolítica, mucha
lengua. Es el formato actual de ensambladores de declaraciones el que
nos está convirtiendo en operarios manuales sin formación.
También es evidente que las grandes
empresas quieran controlar la información y que por eso tienen
controlados muchos medios de comunicación privados. Es obvio lo que te
voy a preguntar, ¿pero tan peligrosa es la información bien contrastada y
de investigación que lo más seguro para el poder es atajarla e
interceptarla?
Lo que sucede es que los medios se han
convertido en agentes de intervención política, por tanto, utilizan sus
contenidos para servir a su objetivo político. Las siguientes
inmoralidades es que, encima, se presentan como informadores y
neutrales; y, además, como todos los grandes, pertenecen a importantes
emporios empresariales, defienden el mismo modelo ideológico y
económico.
¿Qué opinas de esta censura encubierta llamada corrección política?
Parece que hay que andar con mil ojos con lo que se publica porque, al
ser políticamente incorrecto, podemos estar más pendientes de esa cruz
que es el “qué dirán” y no de contar la verdad que no todo el mundo conoce.
Esa corrección se refleja en otro
mito absurdo del periodismo moderno: la equidistancia. Siguiendo el
modelo de periodismo declarativo, los periodistas recogen un testimonio y
el de la posición contraria, y así creen que informan. Es estúpido
pensar que la verdad se encuentra entre dos testimonios opuestos. El
periodista debe buscar la verdad y contarla, no limitarse a presentarnos
las diferentes versiones para que las audiencias se queden sin saber
quien miente. No se puede decir que, según lo afganos, la bomba de la
O.T.A.N. cayó en la celebración de una boda y, según la O.T.A.N., cayó
en una reunión de terroristas. El periodismo nació para que nos contaran
dónde cayó esa bomba. Pero con esa forma de actuar el periodista y el
medio queda bien con todos los grupos de poder que, en última instancia,
es lo que les preocupa.
¿Qué se te pasó por la cabeza cuando tu libro, Traficantes de información, fue vetado?
En realidad yo siempre me lo temía. Era
mi editor y gran amigo, tristemente fallecido, Manuel Fernández Cuesta,
quien estaba convencido de que no habría ningún problema porque, como
bien decía, el libro no nacía con la intención de descalificar a ningún
grupo de comunicación, sino que mostrar las miserias de todos ellos, sin
excepción. Pero algún jefecillo de las empresas accionistas quiso hacer
mérito ante sus jefes y lo paró, algo absurdo porque el libro saldría
de todas formas en otra editorial. No iban a impedir que se supiera su
contenido, simplemente algún directivo intentaba quedar bien con sus
superiores. Y, por supuesto, darme a entender que ellos son los que
mandaban.
Tu paso por un periódico regional del
grupo Vocento acabó cuando hablaste de la jubilación de un alto cargo
del B.B.V.A. que era accionista del grupo. ¿Con qué palabras te dicen
que no puedes hablar de ciertos temas?
Mi columna, que solía publicarse
puntualmente cada quince días, no aparecía, cuando hablé, creo que con
una subdirectora, me comentó el hecho de que yo trataba el tema de la
millonaria jubilación del ejecutivo del B.B.V.A. (banco accionista de
Vocento), y terminó con un lacónico, “qué te voy a contar que tú no sepas”.
¿Un periodista contestatario tiende a
estar mal visto por algunos de sus compañeros porque nos han hecho creer
que la protesta individual, aunque sea por el bien común, es algo que
hay que marginar? Intuyo que con los periodistas sucede igual. Creo que,
cuanto mejor periodista eres, peor. O al menos así lo pienso viendo los
tiempos de hoy. Entre el mercantilismo y las puñaladas entre
compañeros…
El problema es que se ha perdido esa sensación de que los problemas hay que afrontarlos de forma colectiva. Aquello de que “o nos salvamos todos o no se salva ni Dios”,
parece de otra galaxia. Ahora, las nuevas generaciones de trabajadores,
y cuanto más cualificados peor, optan por negociar y pelear de forma
individual porque creen que así pueden lograr mejores condiciones. Es
absurdo porque detrás hay cientos, miles de profesionales dispuestos a
ocupar su lugar y eso lo sabe el empresario. Solo una presión colectiva
puede conseguir mejoras laborales, siempre fue así en la historia de los
trabajadores. Cuando yo trabajaba en ABC, los periodistas negociaban
sus condiciones de forma individual, todos querían hacer méritos, se
quedaban a trabajar horas y horas después de la jornada, trabajaban los
festivos, se quedaban sin comer, no protestaban nunca… En cambio, en los
talleres, donde estaba el histórico proletariado menos cualificado,
estaban sindicados, cumplían estrictamente su horario, cobraban horas
extraordinarias y plus de festividad si iban los domingos, tenían dos
horas para comer. Allí se podían apreciar las dos formas de afrontar las
relaciones laborales por parte del trabajador.
Cuando aparecieron las famosas portadas
del Santander en la mayoría de los periódicos nacionales, muchos
compañeros de oficio defendieron esa publicidad porque era necesaria
para la supervivencia del medio. ¿Cuándo caímos en esta servidumbre? ¿En
qué momento dejamos que el periodismo cayera en manos de la condición
económica y política?
No somos los periodistas ni los ciudadanos los que dejamos
que el periodismo cayera en manos de la economía, es este modelo, donde
el dinero termina controlándolo todo. Si el dinero logra corromper a
los políticos, logra ganar las elecciones, logra impunidad judicial para
los ricos, ¿por qué no iba a dominar el periodismo? Solo recuperando un
periodismo que no tenga que sobrevivir en un marco mercantil, que
funcione con un apoyo público que busque garantizar una información
plural y veraz, podremos volver a tener medios y profesionales que no
tengan que doblegarse ante el dinero.
Hace unas semanas escuché el siguiente comentario sobre el periodismo: “Hemos pasado de una dictadura política a una peor: la del dinero”.
Si un medio de comunicación habla más de la cuenta, ¿puede perder la
inversión que tiene detrás y, de ese modo, desaparecer? Es más, ¿por eso
no se busca tanto invertir en medios de comunicación independientes?
Es absurdo pensar que un medio de
comunicación privado, cuya propiedad es de una empresa privada, de unos
accionistas privados, vaya a ser independiente. Para empezar, según las
propias leyes del mercado, un directivo empresarial tiene la obligación
de lograr el máximo beneficio para sus accionistas. Eso incluye a los
directivos de una empresa de comunicación, por lo que pondrán al
servicio de ese objetivo el medio de comunicación. No se le puede pedir a
los dueños de una empresa de lavadoras, de coches, de minas o de
petróleo otro objetivo que no sea el de rentabilidad para sus
accionistas. Solo mediante leyes se puede conseguir que esas empresas
tengan un comportamiento decente en términos medioambientales,
laborales, etc… Pues con las empresas de los medios ocurre lo mismo. Si
no hay ninguna legislación que les obligue a ser veraces, a ser
plurales, a no mentir, a contrastar sus noticias, etc…, pues se
dedicarán a conseguir beneficios sin pensar en nadas más.
Ya centrándonos en el contenido, me he
fijado en que, en cierta medida, es mejor publicar textos cortos
(reportajes, artículos o entrevistas) antes que textos largos porque,
según dicen, la gente se cansa de leer por Internet. No obstante, algo
extenso no es siempre sinónimo de calidad y viceversa. ¿Qué opinión te
merece esto y el hecho de evitar palabras rimbombantes o desconocidas
dado que pueden confundir al lector?
Es importante saber de qué soporte
hablamos. El papel quiso apuntarse al periodismo inmediato, breve,
urgente, frívolo y espectacular y cavó su tumba, porque eso siempre lo
hace mejor internet o la televisión. Dicho esto, en mi opinión, la
opción para el papel es un periodismo analítico, que interprete el
mundo, que lo explique. Sin prisas y con una cierta extensión. Quizás
haya que perder la periodicidad diaria. Mi libro La prensa ha muerto: ¡viva la prensa!
intenta repasar algunas experiencias que han logrado desarrollar esa
vía. Por supuesto, como bien dices, extensión gratuita y vocabulario
rebuscado no mejora el periodismo. El criterio de lo breve y lo conciso,
siempre será un valor. Lo grave es cuando eso se convierte en una losa
que impide profundizar en el contenido o lograr la belleza en la forma.
¿Ése es uno de los motivos por los que
la fuente de una noticia –a veces, como se ha dado el caso, hasta su
veracidad- llega a ser una red social como Twitter?
Si se quiere brevedad, urgencia, y que la
información no cueste dinero conseguirla, las redes es el lugar
perfecto. Si además no se tiene interés en contrastar la noticias y
después no pasa nada si era falsa, pues ya tenemos garantizado el caos.
Históricamente se decía que el rumor no era noticia, hoy termina siendo
noticia hasta lo que el periodista lee en Twitter. Y eso que antes el
rumor tenía una cierta fuente y se sabía de dónde salía, y hoy el autor
de la noticia de una red social ni se sabe quién es ni dónde está.
A fin de cuentas, ¿se está buscando degradar el periodismo para que sea una herramienta fácil de controlar?
Fácil de controlar ya lo es gracias al
dinero. Lo que se está degradando es la mente de los consumidores de
información que, cada vez más, se está precipitando hacia lo simple y lo
superficial. Ya no leemos reportajes o vemos documentales elaborados,
surfeamos por la red, por la superficie siempre. Como dijo El Roto,
gracias a internet me entero al momento y me olvido al instante.
¿Dónde queda el código deontológico en
los grandes medios de comunicación? ¿Se ha traspapelado,
convenientemente, entre billetes y contratos de publicidad? Ello me
recuerda a una viñeta en la que aparece un señor preguntándole a otro
dónde estaba su título de periodista. Éste, para responderle, le
señalaba un billete cien dólares enmarcado en la pared.
Los códigos deontológicos son un cuento
chino para que los poderes públicos, los ciudadanos, no elaboremos un
marco legal que nos garantice una información veraz, plural y
democrática. Los abogados, los médicos o los arquitectos no hacen su
trabajo conforme a un código deontológico, si los enfermos se mueren por
imprudencia o los puentes se caen por mal diseño, la ley interviene
contra los responsables. ¿Por qué, en cambio, quieren seguir
colocándonos mala y falsa información sin que nadie pueda pedir
responsabilidades?
No hay comentarios:
Publicar un comentario