lunes, 25 de mayo de 2015

Síntesis cronológica: El viaje de Fidel a los Estados Unidos

Fidel Castro en Washington.
Fidel Castro en Washington.
Tomado de Cuba La Historia Bien Contada
Por Dr. Eugenio Suárez Pérez y Ms. Acela Caner Román.

Durante la segunda quincena de abril y los ocho primeros días de mayo de 1959, el Comandante en Jefe Fidel Castro viaja a Estados Unidos y Canadá encabezando una comitiva. Sin embargo, en los días finales de abril es invitado a participar en una conferencia en Buenos Aires, Argentina, y en su itinerario hacia este país se detiene en algunos otros. La cronología concluye el 30 de abril, y en la edición de mayo continuará hasta su regreso a La Habana, el 8 de mayo.

Miércoles 15 de abril

En horas de la tarde del 15 de abril de 1959, Fidel Castro arriba al aeropuerto de Ciudad Libertad. Antes de subir al avión, enbrevísima alocución, Fidel advierte que su viaje es una continuación de la Operación Verdad, para defender a la Revolución contra todas las calumnias y que viaja también como una cuestión de cortesía, ya que fue invitado inicialmente por la Asociación de Editores de Periódicos de los Estados Unidos.

Amigos, simpatizantes y adversarios se dan cita en el aeropuerto de Washington donde la nave aérea aterriza cerca de las 9 de la noche. En la comisión de recepción figuran el secretario auxiliar de Estado, Roy R. Rubottom, y el jefe del protocolo, Wiley Buchanan. Por la parte cubana están los embajadores Ernesto Dihigo, Manuel Bisbé, Raúl Roa y Enrique Pérez Cisneros. Más de ochenta periodistas aguardan a Fidel. A las 9:07 la escalerilla automática se aproxima al avión. Cuando se abre la portezuela metálica y aparece el primer ministro,estalla la ovación.

Fidel Castro estrecha la mano de Rubottom y otros funcionarios. Abraza a los diplomáticos cubanos y luego levanta el brazo para saludar a cuantos le rodean. Por encima de centenares de cabezas los padres levantan a sus hijos para que puedan ver al héroe.

Fidel tuvo la oportunidad de estrechar las manos a una buena parte de emocionada multitud que desde hacía varias horas le esperaba en el aeropuerto cuando, burlando la protección del FBI y de los agentes de seguridad americanos, se acercó a la barrera que lo separaba del público.

Una multitud de simpatizantes acompaña a Fidel Castro con cariño y respeto. Sin embargo, durante el recibimiento y en otros momentos de la estancia del líder cubano en los Estados Unidos, algunas personas vociferan contra Fidel y enarbolan carteles con textos anticomunistas. Meses después, cuando el traidor Rafael del Pino es capturado en Cuba tratando de trasladar criminales de guerra hacia Miami, en una entrevista, el mercenario revela que pagó quince pesos por día a cada uno de ellos.

La comitiva cubana llega a la embajada cubana donde se repiten, en menor escala, las escenas del aeropuerto.

Fidel, al ver ese grupo de personas congregadas frente al edificio, se dirige rectamente a la puerta y la abre. Antes de que la escolta se percate de sus intenciones está cruzando la calle. Le rodean, unos le llaman “Fidel”, otros “señor Castro”. Es una plática bilingüe. Se habla en dos idiomas, pero en un solo lenguaje de amistad y de pueblo.

Alguien en la intimidad de la casona cubana, con temores inexplicables por el desenfado de Fidel pretendió leerle la cartilla protocolar. Molesto, replicó indignado a quienes objetaban su propósito de cruzar la calle a saludar la muchachada esperanzada en verle:

–¡Basta ya de protocolos!… De lo que puedo y no puedo hacer. Va a resultar que el desembarco en Estados Unidos es más difícil que el desembarco en el Granma. Y para ese, más importante, no tuve en cuenta formulismo alguno.

Vista su disposición a extender su mano a la gente de la calle, un tal Mr. Houghton, identificado en los programas de recepción como secretario de Prensa, sugirió:

–Es mejor que salga al balcón.

Fidel replicó:

–No soy hombre de balcones.

Jueves 16 abril

En horas de la mañana del jueves 16 abril, Fidel parece levemente irritado. Algunas informaciones locales han destacado exageradamente el turbio episodio de los “piquetes” hostiles. Otros, con irresponsable ligereza, le sitúan en trance de pretender empréstitos. Pero, Fidel le aclara a un reportero que ellos están acostumbrados a ver a representantes de otros gobiernos venir aquí a pedir dinero, y él no vino a eso. “Vine únicamente a tratar de llegar a un mejor entendimiento con el pueblo norteamericano. Necesitamos mejores relaciones entre Cuba y los Estados Unidos”.

Cuando sale la caravana en la que viaja, el público desborda calles y aceras. Al paso del líder de la Revolución cubana brotan aplausos y vítores.

En el hotel Statler Hilton le está esperando Christian Herter, quien se adelanta para recibirlo. En solo unas horas, el norteamericano será el nuevo secretario de Estado, en sustitución del titular del cargo, Foster Dulles, quien se halla muy enfermo.

La conversación entre ambos no se prolonga mucho. Herter se pone de pie, cediendo el paso a Fidel para encaminarse al comedor inmediato donde les espera el almuerzo. Al momento de los brindis el secretario de Estado levanta su copa:

–Señor primer ministro: somos muy felices en extenderle una bienvenida y mediante usted enviar un saludo al pueblo de Cuba. La amistad entre Cuba y los Estados Unidos es tradicional en ambos países. Más que eso, forma parte de la historia mutua.

–Nuestros pueblos han cooperado en el establecimiento y mantenimiento en el hemisferio de una fortaleza inexpugnable de independencia con orden y libertad con ley. Se unen, igualmente, en la defensa de la integridad en el mundo libre.

Fidel Castro apoya la barba en las manos entrecruzadas y le mira atentamente.

Tras el brindis, Fidel inclina la cabeza en un gesto de agradecimiento y responde al secretario de Estado. Su inglés no es, precisamente, el de Oxford, pero brota claro y sin titubeos.

–Señor secretario de Estado y miembros del gobierno: es grato para mí expresarles mi más sincero agradecimiento por esta invitación que me han extendido… Nosotros también amamos la libertad. Luchamos por ella, por los derechos humanos y por la democracia que hoy reina en nuestro país.

–Nuestra lucha, que costó miles de vidas, está llena de bellos episodios y sacrificios extraordinarios que esperamos que algún día los Estados Unidos podrán reconocer plenamente.

–Yo también ofrezco un brindis por el pueblo de los Estados Unidos.

Una anécdota ocurrida durante el almuerzo ofrecido por el secretario interino de Estado a la delegación cubana, evidencia la sagacidad y sentido del humor con los que Fidel responde a las provocaciones y equívocos.

Las sillas se corren y empieza la despedida de ritual. Junto a la puerta recién abierta, William Wieland, director de la oficina de asuntos del Caribe en el Departamento de Estado, protagoniza una anécdota que pone colofón armonioso al almuerzo:

–Doctor Castro, yo soy la persona que maneja las cosas de Cuba.

–Perdóneme, pero quien maneja las cosas de Cuba soy yo.

Y la incidencia culmina en una sonrisa.

Después del almuerzo con Herter, Fidel se dirige a la sede de la embajada de Cuba en Washington. Una vez allí, vuelve a reunirse con la prensa.

Uno de los periodistas se refiere a la presencia de un grupo de provocadores frente a la embajada.

–Estoy loco por ver un piquete, exclama Fidel, pero no lo he visto.

Al atardecer, Fidel se deja llevar por sus impulsos. Inesperadamente abandona el edificio de la embajada seguido de unos pocos miembros de su séquito. Antes de que haya avanzado mucho en dirección a un parquecito cercano ya se le suma una entusiasta escolta popular.

Junto a la acera departe con un grupo de estudiantes que viajan en un ómnibus. Toma en sus brazos a una preciosa criatura de dieciséis meses. Un grupo de alumnas de la Clayton High School reclama a Fidel. Las muchachas, entre tímidas y sonrientes, le tienden sus cuadernos de autógrafos. Una, más audaz, formula una pregunta:

–Señor Castro, su gobierno, ¿puede considerarse capitalista o comunista?
La rápida respuesta:

–Ni comunismo, ni capitalismo, sino cubanismo…

Pocas cosas molestan más a Fidel que andar escoltado. Satisfecho con el almuerzo, planteó a dos periodistas cubanos:

–Ténganme preparado un carro en la puerta, que vamos a fugarnos para irnos a las tiendas y después a comer comida china.

La partida subrepticia se dilató considerablemente. Atraídos por su presencia en Washington, una veintena de colegiales de St. Louis invadió la mansión cubana para ver a Fidel. Adolescentes todos, tartamudeaban los muchachos y temblaban las muchachas. Todos querían tener recuerdos de aquella reunión inesperada.

La proyectada salida por sorpresa se aplaza indefinidamente, hasta que Fidel dirigiéndose a la puerta dice:

– ¡Me voy!

Los jóvenes le siguen en medio de la preocupación de la seguridad. Como todos no pueden ir en el automóvil, Fidel decide ceder su viaje a las tiendas por un paseo a pie: hay confusión y temores en el momento de partir.
–A pie no puede ser, Mr. Castro –plantea un agente federal.

–No podrá ser, pero estoy pudiendo –replicó Fidel saliendo hacia la calle.

La Sociedad Norteamericana de Editores de Diarios quiere fijar el tiempo que debe durar el discurso que pronunciará el primer ministro cubano el 17 de abril a las 2:30 p.m. Fidel soltó una carcajada y contestó: “No se puede decir mucho en 30 minutos, pero si me prohíben hablar más largo, cumpliré, por supuesto, ya que soy su huésped”.

Se le preguntó si tenía preparado el texto de su discurso y replicó:

“Creo que mis discursos deben decir lo que está en mi corazón y en mi cabeza. Soy sincero y espontáneo y hablo mejor sin el frío de un texto preparado. No, no tendré discurso escrito. Nunca escribo mis discursos”. Además, precisó que:  “Lo que Cuba busca en los Estados Unidos más bien que dinero o favores, es mejores relaciones comerciales, una oportunidad de vender más sus productos en este país”, dijo el primer ministro.

Viernes 17 de abril

Al programa de actividades del 17 de abril se incorpora la invitación para un encuentro con la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado de los Estados Unidos.

La caravana parte de la embajada a las 10:34 a.m. hacia las oficinas de la Comisión de Relaciones Exteriores. Allí le aguardan los senadores Sparkman, Kefauver, Mansfield, Long, Wiley, Aiken, Bennet, Smathers, Langer y el representante James Fulton. Más tarde penetran en el salón otros legisladores de ambas cámaras. La reunión es privada y los periodistas quedan en los pasillos haciendo conjeturas.

La entrevista se prolonga durante hora y media. Fidel habla, responde, discute. Hay un diálogo vivaz con Smathers. El experimentado parlamentario finaliza riendo.

–Usted es un gran polemista y tan brillante como orador que debía estar en el Senado.

Fidel se quejó de las labores clandestinas de los criminales de guerra en La Florida. Smathers pensó que podría atajarle:

–Estados Unidos resultó ser su más importante abastecedor de armas.

–Está usted equivocado, senador, el Ejército Rebelde consiguió el principal pertrecho quitándoselo a los soldados de Batista.

Fidel abandona el Capitolio y se dirige al hotel Statler Hilton, para sostener  el encuentro programado con los directores de periódicos. Al llegar al hotel se encuentra con tres piquetes que le aguardan: dos de exiliados dominicanos con saludos a Fidel y a la Revolución y el  tercero, es un exiguo, grupo de mercenarios pagados  por Rafael del Pino.

En el almuerzo organizado por la Sociedad de Directores de Periódicos, el número de comensales pasa del millar, cifra récord en las convenciones anuales de esa institución. Cuando termina el banquete, se realiza un breve receso para acondicionar el salón.

A las 2:15 el presidente de la Sociedad hace la presentación oficial de Fidel.

Algunos periodistas se ajustan los auriculares en espera de la traducción simultánea., pero Fidel hace una aclaración:

“Este discurso yo lo pensaba decir en español, comienza, porque quería hablar claramente… Pero no pude acostumbrarme a la idea de que les iba a hablar y que no me iban a comprender directamente.”

Hay un silencio absoluto, mientras en lengua inglesa Fidel se dirige a todos. Lo hace con lentitud, a media voz, en tono de charla. Luego de referirse al curso de la invitación, sus vacilaciones iniciales, expone que se decidió porque es necesario disipar el clima de confusiones creado alrededor de la Revolución Cubana.

El discurso transita a lo largo de la dramática historia de Cuba, de su pueblo engañado y de la justicia burlada. Junto al recuento político, el análisis de la trayectoria económica.

Antes de concluir su intervención, Fidel invita a los norteamericanos para que visiten  Cuba y disfruten de sus playas, de su sol, de sus bellezas y, sobre todo, para estrechar afectos y relaciones de pueblo a pueblo. Y termina exclamando:

–Y ahora voy a contestar todas las preguntas. Pueden preguntarme lo que quieran y yo les contestaré.

El reto, de sus palabras resulta insólito en un conductor político.

Terminada la sesión de preguntas y respuestas, el presidente de los editores da las gracias a Fidel y expresa el sentir de los periodistas norteamericanos:

–Queremos darle las gracias a Fidel Castro por habernos hablado en un idioma que no es el suyo. Esta ha sido una tarea más ardua de lo que se pueda pensar y él la ha realizado con una generosidad sin límites. Muchas gracias, señor Castro. Creo que ahora nos comprendemos mejor.

Fidel dejó el salón bajo una tormenta de aplausos y de murmuraciones favorables. Por la tarde, los cintillos y editoriales así lo decían:

–Es que hay algo mágico en los ojos carmelitas de ese hombre –enfatizaba Ed Koterba en el Daily News– que no se puede menos que sentir confianza en lo que dice.

La trascendencia de su presencia ante el cónclave de editores, quizás nadie la interpretó mejor que su presidente, George W. Healy, al presentar al vicepresidente Richard Nixon la noche después:

–Debe usted sentirse satisfecho, pues su presencia logra reunir una concurrencia casi tan nutrida como la que escuchó ayer al doctor Fidel Castro.
El día terminó con una recepción en la embajada.

Sábado 18 de abril

Transcurre el tercer día de la estancia de Fidel Castro en los Estados Unidos. La agenda para el sábado 18 registra, como única actividad formal, una recepción al cuerpo diplomático.

La mañana y las primeras horas de la tarde transcurren en conferencias con los asesores económicos que lo acompañan. Se anuncia que la embajada cubana está cerrada. Los grupos se dispersan, pero hay dos partidarios de Fidel que se resignan a retirarse sin saludar a su héroe. Son dos niños, Jack y Jeff Castro, de cinco y nueve años, respectivamente. Visten de uniforme verde olivo del Ejército Rebelde con grados militares en las mangas.

A la derecha de la camisa, sobre el bolsillo, lucen en letras grandes el apellido Castro. El padre, Manuel Castro, californiano de origen mexicano, es miembro de la fuerza aérea norteamericana. Sentados al borde de la acera aguardan pacientemente. No quieren marcharse sin ver a Fidel.

La solicitud llega a oídos del primer ministro cubano. Fidel los recibe.  Cuando se marchan, en entrevista para la UPIdicen “Vimos a Castro… Vimos a Castro”.

Los invitados que acuden a la recepción que ofrece la embajada de Cuba, visten trajes oscuros o uniformes de gala, según requieren las normas de protocolo. Fidel estrena un uniforme distinto. Es un traje de gala, sin medallas ni cintas, camisa blanca y corbata.

Por primera vez en tres años y medio, Fidel vestía de saco y se ajustaba el cuello con una corbata. La presencia de Fidel en atuendo formal motivó admiración colectiva, pero solo media docena de personas allegadas conocían de los esfuerzos de tres días para convencerle.

A regañadientes, Fidel había aceptado que se incluyera un uniforme de gala en su ropero de viaje. Pero no pensó usarlo, cuando partió de La Habana.

–Parezco demasiado artificial, replicó visiblemente molesto al contemplarse en el espejo.

Antes de probarse el traje, Fidel objetó la botonadura dorada y la dureza del cuello almidonado. Insistía además, en que resultaba demasiado ostentoso. Al fin decidió vestirse con saco y corbata, pero nadie pudo convencerle de despojarse de sus botines de guerrero por los charolados zapatos de estadista.

Cuando los invitados se retiran y se apagan las luces en la sede cubana, sucede algo inesperado. Un grupo se desliza furtivamente de la embajada burlando a los agentes de seguridad. Lo componen seis personas: Fidel, Celia Sánchez, el capitán Ramón Valle, el teniente Ángel Saavedra y dos barbudos de la escolta.

Pasada la medianoche penetran en un restaurante. Los clientes les rodean. Muchos son  jóvenes universitarios con quienes charla largamente. La noticia se extiende por el barrio y a pesar de la hora el vecindario afluye al establecimiento.

Desde allí se trasmite un programa conducido por el locutor Steve Allison, de la estación WWDC. El animador obtiene una entrevista de Fidel.

A las tres de la mañana están de regreso a la embajada, pero varias parejas que retornan de una fiesta, reconocen a Fidel y se improvisa otra reunión en plena acera.

Domingo 19 de abril 

Fidel se levanta temprano el domingo 19 de abril, y se dispone para un día de mucho ajetreo. La mañana y parte del mediodía está dedicada a visitar Mount Vermont, el Lincoln Memorial y el Jefferson Memorial. Fidel recorre la casa de George Washington y pone una corona en  su tumba. En el monumento a Lincoln coloca otra ofrenda floral y  departe con el público que lo sigue a todas partes.

A las seis de la tarde, Fidel es entrevistado en el conocido programa de televisión Meet the Press, de la NBC.Las pantallas registran, en close up a los integrantes del panel. Son rostros que  traslucen hostilidad.

La presentación anticipa una tónica beligerante. Según el moderador Brooks, el gobierno de Cuba afronta problemas de toda índole. Fidel le interrumpe serenamente:

–Quisiera decir algo. Dice usted que nuestros problemas internos y externos se han multiplicado, pero no es así. Hace solo tres meses que terminó la guerra. Si tuviésemos dificultades yo no estaría aquí.

El periodista Harvers inicia el interrogatorio. Habla agresivamente, más en tono de fiscal que de reportero.

–Doctor Castro, un periodista norteamericano publicó un editorial que decía que el doctor Castro odia a los Estados Unidos. ¿Es eso cierto?

–¡Cómo voy a odiar al pueblo de Estados Unidos! No odio a nadie, ni a mis enemigos.

Persiste el acoso. Mientras más inquisitorial se muestra Harvers, más sereno y paciente está Fidel. A veces parece que dicta una lección a un alumno torpe de entendederas.

–¿En qué lugar se pondría usted en caso de un conflicto?

–Lo mismo que las democracias. La democracia es mi ideal. Pero mucha gente llama democracia a cosas que no lo son. La democracia tiene distintos aspectos; algunos de los que usan la palabra democracia no la practican.

Continúan las preguntas y todas son respondidas por Fidel con extremada paciencia:

–¿Qué derechos tiene usted para decirles a otros países latinoamericanos qué tipo de gobierno deben tener? Pregunta uno de ellos.

Fidel, imperturbable, responde:

–¿Derecho? El derecho de hablar. De la misma manera que los Estados Unidos hablan de democracia yo también hablo de democracia, porque creo en la democracia y considero que no es justo que algunos países tengan gobiernos tiránicos, como Santo Domingo, por ejemplo. Eso es un ideal. No es una intervención. Yo estoy contra todo tipo de intervención en los asuntos internos de cualquier país, porque nosotros, los pueblos latinoamericanos, hace muchos años que estamos luchando por el principio de no intervención.

En esencia, los tres periodistas del panel abordan solo dos cuestiones: comunismo y elecciones. Quedan sin tratar muchos temas que hubiera sido conveniente que Fidel le esclareciera al pueblo norteamericano.

De la entrevista televisada por la NBC, el primer ministro cubano parte hacia el Capitolio para reunirse con Richard Nixon, vicepresidente de los Estados Unidos. En el programa oficial cubano, se prevén solo quince minutos para la visita.

Fidel penetra en el lujoso salón de recepción del vicepresidente a las seis y cincuenta y nueve minutos de la tarde; un minuto después se halla con Nixon en su despacho oficial. A las nueve y veinte de la noche reaparecen ambos, sonrientes, para saludar a los periodistas, fotógrafos y camarógrafos de televisión y noticieros cinematográficos.

Los detalles de la plática no se revelan. A la salida de las oficinas vicepresidenciales ambos eluden hacer pronunciamientos.

Muchos años después, en La Habana, Fidel narró sobre de ese encuentro:

“El presidente de Estados Unidos no se dignó ni siquiera a invitarme a tomar un café, porque yo no era digno de tomarme un café con él. Me mandaron a Nixon. No es que me deshonrara que me enviaran a Nixon, que era vicepresidente. Me recibe en el Capitolio en un despacho, conversa conmigo y me deja hablar. Nixon me escucha y me escucha, no dice nada, no hace ningún comentario; pero cuando termina la entrevista conmigo es conocido que le envía un memorando a Eisenhower diciendo: Castro es comunista y hay que derrocar al Gobierno Revolucionario”.

Lunes 20 de abril

El 20 de abril de 1959, Fidel visita el Club Nacional de Prensa, donde está previsto que pronuncie un discurso. Habla acerca de algunas cuestiones que no pudo abordar en el programa Meet the Press y expresa:

“Quiero aprovechar esta ocasión, si me lo permiten, para dirigirme a la opinión pública de manera que me entienda mejor…”. Refiere  había visitado el Lincoln Memorial y allí había leído una declaración de la Constitución de los Estados Unidos, en el sentido de que “todos los hombres tenían derechos propios, el derecho a la libertad, a la vida…”. “Quiero preguntarles –añadió– ¿qué harían ustedes con aquellos que han abolido esos derechos? ¿Qué hacer con los que han abolido esos derechos?”.

Después de la reunión en el National Press Club, a las cuatro de la tarde, Fidel Castro y su delegación parten  en tren para Princenton, Nueva Jersey.

Es el sexto día de incesante trajín. La mayoría de la delegación se desploma en los mullidos asientos. El líder revolucionario, en cambio, se pasea por el pasillo del vagón. Fidel viaja a Princenton invitado por el famoso centro universitario de esa ciudad. El instructor de un colegio universitario es quien invitó al primer ministro de Cuba para que visitara esta ciudad universitaria. Se trata de Roland T. Ely, de 35 años, considerado como una autoridad en asuntos latinoamericanos en la vecina Rutgers University.

Fidel pasa una noche en la residencia de Ely, en Constitution Drive. Los miembros de su séquito se alojan en otras casas de la ciudad. Y otros en Morvan, residencia oficial del gobernador de Nueva Jersey.

Martes 21 de abril

En la Ciudad Universitaria de Princenton, Fidel dicta una conferencia sobre civilización americana en el curso especial dirigido por el profesor Robert Palmer. Cuando concluye, gritos entusiastas llenan el recinto. Seguidamente, el primer ministro se traslada a la residencia del gobernador de Nueva Jersey para otra conferencia de prensa. El cuestionario gira en el mismo círculo vicioso de siempre: justicia revolucionaria, comunismo y elecciones. Fidel, con creciente dominio del idioma, es exhaustivo en el análisis de los tres puntos.
Luego, la delegación regresa en tren. Le espera Nueva York. La policía tiende barricadas alrededor de la estación de Pennsylvania. El recibimiento se perfila con características multitudinarias. La colonia hispanoamericana se vuelca en la zona aledaña a la terminal ferroviaria. Por doquier asoman banderas cubanas y dominicanas.

Afuera aguardan a Fidel más de veinte mil personas, estacionadas a lo largo del trayecto hasta el Statler Hilton. De pronto, Fidel se dirige en dirección al público. Pero un agente lo intercepta.

Please, doctor Castro.

I want to see the people. [Quiero ver al pueblo]

Se cuenta que es la primera vez que se produce semejante acontecimiento en la historia del Statler Hilton, habituado a recibir personajes ilustres.

Poco después de las dos de la tarde, el primer ministro abandona el hotel para cumplir su cita con la Universidad de Columbia.

En el Seminario Tannembaum, de la Universidad de Columbia, Fidel Castro da una conferencia y se somete a las preguntas de estudiantes de periodismo.

La agenda de trabajo continúa con una rueda de prensa y una mesa redonda para los alumnos de la Escuela de Periodismo. Fidel acepta todo tipo de preguntas.

–Estudien bien el español, recomienda a los muchachos, así, si van a Cuba y tienen que hablar como yo, no encontrarán dificultades.

En Nueva York, el diálogo de Fidel con la opinión pública norteamericana continúa desde el hotel Statler Hilton.

Por la noche cambia el escenario. Fidel es el orador principal en la reunión celebrada por la Asociación Femenina de Abogados de Nueva York.

Miércoles 22 de abril

El miércoles 22 de abril está programada la presencia de Fidel Castro en la sede de la Organización de Naciones Unidas. Pero antes, muy temprano en la mañana, Fidel sostiene un encuentro con la prensa cubana que cubre su visita a los Estados Unidos.

Los periodistas están quejosos por la estrecha y áspera vigilancia policíaca y las molestias que de las mismas se derivaron. “Figúrense —dice Fidel—, que el primero que está molesto con esa estrecha vigilancia soy yo. Ya ni puedo saludar a mis amigos. Me revisan hasta la lechuga que me como”. Añadiendo comprensivo: “Pero comprendo que si yo tengo el derecho de hacer conmigo lo que quiera, ellos tienen el deber de cuidarme. No por mí, sino por lo que significaría una agresión o un accidente cualquiera”.

Luego se dirige al diario La Prensa. A las 8:30 entró en la sala de redacción. En una breve alocución en español a los radioyentes, Fidel les invita a que acudan el viernes al acto del Parque Central. Poco después del mediodía, parte hacia las Naciones Unidas. A la entrada de dicha sede le reciben el embajador cubano Manuel Bisbé, el belga Pierre de Muelemeeter, jefe del protocolo y Roberto Huertematte, de Panamá, comisionado de ayuda pública. Del otro lado de la avenida brotan las aclamaciones. Fidel sostiene una breve y cordial entrevista con el secretario general, DagHammarskjöld.

En el salón indonesio, los corresponsales diplomáticos le ofrecen un almuerzo. Tras el breve discurso se inicia el interrogatorio de rigor. Las preguntas, a tono con el escenario, exhiben contornos de preocupación internacional.
—¿Se distanciará Cuba del bloque latinoamericano en la ONU?

Y, rápidamente, Fidel responde:

—Aquí, en esta casa de las Naciones Unidas, donde se aboga por la libertad de expresión y de opiniones no me parece adecuada la pregunta… Sin embargo, he dicho que mantendré los compromisos internacionales, pero sin sacrificar nuestra libertad de opinión. En Cuba, tenemos libertad e independencia. Las Naciones Unidas no se fundaron para bloques, sino para defender los derechos humanos…

Antes de abandonar el recinto, Fidel hace un llamamiento a todos los países para que ayuden a los damnificados por las inundaciones que está sufriendo la República Oriental del Uruguay. Habla en privado con Enrique Rodríguez, delegado de ese país ante la ONU, quien luego expresa a los periodistas que Fidel le prometió la ayuda de Cuba.

En horas de la tarde del 22 de abril, Fidel sostiene otro encuentro con los periodistas cubanos.

Jueves 23 de abril

La tercera jornada en Nueva York comienza con el anuncio del descubrimiento de un complot para atentar contra la vida de Fidel. Según la policía, cinco pandilleros se dirigen hacia la Babel de Hierro procedentes de Filadelfia con esa encomienda. La policía neoyorquina es puesta en estado de alerta. El truculento aviso hace reír a Fidel.

El alcalde Robert Wagner y su esposa le esperan a la entrada principal del edificio de la municipalidad. Cuando se estrechan las manos, la mirada del alcalde de New York se posa en un bolsillo de la camisa de Fidel, donde asoman tentadores tres tabacos. Fidel le ofrece uno.

—¡Oh! Thankyou, Castro. [Gracias, Castro].

Wagner pronuncia un breve discurso.

En el intenso programa de la delegación cubana para el 23 de abril está previsto un almuerzo que OverseasPress Club ofrece a Fidel en el hotel Astor, situado en el corazón de Broadway. La organización agrupa a periodistas que han sido o son corresponsales de ultramar.

Entre los asistentes al almuerzo está Herbert Matthews, el corresponsal de The New York Times que, en 1957, le hiciera una histórica entrevista a Fidel en la Sierra Maestra.Más de dos mil comensales —número sin precedentes en la historia del OverseasPress Club—, ocupan las mesas instaladas en el salón en forma de herradura.

—Este es el acto más grandioso efectuado por el Overseas en sus veinte años de existencia —declara su timonel, Thomas Whitney—. El doctor Castro no solo tiene un nuevo estilo, con su barba y su atavío, que está poniéndose de moda, sino que posee un método personal para hablar y para todo lo que hace. Aparte de esas características de su personalidad, está dando a la América Latina una nueva orientación que logrará su cabal realización si afirma en su país el régimen representativo democrático que ha prometido.
Fidel recibe la llave simbólica de la ciudad. Luego, en inglés pronuncia su discurso.

—Creo que estoy inventando un nuevo inglés…

Al cesar las risas, expresa:

—A pesar de esa limitación, hablaré en lo que sé del idioma de ustedes, porque cuando alguien cree en su verdad, en sus ideas y no teme por su conducta, ni existen contradicciones en él ni nada que ocultar, no hay dificultades con la opinión pública. Yo hablo aquí con el pueblo y con la prensa como lo hago en Cuba.

—El único mérito mío es que creo en el pueblo, que es leal con quien le es leal, y ama a quien le ama. Como dijo Lincoln: “Uno puede engañar a parte del pueblo todo el tiempo, y a veces a todo el pueblo, pero no se puede engañar a todo el pueblo todo el tiempo”.

Del hotel Astor sale Fidel para visitar el Empire State. A la entrada del edificio del varios millares de personas que esperaban tras las barreras levantadas por la policía, aclamaron al primer ministro cubano. Cuando sale del automóvil es saludado por Henry Crown, jefe de la empresa dueña del edificio. A petición de los fotógrafos, Fidel cargó a la niña Julia Mathias, de cinco años de edad, hija de Anthony y PaulineMathias.

Después de varios minutos en la terraza del piso 86, Fidel y su comitiva pasaron al salón de recepciones, donde Crown le entregó una reproducción del edificio fundida en metal. Luego firma el libro de visita y escribe: “Como recuerdo y suvenir de nuestra visita al imponente e inolvidable EmpireState donde fuimos recibidos por el propietario con toda clase de bondades, con nuestra gratitud para Mr. Henry Crown, firmo este libro en nombre de todos los cubanos”.

Más tarde, el Comandante en Jefe sale del hotel acompañado solamente por Raúl Roa, embajador de Cuba ante la OEA, para concurrir a una reunión del Consejo de Relaciones Exteriores. Por la noche Fidel permanece en su suite. A primera hora recibe a un grupo de bellas jóvenes norteamericanas que vienen a invitarlo a un certamen auspiciado por el Club Fotográfico de Nueva York. El requerimiento es, naturalmente, un amable pretexto para poder acercarse a Fidel. Este comparte su atención con las visitantes y con un ejemplar de Bohemia que acaban de entregarle. Korda hace funcionar su cámara.

Más tarde se entrevista con Bobby Maduro, quien le impone de la crisis económica que viene sufriendo el equipo beisbolero de los Cuban Sugar Kings. Fidel conviene en lo que el team representa como propaganda para el azúcar y como atracción turística. Las soluciones definitivas se aplazan hasta su regreso a La Habana.Sin embargo, antes de terminar su conversación con Bobby Maduro, Fidel le entrega una pequeña nota escrita de su puño y letra, dirigida a Alberto Fernández, presidente del Instituto Cubano de Estabilización del Azúcar, donde le agradece dar toda la cooperación posible a los Cuban Sugar Kings que no deben irse de Cuba.

Fidel continúa trabajando hasta las 2:45 de la madrugada, asistido de sus colaboradores más cercanos. Se ha comprometido a concurrir a la Conferencia Económica del Río de la Plata, donde todos los países de América estarán representados y que se conoce con el nombre de Proyecto de los 21.Por esta razón Fidel permanecerá menos tiempo de lo proyectado en Canadá, limitándose a una visita de un día a Montreal.

Bobby Maduro regresa inmediatamente a La Habana y en conferencia de prensa habla de sus impresiones sobre el encuentro con Fidel.

[…] Yo quiero que ustedes comprendan lo que para el deporte significa que Fidel Castro, en medio de todos los compromisos y de tantísimos asuntos de importancia que tiene en su mente, haga un alto durante la estancia en New York para tratar con tanto cariño el problema de los Cubans…

Calla nada más que un instante y prosigue con efusión torrencial:

—Una de las emociones más fuertes de mi vida la experimenté cuando recién llegado a New York me dijeron que en el discurso pronunciado en el edificio de las Naciones Unidas, Fidel se había referido al base-ball cubano… Cinco minutos después de encontrarme en el hotel subí al piso 17 donde Fidel estaba hospedado. Salía en ese momento para asistir a un acto oficial, y apenas tuvo tiempo para decirme: “Me alegro que haya venido, Bobby. Esta noche a las 8:30 hablaré con usted y creo que podrá regresar tranquilo a Cuba”.

—Por la noche volví y había muchísimas personas haciendo antesala en el apartamento de Fidel en el piso 17. Así transcurrieron cerca de dos horas. Por fin salió uno de los acompañantes de Fidel para pedir excusas: “Señores —dijo— el doctor Castro hoy no recibirá más visitas. Me ha encargado que le diga a Bobby Maduro que no se vaya”.

El presidente de los Cubans no oculta un gesto de orgullo al llegar a esta parte de la entrevista.

—Fidel —reanuda la charla— me habló del base-ball cubano en términos generales. Se preocupó también de las perspectivas de los campeonatos de invierno. Pasó entonces algo curioso: en el viaje a New York me acompañó Ramirito Martínez, secretario viajero de los Cubans, quien llevó un álbum lleno de recortes de periódicos y una colección infinita de notas y de asuntos relacionados con nuestra organización. Pretendió enseñarle a Fidel todos esos documentos, pero el premier lo interrumpió con una sonrisa: “Tú no has venido a enseñarme aritmética —le dijo—. Lo que tenemos que hacer es resolver los problema”.

— […] sin pensar el significado exacto de las palabras, le exterioricé la sospecha de que me costaría trabajo volver a verle con igual facilidad cuando regrese a Cuba. Se quedó muy serio y expresó en tono de reproche: “Ni en New York, ni en Cuba, ni en ninguna parte yo eludo las responsabilidades”.

Se abrió entonces una pausa larga.

—Fidel Castro —elogió Bobby Maduro— tiene interés en que los alumnos de las escuelas y los niños de todas las zonas del pueblo sean invitados a los juegos de pelota. Y tiene también interés, apuntado en repetidas ocasiones durante la audiencia, en que el equipo de los Cubans tenga en su elenco el mayor número posible de atletas nativos.

Viernes 24 de abril

A las 9:35 de la mañana del viernes 24 abril Fidel Castro se asoma a la entrada principal del hotel. Del otro lado de la calle lo saludan centenares de personas que montan guardia, renovándose periódicamente. Fidel está invitado para inaugurar las operaciones del día en la Bolsa de Café y Azúcar, cuya sede se encuentra en la calle Pine, distrito financiero de Wall Street.
El presidente de la Bolsa le da la bienvenida.

—Nosotros apreciamos el tremendo papel que Cuba desempeña en el mundo azucarero…

Le rodean corredores, gentes de negocios, seguramente algunos especuladores. Se les ve atentos a cualquier palabra que pueda emitir el primer ministro. Una decisión suya, un simple anuncio puede conmover el mercado azucarero mundial. […]

—Aquí se vende —expresa— la parte más importante, casi todo el azúcar de nuestro país. Nuestro gobierno hará con el azúcar todo lo que sea útil para Cuba y para el azúcar.

Fidel recorre la dependencia y observa la marcha de las operaciones. Inevitablemente, a su paso se interrumpen las labores y se ve precisado a firmar autógrafos. Traza su firma en hojas de papel, en tarjetas, en cartulinas.
En una sala adjunta al recinto bursátil, el visitante conversa con los funcionarios y clientes de Pine Street. Son hombres de finanzas y la charla tiene como eje las cuestiones económicas.

—No buscamos dinero —insiste en el punto simplemente—, queremos buena voluntad. Para nosotros, buena voluntad significa lo mismo que para los Estados Unidos. Mejor amistad significa mejores relaciones comerciales…

A la salida de la Bolsa les aguarda una emocionante sorpresa. Por lo visto, Nueva York no ha consumido aún sus reservas de simpatía. La calle Pine otorga al jefe de la Revolución el tradicional homenaje de bienvenida de Broadway. De lo alto desciende, como en copos de nieve, una lluvia de menudo papel. Las ventanas están cuajadas de rostros y la bullente multitud invade la calle.

Pasadas las diez y media de la mañana, Patrick Kirley, subjefe de la policía del Bronx, recibe una llamada urgente en la que le informan que el primer ministro cubano se encamina desde la Bolsa de Café y Azúcar hacia el Parque Zoológico. El funcionario moviliza un centenar de agentes para escoltar a Fidel Castro.

James A. Oliver, director del Zoo, recibe a Fidel y le sirve de guía a través del inmenso parque. Frente a la jaula de los tigres Fidel, inesperadamente, salta sobre la baranda divisoria para admirar de cerca al hermoso felino.

—Please… Mister Castro… [Por favor, señor Castro].

Ya de retirada dos muchachas de habla española, una rubia y otra castaña, irrumpieron a través del cordón de guardianes cubanos y estadounidenses e insistieron en besar a Fidel. Cuando todo el mundo pensó que ya se iba, el primer ministro penetró en la cafetería del parque, donde comían en el momento de 40 a 50 personas. Allí aceptó un perro caliente que le brindó un niño, bebió un refresco y, por último, ingirió un helado de fresa con barquillo.Fidel declaró que le agradaría ampliar los recursos para parques zoológicos en Cuba. Y se marchó.

Desde las primeras horas del atardecer del 24 de abril, el neoyorquino Parque Central se va llenando de personas que quieren participar en el gran acto con Fidel. La mayoría son latinoamericanos; unos han emigrado por razones económicas, otros son exiliados políticos, perseguidos por las dictaduras establecidas en varios países de América. Priman las voces que conversan en español, aunque se diferencien los acentos.

Fidel deja el Statler Hilton alrededor de las ocho y media de la noche. Pronto llega a la tribuna. Los discursos iniciales son breves. El capitán Jorge Enrique Mendoza, quien fuera locutor de Radio Rebelde, pone una nota de emoción cuando clausura sus palabras repitiendo el grito de combate que identificaba a esta emisora en la Sierra Maestra: “Aquí Radio Rebelde, en su Cadena de la Libertad, desde las montañas de Oriente, territorio libre de Cuba”.

Ángel Pérez Vidal, pionero del M-26-7 en Nueva York, presenta a Fidel, y comienza diciendo:

—Cubanos, latinoamericanos, norteamericanos…

—Pocas veces en la vida nos es dada la oportunidad de vivir un minuto tan emocionante como este. Es posible que en los largos años de historia de este continente jamás se haya producido un acto como este, no por su dimensión numérica, aunque es verdaderamente grande. Es, según los entendidos, el acto de esta índole más grande que se ha producido en la ciudad de Nueva York que es, al propio tiempo, la mayor ciudad del mundo.

—El valor de este acto radica en las personas que están presentes. Su valor radica en que se han reunido, no solo los cubanos; aquí están también presentes los dominicanos, los portorriqueños, los mexicanos, los centroamericanos, los latinoamericanos, y también en número considerable los norteamericanos.

En su intervención, Fidel lanza un reto y hace un llamado a la solidaridad y la comprensión hacia Cuba:

—¡Que vengan aquí los dictadores de América! ¡Que vengan aquí y convoquen al pueblo! ¡Que vengan aquí y convoquen a sus propios compatriotas! ¡Que vengan aquí y le hablen a la opinión pública de los Estados Unidos y de la América entera! ¡Que vengan a comparecer ante todas las asociaciones de periodistas que quieran preguntarles acerca de todas las cosas de su país! ¡Que vengan a ver si reúnen pueblo!

Fidel explica el basamento filosófico que conforma el ideario de la Revolución cubana.

—Humanismo quiere decir que para satisfacer las necesidades materiales del hombre, no hay que sacrificar los anhelos más cerca del hombre, que son sus libertades. Pero las libertades más esenciales del hombre nada significan si no son satisfechas también las necesidades materiales de los hombres. Humanismo significa justicia social con libertad y derechos humanos. Humanismo significa lo que por democracia se entiende, pero no democracia teórica, sino democracia real, derechos humanos con satisfacción de las necesidades del hombre. Con hambre y miseria se podrá erigir una oligarquía, pero jamás una verdadera democracia. Con el hambre y la miseria se podrá erigir una tiranía, pero jamás una verdadera democracia.

—Somos demócratas en todo el sentido de la palabra, pero demócratas verdaderos, demócratas que procuran el derecho del hombre al trabajo, el derecho del hombre al pan; demócratas sinceros, porque la democracia que habla solo de derechos teóricos y olvida las necesidades del hombre no es una democracia sincera, no es una democracia verdadera. ¡Ni pan sin libertad, ni libertad sin pan!

El líder revolucionario analiza el drama de los pueblos latinoamericanos, que habitan tierras en las que nunca se ha aplicado la justicia.

—Durante cuatro siglos los verdugos se ensañaron con los pueblos, a través de cuatro siglos los verdugos ultrajaron y ensangrentaron impunemente a los pueblos de América… En tres meses, por primera vez en cuatro siglos, un pueblo ha castigado el crimen, ha castigado la tortura, ha castigado la crueldad, ha castigado el sadismo. Y cuando se nos pregunte por la justicia revolucionaria, respondamos: Es la voluntad de los pueblos… Es el sentimiento de los pueblos que no tuvieron nunca la justicia en cuatro siglos.

—Hemos tenido que aplicar la justicia severamente, pero era un deber y era un derecho del pueblo cubano. La hemos aplicado con dolor y sin odios. Le ofrecimos al pueblo justicia y la justicia se ha cumplido.

Fidel recuerda su primer viaje a Nueva York en la compañía de Juan Manuel Márquez, “aquel compañero inolvidable que hacía poner de pie a la multitud cuando hablaba”.

—No está presente hoy, pero la obra que inició está aquí presente. No está presente él, pero está presente su recuerdo. No está presente él, pero están presentes los frutos de sus sacrificios. Juan Manuel Márquez, a ti dedicamos hoy el mejor recuerdo y el más sentido homenaje. Aquí está tu compañero, que siguió la lucha… No se pondrá hoy de pie la multitud con tu palabra, pero se pondrá de pie con estas palabras que pronuncio al conjuro de tu recuerdo.

Así finaliza la singular oración. Después, el retorno al hotel. Fidel cancela su asistencia a un baile de la colonia hispanoamericana.Acerca de la acogida al primer ministro cubano en Nueva York, el jefe de inspectores de la policía de la ciudad declara a la prensa que Fidel Castro tuvo el recibimiento más grande a un dignatario latinoamericano que jamás vio en esta ciudad durante sus veinticinco años en el servicio.

Sábado 25 de abril

San Francisco, Detroit, Nueva Orleans, Ottawa, Toronto y otras ciudades de los Estados Unidos y Canadá solicitan la presencia de Fidel. El líder cubano declina las invitaciones. Ni en varios meses de apretada agenda podría cumplir con todas.

A las 3:45 p.m. del sábado 25 de abril, Fidel Castro y la comitiva que le acompaña llegan en tren a Boston.

Poco después de las seis de la tarde los profesores y alumnos de la Universidad de Harvard le ofrecen una comida. A su lado ocupan asientos el decano de la Facultad de Derecho, Mac George Bunty, y el joven presidente del Harvard Fórum, Robert Seidemberg. Un grupo de alumnos le entrega una placa de honor de José Antonio Echeverría y Fructuoso Rodríguez, “que dieron sus vidas para acabar con la dictadura en Cuba”.

En la noche, más de diez mil personas colman la vasta extensión del Dillon Field House en el Stadium de Harvard. El primer ministro se presenta al auditorio. El espectáculo era maravilloso. Fidel ascendía a una tribuna elevadísima a unos 20 pies del suelo. Los espectadores todos guardaban un imponente silencio. Una cerrada ovación sirvió de preámbulo al líder de la Revolución cubana.

Fidel no tardó en decir que se encontraba bastante incómodo tan lejos del público, que él nunca hablaba desde tan alto y que en ese momento comprendía por qué las luces de frente eran un instrumento de tortura para arrancar confesiones. Dijo que estaba muy agradecido porque disculparan su pobre inglés. Manifestó que la Universidad de Harvard era muy conocida en Cuba y que él mismo pensó en una ocasión estudiar en ella. “La visité hace cerca de once años para averiguar el programa sobre materias económicas. No realicé mi sueño de venir aquí, pero quiero agradecer a esta universidad el haber estudiado mucho para poder entrar aquí”—explicó.

Pasó a explicar la importancia de la democracia práctica, no la teórica que esgrimían muchos que no eran realmente demócratas. De modo categórico manifestó: “La Revolución cubana tiene sus propios ideales”.Sobre el concepto de la vida dijo que “solamente un gran ideal le da sentido. Con ideales y con fe todas las cosas son posibles. La mejor actitud es ser optimista y tener confianza en uno mismo”.

Fidel dedicó poco tiempo a su intervención inicial. Quería dar paso al cuestionario que habían elaborado los estudiantes. La mayor parte del tiempo fue para dar respuesta a las preguntas del estudiantado de Harvard.

Domingo 26 de abril

El domingo 26 de abril, Fidel y sus acompañantes salen con destino Montreal. El vuelo llega en horas de la tarde a la ciudad canadiense. En el aeropuerto es recibido por más de cinco mil personas. Montreal solo albergará a Fidel durante un día. La invitación al primer ministro cubano para que asista a la Conferencia de los 21 en Buenos Aires, Argentina, altera el itinerario trazado previamente.

Una multitud se congrega tanto en el interior como en el exterior del hotel Queen Elizabeth, donde se aloja. Al llegar a su hotel, elude a su guardia personal y cruza la calle hasta una excavación situada frente al Queen Elizabeth y habla con la gente que se encontraba estacionada. Casi a la media hora de su llegada se dirige al hospital de niños de Saint Justice, el más grande en Canadá, con 846 camas. Al salir del hospital bromea con un periodista: “con todo este castellano, inglés y francés, me siento mareado”.

En la conferencia de prensa prevista para las seis de la tarde se inserta la novedad de la charla trilingüe con la aparición del francés. Las preguntas de los periodistas transitan por caminos ya trillados: elecciones, comunismo, justicia revolucionaria. Uno de los periodistas le pregunta si es cierto que se prepara una invasión desde Cuba.

Fidel Castro respondió: “¿Cómo, señores, es que no se quejan de presuntas invasiones los gobiernos de México, Brasil, Venezuela? Se quejan nada más las dictaduras que llevan 25 años en el poder. Lo que ocurre es que temen el ejemplo de Cuba. Temen el ejemplo de 12 hombres derrotando al ejército. Trujillo, Somoza le enviaron armas a Batista y lo que temen es que nosotros se las devolvamos… empuñadas. Temen a los exiliados. ¿Qué es lo que quieren? ¿Que los echemos del país?

PREGUNTA: Usted que dice ser demócrata ¿por qué pospone siempre las elecciones?

RESPUESTA: ¿Usted cree que ha descubierto la luna? Esa pregunta me la han hecho en todas partes que fui. Voy a decir lo que he dicho antes. La Revolución cubana no es el típico golpe de Estado de Latinoamérica, donde cuatro generales se instalan en el poder y no quieren conceder elecciones porque saben que las van a perder. Nosotros no hemos dado un golpe de Estado, ganamos la Revolución gracias al apoyo del pueblo. Si no es por este apoyo jamás habríamos vencido a un ejército poderoso y bien armado. Ahora podríamos hacer unas elecciones y ganarlas. El primer día que la Revolución triunfó podríamos haber convocado a elecciones y habríamos tenido una victoria aplastante. Todo el mundo sabe que un gobierno por excelentemente que gobierne siempre pierde una parte de la opinión pública. Cuando hagamos elecciones dentro de un par de años tendremos menos votos que ahora. ¿A quién le conviene posponer las elecciones?

Terminada la conferencia de prensa, Fidel Castro marcha a una cena con industriales canadienses.

Lunes 27 de abril

La Conferencia del Comité de los 21, a la cual debe sumarse Fidel Castro, comienza este lunes 27 de abril de 1959, en Buenos Aires, Argentina, pero él todavía se encuentra en Canadá.

Ese día, a las siete de la mañana, el primer ministro cubano parte desde Montreal hacia la ciudad de Houston, en los Estados Unidos, donde hace escala antes de continuar rumbo a Suramérica. Desde La Habana, el comandante Raúl Castro ha viajado en avión hasta Houston, con el objetivo de entrevistarse con el jefe de la Revolución cubana.

El propio Fidel es quien aclara el porqué de este encuentro. El viaje del comandante Raúl Castro a Houston, Texas, obedeció a que requerí su presencia o la del premier interino, comandante Augusto Martínez Sánchez, ya que llevando más de quince días fuera de Cuba, deseaba estar debidamente informado sobre la situación en el país, del que permaneceré aún varios días ausente debido a que continúo viaje hacia la Argentina.

Martes 28 de abril

Fidel Castro sigue viaje hacia Argentina el martes 28 de abril. Al cruzar por encima del territorio cubano, el líder revolucionario dirige unas palabras a su pueblo.Uno de los periodistas le pregunta sobre el alcance y significación de la Conferencia del Comité de los 21 en Buenos Aires.

Fidel Castro informa sobre las alteraciones que había tenido que introducir en su programa de viaje para poder concurrir a ese evento, pese a los sacrificios personales que ello implicaba, debido al exceso de trabajo y al agotamiento físico. Caracterizando la importancia de la reunión de Buenos Aires, manifestó que “en Buenos Aires es donde concluye nuestro esfuerzo para consolidar la Revolución cubana y buscar una solución al problema de Cuba y al de la América Latina”.

Después de responder varias interrogantes de los periodistas cubanos que viajan en su avión, Fidel exclama que es imposible que todos hagan preguntas.

Reiteró que decidió acortar el viaje o el programa que tenía con relación a Canadá considerando que era mejor invertir estos días en hacer el viaje hasta la Argentina, y representar a Cuba en ese importante evento internacional. Por lo que se ve obligado a no poder asistir al acto del día Primero de Mayo.Le dice al pueblo que aun cuando no podrá estar en Cuba el día primero, y tal vez tarde algunos días más, hará todo lo posible por encontrarse de nuevo entre el pueblo cuanto antes.

Antes de terminar, Fidel dice: “Quiero tratar de enviar, aunque nunca lo hemos hecho, pero me acordé también de mi casa, y posiblemente nos están oyendo por allá y mi madre me estará oyendo, y ella la pobre, que tantas angustias ha sufrido a lo largo de estos años, quiero enviarle un saludo especial, así como a mi hijo.

Miércoles 29 de abril

El avión de la delegación cubana hace escala técnica en Puerto España, capital de Trinidad y Tobago, el miércoles 29 de abril. En el aeropuerto, repleto de agentes de seguridad, Fidel es recibido por Eric Williams, primer ministro de ese país.

A las 9:30 de la noche el vuelo llega a Brasil. Deja atrás el aeropuerto de Río de Janeiro —temporalmente inutilizado— y aterriza, sin previo aviso, en Sao Paulo. Tan pronto como se conoce la noticia del arribo de Fidel Castro, una multitud de personas empieza a congregarse frente al hotel Excélsior.

De nuevo las cámaras y micrófonos de la prensa asedian a Fidel. Las preguntas, a diferencia de las realizadas en los Estados Unidos y Canadá, están dirigidas más al estadista que al revolucionario.

Fidel Castro visita el sitio donde se edifica la modernísima ciudad que, para el año próximo sustituirá a Río de Janeiro como capital de Brasil.En Brasilia, la futura capital, trazado perfecto de una ciudad moderna, le espera el presidente Kubitschek, con quien sostiene una entrevista. Allí también conoce al arquitecto Oscar Niemeyer, y desde ese momento, pasa a ser uno de sus mejores amigos.

Jueves 30 de abril

Fidel llega a Buenos Aires en la medianoche del jueves 30 de abril.
A pesar de la hora y del intenso frío, rompiendo los cordones policiales, una inmensa muchedumbre se apoderó de Fidel cuando descendió del avión.
Apenas pudo estrechar la mano del comité de recepción. Lo levantaron en vilo para conducirlo hasta el automóvil. En la confusión, los miembros de la comitiva quedaron aislados, aprisionados en el jubiloso forcejeo de entusiasmo. Fidel, emocionado, se dejó arrastrar.

“Sé que estoy entre amigos”, fueron las primeras palabras de Fidel. Un cronista le recordó la impaciencia que existe por escuchar su discurso en el Comité de los 21, a lo que Fidel Castro respondió: “Nada puedo adelantar, pero espero hablar y creo que entre todos podremos dar impulso a este carro”.

Viernes 10 de mayo

En Buenos Aires, el día primero de mayo, permanece Fidel Castro en sus habitaciones del hotel Alvear Palace dedicado a leer y a estudiar los discursos pronunciados hasta ese momento en la Conferencia de los 21. En el curso del día recibe al canciller argentino y a Julio Amoedo, embajador del país austral en La Habana.

Mientras Fidel se prepara intensamente para su intervención en la conferencia, en Cuba se celebra un Primero de Mayo nunca visto que, por la alegría del pueblo, se ha denominado de la Libertad.

Sábado 2 de mayo

A las 9:45 de la mañana del sábado 2 de mayo Fidel Castro abandona el Alvear Palace para dirigirse al moderno edificio de la Secretaría de Comercio, sede de la conferencia. A las 10:10, tras un breve recorrido por la ciudad, el primer ministro penetró en el salón de conferencias. Vestía su famoso uniforme verde olivo de campaña. Un murmullo de nerviosa expectación quebró el usual empaque diplomático, mientras Fidel, con grave semblante, se encaminaba hacia su puesto.Cuando se aquietaron los rumores, habló el canciller Florit, quien dejó abierta la sexta reunión plenaria de la comisión especial para estudiar la formulación de las nuevas medidas de cooperación económica. Presentó a Fidel y este inclinó ligeramente la cabeza para agradecer la calurosa ovación.

El canciller de Venezuela, Ignacio Luis Arcaya, arrancó otro clamoroso aplauso cuando dijo: “Tenemos aquí a Fidel, al hombre que representa el símbolo de lucha por la libertad de América.

Toca el turno al líder de la Revolución.

—Señor presidente, señores delegados: Quiero antes que todo, pedir una excusa, por haber roto la norma de hablar sentado, por no habituarse a mi estilo y sentirme mejor de pie. Además, por la invasión de reporteros y periodistas, me sería imposible ver al resto de la delegación.

No he traído un discurso escrito, he preferido correr los riesgos de hablar con toda espontaneidad y sinceridad. A veces la máquina de escribir traiciona el pensamiento, y como tenemos confianza en las verdades que ya se hacen evidentes en la conciencia de nuestro continente, es por lo que no debemos vacilar en expresarlas con toda claridad. Soy aquí un hombre nuevo en este tipo de reunión, somos además en nuestra patria, un gobierno nuevo. Y tal vez por eso sea también que traigamos más frescas las ideas y la creencia del pueblo. Es porque sentimos todavía como pueblo que hablamos aquí como pueblo y como un pueblo que vive un momento excepcional de su historia, como un pueblo que está llenó de fe en sus propios destinos.

Más adelante Fidel expone que no es posible olvidar que los pueblos de América Latina existen, que son realidades de carne y hueso y la solución de sus necesidades son de urgencia y sería imperdonable ceguera por parte de los dirigentes de las naciones de América no encontrar las soluciones adecuadas en el momento oportuno. Y precisa:

Nosotros podemos llegar a conclusiones correctas, adecuadas sobre la solución de nuestros problemas y emprender esas soluciones desalentados, escépticos o bien con la creencia errónea de que tenemos como una especie de tendencia a aplicar anestesia más que remedios; paliativos más que remedios y nos volvemos a encontrar prontamente de nuevo con los mismos males […]

Aquí se ha dicho que una de las causas del subdesarrollo es la inestabilidad política, y quizás la primera verdad que deba sacarse aquí en claro, porque es evidentísimo, es que la inestabilidad política de los gobiernos y de los pueblos de América Latina en estos tiempos no es la causa del subdesarrollo, sino la consecuencia del subdesarrollo. Y esta verdad, es una de las verdades fundamentales que debe decirse porque no es cuestión de ir a andar en las raíces de nuestra historia, que fue una historia completa que tuvo un curso distinto del que tuvieron las colonias del norte para ir a buscar la realidad actual en el mundo contemporáneo de una veintena de países subdesarrollados. Por ningún concepto podemos ir a buscar las causas de su subdesarrollo en la inestabilidad”.

Fidel proclamó tres fórmulas posibles para agenciar capitales con los que movilizar los recursos de la América: el ahorro, las inversiones privadas y el financiamiento público. Desechó las dos primeras, por artificiales e inoperantes. Cómo se podría ahorrar? ¿Sometiendo a los pueblos a más hambre todavía?

En cuanto a la inversión privada marchaba tras los dividendos fáciles y los climas propicios, rehuyendo los países más atrasados donde fermentaban, con mayor intensidad, los conflictos sociales. […]

—Luego, de las tres maneras de buscar capitales queda la tercera: el financiamiento público. ¿Por qué no llegar a la conclusión real de que en las actuales condiciones la forma en que mejor se facilita la cooperación es el financiamiento público?

Fidel Castro llega a un momento crucial en su intervención.Dirigió la vista hacia los representantes de Washington:

—Es verdad lo planteado por la delegación de los Estados Unidos, que los aportes hechos por ellos han implicado sacrificios para el contribuyente, que han implicado sacrificios para el pueblo de los Estados Unidos… Pueden los Estados Unidos, por su poderosa economía, hacer los sacrificios que nosotros, los pueblos subdesarrollados, no podemos realizar.

—Puede la economía de los Estados Unidos hacer esos sacrificios y los ha hecho grandes en otras ocasiones… Mas, no lo ha hecho a favor de los pueblos de la América Latina… Mas, no se ha dirigido hacia aquí, hacia la familia de este hemisferio… Se han dirigido esos sacrificios hacia Europa, para su reconstrucción después de la guerra; se han dirigido hacia los lejanos países del Medio Oriente.

—Esos sacrificios —continúa diciendo Fidel— no se han dirigido hacia los pueblos que están más estrechamente vinculados en la tradición, en la política y en la economía de los Estados Unidos. ¿Por qué la América Latina no puede aspirar a que los Estados Unidos le brinden el respaldo, las facilidades que les ha brindado a otros lugares del mundo?

Y aclara:

—Nosotros no planteamos que nos donen capitales. Lo que nosotros planteamos es que se nos financien capitales, lo que nosotros planteamos es la obtención de capitales necesarios para nuestro desarrollo económico, con el propósito de devolverlos con sus intereses. Es un sacrificio que hoy hacen los contribuyentes norteamericanos para ventaja de las futuras generaciones de su país.

Con relación al financiamiento dice: “América Latina necesita un financiamiento de treinta mil millones de dólares”. Después de analizar sus consideraciones, Fidel llegaba al final.

¿Hacia dónde debe dirigirse el esfuerzo de la América Latina? Hacia la obtención de capitales mediante financiamiento público del país que, por ser el más desarrollado, puede brindarnos ese financiamiento.

Con la firmeza que lo ha distinguido plantea:

—La delegación cubana, los técnicos de la delegación cubana, han calculado que el desarrollo económico de la América Latina necesita un financiamiento de treinta mil millones de dólares en un plazo de diez años, si se quiere, de verdad, producir un desarrollo pleno de este hemisferio.

Nosotros le damos vueltas al problema; planteamos todas las ecuaciones y no planteamos la esencial, la que se necesita. ¿Y cómo podemos obtenerla? Solo de los Estados Unidos y mediante financiamiento público. Y entendemos, además, que es el procedimiento más fácil para los Estados Unidos, porque la experiencia demuestra que ese procedimiento es el que han podido emplear los Estados Unidos en Europa y en el Cercano Oriente.

También este día Fidel Castro es recibido por el presidente Arturo Frondizi, en la residencia presidencial de Los Olivos. La entrevista duró 45 minutos y, según informó el mandatario argentino, se trataron asuntos de interés americano en general.

Domingo 3 de mayo

En la mañana del domingo 3 de mayo, la delegación cubana encabezada por Fidel vuela rumbo a Montevideo. El recibimiento es desbordante a pesar de que la crecida de los ríos ha provocado extensas inundaciones en la República Oriental del Uruguay.

Desde la misma terminal aérea, a través de las cadenas de radio, pronunció las primeras palabras de saludo. Luego se lo apropio la muchedumbre al amparo de la tolerancia benévola de los agentes policiales.Hombres y mujeres alzaban en brazos a sus hijos para que captaran siquiera una visión fugaz del paso del líder revolucionario. Centenares de manos se extendían en el afán de estrechar la diestra de Fidel. Los cordones de protección cedían al suave requerimiento del pueblo.

—Fidel es nuestro señor; déjeme tocarlo…

Más tarde en las extensas zonas arrasadas por las inundaciones, Fidel habló con los damnificados, departió con los niños que le contemplaban con ojos de fascinación. Su presencia contribuyó a elevar los ánimos.

En Chamberlain, una de las ciudades afectadas por la crecida, el primer ministro elogió el esfuerzo de los comandos de emergencia del ejército que auxiliaban a las víctimas del desastre. Las tropas, en formación, le rindieron honores a los acordes del himno nacional del Uruguay.

En conferencia de prensa, el primer ministro cubano aborda varios temas de interés, donde se destaca especialmente el referido al principio de no-intervención en los asuntos internos de los países.

Uno de los periodistas pregunta si el gobierno de Frondizi le pidió que limitase sus apariciones públicas en Argentina para contribuir al propósito de que no se produjesen manifestaciones oposicionistas. Fidel le respondió que él mismo se había limitado, que se había “autolimitado”, teniendo en cuenta la tensa situación política existente en la Argentina.

Lunes 4 de mayo

En la tarde del lunes 4 de mayo cumplimentó la promesa que hiciera al embajador del Uruguay ante la ONU, entregó veinte mil pesos cubanos para auxiliar a las víctimas de la reciente inundación en ese país.En la noche, no había espacio para acoger a la enorme masa de uruguayos y el pueblo se derramó por las calles adyacentes a la explanada municipal de Montevideo, donde el líder cubano es vitoreado repetidas veces. Jamás la ciudad, según la prensa de la época, había presenciado una concentración semejante. Más de 25 mil personas aplaudieron las palabras de Fidel.

Uno del público grita a favor de la supresión de las fronteras latinoamericanas. Fidel contesta:

Eso lo podemos ir suprimiendo después de las barreras aduanales; después de las barreras legales que nos exigen visas y requisitos para movernos de un lugar a otro y así, algún día, aunque tal vez nosotros no lo veamos, las barreras artificiales que nos separan habrán desaparecido. Y al igual que hoy nuestros corazones pueden abrazarse por encima de esas barreras que absurdamente se interponen entre ustedes y nosotros, porque ustedes son llamados uruguayos y nosotros somos llamados cubanos y tenemos pasaportes distintos, gobiernos distintos, leyes distintas y existencia política distinta; al igual que hoy nos abrazamos por encima de esas barreras en un futuro más o menos lejanos si nosotros no lo vemos nuestros hijos puedan abrazarse con los corazones sin barrera.

Martes 5 de mayo

En su viaje de regreso a Cuba, en horas de la tarde del martes 5 de mayo, Fidel Castro hace escala en Río de Janeiro. Es su segunda visita a Brasil en menos de una semana. Entre quienes lo reciben se encuentran: Francisco Negrao de Lima, ministro de Relaciones Exteriores de Brasil; el general Nelson de Melo, representante presidencial; Leitao de Cunha, el embajador brasileño en La Habana; y Rafael García Bárcenas, el representante diplomático de Cuba en Brasil.

Casi de inmediato, el primer ministro cubano llega a la Associacao Brasilera de Imprensa para responder a uno de los más intensos interrogatorios de prensa que haya tenido después de la Operación Verdad. En la sala HeitorBeltrao le preguntan sobre Cuba: sistema de gobierno, importancia de la opinión pública, elecciones, penas de muerte. Asimismo le consultan sobre un tema que es infinitamente más escabroso para los cariocas: que le trasladen su capital para Brasilia.

Fidel contestó a esto y a lo demás brillantemente. “El porvenir de Brasil es muy grande y está en el interior. Brasilia hará que la inmigración colonice el enorme corazón del Brasil, sus infinitas riquezas inexplotadas. […] allí se ganan la vida 20 000 brasileños construyendo una ciudad única con materiales todos del país. Los cariocas no pudieron tener respuesta más acertada”.

El primer ministro rinde un extenso programa en Río de Janeiro. Recepciones, revistas militares, entrevistas. Habla de nuevo con el presidente JuscelinoKubitschek y con el vice presidente Joao Goulart. En la noche Fidel Castro asiste a una concentración pública convocada por la Unión Nacional de Estudiantes. El discurso de dos horas, vuelve a tratar sobre sus ideas de la unidad latinoamericana.

La estancia de Fidel en la capital brasilera coincidió con la del canciller de Venezuela. No fue un hombre de la calle quien emitió el certero diagnóstico, sino el diplomático de la patria de Bolívar: “Si Fidel Castro se postulara para presidente de cualquier república americana, afirmó Arcaya, saldría electo por abrumadora mayoría”.

Miércoles 6 de mayo

La escala de Fidel en Brasil se prolonga por 45 horas. No hubo tiempo de descanso para el dirigente cubano, según las estadísticas de la prensa lo demuestran, pues Fidel habló 105 minutos en una conferencia de prensa, 90 minutos por la televisión y 116 minutos en una reunión pública. Cuando finalmente partió del hotel, Fidel decidió hacer una última visita de cortesía al ministro de Relaciones Exteriores brasileño, Francisco Negrao de Lima.En la casa de este conversaron durante 20 minutos.

Jueves 7 de mayo

A las 08:20 p.m. del jueves 7 de mayo, el vuelo procedente de Río de Janeiro que transporta la delegación cubana llega a Puerto España, Trinidad. En el aeropuerto, el comandante Raúl Castro Ruz espera a Fidel. Después de los abrazos, ambos se dirigen al hotel Bell Air donde pasan la noche junto a la comitiva que realiza este viaje.

Viernes 8 de mayo

En horas de la mañana el avión levanta vuelo rumbo a Cuba. Es el regreso de Fidel después de 25 días fuera de la patria. El pueblo, convocado para la Plaza Cívica, se concentra desde horas tempranas. La consigna es “Todos a esperar a Fidel”.

Casi dos horas antes de que aterrice el avión que conduce a Fidel y a Raúl, las ondas de Radio Rebelde transmiten una conversación desde la cabina de la nave.Minutos más tarde, a las 3:21 p.m., aterriza el Britannia en el aeropuerto José Martí.

Hechos los primeros saludos, una comitiva formada por los máximos jefes de las Fuerzas Armadas Fidel, Raúl, Camilo, Guevara, Ameijeiras, Martínez Sánchez, Castiñeiras y otros, colman un jeep del ejército que luego de saludar a una compañía mixta del Ejército y la Marina revolucionarios que le presenta armas, se inicia un lento viaje por la avenida de Rancho Boyeros hacia la Plaza Cívica en que miles de cubanos se han concentrado para recibir al líder de la Revolución.

Durante el acto de recibimiento Fidel pronuncia un discurso en el que aborda temas importantes y aclaratorios para el pueblo cubano. Así expresó:

Cuatro cosas tiene nuestra Revolución, que es precisamente lo que constituyen los motivos de admiración por los cubanos. Esta es en primer lugar una Revolución que tiene pueblo. Es una Revolución donde el gobierno de la República puede decir que tiene Ejército; es una Revolución que tiene doctrina y es una Revolución que hace leyes extraordinariamente revolucionarias.

Más adelante, Fidel hace una comparación entre su entrada a La Habana, el 8 de enero, y su llegada del extranjero el 8 de mayo; condenó los intentos de los enemigos para debilitar y desacreditar la Revolución cubana, y convocó al pueblo a confiar en la victoria y marchar hacia delante.Insiste en el contenido ideológico de la Revolución cubana y su definición, cuando dice:

La ideología de nuestra Revolución es bien clara: no sólo que le ofrecemos libertades al hombre, sino que le ofrecemos también el pan. No sólo le ofrecemos a los hombres pan sino que les ofrecemos también libertades y esta es nuestra posición ideológica, clara y terminante.

Fidel, por último, evoca la figura de Antonio Guiteras por conmemorarse ese mismo día un nuevo aniversario de su caída. Había comenzado a hablar a las 08:05 de la noche y concluyó a la 01:50 a.m. Para algunos periodistas había sido la más extraordinaria de sus comparecencias.

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