Por Varios/as autores/as.
Cuando a Jonas Sjöstedt, líder del Partido de Izquierda de Suecia
(Vänsterpartiet), le preguntaron el pasado 23 de abril, en uno de los
programas más vistos de la Televisión Estatal sueca a quién eligiría, si
a los Estados Unidos o a Venezuela, Jonas Sjöstedt respondió ”a Estados
Unidos”. Una respuesta que mínimamente se puede calificar de
inquietante al provenir de un líder de izquierda del cual se espera que
conozca cómo actúa y han actuado los Estados Unidos en América Latina y
en el mundo, sobre todo en una situación donde hoy la administración
Obama explícitamente amenaza a Venezuela.
En el siglo pasado América
Latina sufrió 327 golpes de Estado. El 30 por ciento se dieron mediante
la intervención militar directa de los Estados Unidos y en el resto
participó en la conspiración, como por ejemplo en Brasil en 1964 y en
Chile en 1973. Estuvo implicado en el 70 por ciento de los golpes donde
fueron derrocados presidentes y gobiernos del Caribe y América Central.
Presidentes legítimamente elegidos como Jacobo Arbenz en Guatemala y
Salvador Allende en Chile fueron derrocados gracias a su implicación
directa. Estados Unidos también financió las bandas de asesinos de los
Contras en Nicaragua y ha llevado adelante durante 60 años el criminal
bloqueo económico, comercial y político contra Cuba, condenado
mayoritariamente en Naciones Unidas, con la sola excepción de Estados
Unidos e Israel.
Hoy las amenazas tampoco son menores.
Estados Unidos con sus 50 bases militares, la IV Flota y el Comando Sur,
controla militarmente toda la parte sur del mundo. Sumado a ello los
llamados ”Golpes de Estado blandos” y la guerra sicológica que denominan
”Operaciones Especiales”. Durante el 2000 y ya bajo el mandato del
presidente Barak Obama, se produjeron dos golpes de Estado con la
participación y el apoyo de Estados Unidos: Honduras en 2009 y Paraguay
en 2012. En tanto, hubo tres golpes más que fracasaron: Venezuela en
2002, Bolivia en 2008 y Ecuador en 2010. El objetivo en los cinco países
era derrocar a los presidentes de izquierda.
Cuando el
pasado 9 de marzo de 2015, Estados Unidos promulga una Orden Ejecutiva y
sanciones contra Venezuela por constituir ésta ”una inusual y
extraordinaria amenaza contra la seguridad nacional y la política
exterior de Estados Unidos” toda América Latina tomó este tipo de
pronunciamiento como algo muy grave, porque habitualmente siempre ha
precedido a los ataques militares estadounidenses. Más de 10 millones de
venezolanos firmaron contra esta amenaza. Los 33 países
latinoamericanos y caribeños presentes en abril, en la Cumbre de las
Americas en Panamá exigieron al presidente Obama retirar la medida. En
todo el mundo se alzaron voces de condena contra esas agresiones.
Mientras tanto la dirección del Partido de Izquierda en Suecia
permaneció callada. La única declaración directa que se escuchó es la
inusitada elección por los Estados Unidos de Sjöstedt, en la televisión.
Carl Bildt y Fredrik Malm [1] eligen a los Estados
Unidos y callan sobre la historia. Pero la izquierda sueca que salió a
las calles y plazas para condenar la guerra de los Estados Unidos contra
Vietnam y que mostró su solidaridad con miles de latinoamericanos que
huían de las dictaduras apoyadas por EE.UU, tendría que saber ésto. Lo
mínimo que podríamos esperarnos es que el Partido de Izquierda hubíera
condenado el ataque y amenaza de Estados Unidos contra Venezuela.
¿O
es que el Partido de Izquierda no oyó hablar de la última amenaza de
EE.UU a Venezuela? ¿ O tampoco conoce el libro de Eduardo Galeano ”Las
venas abiertas de América Latina”? ¿O ignora las sistemáticas
violaciones de Estados Unidos al derecho internacional? ¿O se olvidó de
la guerra de Vietnam y la de Irak? ¿O no ha comprendido la
responsabilidad que tiene EE.UU en las catástrofes que ha ocasionado
país tras país en Medio Oriente? ¿O no ha oído que tipo de poder ha
erigido con el actual e injusto orden mundial?
¿Será posible
que el Partido de Izquierda haya elegido a Estados Unidos antes que a
los derechos humanos? La super potencia donde 47 millones de personas
viven en la pobreza. Donde el 25 por ciento de los negros viven en la
miseria y donde el asesinato es la principal causa de muerte entre los
jóvenes negros: que la probabilidad de ser baleados por la policía es 21
veces más que una persona de piel blanca. Una super potencia que lleva
adelante un masivo e ilegal control de todas nuestras conversaciones
telefónicas y contactos en las redes sociales. Estados Unidos que tiene
la mayor población carcelaria del mundo en lo que se puede describir
como un moderno Gulag. Un país donde 122 personas están en prisión sin
juicio en una base militar en el territorio ocupado de Guantánamo, Cuba.
Una super potencia que usa la tortura en cárceles de su propio
territorio, en la base de Guatanamo y en prisiones secretas llamadas
”Black Sites” en muchos lugares del mundo. Estados Unidos que ha
secuestrado decenas de miles de personas, entre ellos dos egipcios en
Suecia. Un país con presos políticos como Oscar López Rivera, Chelsea
Manning, Mumia Abu Jamal y que obliga a aterrizar al avión presidencial
de Bolivia buscando capturar a Edward Snowden. Unos Estados Unidos que
prestan ayuda militar a Arabia Saudita, Israel y Colombia, con arsenales
de alta tecnología, para ocupar y guerrear contra pueblos que luchan
por libertad y justicia. El mismo EE.UU que asesina miles de civiles
indefensos con sus drones dirigidos por computadoras. ¿Es ésto lo que el
Partido de Izquierda elige?
No valen explicaciones o
excusas. Tampoco se trata de que la izquierda no pueda discutir o
criticar al gobierno de Venezuela o de cualquier otro país
latinoamericano. Está claro que existen problemas en muchos lados y el
Partido de Izquierda debe y puede criticar cuando se atenta contra los
derechos democráticos. Pero también cuando se cometen abusos en los Estados Unidos.
En
un artículo de debate publicado en el semanario Flamman del 13 de mayo
de 2015, Jonas Sjöstedt aclara que para el Partido de Izquierda ”La
lealtad es con las ideas y el pueblo, no con los estados y partidos”.
Entonces ¿por qué elige Sjöstedt a los Estados Unidos?
Queremos
que el Partido de Izquierda le dé nueva vida a esa izquierda que alzó
la voz contra la guerra en Vietnam y contra la invasión de Irak en 2003.
Una izquierda con un líder como CH Hermansson a la cabeza, que el 12 de
septiembre de 1973 salió a las calles para condenar el golpe de Estado
en Chile. No una izquierda que votó a favor de los bombardeos de la OTAN
a Libia y que se ganó el triste reconocimiento de los Conservadores por
su política internacional.
Suecia necesita una voz que
condene el injusto orden mundial y que tome partido contra la propaganda
de guerra de los medios masivos de comunicación. El Partido de
Izquierda tiene que repensar hacia dónde se ha ido su política
internacional. Pero si elige a EEUU y le da la espalda a América Latina,
nosotros no apoyaremos al Partido de Izquierda.
Notas
[1] C.
Bildt, político conservador sueco y Ministro de Relaciones Exterios del
Gobierno de Derechas entre 2006-2014. F. Malm es diputado liberal
defensor de Israel y EEUU y una de las voces más reaccionarias contra
los procesos progresistas en América Latina.
Firman 35 dirigentes, consejales, activistas y miembros del Partido de Izquierda de Suecia
Jeanette
Escanilla, Francisco Contreras, Lorena Delgado, Mariela Ahumada, Daniel
Mena, Javiera Cifuentes, Pepe Viñoles, Claudia Velasquez, Andres
Esteche, Gilda Córdova, Sergio Diaz, Paula Mulinari, Nidia Loarte Åman,
Mario Izquierdo, Luis Alfonso Jara, Fredy Duran, Roberto Gonzalez
Cabezas, Elisabet Orellana, Cristian Vera, Marcelino Campos, Florentino
Tello, Rodrigo Rojas, Jaime Barrios, Hugo Suazo, Ebba Elena Karlström,
Leandro Schclarek Mulinari, Carlos Zanzi, Elia Cariz, Daniel Delgado,
Rosario Vega, Elena Gutiérrez, Enrique Pérez, Diana Mulinari, Ana María
Sabio, Omar Diessler, Juan Cano.
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