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Ministro español junto a Eusebio Leal, historiador de La Habana. |
Cuba recibió en estos días pasados al ministro
español de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, quien dentro de su
agenda tuvo encuentros con el primer vicepresidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel,
el canciller Bruno Rodríguez, el ministro de Comercio Exterior, Rodrigo
Malmierca, y con el vicepresidente del Consejo de Ministros, Ricardo Cabrisas. Además,
realizó un recorrido por el casco histórico de La Habana, gozando de la compañía
del historiador de la ciudad, Eusebio Leal.
Sin incumplir los requisitos exigidos allende
las fronteras de España, el ministro quiso hacer su papel de mediador entre la
Unión Europea, abriendo espacios a posibles acuerdos con Cuba, con vistas a la Conferencia entre esa entidad y la
Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) convocada para el
próximo año. Un escenario que puede prometer oportunidades de negocios.
Dentro de las conversaciones sostenidas con
las autoridades cubanas, García-Margallo expresó su “preocupación” por doce personas
procesadas judicialmente (integrantes de los grupitos que crearon disturbios en
la mal llamada Primavera Negra de 2003 por parte de la prensa extranjera) y que
en estos momentos se encuentran excarcelados bajo licencia extrapenal, pero que
mantiene vigentes sus condenas y por ello no obtienen permisos para viajar al
exterior.
¿Por qué el ministro español no es capaz de
dirigir su preocupación hacia esos cubanos llegados al Estado Español, producto
de las negociaciones entre Gobierno español y la Iglesia católica cubana con el
Gobierno cubano en el 2010, y que desprovistos de las garantías prometidas, estuvieron casi
dos años frente a la sede del Ministerio de Asuntos Exteriores, en la Plaza de
la Provincia, Madrid, España, y que fueron desalojados el pasado 4 de marzo del
presente año; cubanos que por el desespero de verse desahuciados o desamparados
en ese “democrático paraíso” del capitalismo, llevó a Alberto Santiago Du
Bouchet al suicidio?
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“Disidentes” cubanos protestan contra las autoridades españolas. Foto: Público |
Manifestación de ex presos cubanos y familiares en Málaga. | Efe |
Ismara Sánchez vivía en Alicante y junto con su familia fue desahuciada en mayo de 2013 porque el gobierno de España le recortó la "ayuda". Por mucha resistencia que dieron miembros de Stop Desahucios, la policía no se detuvo en sacarlos del inmueble y dejarlos literalmente en la calle. |
Igualmente, García-Margallo, tuvo un
encuentro con la Asociación de Empresarios Españoles en Cuba (la cual agrupa a
representantes de unas 250 firmas, entre operadas por españoles y asociadas con
el Estado cubano), en el Instituto Superior de Relaciones Internacionales, donde
tuvo la posibilidad de impartir una conferencia sobre la transición española. Una
conferencia donde con gran disimulo el ministro español intentó guiñarle al
gobierno cubano un esquema de cambios.
Por supuesto, los cambios “solicitados” a La
Habana por parte del ministro español, son los mismos que están en sintonía con
los intereses imperiales: la aceptación de una transición hacia la “democracia”
sumisa a las administraciones estadounidenses. Sin tener el valor para
especificarlo, pero la “transición” que esperan de Cuba es la restauración de
la pretérita tradición de gobiernos de turnos serviles al imperialismo, que se
rompió una vez Cuba se trazó un camino propio, a partir de enero de 1959, con
el triunfo de la Revolución.
“La perspectiva histórica que me da haber vivido el
franquismo, haber participado activamente en la Transición y haber visto en lo
que se ha convertido mi país en estos ya casi cuarenta años de democracia, me
permite afirmar que, a pesar de las dificultades que hemos pasado, el esfuerzo
ha merecido la pena”, según expresó el ministro español en
su conferencia. Sin embargo, es muy simbólico que se vanaglorie de la realidad
actual de su país, siendo él miembro del Partido Popular, el cual desde los
inicios del mandato de Mariano Rajoy, su presidente y secretario general de su
órgano político, se ha visto envuelto en constantes escándalos de corrupción y
ha demostrado a todo un país las vías factibles para ver cómo el
“Estado de Bienestar” en España se desangra, donde las grandes
empresas españolas despojan de derechos o despiden a miles de empleados,
acogiéndose a las facilidades que le otorga la reforma laboral aprobada y
recrudecida por su gobierno, los bancos son rescatados a costa de las
desgracias de la población… o se rehúsa a colaborar con la justicia argentina, encubriendo
y protegiendo a ex dirigentes franquistas implicados en acontecimientos,
que pudieran estar considerados como crímenes de lesa humanidad.
Pero el ministro José María García-Margallo sobrepasó
todo límite de cinismo al apuntar que es “muy
difícil convencerse de que el pluralismo es una riqueza, es muy difícil darse
cuenta de que otros puedan tener un punto de vista distinto, del que se puede aprender
y con el que hay que convivir”.
Olvidó el “ilustre” ministro en su “¿profunda
y magistral?” reflexión, que su gobierno ha sido cómplice de la política agresiva
del gobierno estadounidense, donde organizaciones afines a su partido apoyan
con diversos recursos a medios des-informativos que sostienen la propaganda
anticubana como principal currículum o se han inmiscuido en los asuntos
internos de Cuba, financiando a los grupúsculos de la contrarrevolución
(edulcoradamente llamados disidencia). ¿No le sonará cercano el nombre de Ángel
Francisco Carromero Barrios y la muerte de dos ciudadanos cubanos por la
imprudencia de conducir de manera temeraria, o los fondos dados por la FAES
(relacionada con José María Aznar) a la diáspora contrarrevolucionaria en el
exterior? Parece que in-voluntariamente el ministro español olvidó que fue José
María Aznar, durante su período en funciones de primer ministro, quien sirvió
de instrumento entre el gobierno estadounidense y la Unión Europea para
establecer el acuerdo de “Posición Común”, aprobado en 1996.
Es muy poco congruente que el ministro
español quiera dar lecciones de pluralismo y convivencias, cuando desborda con
sutileza la intolerancia y todo su empeño lo traduce simplemente en reclamar
cambios a un pueblo y gobierno que decidió labrarse un camino con “un punto de vista distinto”.
Entonces, ¿quién es el que debe aprender a
convivir con quienes tienen puntos diferentes?
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