EE.UU. es uno de los principales responsables de que se retrase la publicación del informe sobre la llamada ‘investigación iraquí’, iniciada hace cuatro años y dirigida por John Chilcot, exdirector del servicio secreto de inteligencia británico MI6 |
Según
publicó el periódico ‘The Independent’, aunque normalmente suelen culpar del
retraso al gabinete del Reino Unido, “fuentes de alto rango en los círculos
diplomáticos estadounidenses y británicos dejaron claro que son la Casa Blanca
y el Departamento de Estado de EE.UU. los que se negaron a permitir cualquier
tipo de desclasificación de correspondencia y conversaciones claves entre
George W. Bush y Tony Blair en los períodos anteriores a la guerra en Irak y
posteriores a la misma”.
El diario
indica que esto pone al actual primer ministro, David Cameron, en una posición
embarazosa, ya que al parecer “se ve obligado por orden de Washington a
prohibir la inclusión de pruebas en el informe final de la prolongada y costosa
investigación británica”.
A principios
de este año, ‘The Independent’ reveló que los primeros borradores del informe
cuestionaban la versión oficial de los acontecimientos que condujeron a la
guerra en Irak, país al que Blair ordenó enviar tropas formadas por 45.000 efectivos
para derrocar el régimen de Saddam Hussein.
El periódico
asegura que los documentos clasificados ahora proporcionan pruebas cruciales
que confirman “los fragmentos en los que se critica que Blair enviara en
secreto tropas británicas para realizar la invasión liderada por Washington”.
Un alto
cargo explicó a ‘The Independent’, bajo la condición de mantener el anonimato,
la posición de EE.UU. en esta materia: “EE.UU. tiene un fuerte instinto de
posesión en lo referente a los documentos relacionados con el presidente
estadounidense o con cualquier persona de su entorno”.
“Tony Blair
participa en un diálogo en muchos de los documentos y, por supuesto, siempre
hay alguien al otro extremo de la línea, es decir, el presidente, por lo que
estos documentos no pertenecen a Blair ni al Gobierno británico, y no tienen
derecho a publicarlos”, indicó el alto cargo. Por lo tanto, añade el diario,
“ni Chilcot ni nadie en Londres puede decidir qué documentos vinculados con los
presidentes de EE.UU. deben ser publicados”.
La semana
pasada, Chilcot subrayó ante el Gabinete de ministros que aún no puede
establecer la fecha de publicación de los resultados de la investigación,
justificándose por ello en los complicados debates con el Gobierno sobre la
desclasificación del material que quiere incluir en el informe o publicar junto
con él.
Los autores
del informe actualmente se enfrentan a una difícil elección que les imponen
tanto Washington como “el deseo del Gabinete de no alterar la llamada ‘relación
especial’ entre el Reino Unido y EE.UU.” El diario prevé que como consecuencia
de esta situación, se publicará un “informe neutro en la primavera del próximo
año, que absolverá efectivamente a Blair de todos los errores políticos graves,
ya que no contará con pruebas sólidas para apoyar las críticas”. La otra opción
sería que el informe aparezca tan extremadamente recortado que se convierta
simplemente en un documento sin sentido.
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