Por Jorge V Jaime/Prensa Latina
Decenas de
universidades, instituciones privadas y agencias controladoras de fuerzas del
orden en Estados Unidos han recibido permisos federales para utilizar aviones
teledirigidos, o drones, en el propio territorio estadunidense.
Este hecho
había circulado por las redes de prensa con bajo perfil editorial hasta que la
organización independiente Electronic Frontier Foundation, dio cuenta de la
situación sobre la base de documentos obtenidos con el amparo del Acta para la
Libertad de la Información.
Pese al
aumento de controversias relacionadas con el uso de estas aeronaves, entre los
organismos beneficiados están el Departamento de Seguridad Interior, estaciones
policiales en Ogden, Utah y North Little Rock, Arkansas, además de las
universidades Nicholls de Louisiana y la North Dakota.
Los
congresistas Edward Markey, demócrata por Massachusetts, y Joe Barton,
republicano por Texas, pidieron a directivos de la Administración Federal de
Aviación responder algunas interrogantes relacionadas con la privacidad de la
ciudadanía y el uso extensivo de estos artefactos con mando a distancia.
Varios
subcomités en el Congreso de Washington analizan un nuevo proyecto legislativo
para integrar, a más tardar en otoño de 2015, la operación de los drones
a la reglamentación general que rige la circulación de los aviones
tradicionales.
El
Departamento de Defensa trabaja junto con la Administración Federal de Aviación
para legalizar el uso cotidiano y sin interferencias judiciales de las naves militares
no tripuladas en el espacio aéreo estadunidense.
Un
comunicado del Pentágono menciona un inventario de 7 mil 500 drones, los
que no tienen mucha previsión de misiones en la agenda futura, una vez
concluidas las operaciones bélicas en Irak y Afganistán.
Actualmente,
la Administración Federal de Aviación permite la utilización de estos aparatos
sólo en ocasiones específicas y para tal acción debe expedir un certificado
especial que conlleva un cierto nivel de burocratismo. No obstante, en 2011 se
firmaron 113 de estas autorizaciones.
El
Departamento de Defensa quiere que la gestión sea expedita y sellar una
normativa que suprima los obstáculos al despliegue rápido de aviones sin
tripulación en cualquier momento que considere el Comando Central.
La
exrepresentante demócrata Jane Harman alerta que la utilización de drones
para operaciones policiales de rutina es un error grave, porque los
procedimientos no se someten a un debate público o al escrutinio parlamentario.
“Está en juego la garantía de la privacidad
individual ciudadana, además de que estos casos violan la normativa Posse
Comitatus Act, que prohíbe el uso de fuerzas militares en tareas asignadas a la
policía en suelo estadunidense”, apunta Harman.
Pero la red
del Pentágono pretende llegar más allá de sus propias fronteras. El
Departamento de Seguridad Interior confirmó que activará una flotilla de drones
sobre el Mar Caribe y el Golfo de México, con el alegado propósito de vigilar a
narcotraficantes.
La
Administración Federal de Aviación ya aprobó nuevas rutas que deberán
cumplir estos aeroplanos, conocidos mundialmente debido a su accionar bélico en
las guerras sostenidas por Washington en Irak y Afganistán. El perímetro
estipulado abarca un radio de 2 mil kilómetros y sombrea a países como Bahamas,
República Dominicana, el Estado asociado de Puerto Rico y otras islas
antillanas.
Esta
decisión del Departamento de Seguridad Interior duplicará el uso de aviones
teledirigidos en el hemisferio occidental así como el número de kilómetros
cubiertos por estos supervisores aéreos del gobierno estadunidense.
La primera
base de drones para el Caribe estará instalada en la localidad de Corpus
Christi, Texas, y la siguiente será construida en Cocoa Beach, Florida.
Los aparatos
a utilizar serán los Predator B, el mismo modelo que la Agencia Central de
Inteligencia (CIA, por su sigla en inglés) usa en Pakistán y Yemen con el
argumento oficial de perseguir partidarios de Al Qaeda y otros grupos
extremistas.
Desde hace
más de un lustro, Washington ya mantiene un sistema de vigilancia en el Caribe
con las llamadas aeronaves de espionaje y ultra-altitud denominadas Global
Hawk, que según expertos cubren más espacio marítimo que los drones.
Estados
Unidos también anunció recientemente que planea fabricar aviones militares sin
tripulación de propulsión nuclear que podrían volar y ejecutar misiones de
bombardeo masivo durante meses sin necesidad de reabastecimiento.
El Pentágono
encargó esa tarea a los laboratorios Sandia National, la principal agencia
gubernamental para investigaciones y desarrollo atómico, y al consorcio
armamentístico Northrop Grumman.
No ha
trascendido el costo por unidad de esta próxima generación de vehículos aéreos
no tripulados (unmanned aerial vehicle, UAV), aunque se conoce que los actuales
Reaper y Sky Warrior valen unos 22 millones de dólares la pieza.
Es un
proyecto terrorífico. Los UAV son artefactos menos seguros que los aviones
tradicionales y tienden a estrellarse con más facilidad. Washington no tiene en
cuenta las consecuencias de su plan, subraya Chris Coles, del foro Drone Wars
UK, crítico de estos sistemas.
Al margen de
la polémica generada en este sector de la aeronáutica, la CIA informó que busca
mayor libertad para atacar con drones a supuestos terroristas en Yemen,
sin el requisito de conocer la identidad de los bombardeados.
El organismo
de espionaje pretende modificar los protocolos de permiso para que los aviones
no tripulados puedan lanzar misiles contra blancos terrestres solamente sobre
la base de patrones y datos de inteligencia o “comportamientos sospechosos”.
De aprobarse
el pedido de la CIA, las aeronaves militares teledirigidas podrían bombardear a
sujetos que simplemente se asemejen a militantes de Al Qaeda, visiten zonas
catalogadas como campamentos terroristas o se sospeche que carguen algún
explosivo.
Durante años
esta práctica ha sido un elemento central en el programa de drones de la
CIA en Pakistán, Afganistán e Irak, y ahora el director de la agencia, David
Petraeus, quiere aplicar igual procedimiento en Yemen, comenta el diario The
Washington Post.
Antes de
septiembre de 2001 las instituciones militares estadunidenses contaban con 50 drones,
pero a principios de 2012 la relación es de uno de estos modelos por cada tres
aviones militares tradicionales.
Fuente:
Contralínea 295
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