El ataque de la OTAN contra la Jamahiriya libia en 2011 confirmó lo
poco que le importan a los medios occidentales, sean ellos corporativos o
alternativos, los principios fundamentales de la evidencia histórica o
las pruebas periodísticas.
2011 fue un año de variedades añejas de la atrofia moral e
intelectual que caracterizan los debates sobre las políticas públicas en
Occidente. Con respecto a Libia o Venezuela, Siria o Zimbabwe, Costa
Marfil o Nicaragua, la producción intelectual occidental confirmó su
categórica metamorfosis en una infinita guerra psicológica demencial.
Vale la pena recordar que los acontecimientos, y las evidencias que los sustentan, pueden ser determinados, aun cuando nuestro saber con respecto a ellos sea incompleto. Más allá de ese tópico, una valoración justa de los hechos depende de nuestra capacidad de plantear las preguntas relevantes y apropiadas que faciliten la verdadera comprensión de los procesos de los que esos hechos forman parte. Las premisas de esa comprensión generan hipótesis y argumentos que, en caso de ser equivocados, pueden ser desmentidos por nuevas evidencias.
En el Bloque Occidental de los países de la OTAN y sus aliados del Pacífico, esa clase de preguntas y argumentos se perdieron en el reino de la nostalgia durante la brutal e insensata euforia capitalista de la década de los 1990s. Después del 2001, el proceso se aceleró, impulsado por la mendacidad de las élites corporativas, tanto en el ámbito de la política doméstica como en la política externa. Las poblaciones occidentales aceptaron las criminales agresiones de sus gobiernos en ultramar, y cedieron importantes derechos sociales y económicos, ganados a duras penas durante dos siglos, a las grandes corporaciones financieras transnacionales.
Fuera de Occidente, la gente percibe la cada vez más profunda debacle moral e intelectual del imperio como íntimamente unida a su relativo declive económico y militar. En cierto sentido, las falsedades sin fin vendidas en Occidente por los medios corporativos y alternativos, están llegando a ser progresivamente más y más irrelevantes. Sin embargo, sigue vigente el riesgo de otra bárbara campaña de agresión militar más de parte de un Occidente viejo, enfermo, psicótico, acompañado por aliados cada vez más nerviosos como Israel o Arabia Saudita. Igualmente desesperados están los aliados occidentales en América Latina entre las oligarquías fascistas latentes de la región.
Los países principales de la Alianza Bolivariana de las Américas (ALBA) - Bolivia, Cuba, Ecuador, Nicaragua y Venezuela – son blancos constantes de los gobiernos occidentales, apoyados por sus medios corporativos y alternativos. Estos medios reciclan sin cesar falsedades ya desmentidas desde hace mucho tiempo a la vez que omiten las evidencias contrarias. En el caso de Nicaragua, los medios occidentales en todo el espectro político han hecho el ridículo frente al incuestionable éxito de las políticas del gobierno Sandinista, a pesar de que éste se encuentra limitado dentro de un marco internacional político y económico hostil, totalmente al servicio del poder transnacional corporativo.
Aparte de sus variedades desacreditados desde hace mucho tiempo, entre las falsedades de la pseudo-izquierda que se han ocupado para atacar al Presidente Daniel Ortega y el gobierno Sandinista es la vieja mentira que el FSLN apoyó la legislación para ratificar el Tratado de Libre Comercio de América Central al final de 2005. De hecho, los diputados del FSLN votaron como un solo bloque en contra de ese tratado. Otra mentira parecida es que el gobierno del Presidente Ortega le quitó al Movimiento Renovador Sandinista (MRS) su personería jurídica antes de las elecciones municipales del 2008.
De hecho, fue su aliado opositor, el Partido Liberal Constitucionalista (PLC) el que solicitó una revisión de la personería jurídica del MRS por la independiente autoridad electoral. El MRS decidió no cumplir con los criterios relevantes para satisfacer esa revisión, porque quería asegurarse una votación unida de la oposición en la elección de la Alcaldía de Managua. En esa contienda electoral, los dirigentes del MRS hicieron campaña abiertamente a favor del candidato de la extrema derecha Eduardo Montealegre, en una cínica alianza con el mismo PLC que había solicitado la revisión de la personería jurídica del MRS.
La constante repetición de viejas falsedades funciona en todos los países del ALBA como una especie de música de fondo de las chicharras opositoras a la espera de su próxima derrota electoral. En Nicaragua, los partidos de oposición en su conjunto tienen menos de 10% de apoyo popular. Los socialdemócratas del MRS tienen menos del 1%. Las microscópicas agrupaciones de la pseudo-izquierda tienen todavía menos apoyo en el país. Pero la cobertura internacional de los medios corporativos y alternativos de información tiende a encubrir esta realidad porque sus prejuicios neocoloniales les impiden enfrentar los hechos como son.
Eso es igualmente cierto, tanto en el caso de supuestamente prestigiosos medios de derecha como la revista The Economist como en el de aparentemente influyentes medios de izquierda como el sitio de internet Rebelión. Ninguno tiene la humildad intelectual de reconocer errores claramente evidentes con una mirada rápida a las fuentes de información disponibles. Es por ese motivo que la gente en Norte América o en Europa interesada en América Latina y el Caribe se encuentra constantemente confundida por los acontecimientos en Nicaragua. El Frente Sandinista de Liberación Nacional y el pueblo de Nicaragua han dejado en el camino los fracasados modelos políticos y económicos que siguen pudriéndose aun con vida en Occidente y no van a mirar hacia atrás.
Vale la pena recordar que los acontecimientos, y las evidencias que los sustentan, pueden ser determinados, aun cuando nuestro saber con respecto a ellos sea incompleto. Más allá de ese tópico, una valoración justa de los hechos depende de nuestra capacidad de plantear las preguntas relevantes y apropiadas que faciliten la verdadera comprensión de los procesos de los que esos hechos forman parte. Las premisas de esa comprensión generan hipótesis y argumentos que, en caso de ser equivocados, pueden ser desmentidos por nuevas evidencias.
En el Bloque Occidental de los países de la OTAN y sus aliados del Pacífico, esa clase de preguntas y argumentos se perdieron en el reino de la nostalgia durante la brutal e insensata euforia capitalista de la década de los 1990s. Después del 2001, el proceso se aceleró, impulsado por la mendacidad de las élites corporativas, tanto en el ámbito de la política doméstica como en la política externa. Las poblaciones occidentales aceptaron las criminales agresiones de sus gobiernos en ultramar, y cedieron importantes derechos sociales y económicos, ganados a duras penas durante dos siglos, a las grandes corporaciones financieras transnacionales.
Fuera de Occidente, la gente percibe la cada vez más profunda debacle moral e intelectual del imperio como íntimamente unida a su relativo declive económico y militar. En cierto sentido, las falsedades sin fin vendidas en Occidente por los medios corporativos y alternativos, están llegando a ser progresivamente más y más irrelevantes. Sin embargo, sigue vigente el riesgo de otra bárbara campaña de agresión militar más de parte de un Occidente viejo, enfermo, psicótico, acompañado por aliados cada vez más nerviosos como Israel o Arabia Saudita. Igualmente desesperados están los aliados occidentales en América Latina entre las oligarquías fascistas latentes de la región.
Los países principales de la Alianza Bolivariana de las Américas (ALBA) - Bolivia, Cuba, Ecuador, Nicaragua y Venezuela – son blancos constantes de los gobiernos occidentales, apoyados por sus medios corporativos y alternativos. Estos medios reciclan sin cesar falsedades ya desmentidas desde hace mucho tiempo a la vez que omiten las evidencias contrarias. En el caso de Nicaragua, los medios occidentales en todo el espectro político han hecho el ridículo frente al incuestionable éxito de las políticas del gobierno Sandinista, a pesar de que éste se encuentra limitado dentro de un marco internacional político y económico hostil, totalmente al servicio del poder transnacional corporativo.
Aparte de sus variedades desacreditados desde hace mucho tiempo, entre las falsedades de la pseudo-izquierda que se han ocupado para atacar al Presidente Daniel Ortega y el gobierno Sandinista es la vieja mentira que el FSLN apoyó la legislación para ratificar el Tratado de Libre Comercio de América Central al final de 2005. De hecho, los diputados del FSLN votaron como un solo bloque en contra de ese tratado. Otra mentira parecida es que el gobierno del Presidente Ortega le quitó al Movimiento Renovador Sandinista (MRS) su personería jurídica antes de las elecciones municipales del 2008.
De hecho, fue su aliado opositor, el Partido Liberal Constitucionalista (PLC) el que solicitó una revisión de la personería jurídica del MRS por la independiente autoridad electoral. El MRS decidió no cumplir con los criterios relevantes para satisfacer esa revisión, porque quería asegurarse una votación unida de la oposición en la elección de la Alcaldía de Managua. En esa contienda electoral, los dirigentes del MRS hicieron campaña abiertamente a favor del candidato de la extrema derecha Eduardo Montealegre, en una cínica alianza con el mismo PLC que había solicitado la revisión de la personería jurídica del MRS.
La constante repetición de viejas falsedades funciona en todos los países del ALBA como una especie de música de fondo de las chicharras opositoras a la espera de su próxima derrota electoral. En Nicaragua, los partidos de oposición en su conjunto tienen menos de 10% de apoyo popular. Los socialdemócratas del MRS tienen menos del 1%. Las microscópicas agrupaciones de la pseudo-izquierda tienen todavía menos apoyo en el país. Pero la cobertura internacional de los medios corporativos y alternativos de información tiende a encubrir esta realidad porque sus prejuicios neocoloniales les impiden enfrentar los hechos como son.
Eso es igualmente cierto, tanto en el caso de supuestamente prestigiosos medios de derecha como la revista The Economist como en el de aparentemente influyentes medios de izquierda como el sitio de internet Rebelión. Ninguno tiene la humildad intelectual de reconocer errores claramente evidentes con una mirada rápida a las fuentes de información disponibles. Es por ese motivo que la gente en Norte América o en Europa interesada en América Latina y el Caribe se encuentra constantemente confundida por los acontecimientos en Nicaragua. El Frente Sandinista de Liberación Nacional y el pueblo de Nicaragua han dejado en el camino los fracasados modelos políticos y económicos que siguen pudriéndose aun con vida en Occidente y no van a mirar hacia atrás.
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