Por Edmundo García
El 13 de julio publiqué la primera parte de esta serie sobre las elecciones en Estados Unidos 2016 , donde me enfoqué en las campañas de los políticos Republicanos y
Demócratas de la Florida que se afilan los dientes por el asiento en el
senado que dejaría Marco Rubio por su aspiración presidencial. En esta
segunda parte quiero hablar del primer debate nacional entre los
candidatos a la nominación Republicana, que tuvo lugar en Cleveland el
pasado jueves 6 de agosto.
Como dijo el colega Eddie Levy en la edición de este martes 11 de nuestro programa La Tarde se Mueve,
la verdadera ganadora del debate Republicano fue la aspirante
presidencial Demócrata Hilary Clinton, pues la discusión mostró la
ausencia de proyecto de los invitados, que además se desgastaron en
cuestionamientos personales.
El show y sus resultados fueron bastante pobres y se redujo a 9
candidatos que trataban de destacar sobre el personaje número 10, el
mediático y retorcido Donald Trump, quien para alarma del partido al
otro día seguía en el primer lugar de las encuestas, sin que a los
desorientados electores Republicanos les importara lo que dijo; ni las
meteduras de pata, sobre todo al entrar en careo con la periodista Megyn
Kelly de Fox News, el canal de televisión de la derecha Republicana, y
repetir las ofensas a la emigración y las mujeres que le hemos escuchado
en otras ocasiones.
Algunos analistas consideran que Trump es un aspirante con pies de
barro, ya que el éxito que ha tenido no se corresponde con las escasas
recaudaciones conseguidas. Eso da la razón a los que dicen que no es más
que una figura mediática, que a la larga se desplomará.
El experimentado político y agudo analista Demócrata Raúl Martínez,
ex alcalde de Hialeah, dijo en una reciente entrevista al canal Mundo
Fox que la dirección del Partido Republicano no debe por el momento
mostrar preferencias por ninguno de los aspirantes, pero cuando en
vísperas de la Convención Nacional se decida por alguno, que seguramente
no será Trump, quedará terminado el teatro del conocido magnate.
Desde el mismo comienzo del debate Trump dejó claro que si seguía en
primer lugar y el partido Republicano no lo apoyaba, él no iba a
trabajar por ningún otro candidato. A partir de estas palabras la prensa
norteamericana no ha dejado de mencionar la posibilidad de que Trump se
lance como independiente en un “tercer partido” (third party), lo que
sería muy beneficioso para los Demócratas. Con el mencionado paso Trump
arrastraría tras sí a sus simpatizantes Republicanos, restando votos a
ese partido y beneficiando a sus rivales partidistas. Se trata de una
situación parecida a las elecciones en que Bill Clinton se benefició de
la captura de votos hecha por Ross Perot al lanzarse como independiente
con aquel partido Reforma.
El debate desencantó a los seguidores de Jeb Bush, el preferido de la
derecha cubanoamericana, que se derrumbó del segundo lugar (después de
Trump) que había conservado hasta entonces. Personalmente había
anticipado que Jeb Bush podría convertirse en puntero de la lista
Republicana si arremetía frontalmente contra Trump en el debate, pero no
lo hizo.
Contra lo que algunos esperaban el debate benefició un poco al
senador Marco Rubio; a pesar de que cometió pifias enormes, como la de
negar que haya considerado excepciones en su posición antiaborto; como
en los casos de embarazos por violación e incesto, entre otras
situaciones específicas. Tal fue su error que al siguiente día Rubio
andaba recorriendo programas de alcance nacional como Meet the Press
para negar lo que había dicho, asegurando que sí consideraba excepciones
en su posición antiaborto.
Más allá de este problema, lo que muestra la rápida rectificación de
Rubio es su gran temor a que se le tome como un conservador moderado, en
un momento en que el Partido Republicano solo parece tener lugar para
la extrema derecha vinculada al Tea Party. A propósito de esto Eddie
Levy alertó en el citado programa del martes 11 de La Tarde se Mueve,
del error que significaría que esa inclinación a un extremismo
irreflexivo también tuviera lugar dentro del partido Demócrata, pues en
algunos mítines de fin de semana del aspirante Bernie Sanders se vieron
extremistas tratando de impedir que expusiera su programa.
No puedo dejar de mencionar que los tres participantes en el debate
de los que pudiera haberse esperado críticas a la política del
presidente Barack Obama hacia Cuba, me refiero a los senadores Ted Cruz y
Marco Rubio, y al ex gobernador de Florida Jeb Bush, ninguno se atrevió
a abrir la boca. A lo mejor es una muestra de un poco (no mucha) de
cordura, ya que las encuestas dicen que la mayoría de los
norteamericanos, y la mayoría de los cubanos residentes en los Estados
Unidos, apoya el proceso de normalización de relaciones entre Estados
Unidos y Cuba.
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