Por Jairo Vargas
Poner
alambradas de espino a la Europa sin fronteras es la única solución
implementada por los Estados miembro de la Unión Europea a la crisis de los
refugiados. Salta a la vista, no obstante, que no merece el nombre de solución.
Desde
que estalló la guerra en Siria, hace ya cuatro años, el goteo de refugiados que
llegaban a la UE con destino final Alemania o Suecia se ha convertido en una
auténtica riada que desborda a los países más pobres. Pero las bombas y las
balas no son el único motivo por el que se huye de un país. El hambre, el arma
más mortífera del planeta, sigue azotando los países africanos, que sumado a
los distintos conflictos armados, ha generado el éxodo que llena de cadáveres
el Mediterráneo. El mayor éxodo humano desde la II Guerra Mundial tiene varias
etapas hasta su fin, y entre ellas, varios obstáculos que sortear.
Erdine (Grecia-Turquía)
Desde
el Este, el recorrido que siguen los refugiados sirios comienza en la frontera
con Turquía. Los que no se pueden permitir jugarse la vida en una lancha
neumática para llegar a la isla griega de Kos y de ahí alcanzar la península
para seguir hasta Macedonia, tratan de superar el primer obstáculo terrestre:
la valla fronteriza en provincia turca de Erdine. Se construyó en 2013 con tres
millones de euros de fondos europeos para tapar el único agujero ─de 12,5
kilómetros─ por el que podían colarse los refugiados, entre los que también hay
afganos, iraquíes y palestinos.
Lesovo y Kraynovo (Bulgaria-Turquía)
Pero
el resultado es el de un parche en un barco que se inunda. El agua, en seguida,
encuentra otra grieta por la que colarse. Y en este caso, la grieta era el país
más pobre de la UE. Bulgaria, con 7,4 millones de habitantes, tiene 1.808
kilómetros de frontera. Una parte importante la comparte con Serbia, siguiente
destino antes de la próxima parada: Hungría.
Desde
que se levantó la valla de Erdine, Bulgaria pasó de recibir unos cientos de
refugiados e inmigrantes al año a contar 11.500 en 2013. Siguiendo el modelo
anterior ─criticado por la UE, que tampoco ofrece otra solución─, el Gobierno
búlgaro con ayuda económica comunitaria levantó 30 kilómetros de alambre y
concertinas en las localidades fronterizas de Lesovo y Kraynovo. 2014 cerró con
6.000 nuevos refugiados en territorio búlgaro. Como parecía que la valla y el
control policial funcionaban, el pasado enero, el Gobierno búlgaro aprobó la
construcción de 82 kilómetros adicionales. Problema resuelto para Bulgaria,
pero no para la UE.
Hungría
No
hay, al menos de forma estable por el momento, concertinas entre Grecia y su
vecina del norte, Macedonia. El cierre de la frontera búlgara no hizo sino
aumentar el éxodo por la vía marítima. El Egeo se convirtió en la única forma
de llegar a Europa desde Turquía y se triplicó el número de personas que optó por
esta ruta. De 5.800 durante el segundo cuatrimestre 2014 a casi 15.000 durante
el tercero. Las islas griegas se han convertido en campos de refugiados que se
cobijan en hoteles en ruinas, y el Gobierno heleno ha tenido que fletar barcos
para trasladarlos a la península y que sigan su dura ruta hacia el norte rico y
desarrollado.
Serbia
es la etapa común tanto para las personas que se desplazan desde Macedonia
(Sur) como para los que llegan desde Bulgaria (Este). En cualquier caso, es un
país de tránsito que no ha perdido ni tiempo ni dinero en tratar de frenar la
desesperación humana, a diferencia de Macedonia, cuyos policías han cargado
duramente contra los miles de refugiados que se agolpaban en la frontera para
coger el tren a Serbia, en la localidad de Gevgelija. Hungría es el siguiente
destino después de Serbia. Y ante la postura de Serbia, el Gobierno conservador
y nacionalista húngaro no está dispuesto a que ningún extranjero más ─ sólo un
1,5% de su población es extranjera─ se quede rezagado en su país durante la
travesía. Serán 135 kilómetros de vallado con una altura de cuatro metros. Su
construcción va a marchas forzadas y ya está instalada en algunos pasos. Según
datos de la oficina de inmigración húngara, en estos ocho meses de 2015 han
recibido 57.000 inmigrantes ilegales (no distingue entre refugiados e
inmigrantes). 43.000 llegaron en 2014 frente a los escasos 2.000 en 2012.
Aunque el número de extranjeros no ha aumentado.
Ceuta y Melilla (España-Marruecos)
Ceuta
y Melilla, las ciudades españolas en la costa africana, fueron objeto de una
“fuerte presión migratoria” entre 2013 y 2014. El foco se puso sobre los
inmigrantes subsaharianos y lo que la prensa decidió llamar “asaltos” a la
valla fronteriza. Sobre todo en Melilla. Sin embargo, las ONG de la zona
advirtieron en repetidas ocasiones de que, en realidad, la presión migratoria
era provocada por lo refugiados sirios.
Aún
así, España reforzó la triple valla ─de doce kilómetros en Melilla y ocho en
Ceuta─ para frenar a esos inmigrantes que, pese a sufrir guerras, matanzas y
persecuciones en sus países, “no tienen derecho a asilo”, según el ministro de
Interior, Jorge Fernández Díaz.
El
CETI melillense se encontraba desbordado (vea aquí las condiciones en las que viven)
precisamente de ciudadanos sirios, que no cruzaban saltando la valla, sino
pasando la aduana de Marruecos con un pasaporte falso. Eran los sirios más
pudientes, ya que esta ruta ─en avión desde Turquía a Argelia─ costaba miles de
euros. En cualquier caso, Alemania y los países nórdicos son la meta para todos
los que intentan llegar.
Calais (Francia-Inglaterra)
Ceuta
y Melilla no dejan de ser un esfuerzo en vano para muchos migrantes. El alzado
de la valla española, más la construida por Marruecos recientemente, y el
refuerzo de agentes y las devoluciones en caliente es un obstáculo demasiado
grande para, al fin y al cabo, continuar separado de Europa por el
Mediterráneo.
Las
tragedias de naufragios en aguas libias e italianas durante estos dos últimos
años han puesto de manifiesto el problema al que se enfrenta la UE. Aún así, la
última reunión de alto nivel para buscar una solución terminó sin ningún acuerdo,
y los inmigrantes que no murieron en las aguas del Mediterráneo, tras atravesar
Italia, han acabado llamando a las puertas de Reino Unido. El Canal de la
Mancha, que comunica por carretera subterránea Francia e Inglaterra, ha ocupado
efímeramente las portadas de todos los diarios.
La crisis migratoria de Calais, la región francesa por
la que se accede al Canal, ha sido tratada con la misma fórmula fallida. A
principios de agosto, el premier británico, David Cameron, y el primer ministro
francés, François Hollande, llegaron un acuerdo para frenar lo que Cameron
tildó de “plaga”: nuevas vallas con alambre de espino y docenas de cámaras de
seguridad adicionales en el extremo francés del Eurotúnel.
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