Por Sergio Casal*
En política, establecer prioridades es fundamental de
cara a la imagen posterior que de uno tenga la opinión pública. Así, una
buena gestión debe ir acompañada de una buena política de comunicación.
Pero si se pierden ambas, la política se convierte en espectáculo
mediocre.
En el sistema capitalista, arraigado en casi la
totalidad del planeta, las prioridades se han establecido en base a dos
grandes corrientes políticas con prioridades supuestamente
bidireccionales. En socialdemocracia, históricamente, se ha hablado de
justicia social, bienestar e igualdad. En neoliberalismo, de libertades
individuales, derecho a la propiedad privada y libertad de mercado. Con
el paso del tiempo, hemos visto como el fin último del capitalismo en
todas sus formas se ha ido imponiendo sobre estas prioridades: el
beneficio económico.
Observamos día a día como este fin abarca y absorbe
todos los campos de producción cultural. Los medios de comunicación,
especialmente la televisión –por ser el mayor medio de socialización aun
a día de hoy–, han supeditado el valor diferencial de la calidad
periodística en favor de la denominada lógica del audímetro. La
audiencia es el más importante de los fines que persiguen los mass
media. No es de extrañar que un medio de comunicación adapte su agenda
temática en base a tendencias y no a necesidades reales cuando, la
propia política, se ha convertido en occidente en un espectáculo de
masas cada vez más centrado en entretener y en crear corrientes de
opinión “pop” que en ser una herramienta imprescindible para mejorar la
vida de las personas y la democracia.
Otro campo al que se puede extrapolar esta lógica es el
de la Salud. En España, tenemos que observar con impotencia cómo un
gobierno que acusa constantemente a países como Cuba y Venezuela de ser
dictaduras sangrientas y antidemocráticas, recorta una cantidad
indecente de recursos económicos en sanidad (camas de hospital, vacunas
contra la Hepatitis C, copago farmacéutico, retirada de tarjetas
sanitarias). Además, todo esto se ve agravadocuando escuchamos cómo el
presidente del Gobierno nos pide “hacer más esfuerzos” porque no hay
dinero. Eso sí, mientras, la corrupción crece en cada rincón de la vida
política española: la financiación ilegal del citado partido de
gobierno; las tramas Gürtel, Púnica, Pokémon, Campeón; los ERE de
Andalucía y los cursos de formación; el desfalco de las preferentes y
las cajas de ahorro; el rescate a la banca; etcétera. ¿Para qué no hay
dinero?
Todo esto viene a cuento porque en el día de ayer, me
llegaba la noticia de que en la "sangrienta y autoritaria" Cuba, se
había logrado uno de los mayores hitos médicos de los últimos tiempos:
¿Para qué queremos, por ejemplo, una televisión con
trescientos canales si no podemos ver ni un sólo programa de calidad en
ellos? ¿De verdad no hay dinero tampoco para pagar la vacuna a los
pacientes de Hepatitis C? ¿Ni para restablecer camas de hospital? ¿Y
para qué queremos a la Unión Europea si nos quiere convertir en un
paraíso de mano de obra barata al servicio de Alemania? En España hay
mucho talento, más que en muchos países de la eurozona, pero no existe
un Gobierno comprometido con ese talento. Mientras seguimos criticando a
Cuba, ellos avanzan en dirección al progreso humano. Nosotros nos
hundimos en el pozo de la incertidumbre, sin prioridades políticas. Con
el beneficio económico de unos cuantos como único fin.
*Sergio Casal (Oleiros - Galicia) es periodista
magíster en comunicación política por la Universidad Complutense de
Madrid. Especializado en periodismo social y político.
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