Realidades. En el último estudio de la consultora M&R se verifica
que un 70.2% de la población nicaragüense aprueba la gestión del
Gobierno Sandinista, que encabezan el comandante Daniel Ortega y la
escritora Rosario Murillo.
Es decir, a ocho décadas del sacrificio del patriota nicaragüense, su
entrega no pasó como un soplo mundano en la Historia, del que nadie se
acuerda ya. Multitudes actuales, como se comprobó en la Plaza de la Fe
el 19 pasado, forman parte de la efigie más conocida del General: el que
está en pie con su Estado Mayor.
Quien definió las coordenadas del Frente Sandinista, al subrayar que
“Nuestra razón será nuestra fuerza dentro del pueblo, dentro de las
masas juveniles del pueblo”, es el mismo que a la luz de su experiencia
con personalidades destacadas de otros pensamientos, propuso “formular
una ideología revolucionaria nacional”.
Carlos Fonseca nunca rehuyó enfrentarse a Somoza; a lo que sí le
huyó, desde la izquierda, fue a los dogmas. Al no lograr ser
encasillado, sufrió el despiadado ataque mediático, satanizándolo la
mayor parte, silenciándolo casi siempre y censurándole toda la vida,
hasta decretarle la muerte civil.
Rotativas, balas, micrófonos, tinta, culateadas, cárceles y bobinas de infamias… nada se ahorró el enemigo en contra del héroe.
Carlos fue denigrado a dos bandas, desde los medios de Somoza hasta
los de la derecha opositora, porque su visión era amplia. Les resultaba
un estorbo, porque trascendía la estrecha provincia libero-conservadora.
Antes dieron cuenta del general Sandino, con una ristra de
vituperios. Y ahora, le sigue en el turno, la actual dirigencia del
Frente Sandinista. “No hay nada nuevo bajo el sol”, dijo Salomón.
“A mí no me extraña que los órganos de la propaganda somocista, tal
como el diario Novedades, tuerzan y retuerzan el modo de pensar de las
personas que como yo formamos parte de la oposición” (…) “El diario La
Prensa desde hace tiempo ha secundado la propaganda en que se me
describe como militante comunista y como adicto al marxismo leninismo, y
esto es falso” (CF. Cárcel de La Aviación, 8 de julio de 1964).
II
El objetivo supremo de deslegitimar a Carlos, Daniel, Rosario y el
Frente Sandinista, es porque se supone que el 21 de febrero de 1934 las
cúpulas “corrigieron” la historia.
Si se revisan “las páginas fatales” de Nicaragua, el general de
Niquinohomo y Carlos provocaron desde envidias hasta odios en todo el
arco bilis de las paralelas históricas.
Los Moncada y los Chamorro, pasando por los Somoza y los Cuadra
Pasos, no toleraron la empatía de Sandino con el pueblo; lo mismo
sucedió con Carlos, por lo novedoso de sus propuestas y porque, pese a
su juventud, le enseñó a la “liga” de “sabios”, hombres de holguras
económicas, que él si tomaba la vida en serio. Lo demás eran inútiles
juegos de chicos bien.
De ahí quedan esos furibundos resentimientos, sin fecha de
vencimiento, que luego sus herederos se encargarían de darle su pasadita
de pintura “política” hasta hoy.
Que el comandante Ernesto Guevara no aprobara la aventura de Olama y
Mollejones, pero sí se sintiera el Che con la columna guerrillera
“Rigoberto López Pérez”, en junio de 1959, donde militó el jovencito
Fonseca, explica un rencor bien cuidado hacia todo lo que se llama Cuba,
Revolución y Fidel. Y, por extensión, al FSLN y su conducción,
precisamente por su identificación plena con la República de Martí.
Un viejo traido, pues.
III
El Frente Sandinista volvió al poder porque su código genético es el
de Sandino. Y quienes bajaron de Sierra Maestra, Fidel, Raúl, son los
más autorizados para hablar de Revolución y saber cuándo esta es real o
postiza.
De ahí que en el 36 aniversario, el Primer Vicepresidente de Cuba,
Miguel Díaz-Canel, revalidara la confianza en el único sandinismo
viviente, el FSLN, y su liderazgo:
“Hoy que regresamos representando al Pueblo Cubano, vemos una
Revolución Sandinista que se consolida, que crece, que es triunfadora.
Vemos un Gobierno liderado por el Comandante Daniel Ortega, y por la
Compañera Rosario Murillo, que es apoyado por la mayoría de los
nicaragüenses”.
El Frente no se había ido de la Historia. Y la historia no es una
carretera recta, lógica, pura, sin baches y sin abismos a los lados.
Entenderlo exige salir ileso de las ortodoxias y ser herido de
realidades para curar los males de la sociedad.
La Revolución Cubana confirma, en la voz de Díaz-Canel: “A partir del
retorno del Frente Sandinista en el año 2007, le expresamos a nuestro
comandante hermano Daniel Ortega, que el pueblo heroico y noble de
Nicaragua podía recibir todo el apoyo solidario y comprometido del
pueblo de Cuba en la construcción de una sociedad mejor…”.
En Nicaragua la única izquierda existente se reinventó cuando los
paradigmas y los amarillentos manuales colapsaron por inviables con todo
lo que precariamente sostenían: el socialismo del Este europeo. De ahí
la desconfianza de muchos y la pregunta que solo los hechos
contestarían: Quo Vadis FSLN?
Vale tanto que la respuesta concluyente sobre los efectos de la
Ideología Revolucionaria Nacional, anunciada por Carlos, la ofrezca
Cuba. Su Vicepresidente testifica:
“Exhibe Nicaragua importantes logros en esferas de la vida económica,
de la vida social, de la cooperación, y de las inversiones. Y por lo
tanto, los cubanos, los cubanas, nos sentimos orgullos de estar
participando con ustedes en esta Histórica Etapa de la Revolución
Sandinista”.
Difícilmente otro liderazgo hubiese mantenido cohesionado al FSLN.
Las pruebas son tangibles. Quienes se fueron del Frente también se
llevaron lo que tampoco pertenecía estructuralmente al sandinismo: la
mala levadura de la división, su invicta soledad y sobre todo, el triste
pensamiento que solo florece en el pantano de las amarguras profundas…
considerar nuestra patria bendita un “paisito”.
El FSLN no es un partido de ángeles y es más que un encendido
discurso antiimperialista; está hecho de hombres y mujeres que quieren
una Nicaragua grande.
Si no, ¿para qué sirve una Revolución?
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