Por René González Sehwerert.
29 de
noviembre de 2000.
La sesión
comienza a las 8:45 con una discusión acerca de la toma de testimonios en Cuba.
La defensa lo ha pedido, pero los fiscales se resisten y la jueza pide a cada
parte que remita sus argumentos a la corte. El cuarto grupo de aspirantes a
jurados hace su entrada a las 9:30.
En esta
ocasión son 29. De ellos:
- Uno no quiere saber de la policía.
- Otro fue asaltado por un policía y los demás trataron de encubrirlo.
- Uno no quiere saber de gobiernos: “El de Estados Unidos porque apoya a los palestinos y el de Cuba porque Castro fue aliado de Sadam Husein en la guerra del Golfo”. Combinación letal de ignorancia con islamofobia.
- Una conoce a Marlene Alejandre, esposa de uno de los derribados el 24 de febrero de 1996.
- Otro conoce a José Basulto.
El quinto
panel entra en la tarde. Ahora me toca a mí, pues una antigua asociada del
Movimiento Democracia es parte del grupo. Muy discretamente pide un “side bar”
y explica el conflicto a la Jueza, que la deja ir. Sin terminar el cuestionario
individual se cierra la sesión hasta el próximo día.
30 de
noviembre de 2000.
Continúa el
trabajo a las 9:15 con el grupo de la tarde anterior, del que son excusados 9
que se libran de ser jurados. Sumisión.
Terminadas
las sesiones de preguntas preliminares se liberan los asientos de la parte
opuesta, donde se sentaban los grupos de aspirantes a jurado, y se
produce una escena.
algo
ridícula: Los fiscales se acercan con genuflexión a los familiares de los
pilotos de Hermanos al Rescate y les ofrecen sentarse en la primera fila, junto
a los oficiales del gobierno. Paul McKenna hace el mismo gesto a mi hermano y a
la mamá de Antonio, pero los fiscales saltan como un resorte a impedirlo.
Paul protesta: Los familiares de ambas partes tienen derecho a un espacio
en la sala.
Se produce
un impasse algo embarazoso y tras discutirse el tema la jueza separa la primera
fila para oficiales del gobierno y público en general. La segunda será para los
familiares de los pilotos derribados y en la tercera dos asientos para mi
hermano Roberto y Mirta, la mamá de Tony.
Comienza la
segunda etapa. Cada jurado entrará solo a la sala para un interrogatorio más
personalizado.
Sobra decir
que nadie tiene simpatías por Cuba. Dos se declaran neutrales. Un señor da
muestras de inteligencia por encima de la media: El juicio es un circo y si no
fuera por los cubanos histéricos de Miami hace rato a los acusados los hubieran
puesto en un avión de regreso a Cuba. “Ha habido otros casos de espías sin
tanto jaleo en los Estados Unidos”.
El señor se
libra de ir al jurado y nosotros perdemos la posibilidad de que alguien con
cerebro y agallas -combinación milagrosa, descubriremos luego- forme parte del
jurado.
Los fiscales
se rebelan porque dicen que la jueza está pasando la escoba muy bajito, y
conque alguien solo nos odie un poco no significa que se parcializará. Son
insaciables y no se conforman con que no haya nadie que simpatice con nosotros.
Necesitan llenar el grupo final con gente que nos pida la cabeza para que
tengamos que agotar todos nuestros retos perentorios y aun así no consigamos un
sólo jurado con trazas de neutralidad.
La jueza
capitula ante las demandas de la fiscalía. No será tan exigente ante las
personas que admitan prejuicios. Se acaba de decretar otra vuelta de tuerca en
contra nuestra y con ella la última esperanza de que se haga justicia en el
juicio.
Ahora la
jueza comienza a admitir a quienes manifiestan prejuicios serios contra
nosotros, y los retos perentorios a que tenemos derecho se van evaporando uno a
uno. Una muchachita admite abiertamente su origen cubano y sus prejuicios
contra los acusados, pero la jueza puja, repregunta, dirige, empuja. Gerardo se
inspira con la siguiente caricatura:
Al final la
chica -Ileana Briganti- es admitida y se nos irá en ella otro reto perentorio.
1 de
diciembre de 2000.
Un día bien
corto, pues la jueza sólo examina a 24 personas y de ellas ocho ya nos
consideran culpables, por lo que son excusados a pesar de los respingos de los
fiscales, a los que no basta que la jueza haya subido el pase de escoba. El
último panelista del día no tiene relación con Cuba, pero su problema es que
trabaja para el condado y allí en su trabajo lo mismo declaran el día de
homenaje a Orlando Bosh que se aparece Nasario Sargén para la ponina que
financiará la libertad de Cuba.
Así que
David Cuevas, en síntesis, teme por su trabajo en el condado si se da un
veredicto de no culpables. El problema es que no halla la forma de decirlo. (Va
y si lo dice así, en plata, lo pierde antes). El recurso que el pobre hombre
encuentra consiste en no entender ninguna pregunta. La jueza se afana porque
entienda algo, pero el hombre ni a palos. A veces se queda lelo y parece que
entenderá, pero casi siempre esta conducta es el preámbulo para que pida que le
repitan la pregunta.
Poco a poco,
laboriosamente, se va perfilando cual es el conflicto de Cuevas. Entre un sopor
escuchamos a la jueza arrancar la confesión de que teme por su seguridad, pero
aun falta que diga el cómo, el donde, el porqué y el cuándo. No basta con que
todos lo sepamos en la sala. Tiene que decirlo el mismo Cuevas. La jueza
encuentra las preguntas apropiadas:
-¿Usted
temería a las consecuencias de un veredicto de culpables?
– No.
– ¿Usted
temería a las consecuencias de un veredicto de no culpables?
– Sí.
Y el señor
Cuevas abandona la sala aliviado de no tener que servir en el jurado.
Como es viernes nos tomaremos el fin de semana de descanso.
3 de
diciembre de 2000.
Domingo. El
edificio de la Corte está cerrado, pero las ruedas de la “justicia” están
girando en el Ministerio de Propaganda de la Fiscalía.
El Nuevo
Herald, en la pluma de Rui Ferreira, da la voz de alarma. “Los cubanoamericanos
pudieran quedar fuera del jurado”, alerta a sus lectores. En pocas palabras: Están
siendo demasiado honestos al admitir que no pueden ser imparciales. Pónganse
las pilas y dejen a un lado los escrúpulos.
El resto del
día transcurre en la normalidad, en lo que esperamos a ver qué sucede con el
toque a degüello del vocero oficial de la fiscalía en Miami.
Crónica de una parodia anunciada (3)
4 de diciembre de 2000.
Ese lunes llegamos a la corte con la expectativa de si
la alerta de El Nuevo Herald modificará la conducta de los potenciales jurados.
No nos toma mucho tiempo para descubrir que nuestros peores vaticinios se han
cumplido con creces. Anoto en mi diario:
“Se le pudiera llamar el desfile del odio. De las once
personas que responden el cuestionario, ocho eran cubanas, cuya principal
preocupación parece ser si ahorcarnos o ponernos en la silla eléctrica. Lo más
curioso es que, por sus edades y su biografía, ni siquiera pueden recordar el
barrio en que vivieron en Cuba, pero se saben al dedillo las lecciones que una
y otra vez repite la radio “cubana” de Miami. La más original es una que dice
que debían ponernos en una cárcel en Cuba. Por poco saltamos todos en nuestros
asientos (¡Sí, sí, por favor señora jueza!). Otro infeliz dice temer por su
familia en Cuba si se da un veredicto de culpabilidad. Otra: “All the way with
the USA”. Más “American” que un McDonalds y habla de los cubanos como si fueran
extraterrestres. En fin, un desastre. Para colmo entre los cuatro no cubanos, un
venezolano parece querer tomar en nosotros la revancha contra Chávez, y una
señora de Georgia estaba rodeada de cubanos. Por suerte quedan una señora de
color que parece bastante justa y un filipino.
Lo peor del caso es que todos los cubanos parecen influidos
por los artículos que escribió Rui Ferreira en El Miami Herald, para
advertirles: “¡Cubanos, dejen la bobería o se quedan fuera del jurado!” Los
aludidos comenzaron a hacer cierta una caricatura que se le ocurrió a Many días
antes, y todos, con tremenda tranquilidad, “podían ser imparciales”. O sea que
se cumplieron nuestras aprensiones.
Por su parte la jueza parece darles una ayudita. Una
que tenía tres tíos de la brigada 2506 y “podía ser imparcial” no es
considerada excluible por causa. Sólo basta que alguien balbucee que sería
justo y la exclusión por causa no tiene lugar.
La sesión termina a las 2:00 p.m. con un sabor bastante
amargo, pues en sólo unas horas nos vemos sin apenas retos perentorios con qué contar,
contra tanta gente que nunca será justa al juzgarnos. Pero nos retiramos a
almorzar con la tranquilidad de siempre, en medio de bromas y con los mismos
deseos de seguir luchando con que nos habíamos levantado ese día”.
Gerardo se inspira y nace la siguiente caricatura.
Recreación de la que él había creado cuando esta posibilidad era sólo una
premonición, a propósito de la insinceridad de algunos de los primeros
panelistas:
En la tarde
las cosas se arreglan un poco, pasada la resaca del toque a degüello en el
Herald. El día termina con un grupo de veinte candidatos aprobados, incluyendo
a los que por la mañana habían venido de soga y cuchillo a declararse
“imparciales”.
La defensa
pide ampliar en tres sus vetos perentorios en razón del aborrecible espectáculo
de la mañana. Innecesario decir que la fiscalía se opone. Manteniendo las
proporciones que dicta la ley la jueza nos da tres retos perentorios, de
antemano quemados, y aumenta los de la fiscalía en dos, que los fiscales nunca
necesitarán de todos modos.
Los fiscales
introducen entonces un elemento que dará para algún espacio en estas líneas: El
racismo.
Hay una
negra que ha sido aprobada en el panel, pero ahora la fiscalía aduce que no
puede servir de jurado porque ¡Toma pastillas para la migraña dos veces al mes!
La Jueza obliga y los fiscales ya comenzarán el proceso de retos perentorios
anulando la concesión que nos hiciera la jueza minutos antes. Como si les
hiciera falta.
5 de
diciembre de 2000.
Comienza la
sesión matutina con diez panelistas, de los cuales cinco son aceptados para
formar el grupo definitivo del que saldrá el jurado. Ya suman los cuarenta y
nueve que se necesitan para que cada parte aplique sus retos perentorios y
queden como residuo los doce jurados con los cuatro suplentes.
Pero antes
de que vayamos al almuerzo saca otra vez la garra el racismo de la fiscalía:
Otra señora negra, Bridgette Hanies, es objeto del encono de los fiscales
porque “llegó tarde a la audiencia”. Esta vez la maniobra no prospera y los
fiscales tendrán que usar uno de los retos perentorios que de todos modos les
sobran para eliminar a la señora Hanies.
La sesión de
la tarde se dedicará a la selección definitiva del jurado que nos juzgará.
Reproduzco de mi diario:
“Este
proceso es interesante y aunque parece que hay varias maneras de hacerlo, sólo
conozco la que se aplicó en nuestro caso y que te describo a
continuación.
La
jueza va leyendo, uno a uno, los nombres de quienes quedan en la lista, y cada
parte va diciendo si lo acepta o si lo veta, lo cual en el lenguaje oficial es
un “reto perentorio” o una “recusación sin causa”. Las partes tienen la primera
palabra alternativamente, de manera que si la defensa tiene la prioridad en
cada nombre impar, la fiscalía lo tiene en cada par. Las personas que no son
vetadas por alguna de las partes son las que quedan en el jurado y el proceso
termina cuando se tienen las doce, repitiéndose entonces con los cuatro
suplentes, respecto a los cuales cada parte tiene dos vetos perentorios.
Es un
ejercicio de táctica y estrategia que sería divertido si no estuviera en juego
el “pescuezo” propio. Porque cada parte prepara su lista de vetos; y también la
de quienes le parecen peligrosos, para aplicarles el veto que quede a su
disposición, en caso de que la otra parte haya ejercido ese derecho sobre algún
nombre que, desde ya, hubiera estado en la lista propia, lo cual significa que
la parte opuesta le ahorra un veto.
Se decide que el gobierno ejerza primero con los impares y la defensa con los
pares:
El primer candidato, Gil Page, aceptado por ambas partes.
El segundo candidato, David Bucker, aceptado por ambas partes.
El tercer candidato, Steven Gair, vetado por la fiscalía.
El cuarto candidato, María González, vetado por la defensa.
El quinto candidato , Diana Barnes, aceptado por ambas partes.
El sexto candidato, Marco Barahona, eliminado por la fiscalía.
El séptimo candidato, Joseph Paolercio, eliminado por la fiscalía.
El octavo candidato, Laverne Greene, eliminado por la fiscalía.
El noveno candidato, Ileana Briganti, vetado por la defensa.
El décimo candidato, John Gómez, vetado por la defensa.
El onceno candidato, Sonia Portalatín, aceptado por ambas partes.
El duodécimo candidato, Lázaro Barreiro, vetado por la defensa.
El decimotercer candidato, Belkis Briceño, vetado por la defensa.
El decimocuarto candidato, Omaira García, aceptado por ambas partes.
El quinceavo candidato, Michelle Peterson, vetado por la fiscalía.
El
decimosexto candidato, Elthea Peeples, aceptado por ambas partes.
El
decimoséptimo candidato, Louise Cromartie, vetado por la fiscalía.
Los abogados
de la defensa se dan cuenta de que la fiscalía está siguiendo un patrón
racial, al tratar de eliminar a la mayor cantidad de negros; y McKenna,
hablando en nombre de los cinco abogados, pide un aparte para conferenciar con
ellos. Al parecer deciden no objetar por el momento, y esperar a ver si el
patrón se mantiene.
El
decimoctavo candidato, Wilfred Loperena, aceptado por ambas partes.
El
decimonoveno candidato, Kenneth McCollum, vetado por la fiscalía.
…Otro negro
más, en este caso un oficial de correcciones, de quien, en todo caso, se podía
esperar que fuera preocupación de la defensa. McKenna explica a la jueza que la
fiscalía está siguiendo un patrón racial, al haber sacado cuatro de seis
negros, y pide que la fiscalía dé una explicación no racial de por qué ha
excluido a los dos últimos: una señora mayor de credenciales impecables y un
oficial de correcciones, también sin un elemento negativo para la fiscalía.
Los fiscales
objetan, pero la jueza decide que se escuche la reclamación de McKenna, dando
lugar a un conciliábulo bastante prolongado en la mesa de la fiscalía.
Tras mucho
deliberar, explican que la señora Cromartie viajó a Cuba en los años 60, que no
está de acuerdo con la política de inmigración de Estados Unidos que favorece a
los cubanos por sobre otras etnias y que cuando respondió a los cuestionarios
de la jueza se cruzó de brazos y no la miró de frente.
Paul
responde diciendo que otros jurados con más fuertes objeciones a la política
migratoria, como el señor Paolercio, no habían sido objetados por la fiscalía,
pero la jueza encuentra que se han expuesto razones racialmente neutrales y
excusa a la fiscalía.
Por su
parte, la fiscalía explica el veto al señor McCollum diciendo que como era
oficial de prisiones tenía relaciones con presos, por lo que no lo quería en el
jurado.
Paul aduce
que en los días anteriores, cuando un oficial de prisiones, que incluso había
tenido contacto con nosotros, explicó esta relación, la fiscalía se había
opuesto fuertemente a que se le excusara, lo cual contradecía lo que ahora
estaba planteando contra McCollum. De todos modos, la jueza vuelve a excusar a
la fiscalía y acepta su explicación como racialmente neutral.
Y sigue la
puesta en escena…
El veintavo
candidato, Morton Lucoff, vetado por la fiscalía.
El vigésimo
primer candidato, Florentina McKain, vetado por la defensa.
El vigésimo
segundo candidato, John McGlamery, vetado por la defensa.
El vigésimo
tercer candidato,, Richard Campbell, aceptado.
El vigésimo
cuarto candidato, Queen Lawyer, vetado por la fiscalía.
Otra persona
negra y McKenna no perdona, se para y pide que la fiscalía dé una explicación
racialmente neutral para el veto.
La fiscalía
encuentra una razón algo más plausible en este caso: la señora tiene un sobrino
que fue convicto, y no cree que fue tratado con justicia por el sistema legal.
La jueza acepta la explicación y se prosigue:
El vigésimo
quinto candidato, Jesse Lawhorn, vetado por la defensa.
El vigésimo
sexto candidato, Bárbara Pereira, vetado por la defensa.
El vigésimo
séptimo candidato, Angel de la O, vetado por la defensa.
El vigésimo
octavo candidato, Lilliam López, vetado por la defensa.
El vigésimo
noveno candidato, Juanito Millado, aceptado.
El trigésimo
candidato, Migdalia Cento, aceptado.
El trigésimo
primer candidato, Miguel Hernández, vetado por la defensa.
El trigésimo
segundo candidato, Hugo Arroyo, vetado por el gobierno.
El trigésimo
tercer candidato, Leilani Triana, vetado por la defensa.
El trigésimo
cuarto candidato, Sergio Herrán, aceptado.
El trigésimo
quinto candidato, Rosa Hernández, vetado por la defensa.
El trigésimo
sexto candidato -una señora negra- es aceptado por la defensa; los fiscales
piden un momento para deliberar, pero se dan cuenta de que se han quedado sin
retos perentorios que ejercer: “Aceptamos a Ms. Vernon”. Y la señora Debra
Vernon se convierte en el duodécimo miembro del jurado que nos juzgará, el cual
es ratificado por las partes y la jueza. Ahora comienza la selección de los
cuatro alternos:
El trigésimo
séptimo candidato, Haydée Duarte, vetado por la defensa (ésta es la que tenía
tres tíos que fueron a Playa Girón, pero aún así se declaraba imparcial).
El trigésimo
octavo candidato, Wanda Thomas, vetado por la fiscalía.
McKenna al
ataque. Otra persona negra ha sido vetada por la fiscalía y Paul pide que
se explique la razón. La fiscalía dice que la señora tenía los brazos cruzados
durante el cuestionario y contestaba con monosílabos a las preguntas de la
jueza; añade que nació en Panamá y que el acusado Antonio Guerrero tiene un
hijo de mujer panameña. La jueza acepta la explicación de la fiscalía y Wanda
Thomas es excluida del jurado por falta de locuacidad y por panameñismo.
Este es un
fenómeno curioso y demuestra cómo subyace el racismo en esta sociedad. Todos
saben en la sala que las motivaciones de la fiscalía son racistas, pero la jueza
tiene que mantener un equilibrio y está en una situación comprometida. No es
fácil exponer el juicio a tintes raciales, y aceptar lo que se esconde detrás
de los vetos de la fiscalía; por otro lado, privar a cada una de las partes de
un derecho como lo es el reto perentorio, llevaría al caos. Aunque sus
decisiones en este caso pudieran ser en detrimento nuestro, me parece reconocer
que tienen el salomónico motivo de evitar males mayores.
Seguimos
eligiendo a los jurados alternos:
El trigésimo
noveno candidato, Eugene Yagle, aceptado.
El
cuadragésimo candidato, Luis Fernández, vetado por la defensa.
Ahora la
fiscalía a la riposta; todos los jurados de origen cubano han sido vetados por
la defensa y la fiscalía quiere una explicación sobre la razón del veto a este
joven, que apenas ha expresado tener opiniones sobre algo.
Blumenfield
devuelve la jugada a la fiscalía y refiere que el muchacho expresó dudas sobre
si creería a un testigo que fuera oficial del gobierno cubano o miembro del
Partido Comunista. Y añadiendo ironía a la jugada, dice que el joven estaba
usando una gorra de pelotero y se sentó jorobado, lo cual indicaba poca
atención al caso.
McKenna
agrega a su vez que ve un problema de credibilidad, pues, siendo de origen
cubano, dice no tener ninguna opinión sobre Cuba, y eso le parece extraño.
La jueza
termina aceptando las razones de la defensa.
Todos en la
sala saben que, en efecto, los jurados de origen cubano han sido excluidos,
porque han expresado abrumadoramente prejuicios en contra nuestra, y porque,
además, la nacionalidad cubana desempeña realmente un rol específico en este
caso, a diferencia de la raza. La jueza continúa:
El cuadragésimo primer candidato, Odornia Homuska, vetado por la
fiscalía.
Otra mujer negra y McKenna en pie una vez más. La fiscalía aduce razones de
lenguaje y, de nuevo, que la señora es monosilábica. A decir
verdad, creo que las razones de lenguaje son válidas. La jueza acepta y la
señora Odornia se libra de servir en el jurado.
Después de haber agotado cada parte sus vetos perentorios en el jurado alterno,
los tres candidatos siguientes pasan al panel final. Son Miguel Torroba,
Marjorie Hahn y Beverly Holland, quienes se convierten en alternos dos, tres y
cuatro respectivamente.
Es la 1:30 de la tarde cuando ya tenemos un jurado de verdad, como en las
películas. La jueza da las gracias a todo el mundo por el esfuerzo realizado en
los últimos largos días; menciona a los letrados de ambas partes, al personal
de la sala, al taquígrafo y a las traductoras; en fin, a todo el mundo menos a
los que más madrugamos, es decir los alguaciles federales y los defendidos,
quienes nos marchamos de la sala compartiendo en fraternidad la desgracia común
del olvido de la jueza. Aunque estamos exhaustos, se nos informa que
tenemos que esperar en las celdas-perreras hasta que venga la orden de la
Corte. Nos dicen que mientras no localicen a las dieciséis personas del jurado
no podemos irnos”.
De regreso a
la corte nos enteramos de que hay problemas personales en dos de los jurados y
se impone un ajuste. La jueza propone vaciar los dos espacios y dar un reto
perentorio a cada parte, cosa que la defensa acepta. El problema es que la
fiscalía tiene otro negro que linch…perdón, eliminar. Un señor de aspecto
realmente respetable nombrado Louis Harrel. Como no hay acuerdo la jueza decide
que se entrevistará con los jurados que tienen problemas antes de que comiencen
los argumentos iniciales, y luego tomará una decisión.
Crónica de
una parodia anunciada (4):
6 de
diciembre de 2000. (Página 104).
Cumple de Elian. 27 de noviembre.
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