Fuente original: The Huffington Post
Por William M. LeoGrande, profesor de la American University (Washington, DC).
En septiembre, el presidente Obama firmó un memorando presidencial
para extender el embargo de Estados Unidos contra Cuba por un año más,
como hicieron rutinariamente todos los presidentes desde Jimmy Carter.
Al respecto John Oliver hizo una pregunta un tanto divertida en su
programa de HBO, y me puso a pensar. ¿Por qué es necesario renovar el
embargo cada año y qué pasaría si un presidente decide no renovarlo?
La respuesta necesitaría recorrer todo el camino de regreso a los orígenes del embargo. El presidente John F. Kennedy anunció el embargo en febrero de 1962, pero la plena aplicación de esta decisión no se produjo hasta la promulgación de las primeras normas que definieron estas sanciones para los cubanos, en julio de 1963.
La Ley de Comercio con el Enemigo de 1917 (TWEA)
fue uno de los instrumentos fundamentales para imponer el embargo, y lo
sigue siendo hoy. El TWEA, la Ley Patriota de su tiempo, le dio al
presidente amplias facultades ejecutivas en tiempo de guerra o
emergencia nacional.
Pero cuando Kennedy impuso el embargo, él no declaró una emergencia
nacional con respecto a Cuba con el fin de acceder a las prerrogativas
del TWEA. En lugar de ello, se basó en una particular situación de emergencia nacional declarada por el presidente Harry Truman en 1950,
al comienzo de la Guerra contra Corea, una emergencia destinada a
enfrentar la amenaza de “la conquista del mundo por el imperialismo
comunista” y “la creciente amenaza de las fuerzas de la agresión
comunista “.
¡Así que la justificación legal principal para el embargo
contra Cuba dependió de una emergencia nacional declarada nueve años
antes de que Fidel Castro llegara al poder!
A mediados de la década de 1970, el Congreso decidió que la
existencia de situaciones de emergencia nacional perpetuas, como la
declaración de Truman de 1950, era un peligro para la democracia y que
la autoridad ejecutiva que estaba disponible para el presidente bajo
TWEA era excesiva. Enmendaron el TWEA para limitar los poderes
extraordinarios del presidente a sólo tiempos de guerra y aprobaron una
nueva ley, la Ley de Poderes Económicos de Emergencia Internacional (IEEPA), para cubrir las nuevas emergencias nacionales, aunque con una más estricta supervisión del Congreso.
Aunque el Congreso no llegó a borrar del panorama la posibilidad de
la antiguas situaciones de emergencia, la Ley de Emergencia Nacional de
1976 rebanaba los poderes al despojar al presidente de su poder de
invocar la antigua autoridad para imponer nuevas sanciones a la manera
que Kennedy había hecho con Cuba.
Sin embargo, el Congreso protegió las sanciones económicas ya
establecidas, incluyendo las sanciones para Cuba, y también la autoridad
del presidente bajo TWEA para mantenerlas o modificarlas. El único
requisito: que el presidente renovara su decisión año tras año. Así que
cada año desde 1978, los sucesivos presidentes han firmado las
sanciones, manteniendo vivas las competencias bajo el TWEA para imponer
sanciones económicas a Cuba.
La Emergencia Nacional de la Guerra coreana, moribunda ya en la era
de Harry Truman, todavía persigue a las relaciones entre EEUU y Cuba,
como un zombie, 64 años después de que se firmó aquella Ley y 24 años
después del fin de la Guerra Fría.
¿Qué pasaría si el presidente reconoce lo obvio, es decir, que las
condiciones que provocó la emergencia nacional de Truman desaparecieron
hace mucho tiempo? ¿Y si el presidente simplemente no renueva la
decisión de TWEA que se deriva de aquella particular emergencia?
No, el embargo contra Cuba no se iría. Aunque TWEA fue su fundamento legal original, la Ley de la Libertad Cubana y Solidaridad Democrática de 1996 -la Helms-Burton- convirtió el
embargo en ley, al establecer que las sanciones económicas vigentes
permanecerían en su lugar hasta que Cuba se sometiera a un cambio de
régimen. Y otras leyes blindan diversas partes y piezas del embargo: por
ejemplo, la Ley de Asistencia al Extranjero, de 1961, da al presidente la autoridad para imponer un embargo comercial a Cuba; la Ley para la Democracia Cubana de 1992 (Ley Torricelli) prohibe el comercio con Cuba a filiales extranjeras de empresas estadounidenses; y la Ley de Reforma de Sanciones Comerciales y Fomento de la Exportación, de 2000, prohíbe los viajes turísticos. Así que el embargo continuaría incluso sin TWEA.
Pero la autoridad legal del presidente para cambiar la sanciones
contra Cuba puede convertir estas sanciones en algo más tenue. El TWEA
otorga al presidente autoridad prácticamente ilimitada para apretar o
aflojar las sanciones. Cuando Helms-Burton codificó las normas para las
sanciones cubanas, también codificó la autoridad del presidente para
autorizar excepciones al embargo, aflojando con ello las sanciones, ya
que las normas se refieren específicamente a la autoridad. En ausencia
de una fuerza legal comoTWEA, no está claro que el presidente podría
endurecer las sanciones.
Sin TWEA, Un presidente que intente restablecer la sanción, sería
vulnerable al desafío legal de cualquier persona por sufrir daños como
resultado. En Regan v. Wald,
el Tribunal Supremo consideró que la decisión del presidente Ronald
Reagan estaba legalmente justificada cuando endureció las restricciones a
los viajes a Cuba, debido a las amplias facultades que mantenía bajo
TWEA. Sin este respaldo, no habría podido imponer nuevas restricciones a
menos que él declarara una nueva emergencia nacional con respecto a
Cuba bajo IEEPA.
Ahí está la verdadera razón de por qué todos los presidentes desde
Jimmy Carter hasta hoy han renovado la prerrogativas legales
proporcionadas por TWEA: ningún presidente, demócrata o republicano,
quiere renunciar a su discreción ejecutiva o a ser forzados a declarar
-aún justificándolo- una nueva emergencia nacional.
Si los republicanos del Congreso están realmente tan molestos con el
uso que da el presidente Obama a sus poderes ejecutivos, pueden asestar
un golpe a la Presidencia Imperial instándole a no renovar la autoridad
TWEA que sustenta el embargo contra Cuba. Pero antes tendrían que dejar
de respirar.
William M. LeoGrande es coautor con Peter Kornbluh de Back Channel to Cuba; The Hidden History of Negotiations between Washington and Havana (University de North Carolina Press, 2014).
No hay comentarios:
Publicar un comentario