Por Carlos Tena
El jefe de Estado de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro, afirmó hace unos días que el ex presidente del gobierno español José María Aznar “es uno de los responsables de la muerte de un millón de iraquíes”, porque promovió la invasión de 2003 junto a los entonces mandatarios de EE.UU, George W.Bush y el del Reino Unido, Tony Blair.
Durante la guerra (que no contó con la aprobación de Naciones Unidas ni de su Consejo de Seguridad) murieron casi cuatrocientos mil niños y más de seiscientos mil adultos. Maduro calificó a Aznar de “asesino de sangriento” durante un acto público en Caracas.
El presidente hizo este comentario mientras se refería, una vez más, al descenso de los precios del petróleo, una caída que, insistió, es “culpa de una jugada imperial” de los Estados Unidos por el uso de la técnica de fractura hidráulica (fracking).
Subrayó que a EE UU, “el vampiro imperial petrolero del mundo, no le bastó con supuestamente haber destruido a Libia como la destruyeron” y señaló que en la actualidad grupos terroristas controlan los campos petroleros.
Una de sus preguntas sobre la situación en Oriente Medio tuvo como objetivo el ejército islámico, enorme mesnada que la propia Hillary Clinton reconoce fue auspiciada por los servicios de inteligencia y el gobierno de los Estados Unidos de norteamérica.
La cuestión planteada alude a los millones de dólares y euros que percibe ese ejército terrorista por las ventas de petróleo: ¿Quién le compra el petróleo a los grupos terroristas de Libia, del Estado islámico, de Al Qaeda?; ¿con qué cheques lo pagan?, ¿por medio de qué bancos?.
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