Por Roilán Rodríguez Barbán.
La guerra cultural desatada por el imperialismo y los centros de 
poder que operan a escala global, es en esencia, contra la juventud. Es 
como una empresa invisible, glamorosa, embaucadora; que trata de impedir
 la construcción del pensamiento propio en respuesta al pensamiento 
único globalizado, que busca masificar las conciencias y someterlas a 
las pérdidas de las identidades culturales, al consumismo, a la falta de
 libertad, a ese pensamiento que se basa en la dominación y no en la 
liberación de los pueblos.
No es algo nuevo que nunca se haya pensado. Como revela Daniel Estulin, en su libro Los secretos del Club Bilderbeg,
 el objetivo final de esta pesadilla sería un futuro que transformará la
 Tierra en un planeta prisión mediante un mercado globalizado, 
controlado por un Gobierno Mundial Único, vigilado por un Ejército 
Mundial Unido, regulado económicamente por un Banco Mundial y habitado 
por una población controlada por microchips y cuyas necesidades vitales 
se habrán reducido al materialismo y a la supervivencia: trabajar, 
comprar, procrear, dormir; todo conectado a un ordenador global que 
supervisará cada uno de nuestros movimientos. En síntesis, convertirnos 
en «tontos, encarcelados y felices». Se trata de una guerra también de 
los modelos de vida, de los conceptos de felicidad, del modo de vida 
capitalista en el cual los objetos determinan el valor de las personas, 
reproduciendo en el imaginario social que cualquiera puede llegar a 
hacerse rico. A lo que aspira el imperialismo es a desideologizar 
nuestra propia vida, cambiar nuestras mentes y ganar la guerra cultural.
Es por ello que el mensaje dirigido a las nuevas generaciones «Claves
 para alcanzar la felicidad», del Doctor Armando Hart Dávalos, ejemplar 
combatiente revolucionario de la Generación del Centenario y 
personalidad indiscutible en el campo de la política y la cultura 
cubanas, resulta asidero por el valor moral que encierra el contenido de
 este encargo para la juventud ante la guerra cultural que se le trata 
de imponer, en la sutil campaña colonizadora de mentes humanas. Como ha 
señalado el eminente intelectual brasileño Frei Betto, en el contexto 
actual: “El primer deber del educador no es formar mano de obra 
especializada o calificada para el mercado de trabajo. Es formar seres 
humanos felices, dignos, dotados de conciencia crítica, participantes 
activos en el desafío permanente de perfeccionar el socialismo (…), 
nombre político del amor”.
Avanzar en este sentido implica superar el avasallador proceso 
neoliberal de “deshistorización de la historia”. Sin formación histórica
 no hay conciencia revolucionaria, ni proyectos políticos serios. Con la
 equívoca tesis del fin de la historia, los neoliberales pregonan que la
 humanidad ya alcanzó su nivel civilizatorio más alto, consustanciado en
 el sistema capitalista.
Para nadie es un secreto que en la estrategia subversiva contra Cuba,
 el imperialismo tiene entre sus objetivos priorizados a los jóvenes, en
 particular a los estudiantes, apostando a la inexperiencia y a la 
rebeldía natural de la juventud. Se desatinan obcecadamente en crear 
brechas entre las distintas generaciones que llevamos adelante el 
proceso revolucionario. La actividad enemiga busca frustrar el 
compromiso de los jóvenes cubanos con la  Revolución, dañar el 
funcionamiento y liderazgo de la Unión de Jóvenes Comunistas, las 
organizaciones estudiantiles y los movimientos juveniles, penetrar en 
nuestros centros universitarios y de la enseñanza media superior, 
manipular el papel e influencia de la religión, manejar el acceso a las 
nuevas tecnologías e Internet en correspondencia con sus fines... y 
otros aspectos de la vida social, económica y política del país que 
inciden directamente en los jóvenes.
La posición de la juventud cubana quedó claramente definida en la 
clausura del IX Congreso de la  UJC, en abril del 2010, en el que el 
compañero Raúl sentenció: «No cederemos jamás al chantaje, de ningún 
país o conjunto de naciones por poderosas que sean, pase lo que pase. 
Tenemos el derecho a defendernos. Si pretenden acorralarnos, sepan que 
sabremos parapetarnos, en primer lugar en la verdad y los principios. 
Una vez más seremos firmes, serenos y pacientes. ¡Sobran los ejemplos en
 nuestra historia!»
 

 
 
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