Por Gustavo
de la Torre Morales.
El
imperialismo yanqui, rancio, desgastado y aislado sistema, con ínfulas de
mostrarse gendarme del mundo, desea continuar revelando al mundo, como fórmula
divina y salvadora de la “libertad” y la “democracia”, la niebla del
pluripartidismo; por ello, con vileza enjuicia a Cuba por sostener un sistema
político diferente, basado en la unidad de los miembros integrantes de la
sociedad, actores fundamentales en la lucha por defender la soberanía e
independencia del país.
Desde la
vieja Europa Occidental, creída renovada en la norteamericanización de su
estructura, comprada por un Plan Marshall, se presta servil a los mandatos de
ese imperialismo yanqui y enfila de igual manera sus cotorrones Monopolios
Mediáticos, levantando polvaredas propagandísticas, acusando al proceso
socialista cubano de “antidemocrático y represivo”. El argumento acusatorio más
cacareado, para demostrar la carencia de democracia en Cuba, es la existencia
de un solo ente político, el Partido Comunista de Cuba (PCC), al cual colocan
como férreo bloque de la “dictadura de los hermanos Castro” y con únicas
facultades para participar en las elecciones.
A esos dos
sistemas (el estadounidense y el europeo) compuestos por políticos de bares, de
amiguetes que comparten fortunas en paraísos fiscales, quienes juegan a
repartirse el mundo entre el belicismo y el caos y donde el mercado frivoliza
todo vestigio humano; también se suma los conciertos de títeres hundidos en la
mediocridad del servilismo, mercenarios (bautizados con “dulzor” como
disidencia) que responden a intereses foráneos, se hacen eco de los cánticos de
sirena y colaboran con vileza en la manipulación de la realidad cubana.
Sin embargo,
sólo basta adentrarse en las páginas de la historia de Cuba y conocer desde
dentro su realidad actual y se comprenderá que los argumentos urgidos para
atacarla no tienen base alguna, incluso se desmoronan por la carente moralidad
de quienes los vociferan como si éstos fuesen banderines de feria.
Acertar en
una adecuada percepción de la realidad cubana, se hace necesario conocer el
ideario martiano, nutriente imprescindible que consolidad los principios
fundamentales de sostenibilidad del sistema político cubano.
I- “Unámonos,
cubanos, en esta otra fe: con todos, y para todos”. (1)
José Martí,
Licenciado en Filosofía y Letras, Licenciado en Derecho Civil y Canónico, fue
un político revolucionario, pensador, escritor, periodista y poeta, un cauce
donde convergieron fuentes que constituyeron destacadas figuras y nuclearon su
formación: el Presbítero Felix Varela, quien influyó en establecer el carácter
de Nación e independencia; José de la Luz y Caballero, destacado pedagogo y
fundador de la escuela cubana, o Rafael María de Mendive, quien fortaleció la
educación y la cultura de Martí. Como dijera Armando Hart Dávalos, José Martí
sintetizó “de modo ejemplar una larga legión de héroes, próceres y
pensadores de un siglo de hechos e ideas reveladores del carácter singular del
proceso independentista cubano que transcurre en la segunda mitad del siglo XIX
y que es parte inseparable de la epopeya libertaria de nuestra América iniciada
a comienzos de ese propio siglo con Bolívar como su figura más descollante.”
(2)
Martí logra
discernir, entre las diferentes causas, el principal factor que conllevó al
fracaso de las contiendas independentistas, en la Guerra de los 10 años
(1968-1978) y en la Guerra Chiquita: la división.
La única manera de
alcanzar la independencia de Cuba, era cohesionar todas las fuerzas
revolucionarias y anticolonialistas, limando sus diversas contradicciones
regionales, sectarias y de caudillismo de los jefes militares de las fuerzas
combativas.
En la
segunda mitad del siglo XIX era ya costumbre la formación de partidos políticos
para participar, a través de éstos, en procesos electorales a intereses de
grupos específicos de clases sociales; pero José Martí pensó en crear un
Partido con otro fin, uno mayor que cumplir con la ambición de minoritarios
sectores o de una sociedad dividida a golpes de injerencias, de entreguistas u
oportunistas, mientras el resto más vulnerable y mayoritario se desangraba. Un
fin de cohesionar en sus filas a miembros cargados de sensatez al cumplir los
propósitos del llamado de la Patria; porque, como él mismo dijo, al proceso
libertador le faltaba “un sistema revolucionario, de fines claramente
desinteresados, que aleje del país los miedos que hoy la revolución le inspira,
y la reemplace por una merecida confianza en la grandeza y previsión de los ideales
que la guerra llevará consigo en la cordialidad de los que la promueven, en el
propósito confeso de hacer la guerra para la paz digna y libre, y no para el
provecho de los que sólo vean en la guerra el adelanto de su poder o de su
fortuna" (3).
La creación
del Partido Revolucionario Cubano (PRC), fue el instrumento de engranaje que
logró unir a todos los revolucionarios, y siendo Martí elegido como figura
dirigente principal, Delegado del Partido, solicitó el “concurso de todos
los que por su prestigio, su virtud y su inteligencia puedan contribuir a
vigorizar la organización que no tiene por objeto el engrandecimiento, ni la
victoria de unos cubanos sobre otros, sino la ordenación necesaria para fundar
con todos los cubanos, con todos los habitantes honrados de la isla, sin miedo
al sacrificio ni exceso innecesario de él, un pueblo equitativo y feliz"
(4).
El Partido
(PRC) supo dirigir con acierto el curso de la contienda, pero importante en
esto jugó el papel concientizado de sus miembros, de verse nutrido por las
enseñanzas de prominentes figuras; característica señalada por Martí al decir: “¡Bello
es ver a un partido de revolución, que quiere seguir la obra radical de los
padres y criar raíces nuevas, no entrar en la vía oscura, preñada de derrotas y
de sangre, de los celos entre guías y caudillos, ni rebajar la gloria de
componer una república durable a la tarea relativamente mezquina de continuar
en una república nominal las injusticias y desdenes feudales de una factoría
que no se puede echar abajo sin el sacrificio y la ayuda de aquellos con
quienes se es desdeñoso e injusto!” (5).
Pero llevar
a cabo la Guerra Necesaria de 1895 y ganarla, no se lograría únicamente
teniendo un solo mando militar en la dirección, respondiendo a un único sentido
político, sino que el organismo político tenía como fin alcanzar un elemento
fundamental para lograr la independencia de Cuba. Para ello, José Martí logró
engrandecer el concepto de UNIDAD, purgando latentes componentes que también
incidieron en crear división y segregación social; lo más importante era la
formación de valores que dieran el justo culto a la dignidad del ser humano,
haciendo un correcto uso de las virtudes personales, y así, buscar la libertad
y justicia para todos por igual. Por ello sentencia que “el hombre es el
mismo en todas partes, y aparece y crece de la misma manera, y hace y piensa
las mismas cosas, sin más diferencia que la de la tierra en que vive” (6).
El alma emana, igual y eterna, de los cuerpos diversos en forma y en color.
Peca contra la Humanidad el que fomente y propague la oposición y el odio de
las razas” (7). Sus palabras dejaban bien claro que el Partido (PCR)
constituía una agrupación pluriclasista, la casa política de todos los cubanos
buenos, sin importar la edad, raza, sexo o posición social; donde incluso no
importaba la nacionalidad de la persona si ponía su empeño en la causa de la
lucha emancipadora.
Poco después
de la fundación del Partido (PRC), en las páginas del Periódico Patria, el
propio José Martí, fundador de ambos instrumentos (el Partido y el Periódico)
define el significado que tiene el órgano político: "(...) el Partido
Revolucionario Cubano, nacido con responsabilidades sumas en los instantes de
descomposición del país, no surgió de la vehemencia pasajera, ni del deseo
vociferador e incapaz, ni de la ambición temible, sino del empuje de un pueblo
aleccionado, que por el mismo Partido proclama, antes de la república, su
redención de los vicios que afean al nacer la vida republicana. Nació uno, de
todas partes a la vez. Y erraría, de afuera o de adentro, quien lo creyese
extinguible o deleznable. Lo que un grupo ambiciona, cae. Perdura, lo que un
pueblo quiere. El Partido Revolucionario Cubano, es el pueblo cubano"
(8).
II- "Es
necesario hacer de cada hombre una antorcha" (9)
Sin embargo,
la caída en combate de José Martí, junto a la pérdida física de Antonio Maceo y
otros buenos revolucionarios, además de la sucia intervención del gobierno
norteamericano en el conflicto hispano-cubano, fueron factores que conllevaron
al robo descarado de la independencia a Cuba.
Estados
Unidos ya había dado señales, desde casi un siglo atrás, de las intenciones de
anexar a Cuba como una estrella más a la bandera del Monstruo de la Siete
Leguas, como denominó Martí al imperialismo naciente. El gobierno de Estados
Unidos conocía del carácter independentista latente en la población cubana; por
lo tanto, era necesario desarticular toda estructura insurrecta con el objetivo
de apagar la rebeldía y sumir al pueblo cubano en la humillante sumisión.
Con la
muerte de José Martí, poco después de haber comenzado la contienda de 1895,
asume la presidencia del Partido Tomás Estrada Palma, quien había sido
partícipe de la gesta de 1868, pero con la nueva situación, adoptó un carácter
inconsecuente y pro-norteamericano, prefiriendo un giro oportunista de apoyo a
la anexión.
Fue el
propio gobierno de ocupación militar establecido por Estados Unidos, quien se
encargó de aniquilar el Partido Revolucionario Cubano e impuso un sistema
neocolonial que convertía a Cuba en un país totalmente dependiente. En sus
inicios, la vida política en Cuba giraba en torno a “legalizadas”
intervenciones militares que aseguraron una economía cubana supeditaba a los
intereses del capital monopolista norteamericano y que buscó la quiebra de la
identidad nacional con la penetración cultural. Posteriormente, la estructura
social del país se conformó a través de la disputa política de diferentes
Partidos por el poder; lo cual sirvió para dividir mucho más a la sociedad cubana,
profundizar la pobreza, entablar la prostitución y el juego como modo vicioso
de vida y que primara la desenfrenada corrupción como beneficio de gobiernos de
turnos que para mantener el estatus de privilegios a la burguesía nacional, se
plegaban a los intereses norteamericanos, entregando las riquezas nacionales y
manteniendo un estado de represión contra todo brote de indocilidad proveniente
de los sectores mayoritarios desfavorecidos y explotados, donde se incluyó la
tortura y el asesinato de dirigentes políticos y sindicales.
Estos males
creados por la República neocolonial fueron detonantes que ayudaron a la
adquisición de una mayor consciencia política en sectores de la sociedad.
Resaltaron varias figuras revolucionarias curtidas, que encontraron en las
obras y epistolario martiano las líneas indivisibles en un entrañable
paralelismo con las enseñanzas del marxismo. Carlos Baliño, proveniente de las
filas del PRC fundado por Martí, y Julio Antonio Mella, nieto del general Ramón
Matías Mella, prócer de la independencia del pueblo dominicano. Este último,
devenido líder estudiantil y cabal revolucionario cubano, supo ver la
universalidad del pensamiento humanista de José Martí, funda la Universidad
Popular con el propósito de impartir instrucción política y académica a los
trabajadores, depositando la dirección de la misma en otro ferviente
revolucionario y líder de la joven intelectualidad cubana, Rubén Martínez
Villena.
Mella,
cofundador del primer Partido Comunista de Cuba (1925) y Villena, ambos articulando
el pensamiento político-revolucionario del siglo XIX manifestado en la obra
martiana, ponen sus esfuerzos en fortalecer los nexos de continuidad,
reconociendo en las enseñanzas de Martí, la necesidad de empuje y desarrollo de
una ética en el quehacer revolucionario, dirigida hacia el rescate de la
dignidad nacional, basados en una actitud de constante crítica y valentía tanto
en el plano social como en la militancia partidista, acercando a la masa obrera
y trabajadora a esa masa intelectual pujante, la cual aportaría los
conocimientos necesarios para la comprensión de la situación nacional e
internacional; creando una cultura política que posibilitara afrontar los retos
en la lucha antiimperialista y por el latinoamericanismo. Pero, por sobre todas
las cosas, apuntalar el principio de UNIDAD de los revolucionarios, proclamada
en ese entonces por la Asociación de Nuevos Emigrados Revolucionarios Cubanos
(ANERC-1928), que tenía como objetivo el conducir una insurrección nacional,
aunque no dio al final su fruto.
El golpe de
Estado llevado a cabo por Fulgencio Batista (10 de marzo de 1952), con el visto
bueno de la embajada norteamericana, y el montaje de otro gobierno servil a la
Casa Blanca y a la corruptela política del país, sacó a la luz la figura de
joven abogado Fidel Castro, quien había despuntado como líder estudiantil, y
junto a la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU), organización que se
unió a las clases vivas de la sociedad para hacer frente a las injusticias del
tirano Fulgencio Batista, no dejaron morir al Apóstol José Martí en el año del
centenario de su natalicio. En vísperas del 28 de enero de 1953, organizaron
una marcha, donde la propuesta de portar antorchas encendidas, realizada por
Alfredo Guevara, tuvo la máxima aceptación. Las antorchas simbolizaban a Martí
como motor impulsor de la revolución y las llamas representaban a esos jóvenes
como los Pinos Nuevos que levantaban, una vez más las banderas de lucha por una
Cuba libre.
De las
fuerzas políticas que mostraban un estricto carácter antiimperialista y contra
la tiranía batistiana, por construir una revolución democrática en el país, se
encontraba el Partido Socialista Popular (PSP), heredero del primer Partido
Comunista de Cuba que tuvo que pasar a la clandestinidad al ser ilegalizado y
que se vio forzado a adoptar otros nombres, como Partido Unión Revolucionaria
Comunista (y más tarde PSP). Éste, para el momento histórico que se vivía en
Cuba, también asumió la máxima martiana de crear UNIDAD para llegar a la
Revolución, cual se realizaría a través del movimiento de masas, de la unión de
las fuerzas popular en un poderoso bloque con organizaciones obreras,
estudiantiles, campesinas y profesionales; objetivo que ya desde su VII
Asamblea Nacional había proclamado la aprobación de la lucha por la
constitución de un gobierno compuesto por un Frente Democrático Nacional (10).
Pero fue el
Movimiento 26-de-Julio, dirigido por Fidel Castro, quien realmente logró
aglutinar en torno a la lucha armada a las fuerzas políticas revolucionarias y
antiimperialistas; sin embargo, el PSP no comprendió al inicio el método y la
estrategia llevada a cabo por el movimiento guerrillero; por eso, sin
descalificar la valentía y moral de los asaltantes a los Cuarteles Moncada y
Carlos Manuel de Céspedes, calificó de desesperada la acción armada. Pero poco
después dio todo su apoyo cuando vislumbró que no había otra vía para esa Cuba
bajo condiciones deprimentes y que Fidel Castro denunció en su alegato de
defensa, denominado “La Historia Me Absolvera” (11), para esa Cuba
gobernada por el gobierno dictatorial de Fulgencio Batista, donde la
Constitución de 1940 había sido suspendida y se disolvían a los partidos
políticos de izquierda, donde el gobierno imponía su dominio a través de
métodos de cruda represión, persecución, tortura y el asesinato, con órganos
represivos de actividades políticas y sindicales como el famoso BRAC (Buró
Represivo de Actividades Comunistas), rodeado de déspotas matones dentro de la
policía y sus secuaces mercenarios (Esteban Ventura Novo, Pilar García, Carlos
M. Tabernilla (fallecido recientemente en Palm Beach), Conrado Carratalá o
Rolando Masferrer) (12); además de la situación económica depauperante,
donde los consorcios extranjeros dictaban con la venia del gobierno de Estados
Unidos el camino a seguir por Cuba; la hambruna, el analfabetismo, los
desalojos eran la realidad de la convivencia en un país donde los “derecho” los
otorgaba o quitaba las fuerzas represivas; todo lo anterior, sumado a una
desencadenada y cruda propaganda anticomunista que convirtió al McCarthismo
en bandera de persecución y linchamiento.
Mientras en
Europa se desgastaban los dogmáticos teóricos del marxismo calificando la
acción armada del M-26-Julio como aventurismo, hay que señalar que la estrategia
adoptada por los jóvenes del movimiento mostró que era posible darle un rumbo
diferente a la lucha por la instauración de una Revolución democrática.
Después de
la dura pérdida de valiosos compañeros en el ataque al desembarco del Granma (2
de diciembre de 1956), por Playitas, la lucha armada realmente comenzó con sólo
12 hombres y ese puñado de hombres, en pocos meses, se convirtió en todo un
ejército. Como calificaba el Comandante Fidel Castro en su discurso del 9 de
abril de 1968, “era un pueblo que había adquirido una conciencia de lucha,
un pueblo cuyo espíritu de rebeldía se había desarrollado: un pueblo que se
había ido aglutinando no alrededor de los partidos tradicionales
desprestigiados, sino un pueblo que se fue reuniendo alrededor de un movimiento
revolucionario; un pueblo que se fue reuniendo alrededor de un pequeño núcleo
de combatientes revolucionarios, de un pequeño ejército revolucionario; un
pueblo que se fue formando, que soportó crímenes, atropellos, abusos,
injusticias de toda clase, y que todo aquello lo llevaba bien por dentro; y un
pueblo que se había ido orientando, que se había ido alertando, que se había
ido preparando para una revolución” (13).
El
pensamiento patriótico, antiimperialista, democrático y socialmente avanzado de
José Martí fue el cimiento en la formación de la tropa rebelde y de todos
quienes se sumaron a sus filas. Hay que señalar que “el papel desempeñado
por el Ejército Rebelde como elemento unificador. Aunque fue organizado por el
Movimiento 26 de julio, la política unitaria y antisectaria seguida por este
propició la incorporación de todos los interesados en derrocar a la dictadura,
independientemente de su filiación política”, lo que facilitó consolidar “un
núcleo sólido de combatientes revolucionarios, cuya comunidad de intereses
garantizaba la unidad monolítica forjada en la lucha” (14).
El triunfo
revolucionario alcanzado en enero de 1959 dio paso a una etapa Democrático
Agraria Popular y Antiimperialista, donde sólo huyeron los esbirros implicados
en los desmanes del gobierno batistianos, los burgueses y la camada de la
corruptela política. El pueblo en general se sumó a las tareas de la
Revolución.
El
Movimiento-26-Julio, el Directorio Revolucionario 13 de Marzo y el Partido
socialista Popular fusionaron sus fuerzas, despojándose de todo aquello que
anteriormente los dividía. Así nacieron en 1961 las Organizaciones
Revolucionarias Integradas (ORI), las cuales después se convirtieron en el
Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba (PURSC) el 26 de marzo de
1962, consolidándose el trabajo bajo un mando único hasta 1965, cuando en las
reuniones territoriales ampliadas se adoptó el constituir un Comité Central y
un Buró Político, además de adoptar el nombre de Partido Comunista de Cuba.
Esta última decisión no era por simplemente revivir el pasado, sino recuperar
las raíces históricas que dieron a la formación político ideológico del
Partido: ser comunistas.
Sin embargo,
esta afirmación anterior no debe tomarse como un divorcio con el pensamiento
martiano; ya que el Partido era el fruto de la UNIDAD principio fundamental que
puede conllevar a la victoria de la justicia. El Partido (PCC) era la unión
voluntaria de las cubanas y cubanos que fueron capaces de mantener una postura
firme de lucha frente a la dictadura y que se nutrieron en las enseñanzas
humanistas, latinoamericanistas y antiimperialistas legadas por José Martí.
El líder de
la Revolución cubana, Fidel Castro dejó por sentado que siendo marxista también
era martiano y ha mantenido siempre el estar convencido de que si la vida
hubiera hecho que Martí viviera en el entorno de Marx, entonces ambos hubieran
compartido ideas idénticas; teniendo en cuenta que “... De este modo nuestro
marxismo empezó alimentándose de un substrato original, no sólo en función de
las necesidades y esencias patrias, sino también formado de una espiritualidad
que le venía directamente de Martí” (15).
III- “El
pensamiento se ha de ver en las obras. (... ) Si inspiramos hoy fe, es porque
hacemos todo lo que decimos. Si nuestro poder nuevo y fuerte está en nuestra
inesperada unión nos quitaríamos voluntariamente el poder si le quitásemos a
nuestro pensamiento su unidad" (16).
El Partido (PCC) es la
vanguardia del pueblo combatiente y trabajador que recopila todo el ideario y
patriotismo del nuestro martirologio, enraizado en la continuidad del legado
revolucionario que nació en 1868 con el levantamiento armado en La Demajagua,
dirigido por Carlos Manuel de Céspedes, y que se constata en su Diario como
sugerencia para quienes formaban la Asamblea de Guáimaro, hombres de diversas
posiciones pero que los unía el deseo de liberar a Cuba: “mantengamos todos
la unión, la sensatez y la vigilancia contra las maquinaciones del enemigo”
(17).
El Partido
Comunista de Cuba no fue creado para dividir la sociedad cubana, ni para
responder a un sector determinado y simpatizante; sino para romper con todo el
esquema oligárquico de la burguesía proveniente de la neo-república y
convertirse el ente político para todos los cubanos, podio para escuchar y
analizar las diferentes opiniones y espacio participativo para el trabajo
político y social de toda la población, sin excepciones de raza, sexo,
condición económica, profesión o credo religioso. Motivo suficiente para que el
Comandante Fidel Castro, en el Primer Congreso del Partido (PCC) certificara la
existencia de “un Partido unido estrechamente en la ideología, en la
comunidad de propósitos. Tenemos una Dirección unida estrechamente. Por eso
podemos decir que nunca la Revolución fue más fuerte, nunca el Partido y el
pueblo estuvieron más unidos, nunca nuestra conciencia revolucionaria fue más
alta” (18). Y después ratificara en acto público, para que no
quedara duda alguna, frente a las masas populares, en la Clausura de ese Primer
Congreso de qué fibra está constituido el Partido (PCC) al decir: “Nuestro
pueblo sabe quiénes integran el Partido, sabe que esos militantes fueron
seleccionados en los centros de trabajo con la activa participación de las
masas; sabe que en el Partido militan los mejores obreros, sabe que en el
Partido militan los mejores ciudadanos, y sabe que para el Congreso los
comunistas eligieron entre los mejores comunistas para trazar la línea del
Partido. Y por eso, nuestro pueblo se siente representado en el Partido… “Pero
además, las tesis más importantes fueron discutidas con todo el pueblo. El
pueblo participó en la elaboración de esas tesis y en la elaboración de la
política de los años futuros. ¡Y por eso sabe que las tesis y los acuerdos del
Congreso son sus tesis y son sus acuerdos!”… (…) Somos fuertes, y somos todo un
pueblo unido, porque las ideas que inspiran nuestra lucha son las ideas más
humanas y más justas. Solo esas ideas habrían podido obrar el milagro de
levantar y de unir a un pueblo entero; a un pueblo en el pasado explotado, en el
pasado más remoto casi un pueblo de esclavos, más adelante un pueblo de obreros
asalariados donde la más ultrajante diferencia de clase imperaba, donde la
injusticia, el abuso y la explotación eran el principio supremo. Y ese pueblo
muestra hoy esta unidad y esta fuerza, porque nuestras ideas son las ideas más
humanas y más justas. Y no solo son las ideas de nosotros, los cubanos; son las
ideas de todos los pueblos progresistas de la tierra, ¡son las ideas de todos
los revolucionarios del mundo!” (19).
Sin embargo,
el sistema político escogido por Cuba y que dio luz a la Constitución de 1976,
no fue una imposición a camisa de fuerza; sino que fueron muchos años de
estudio y consulta popular, consolidándose después de haber sido analizado,
debatido y aprobado por el pueblo el anteproyecto de la Constitución de la
República; plebiscito en el cual participó el 98% de los electores y de ellos
el 97,7% aprobó la Carta Magna en un sufragio libre, directo y secreto.
La gran
diferencia entre el sistema electoral cubano en referencia al del resto del
mundo, radica en que en Cuba no postula el partido, no se ejecutan campañas
electorales por organización política partidista alguna; sino que son los
diferentes sectores de la sociedad los que participan desde la base en el
proceso de selección de sus candidatos a nivel Municipal, Provincial o
Nacional. Tienen tanto derecho los militantes del partido como los que no están
afiliados a sus filas a ser elegidos como diputados a todos los escaños (20).
José Martí,
quien logró vivir y analizar, desde un ángulo periodístico, crítico, pero sin
perder un tono reflexivo sobre la práctica política del sistema capitalista, el
cual encontró que era “recia, y
nauseabunda, una campaña presidencial en los Estados Unidos. (…) antes de que
cada partido elija sus candidatos, la contienda empieza. Los políticos de
oficio, puestos a echar los sucesos por donde más les aprovechen, no buscan
para candidato a la Presidencia aquel hombre ilustre cuya virtud sea de
premiar, o de cuyos talentos pueda haber bien el país, sino el que por su maña
o fortuna o condiciones especiales pueda, aunque esté maculado, asegurar más
votos al partido, y más influjo en la administración a los que contribuyen a
nombrarlo y sacarle victorioso” (21). De igual manera, tanto en su
epistolario como en su ensayo “Nuestra América” (22), Martí expresa que
el despunte imperialista anglosajón ya representaba un alto peligro para los
pueblos de Latinoamérica, entre ellos Cuba.
Muy a pesar
de la fortaleza del sistema democrático cubano, los enemigos de Cuba se empeñan
en desprestigiar nuestro sentido de unidad, complotando campañas
propagandísticas que confunden la opinión pública, tergiversando nuestra
historia y nuestra realidad. Se empeñan en presentar el pluripartidismo como
sinónimo de democracia y como Cuba no se acoge a esa fórmula la presentan como
una “pecadora” de corte dictatorial por la existencia de un solo partido.
Pero ellos
no han comprendido, o no les conviene que se comprenda, que el Partido
Comunista de Cuba está para orientar, controlar y dirigir el desarrollo
político, económico y social del país, para mantener como tarea esencial el
trabajo político ideológico en vínculo directo con las masas.
Para
entender el papel que juegan el pueblo y el Partido (PCC) dentro del socialismo
en Cuba, sólo se necesita acudir a la Constitución de la República de Cuba, en
su Capítulo 1 a sus Artículo 1 y Artículo 5:
ARTÍCULO 1. Cuba es un Estado socialista de
trabajadores, independiente y soberano, organizado con todos y para el bien de
todos, como república unitaria y democrática, para el disfrute de la libertad
política, la justicia social, el bienestar individual y colectivo y la
solidaridad humana.
ARTÍCULO 5. El Partido Comunista de Cuba,
martiano y marxista-leninista, vanguardia organizada de la nación cubana, es la
fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado, que organiza y orienta
los esfuerzos comunes hacia los altos fines de la construcción del socialismo y
el avance hacia la sociedad comunista.
Por estas razones expuestas anteriormente es que Cuba
viene construyendo y desarrollando, desde enero de 1959, una obra
revolucionaria, donde la figura y obra de José Martí es intrínseca e
indisolublemente parte de la ideología y actuar político del pueblo cubano,
quien día a día pone en práctica sus enseñanzas y reevaluando como factor
fundamental de fortaleza social y victoria, el principio de UNIDAD.
Biografía:
(1) José Martí. Obras Completas, Editorial de Ciencias Sociales, La
Habana, 1975, Tomo 4, p. 269.
(2) Armando Hart Dávalos, “José Martí, nuestra América y el equilibrio
del mundo, Bohemia, http://www.bohemia.cu/dossiers/historia/josemarti/marti_hart.htm.
(3) José Martí: Carta a José Dolores Poyo, del 29 de noviembre de 1887. Obras
Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, t. I, p.211.
(4) Carta a Gonzalo de Quesada."
Nueva York, 9 de mayo de 1892. Tomo 1. Página 439.
(5) "La proclamación del Partido
Revolucionario Cubano el 10 de abril." De Patria, Nueva York, 16 de abril
de 1892. Tomo 1. Página 389.
(6) Martí, José. Obras Completas, Editorial
de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, tomo 18, p. 357.
(7) Ídem, tomo 6, p. 22.
(8) José Martí: El Partido Revolucionario Cubano. Obras Escogidas. Editorial
de Ciencias Sociales, La Habana, 1992, t. III, p. 84.
(9) José Martí – Nuestra América.
Edición Crítica. Cintio Vitier. Centro de estudios Martianos. La Habana, 2000.
(10) Angelina Rojas Blaquier, Primer
Partido Comunista de Cuba, pp. 178-198.
(11) Fidel Castro Ruz,
Alegato de defensa “La Historia Me absolverá”, Cubadebate, http://www.cubadebate.cu/wp-content/uploads/2009/05/la-historia-me-absolvera-fidel-castro.pdf
(12) Gustavo de la Torre
Morales, “Las artimañas del perro que se muerde la cola”, Blog Antorcha
Encendida, 26 de abril de 2010, http://antorchae.blogspot.com.es/2010/04/las-artimanas-del-perro-que-se-muerde.html
(13) Fidel
Castro, Discurso del 9 de abril de 1968, periódico Granma, La Habana, 10 de
abril, 1968.
(14) Primer congreso del Partido Comunista de Cuba,
Informe Central. Departamento de orientación Revolucionaria CC-PCC, La Habana,
1975, p. 178.
(15) Fidel Castro
Ruz. Fidel y la Religión. Editorial de Ciencias Sociales. 1995.
(16) José Martí: Generoso Deseo. Obras Completas.
Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, t. I, p. 424.
(17) El discípulo, sitio
web La Joven Cuba, ¿Por qué un Partido Único? “Segunda Parte”, 13 de mayo
de 2010, http://jovencuba.com/2010/05/13/%C2%BFpor-que-un-partido-unico-%E2%80%9Csegunda-parte%E2%80%9D/
(18) Fidel
Castro, Discurso pronunciado en la Clausura del Primer Congreso del Partido
Comunista de Cuba, celebrado en el Teatro "Carlos Marx", el 22 de
Diciembre de 1975.
(19) Fidel
Castro, Discurso pronunciado en el acto de masas con motivo de la Clausura del
Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba. Plaza de la Revolución, 22 de
Diciembre de 1975.
(20) Gustavo de la Torre
Morales, Sistema Electoral Cubano, http://antorchae.blogspot.com.es/2013/02/sistema-electoral-cubano.html
(21) José Martí, Historia
de la caída del Partido Republicano en los Estados Unidos y del ascenso al
poder del Partido Demócrata, Obras Completas. La Habana, Editorial Nacional,
1963-1973, X, pp. 185.
(22)
MARTÍ, José. Nuestra América. Barcelona (España), Biblioteca
Ayacucho, 2ª edición, 1985, t. XV. Impreso.
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