Por Elier Ramírez Cañedo, Esteban Morales Domínguez.
Al triunfar la Revolución Cubana el 1ro de enero de 1959, la administración
republicana de Dwight D. Eisenhower, al tiempo que reconocía –no sin cierta
reticencia- al nuevo Gobierno cubano el 7 de enero,[1] se trazaba como meta
fundamental evitar la consolidación de la revolución social en Cuba y con ello,
que los intereses estadounidenses en la Isla fueran lastimados. Eisenhower
había apoyado al dictador Fulgencio Batista desde que asumió la presidencia de
los Estados Unidos, por lo cual no estaba en condiciones de entenderse con la
Cuba revolucionaria que emergía. Por lo anterior, la Administración de
Eisenhower no significaría un nuevo diseño de política hacia Cuba, sino una
total continuidad. El mismo equipo de gobierno que había fracasado tratando de
buscar una alternativa para evitar la toma del poder por parte de las fuerzas
revolucionarias, era el mismo que entonces tenía que entendérselas con la Cuba
de Fidel Castro. Por tal razón los planes subversivos de la potencia del norte
contra la Revolución Cubana comenzaron a planificarse y ejecutarse desde los
primeros meses del año 1959, sobre todo por la CIA, aunque sería luego de
aprobada la Ley de Reforma Agraria el 17 de mayo que estos se hicieron sentir
con más virulencia. Es a partir también de esa fecha que comienza gradualmente
a observarse una mayor y estrecha articulación entre la CIA y el Departamento
de Estado en función del cambio de régimen en Cuba.
A pesar de que la aprobación formal del “Programa de acción encubierta
contra el régimen de Castro”, ocurrió en marzo de 1960, la decisión del “cambio
de régimen” había sido tomada desde el propio año 1959. Dos altos funcionarios
del Departamento de Estado de los Estados Unidos, el subsecretario para Asuntos
Políticos, Livingston T. Merchant, y el secretario adjunto para Asuntos
Interamericanos Roy Rubbottom, reconocerían luego que desde junio de 1959 se:
“había llegado a la decisión de que no era posible lograr nuestros objetivos
con Castro en el poder”, poniéndose en marcha un programa que “el Departamento
de Estado había elaborado con la CIA” cuyo propósito era el de “ajustar todas
nuestras acciones de tal manera que se acelerara el desarrollo de una oposición
en Cuba que produjera un cambio en el Gobierno cubano resultante en un nuevo
Gobierno favorable a los intereses de EE.UU”.[2]
Aunque nuestros expertos en Inteligencia estuvieron indecisos durante
algunos meses ¾señaló Eisenhower en sus memorias¾, los hechos gradualmente los
fueron llevando a la conclusión de que con la llegada de Castro, el comunismo
había penetrado el Hemisferio (…) En cuestión de semanas después que Castro
entrara a La Habana, nosotros en el Gobierno comenzamos a examinar las medidas
que podrían ser efectivas para reprimir a Castro en el caso de que se
convirtiera en una amenaza”.[3]
El 19 de abril de 1959, durante la visita de Fidel Castro a los Estados
Unidos, el vicepresidente Richard Nixon se entrevistó con el Primer Ministro
cubano en Washington, con el objetivo de ganar claridad en cuanto su ideología
y acerca de los rumbos que seguiría Cuba bajo su liderazgo. Al concluir la
entrevista, Nixon resumió sus impresiones en un memorándum, del cual envió
copias a Eisenhower, al director de la CIA, al secretario de Defensa, al jefe
de Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas yanquis y a otras figuras de
los círculos de poder estadounidenses. Estas fueron algunas de sus valoraciones
sobre Fidel:
Como ya indiqué, se mostró increíblemente ingenuo con relación a la amenaza
comunista y pareció no tener miedo alguno de que los comunistas pudieran
eventualmente llegar al poder en Cuba. (…)
Mi impresión personal de él como individuo es compleja. De algo sí podemos
estar seguros, y es de que tiene esas cualidades indefinibles que lo convierten
en líder. Pensemos lo que pensemos de él, va a ser un factor de mucha
consideración en el desarrollo de la situación en Cuba y muy posiblemente en
América Latina en sentido general. Parece sincero, pero o bien es
increíblemente ingenuo acerca del comunismo o está sometido a la disciplina
comunista “me inclino por lo primero”-, y, como ya he sugerido, sus ideas
acerca de cómo manejar el Gobierno o la economía están mucho menos
desarrolladas que las de casi todas las personalidades mundiales que he
conocido en cincuenta países.
Pero como posee la capacidad de dirigir a la que me he referido, no nos
queda otra opción que tratar por lo menos de orientarlo en la dirección
correcta.[4]
Por su parte, el líder cubano recuerda esta reunión de la siguiente manera:
En fecha tan temprana como el mes de abril de 1959 visité Estados Unidos
invitado por el Club de Prensa de Washington. Nixon se dignó recibirme en
su oficina particular. Después afirma que yo era un ignorante en materia de
economía. (…)
Mi único reparo al hablar con Nixon era la repugnancia a explicar con
franqueza mi pensamiento a un vicepresidente y probable futuro Presidente de
Estados Unidos, experto en concepciones económicas y métodos imperiales de
gobierno en los que hacía rato yo no creía. (…)
No era un militante clandestino del Partido Comunista, como Nixon con su
mirada pícara y escudriñadora llegó a pensar: Si algo puedo asegurar; y lo
descubrí en la Universidad, es que fui primero comunista utópico y después un
socialista radical, en virtud de mis propios análisis y estudios, y dispuesto a
luchar con estrategia y tácticas adecuadas. (…)
Cuando Nixon comenzaba a hablar, no había quien lo parara. Tenía el hábito
de sermonear a los mandatarios latinoamericanos. No llevaba apuntes de lo que
pensaba decir, ni tomaba nota de lo que decía. Respondía preguntas que no se le
hacían. Incluía temas a partir solo de las opiniones previas que tenía sobre el
interlocutor: Ni un alumno de enseñanza primaria espera recibir tantas clases
juntas sobre democracia, anticomunismo y demás materias del arte de gobernar.
Era fanático del capitalismo desarrollado y su dominio del mundo por derecho
natural. Idealizaba el sistema. No concebía otra cosa, ni existía la más mínima
posibilidad de comunicarse con él.[5]
También, a raíz de la visita de Fidel a los Estados Unidos, el Departamento
de Estado de ese país elaboró un memorándum que fue trasladado al presidente
Eisenhower el 23 de abril de 1959. En este se hacía la siguiente valoración del
líder de la Revolución Cubana:
En síntesis, a pesar de la aparente simplicidad y sinceridad de Castro y su
deseo de tranquilizar a la opinión pública norteamericana, es poco probable que
Castro modifique el curso esencialmente radical de su revolución. Su
experiencia entre nosotros le ha permitido obtener un conocimiento valioso de
la reacción de la opinión pública norteamericana, lo cual pudiera convertirle
en una persona más difícil de manejar tras su regreso a Cuba. Sería un grave
error subestimar a este hombre. Con toda su apariencia de ingenuidad, falta de
sofisticación e ignorancia en muchas materias, se trata evidentemente de una
fuerte personalidad y un líder nato con gran valor personal y convicciones.
Aunque ahora lo conocemos mejor que antes, Castro sigue siendo un enigma y
debemos esperar por sus decisiones sobre cuestiones específicas antes de asumir
una posición más optimista que la que hemos tenido hasta ahora en cuanto a la
posibilidad de desarrollar una relación constructiva con él y con su
Gobierno.[6]
Las dudas que aún podían tener los Estados Unidos sobre si la radicalidad
del proceso revolucionario cubano traspasaría los límites de su tolerancia o
los “requerimientos mínimos de seguridad”, como aparecía en algunos de sus
documentos secretos, terminaron cuando se firmó la primera ley de Reforma
Agraria en Cuba, el 17 de mayo de 1959. Todas las evidencias hacen pensar que a
partir de ese momento el Gobierno de los Estados Unidos se convenció de que la
revolución social en Cuba era verdadera y que esta constituía un peligro
potencial para sus intereses fundamentales en la Isla y en el hemisferio
occidental. Todavía las relaciones entre Cuba y la URSS no se habían
establecido, ni se había declarado el carácter socialista de la Revolución,
pero el desafío cubano era ya considerable, pues rompía con los moldes clásicos
del control hegemónico de Washington sobre la región. De este modo, una vez que
Cuba mostró su posibilidad de actuar como nación independiente tanto en el
plano interno como en política exterior, en una región que los Estados Unidos
consideraban su traspatio seguro, la esencia del conflicto[7] Cuba-Estados
Unidos llegó al pináculo de su expresión.[8]
Como en juicio docto ha dicho Noam Chomski:
La agresiva e intervencionista política exterior norteamericana de la
posguerra, ha tenido mucho éxito en crear una economía global en la cual las
corporaciones ubicadas en Estados Unidos pueden operar con amplia libertad y
altos beneficios. Pero ha habido fracasos, por ejemplo, en Cuba e Indochina.
Cuando algún país tiene éxito en desembarazarse del sistema global dominado por
Estados Unidos, la respuesta inmediata ha sido (sin excluir el terror y el
sabotaje), evitar lo que, algunas veces, ha sido llamado en documentos internos
‛éxitos ideológicos’ (…) el temor de los planificadores ha sido siempre que el
éxito de la revolución o de la reforma social pueda influir en otros para
seguir el mismo ejemplo”.[9]
No fueron entonces los vínculos de Cuba con la URSS a partir de febrero de
1960, cuando se firman los primeros acuerdos económicos -tal y como reportó el
embajador estadounidense en La Habana al Departamento de Estado no afectaban
directamente los intereses estadounidenses, sino más bien todo lo
contrario-[10] los que originaron el conflicto Estados Unidos-Cuba, como
algunos autores se afanan en tratar de hacer ver, en un relato poco
plausible.[11] El problema de fondo estuvo en que el Gobierno revolucionario
cubano rompió con la tradición de subordinar la política interna y externa de
la Isla a los dictados de Washington, sobre todo a partir de la aplicación de
la Ley de Reforma Agraria. Esa independencia no estaban dispuestos a aceptarla,
pues rompía toda la lógica con la que Washington acostumbraba a tratar a los
países de América Latina y el Caribe.[12] De esta manera, la Revolución Cubana
pasó a convertirse en un problema de “seguridad nacional” para los Estados
Unidos y considerarse “la primera penetración comunista significativa en el
hemisferio occidental”.
Asimismo, la idea de una Cuba satélite de Moscú sería el pretexto idóneo para
el diseño de la política más agresiva contra la Isla desde la potencia del
Norte. Téngase en cuenta que el 24 de noviembre de 1959, el embajador inglés en
los Estados Unidos reportaba a su cancillería:
Yo tuve que ver a Allen Dulles esta mañana sobre otro asunto, y aprovechó
la oportunidad para discutir sobre Cuba, sobre una base estrictamente personal.
Desde su punto de vista personal, él esperaba grandemente que nosotros
decidiéramos que no continuaremos con la negociación sobre los Hunter (se
refiere a las gestiones que realizaba Cuba para comprar aviones en el Reino
Unido). Su razón fundamental es que esto podría conducir a que los cubanos
solicitaran armas a los soviéticos o al bloque soviético. Él no había
despachado esto con el Departamento de Estado, pero era por supuesto, un hecho,
que en el caso de Guatemala había sido el envío de armas soviéticas lo que
había cohesionado a los grupos de oposición y creado la ocasión para lo que se
hizo.[13]
Sentada las razones propagandísticas, la administración Eisenhower comenzó
de inmediato un amplio espectro de políticas agresivas contra la Revolución
Cubana con el objetivo de lograr un cambio de régimen, entre ellas: suspensión
de la asignación de créditos, campañas difamatorias, violaciones al espacio aéreo
y marítimo de Cuba, sabotajes a los objetivos económicos en la Isla, ataques
piratas, apoyo de la CIA a la contrarrevolución interna en sus actos de
sabotajes, sostén e incitación al bandidismo, intentos de asesinato contra los
líderes de la Revolución, utilización de la Organización de Estados Americanos
(OEA) para condenar y aislar diplomáticamente a Cuba, apoyo encubierto a una
invasión desde el exterior por elementos batistianos acantonados en Santo
Domingo bajo el patrocinio del dictador Trujillo, entre otros actos de
agresión. Sin embargo, muy pronto la CIA y el Presidente llegaron a la
conclusión de que el único modo de “solucionar” el asunto de Cuba era sobre la
base de asesinar a Fidel Castro[14] o invadir la Isla. De este modo, desde
diciembre de 1959 la CIA había concebido un programa de formación de un
ejército de mercenarios cubanos, algunos de ellos criminales de la dictadura
batistiana, para invadir el país. Este plan fue aprobado por el presidente
Eisenhower en marzo de 1960.[15] El 6 de julio del propio año el presidente
estadounidense canceló la cuota cubana de azúcar y el 19 de octubre su
administración declaró el “embargo” parcial al comercio, prohibiendo todas las
exportaciones, excepto de alimentos y medicinas.[16] El 3 de enero de 1961 el
Gobierno norteamericano anunció el rompimiento de las relaciones diplomáticas
con Cuba y el 16 de enero estableció las primeras restricciones a los viajes de
los ciudadanos estadounidenses a la Isla.
De esta manera, la Administración de Eisenhower dejó preestablecidos los
elementos esenciales que caracterizarían la política de los Estados Unidos
hacia Cuba hasta el presente. En esos años apareció todo lo que aún continúa
vigente en las relaciones entre ambos países. Las administraciones
subsiguientes simplemente le imprimirían su sello particular. Lo actual de la
política de los Estados Unidos hacia Cuba no son sino viejos objetivos dentro
de nuevas envolturas; despliegues contemporáneos de viejos instrumentos y
sofisticaciones de una agresividad que está dispuesta a morder o acariciar
si es necesario, pero siempre con los mismos objetivos.
El demócrata John F. Kennedy llegaba entonces a la presidencia de los
Estados Unidos en 1961 con una herencia maldita en la política hacia Cuba, que
lo llevaría por el camino de asumir la responsabilidad ante los dos
acontecimientos más peligrosos que se recuerda en las relaciones entre ambos
países: Girón y la Crisis de Octubre. Durante la campaña electoral, Kennedy
había hecho alusión a los contrarrevolucionarios cubanos definiéndolos como
“luchadores por la libertad”, pidiendo su apoyo y heredando los planes de
invasión a Cuba aprobados por la Administración Eisenhower.
Debemos usar toda la fuerza de la OEA -señaló el candidato demócrata en uno
de sus discursos en la Florida- para impedir que Castro interfiera con otros
Gobiernos latinoamericanos, y devolver la libertad a Cuba. Debemos dejar
sentada nuestra intención de no permitir que la Unión Soviética convierta a
Cuba en su base en el Caribe, y aplicar la doctrina Monroe. Debemos hacer que
el Primer Ministro Castro comprenda que nos proponemos defender nuestro derecho
a la Base Naval de Guantánamo (…) las fuerzas que luchan por la libertad en el
exilio y en las montañas de Cuba deben ser sostenidas y ayudadas…[17]
Sin embargo, también en medio de la campaña, el 6 de octubre de 1960, en un
banquete ofrecido por el Partido Demócrata en la ciudad de Cincinnati, Ohio, el
joven senador hizo declaraciones valientes que lo distanciaban en alguna medida
de la Administración anterior y que posiblemente hayan provocado desde ese
momento el odio de los poderosos y oscuros enemigos que luego conspiraron
contra su vida. Por lo interesante que resultan estas, vale la pena citarlas en
extenso.
En 1953 la familia cubana tenía un ingreso de seis pesos a la semana. Del
15 al 20 por ciento de la fuerza de trabajo estaba crónicamente desempleada.
Solo un tercio de las casas de la Isla tenían agua corriente y en los últimos
años que precedieron a la Revolución de Castro este abismal nivel de vida bajó
aún más al crecer la población, que no participaba del crecimiento económico.
Solo a 90 millas estaban los Estados Unidos -su buen vecino- la nación más rica
de la Tierra, con sus radios, sus periódicos y películas divulgando la historia
de la riqueza material de los Estados Unidos y sus excedentes agrícolas. Pero
en vez de extenderle una mano amiga al desesperado pueblo de Cuba, casi toda
nuestra ayuda fue en forma de asistencia en armamentos, asistencia que no
contribuyó al crecimiento económico para el bienestar del pueblo cubano;
asistencia que permitió a Castro y a los comunistas estimular la creciente
creencia que Estados Unidos era indiferente a las aspiraciones del pueblo de
Cuba de tener una vida decente (…) De una manera que antagonizaba al pueblo de
Cuba usamos la influencia con el Gobierno para beneficiar los intereses y
aumentar las utilidades de las compañías privadas norteamericanas que dominaban
la economía de la Isla. Al principio de 1959 las empresas norteamericanas
poseían cerca del 40 por ciento de las tierras azucareras, casi todas las
fincas de ganado, el 90 por ciento de las minas y concesiones minerales, el 80
por ciento de los servicios y prácticamente toda la industria del petróleo y
suministraba dos tercios de las importaciones de Cuba.
El símbolo de esta ciega actitud está ahora en exhibición en un museo de La
Habana. Es un teléfono de oro sólido obsequiado a Batista por la Compañía de
Teléfonos. Es una expresión de gratitud por el aumento excesivo de las tarifas
que autorizó el Dictador cubano a instancias de nuestro Gobierno. Y a los
visitantes del museo se les recuerda que Estados Unidos no dijo nada sobre
otros eventos que ocurrieron el mismo día que se autorizó el excesivo aumento
de las tarifas cuando 40 cubanos perdieron su vida en un asalto al Palacio de
Batista (…) Quizás el más desastroso de nuestros errores fue la decisión de
encumbrar y darle respaldo a una de las dictaduras más sangrientas y represivas
de la larga historia de la represión latinoamericana. Fulgencio Batista asesinó
a 20 000 cubanos en siete años, una proporción de la población de Cuba mayor
que la de los norteamericanos que murieron en las dos grandes guerras mundiales
(…) Voceros de la Administración elogiaban a Batista, lo exaltaban como un aliado
confiable y un buen amigo, en momentos en que Batista asesinaba a miles de
ciudadanos, destruía los últimos vestigios de libertad y robaba cientos de
millones de dólares al pueblo cubano.
Aumentamos una constante corriente de armas y municiones a Batista
justificándola en nombre de la defensa hemisférica cuando en realidad su único
uso era aplacar la oposición al Dictador y todavía, cuando la guerra civil en
Cuba estaba en todo su apogeo ¾hasta marzo de 1958¾ la Administración continuó
enviando armas a Batista, que usaba contra los rebeldes aumentando el
sentimiento antinorteamericano y ayudando a fortalecer la influencia de los
comunistas (…) Por ejemplo, en Santa Clara, Cuba, hay hoy una exhibición
conmemorando los daños causados en la ciudad por los aviones de Batista en
diciembre de 1958. Lo más destacado de la exhibición es una colección de
fragmentos de bombas con la inscripción debajo de dos manos apretadas que dice
‛Mutual Defense-Made in USA’(…) Aun cuando nuestro Gobierno detuvo el envío de
armas, nuestra misión militar permaneció para adiestrar a los soldados de
Batista para combatir a los revolucionarios y se negaron a irse hasta que las
fuerzas de Castro estaban en las calles de La Habana.[18]
“Cuba no fue para Kennedy un problema nuevo, ni su punto de vista sobre
Fidel Castro era completamente negativo”, señaló en sus memorias el exasesor
Arthur M. Schlesinger, Jr. A principios de 1960, escribiendo sobre “el salvaje,
airado y apasionado curso” de la Revolución Cubana en The Strategy of Peace,
describió a Castro como “parte de la herencia de Bolívar”, parte también de “la
frustración de la primera revolución que ganó la guerra contra España, pero que
dejó intacto el orden feudal indígena”. No dudaba, como dijo más tarde, que “la
brutal, sangrienta y despótica dictadura de Fulgencio Batista” había provocado
su propia caída; y declaró francamente su simpatía hacia los motivos de la
Revolución y hacia sus objetivos. En The Strategy of Peace suscitaba la
cuestión de si Castro no habría seguido quizás “un curso más razonable” si los
Estados Unidos no hubieran respaldado a Batista “durante tanto tiempo y tan
incondicionalmente”, y hubiera dado a Castro una acogida más cálida en su viaje
a Washington”. [19]
Al considerar Kennedy que Fidel Castro “había traicionado los ideales de la
Revolución” y transformado a Cuba “en un hostil y militante satélite
comunista”, su Administración continuó con la política de sabotajes, ataques
piratas y planes de asesinatos contra los líderes de la Revolución; aportando al
diseño de política norteamericana hacia Cuba el llamado “Libro Blanco”, donde
se situaba a la Mayor de las Antillas como un satélite soviético y una amenaza
comunista para el hemisferio.
La situación presente en Cuba hace confrontar al hemisferio occidental y al
sistema interamericano con un reto grave y urgente (…) El reto resulta del
hecho de que los líderes del movimiento revolucionario cubano traicionaron su
propia revolución, pusieron esa revolución en manos de potencias ajenas al
hemisferio, y la transformaron en un instrumento empleado con efecto calculado
para suprimir las esperanzas del pueblo cubano por la democracia y para
intervenir en los asuntos internos de otras repúblicas americanas (…) el
régimen de Castro en Cuba ofrece una clara y actual amenaza para una auténtica
y autónoma revolución de América (…) Pedimos una vez más al régimen de Castro
que rompa sus vínculos con el régimen comunista internacional, que regrese a
los propósitos originales que llevaron a tantos hombre valerosos a la Sierra
Maestra, y que restaure la integridad de la Revolución Cubana. Si no escucha
esta llamada, confiamos en que el pueblo cubano, con su pasión por la libertad,
continuará luchando por una Cuba libre.[20]
La invasión a Cuba por Playa Girón en abril de 1961 fue un duro revés para
Kennedy, quien comprendió hasta qué punto había sido mal asesorado e incluso
engañado, por sus colaboradores más cercanos, sobre todo por la CIA.[21]
Kennedy, con menos de 100 días en el cargo, se vio arrastrado por el fuerte
influjo que ejercían los hombres más “experimentados” de su administración, a
pesar de que desde el inicio tuvo serias dudas sobre la posibilidad de éxito de
la operación. Voces discordantes con el proyecto de invasión, como las del
asesor Arthur M. Schlesinger y el senador Fulbright, quedaron aisladas ante una
arrolladora mayoría que lo apoyaba.
Luego Kennedy se preguntaría: “cómo un Gobierno racional y responsable pudo
haberse dejado envolver en una aventura tan desventurada”, y ordenó crear una
comisión dirigida por el general Maxwell Taylor para investigar a fondo las
causas del fracaso.[22] Sin embargo, el informe de la comisión Taylor, rebozado
de justificaciones y señalamientos a las fallas cometidas en el proceso de toma
de decisiones en los Estados Unidos, descartó la causa fundamental del fracaso:
la efectividad de la resistencia cubana a la invasión. Schlesinger fue más
objetivo en su juicio cuando escribió: “Porque la realidad fue que Fidel Castro
resultó ser un enemigo mucho más formidable y estar al mando de un régimen
mucho mejor organizado de lo que nadie había supuesto. Sus patrullas
localizaron la invasión casi en el primer momento. Sus aviones reaccionaron con
rapidez y vigor. Su policía eliminó cualquier probabilidad de rebelión o
sabotaje detrás de las líneas. Sus soldados permanecieron leales y combatieron
bravamente. Él mismo nunca fue presa del pánico, y si se le pudo atribuir
alguna falta, fue el haber estimado con exceso la fuerza de la invasión y el
haber mostrado una preocupación indebida en el ataque por tierra contra la
cabeza de playa. La forma en que se desenvolvió fue impresionante.[23]
La única discrepancia con Schlesinger en esta valoración es acerca de lo
que él denomina “preocupación indebida”, en nuestra consideración este fue el
más importante elemento estratégico empleado por Fidel que posibilitó la
victoria de Cuba sobre los invasores y la frustración de los planes
intervencionistas estadounidenses.
La derrota se convirtió en un sentimiento de “dignidad herida”,
especialmente para el presidente Kennedy. Así lo sintió Theodore C. Sorensen,
uno de sus más cercanos colaboradores: “Lo de bahía de Cochinos era por
entonces, y siguió siéndolo hasta su trágica desaparición, durante todo lo que
cumplió de mandato presidencial, la peor derrota de su carrera política, una
clase de fallo total y completo al que no estaba por cierto acostumbrado”.[24]
En los meses subsiguientes de 1961, lo único que corría obsesivamente por la
mente de Kennedy era la posibilidad del desquite, descartando cualquier
posibilidad de negociación con Cuba.
Singular encuentro: Guevara y Goodwin
Entre el 15 y el 16 de agosto de 1961, tuvo lugar en Punta del Este,
Uruguay, la Reunión Extraordinaria del Consejo Interamericano Económico y
Social. El Che encabezaba la delegación cubana a la cita, donde el Gobierno de
los Estados Unidos pretendía vender a los pueblos latinoamericanos, la llamada
“Alianza para el Progreso”. Dicha “Alianza” no era otra cosa que un recetario
sutil, con el objetivo de evitar la existencia de más Cubas en América
Latina, “una respuesta constructiva y definitiva al castrismo”, en palabras del
propio Kennedy.[25] Por la parte estadounidense, integraba la delegación el
joven asesor especial para asuntos latinoamericanos del presidente Kennedy,
Richard Goodwin.
La entrevista entre el comandante Guevara y Richard Goodwin tuvo lugar en
la madrugada del 17 de agosto de 1961, en la residencia de un diplomático
brasileño en la ciudad de Montevideo. El encuentro, propiciado por delegados
argentinos y brasileños, tuvo un carácter confidencial y privado. Constituía el
primer contacto directo de alto nivel entre autoridades de ambos países desde
la ruptura de las relaciones en enero de 1961, y el más importante por el rango
político de sus participantes acontecido durante la administración Kennedy. La
interpretación de Goodwin sobre la entrevista, trasmitida al presidente
estadounidense, fue la siguiente:
Creo que esta conversación unida a otras evidencias que se han ido acumulando,
indica que Cuba está pasando por un severa crisis económica; que la Unión
Soviética no está preparada para afrontar el gran esfuerzo necesario para
ponerlos en camino (un brasileño me dijo ‛no alimentas al cordero en la boca
del león’), y que Cuba desea un entendimiento con los EE.UU. Es bueno recordar
que Guevara indudablemente representa los puntos de vista más dedicados del
Gobierno cubano y que si hay en Cuba lugar para algún espectro de punto de
vista, debe haber líderes cubanos incluso más ansiosos por un acuerdo con los
EE.UU. Esto es solo una especulación, pero creo que es razonable.[26]
La conversación tuvo lugar en la noche del 17 de agosto a las 2:00 a.m.
-relató además Goodwin a Kennedy-. Varios miembros de las delegaciones de
Brasil y Argentina hicieron esfuerzos -a través de la Conferencia de Punta del
Este- para concertar una reunión entre el Che y yo. Esto se hizo obviamente con
la aprobación y quizás a instancias de este. Yo había evitado tal reunión
durante la conferencia. El jueves nosotros llegamos a Montevideo y se me invitó
para una fiesta de cumpleaños para el delegado local brasileño asignado al área
de Libre Comercio. Luego de haber arribado y de estar allí alrededor de una
hora, uno de los argentinos presentes [que había estado en la delegación
argentina] me informó que ellos habían invitado al Che a la fiesta. El llegó
sobre las 2:00 a.m. y le dijo a Edmundo Barbosa da Silva de Brasil y a Horacio
Laretta de Argentina que él tenía algo que decirme. Los cuatro entramos en una
habitación… [El brasileño y el argentino se alternaron como intérpretes].[27]
Asimismo, según el informe preparado por Goodwin, el Che, después de
expresar que Cuba aspiraba a un modus vivendi -no a un imposible
entendimiento- agregó entre otras cosas que la Isla estaba dispuesta a pagar a
través del comercio por las propiedades estadounidenses expropiadas; que se
podía llegar al acuerdo de no hacer ninguna alianza política con el Este
-aunque ello no afectara la afinidad natural existente- y analizar las
actividades de la Revolución Cubana en otros países, pero no se podía discutir
ninguna fórmula que significara desistir de construir el tipo de sociedad que
aspiraban para Cuba.[28] “Guevara dijo que sabía que era difícil negociar estas
cosas pero que nosotros podíamos abrir la discusión de estos temas empezando
por los secundarios”.[29]
Es una lástima que no contemos con documentos cubanos que contrasten la
información desclasificada en los Estados Unidos. Sobre todo, el hecho de no
tener al alcance ningún informe del Che donde se refleje su versión de la
entrevista. Sin embargo, un documento hallado en los archivos de Brasil
con fecha 18 de agosto de 1961, confirma en buena parte el recuento de Goodwin
de la entrevista. Se trata de un telegrama del secretario de Asuntos Exteriores
de Brasil al presidente de ese país, donde a partir de una información recibida
del embajador brasileño en Uruguay, Barbosa da Silva, se describe la
conversación entre Che Guevara y Richard Goodwin.[30] Se conoce también que el
Che entregó a Goodwin una caja de caoba tallada con tabacos cubanos de primera
calidad para Kennedy.
La noticia del encuentro del Che y Goodwin se esparció rápidamente y el
joven asesor del Presidente tuvo que rendir cuentas ante el Senado sobre su
conversación con el Ministro de Industrias de Cuba. “Al final -rememoró
Goodwin, esto me costó de todas maneras un problema, casi pierdo mi empleo; el
Senado me investigó, porque pensó que yo estaba negociando con el hemisferio
occidental, que estaba próximo al comunismo. Esto le costó el puesto al
ministro de Relaciones Exteriores de Argentina”.[31]
En efecto, el ministro de Relaciones Exteriores de Argentina, Adolfo
Mujica, se había visto obligado a renunciar por la conmoción que habían causado
sus revelaciones y valoraciones de la entrevista Goodwin-Guevara. Mujica había
dicho, entre otras cosas, que el encuentro entre Goodwin y el Che mostraba que
el régimen de Fidel Castro procuraba entablar mejores relaciones con los
Estados Unidos. Por su parte, el 23 de agosto, el Departamento de Estado de los
Estados Unidos resumió en un telegrama circulado a todos los puestos
latinoamericanos una declaración lanzada por la Casa Blanca el 22 de agosto en
la que señalaba que la conversación de Goodwin y Guevara en Punta del Este,
había sido solo un encuentro casual en una recepción diplomática en el cual
Goodwin se limitó a escuchar. El envío del telegrama fue autorizado para
remarcar a los Gobiernos latinoamericanos que no había ningún cambio en la
política de los Estados Unidos hacia Cuba.
Solo unos días después del singular encuentro, en un documento elaborado
por el propio Goodwin, se puso de manifiesto la ira que aún predominaba en la
administración Kennedy debido al fiasco de Girón, así como las pocas
intenciones de Washington de analizar cualquier tipo de medida que significara
explorar caminos más flexibles en la relación con la Isla. Goodwin no escapaba
a ese ambiente. En este documento fechado el 1ro de septiembre, el joven
asesor proponía a Kennedy un amplio plan de guerra económica, propagandística y
sicológica contra la Revolución Cubana -incluyendo acciones de sabotaje-, así
como la creación de una Fuerza de Seguridad del Caribe que apoyara todas las
acciones yanquis contra la Mayor de las Antillas. Pero quizás la más
interesante y reveladora de sus propuestas fue la siguiente:
La CIA fue invitada a venir dentro de la semana con un procedimiento
encubierto preciso para continuar las conversaciones bajo tierra con el
Gobierno cubano. El objetivo de este diálogo -explorar la posibilidad de un
desmembramiento dentro de la jerarquía del Gobierno cubano y estimular dicho
desmembramiento- fue exhaustivamente detallado en el último memorándum
que le envié. Esto es un esfuerzo para encontrar una técnica operacional.[32]
El “último memorándum” al que se refería Goodwin había sido enviado al
Presidente el 22 de agosto y en este aparecía un poco más explicado el objetivo
que podían perseguir los Estados Unidos en caso de continuar las conversaciones
abiertas con el Che. El documento enfatizaba en su inciso F:
Procurar alguna manera de continuar bajo cuerdas el diálogo que el Che
comenzó. De este modo podemos dejar claro que nosotros queremos ayudar a Cuba y
lo haríamos si esta rompiera sus ataduras con el comunismo y fuera
democratizada. De esta manera podemos empezar a investigar algún
fraccionamiento en la cumbre directiva, que debe existir.[33]
Goodwin reveló en La Habana en 2002, a raíz de la Conferencia Internacional
por el 40 aniversario de la Crisis de Octubre, que él regresó con el mensaje
del Che a Washington, “pero no hubo interés en emprender negociaciones con
Cuba”. En su criterio: “las heridas, las humillaciones de Bahía de Cochinos
eran demasiado grandes (…) porque Kennedy había sido humillado, él estaba muy
colérico…”.[34]
Sobre esta entrevista escribió el destacado investigador cubano Jacinto
Valdés-Dapena:
En su encuentro con Goodwin, Che Guevara expuso con claridad meridiana los
principios de la política exterior de la Revolución Cubana, el programa del
socialismo cubano.
Con un hondo sentido dialéctico el Che analizó las causas y condiciones que
condicionaron el fracaso de los planes de los Estados Unidos contra Cuba en
1961 y pronosticó, además, los futuros fracasos de la política norteamericana
hacia Cuba de no rectificar en sus enfoques.
El relato que ofrece Goodwin de este encuentro evidencia que el propósito
de la parte norteamericana consistió en escuchar, observar y explorar los
criterios y la posición de Cuba.
De haber evaluado objetiva y correctamente los criterios expuestos por el
Che, la administración Kennedy hubiera podido adoptar hacia Cuba una política
más racional, lógica y apropiada, en lugar de promover la subversión y el
terrorismo a través de Mangosta, que se extendería de noviembre de 1961 a
noviembre de 1962.
Siendo uno de los ideólogos de la Nueva Frontera, Goodwin, sin embargo, no
captó en sus análisis sobre Cuba, la significación del carácter autóctono,
legítimo y autónomo del socialismo cubano.[35]
Resulta interesante conocer que, todavía para el año 1962, Goodwin seguía
pensando en la conveniencia de un acercamiento al “régimen cubano” con el
objetivo de explorar una división en las altas esferas gubernamentales de la
Isla que posibilitara a Washington trabajar en función de poner fin al “control
soviético en Cuba”. El 24 de mayo, Goodwin envió un memorándum al subsecretario
de Estado para Asuntos Interamericanos, Edwin M. Martin, donde proponía un
“acercamiento a Castro”, basándose en las informaciones de inteligencia
obtenidas que señalaban una división en el Gobierno cubano entre los viejos
comunistas respaldados por Moscú por una lado y Fidel, Raúl y Guevara por el
otro.[36] “Aunque sería ridículo especular que estas relaciones están a
punto de ruptura, siempre he sentido que el final del control soviético en Cuba
vendría más (si es que viene del todo) de una división en la alta dirección,
que de una revolución popular”.[37] A partir de este análisis, Goodwin sugiere
en el documento una “aproximación a Castro” que se fundamentara en las
siguientes ideas:
- Los Estados Unidos simpatizan con los objetivos iniciales declarados por la revolución ¾la reforma social y el fin de la dictadura¾.
- Sobre las propiedades nacionalizadas se puede llegar a un acuerdo amistoso.
- La preocupación de los Estados Unidos ha estado en el control soviético sobre Cuba y nosotros siempre hemos creído que este va contra los propios deseos de Castro y los propósitos de la Revolución.
- Si Castro puede desengancharse por sí mismo de los comunistas nosotros estaríamos dispuestos a normalizar las relaciones comerciales con el Gobierno revolucionario y darle participación en los esfuerzos interamericanos, incluyendo la Alianza para el Progreso.[38]
Goodwin propuso que se realizara un contacto para trasmitir estas
proposiciones al Gobierno cubano a través de alguna embajada europea o
directamente por medio del embajador cubano en la ONU, García
Incháustegui.[39]Todo parece indicar que la propuesta de Goodwin fue desechada,
ya que el gobierno de los Estados Unidos estaba concentrado en ese momento en
dar seguimiento a las operaciones que dieran al trate con el régimen cubano por
vías violentas, como parte de la Operación Mangosta.
De cualquier modo, el diálogo secreto que propuso Goodwin con la máxima
dirección de la Isla en 1961 y 1962, estuvo siempre cargado de malevolencia.
Era una manera de explorar otro camino para lograr los mismos objetivos de
“cambio de régimen”. Aspecto que encontraremos de nuevo en los documentos
desclasificados estadounidenses del año 1963, cuando la iniciativa de
establecer clandestinamente un canal de comunicación con Fidel Castro alcanzó
una mayor aprobación en los más altos y limitados círculos de poder de los
Estados Unidos. No obstante Kennedy, después del fiasco de Girón, en lo menos
que estaba pensando era en un diálogo secreto con las autoridades cubanas,
aunque ese diálogo escondiera puñales afilados y venenosos contra la isla
rebelde. Solo después de los sucesos de la Crisis de Octubre, Kennedy
comenzaría a repensar de manera menos colérica y vengativa, e incluso mucho más
inteligente, la política hacia la Mayor de las Antillas.
Mangosta y la Crisis de Octubre
De la humillación sufrida por la derrota de la invasión mercenaria por
Playa Girón surgió entonces el espíritu revanchista en la Administración
Kennedy. El 13 de junio de 1961, el general Maxwell Taylor, asesor especial
para Asuntos Militares del presidente Kennedy, presentó la evaluación que este
le había solicitado acerca de las experiencias de la operación de Bahía de
Cochinos. El informe Taylor concluyó que para los Estados Unidos era imposible
coexistir con la Revolución Cubana, por lo cual se hacía imprescindible la
elaboración de un programa integral capaz de revertir el proceso
revolucionario.
De esta recomendación nació la Operación Mangosta, el plan subversivo más
grande orquestado contra Cuba desde Washington, que debía culminar con la
intervención en la Isla de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos en octubre
de 1962. Esta operación fue aprobada por el presidente Kennedy el 30 de
noviembre de 1961 y sería dirigida por su hermano Robert.[40] El general Edward
Lansdale fue designado Jefe de Operaciones.[41]
En enero de 1962, en una reunión del Grupo Especial Ampliado para analizar
detalles de la Operación Mangosta, las indicaciones de Robert Kennedy no
pudieron ser más claras en cuanto a la agresividad que se estaba pidiendo
contra la Revolución Cubana en las más altas esferas del gobierno
estadounidense:
La solución del problema cubano constituye hoy ‛la primera prioridad del
gobierno de los Estados Unidos. Todo lo demás es secundario. No deben
escatimarse tiempo, dinero, esfuerzo o recursos humanos. No puede haber por
parte de las agencias involucradas confusión alguna sobre su participación y su
responsabilidad para ejecutar la tarea. Los jefes de las respectivas agencias
saben que ustedes deben contar con todo el respaldo que necesiten.
(…) El Presidente indicó al Procurador General que ‛el capítulo final sobre
Cuba aún no ha sido escrito. Tiene que hacerse y se hará’.[42]
Sin embargo, poco antes del estallido de la Crisis de Octubre ya la
Operación Mangosta había sido derrotada por la Revolución Cubana. Las
principales acciones de inteligencia y subversión de la CIA resultaron
desmanteladas por la Seguridad del Estado; las bandas y organizaciones
contrarrevolucionarias se encontraban en una situación muy desfavorable a lo
interno del país, y los programas de sabotajes y de atentados contra los
líderes de la revolución tampoco lograron sus objetivos, ante la contundente
capacidad de respuesta del pueblo cubano y el enfrentamiento oportuno de los
órganos del Ministerio del Interior.[43] No obstante, el peligro de una
invasión militar directa contra Cuba persistía, pues en las más altas esferas
del Gobierno de los Estados Unidos ya se había valorado que, de fallar las
distintas fases de la Operación Mangosta y de no producirse la revuelta interna
en la Isla que la justificara, se fabricarían entonces los pretextos necesarios
que le permitieran a Washington cumplir de todos modos su desideratum.
Luego, en octubre de 1962, la llamada “Crisis de los Misiles”,[44] que puso
al mundo al borde del holocausto nuclear, frenó momentáneamente los planes
estadounidenses y concluyó con un acuerdo entre los Estados Unidos y la URSS de
retirar los cohetes nucleares soviéticos instalados en la Isla, sin tener en
cuenta los criterios de la máxima dirección de Cuba. A cambio, los Estados
Unidos desmantelarían meses después los que tenían en Turquía y se comprometían
a no invadir la Isla. Sin embargo, Cuba fue la más desfavorecida con la
solución de la crisis, pues la garantía de la palabra del presidente
norteamericano, como ya se había puesto en evidencia en otras ocasiones, tenía
muy poco valor.[45] Por eso, Fidel Castro planteó los conocidos “Cinco
Puntos”.[46]
Constituyó un error moral, ético y político estratégico de la dirección
soviética, dejar a Cuba al margen de la negociación con los Estados Unidos para
la retirada de los cohetes. De no haberlo hecho así, Moscú habría podido
fortalecer su posición frente a Washington, además de mostrar respeto a su
aliado estratégico, aunque fuera un país pequeño, tal y como correspondía
a las relaciones entre Cuba y la URSS, y a la confianza que la dirección cubana
había depositado en ellos. Asimismo, habría sido posible vencer a los Estados
Unidos en la confrontación política producida por la crisis;[47] dado que tanto
política,, como moralmente, Cuba tenía pleno derecho a contar con las armas
necesarias para su defensa, aunque se tratara de cohetes nucleares, y
estuviesen a noventa millas del territorio de los Estados Unidos.
De haber prevalecido la concepción cubana, esgrimida desde el principio por
Fidel Castro, tanto respecto a la instalación de los cohetes ¾de no hacerlo en
secreto¾, como sobre los términos y el momento en que debió negociarse su
retirada, la conclusión de la Crisis de Octubre hubiese servido de base para
resultados fundamentales en el desenvolvimiento ulterior de la confrontación
Cuba-Estados Unidos, evitando así que Kennedy sacara el mayor provecho de
esta.[48]
Sin embargo, lo que quizás pocos conozcan es que Kennedy trató de
establecer una comunicación con Fidel durante la Crisis de Octubre.[49] En el
evento celebrado en La Habana en 2002, cuando el 40 aniversario de la crisis,
el incansable buscador de documentos inéditos sobre la guerra fría, James G.
Hershberg, se refirió a este interesante pasaje histórico:
…durante la Crisis de Octubre -y esta es la historia en la que estoy
trabajando más profundamente, pero solo plantearé los aspectos más
importantes-, Kennedy se volvió tan desesperado en cuanto a encontrar una forma
de evitar la guerra nuclear y salir de la crisis, que decidió enviar un mensaje
directo a Fidel; pero, como temía a las consecuencias políticas no lo
identificó como un mensaje estadounidense, aunque lo aprobó. El 27 de octubre
fue entregado al Gobierno de Brasil para que Brasil, se lo presentara a Fidel
Castro como un mensaje brasileño; sin embargo, cada palabra fue revisada por
Kennedy y, de hecho, fue un mensaje estadounidense.[50]
Desde el 16 de octubre hasta el 22, cuando Kennedy anuncia al mundo la
presencia de los cohetes nucleares soviéticos en Cuba, la idea de proponer un
acuerdo a Fidel a cambio de la retirada de los misiles fue debatida
secretamente en varias oportunidades por el Comité Ejecutivo del Consejo de
Seguridad Nacional. Pero no fue hasta el 26 de octubre que Kennedy aprobó la
iniciativa de enviar un mensaje a Fidel a través del Gobierno de Brasil, el
cual había manifestado en varias oportunidades su interés de servir de mediador
en el conflicto entre los Estados Unidos y Cuba. A pesar de la oposición del
Director de la CIA, John McCone, quien insistía en continuar los esfuerzos por
derrumbar el “régimen de Castro”, Kennedy defendió la idea del mensaje
señalando que los Estados Unidos debían concentrarse por encima de cualquier
otro objetivo en lograr la salida de los cohetes. En esencia, además de su tono
amenazante -como una especie de ultimátum-, el mensaje comprendía un trato tan
arrogante, como irreal y poco respetuoso con la soberanía de la Isla: si Cuba
rompía sus vínculos con la Unión Soviética, desistía de apoyar a los
movimientos de liberación en América Latina y retiraba los misiles nucleares y
las tropas soviéticas acantonadas en la Isla, se podrían valorar muchos cambios
en las relaciones entre Cuba y la OEA, y los Estados Unidos no echarían por
tierra con una invasión sus buenas relaciones con el hemisferio. Citemos
algunos de los párrafos fundamentales del mensaje:
El mundo conoce ya, sin género de duda y en detalle, la naturaleza y
dimensión del incremento de la capacidad coheteril ofensiva soviética en Cuba.
Nadie puede discutir legítimamente esta cuestión. Las acciones de la Unión
Soviética al utilizar el territorio cubano para colocar cohetes nucleares
ofensivos capaces de golpear casi todo el hemisferio occidental, han puesto en
grave peligro el futuro del régimen de Castro y el bienestar del pueblo cubano.
(…) No solo la Unión Soviética ha dejado de apoyar a Cuba en este asunto,
sino que altos funcionarios soviéticos han sugerido a gobiernos aliados el
canje de sus posiciones en Cuba a cambio de concesiones en otras partes del
mundo por los países de la OTAN. Usted, pues, no solo está siendo utilizado
para fines que no son de interés para ningún cubano, sino que ha sido
abandonado y a punto de ser traicionado.
(…) Los países amenazados no pueden permanecer ociosos mientras crece la
amenaza contra ellos. Habrá que tomar nuevas medidas contra Cuba, y habrá que
tomarlas muy pronto.
Castro debe recordar que el presidente Kennedy ha dicho públicamente de que
solo hay dos asuntos no negociables entre Castro y los Estados Unidos: los
vínculos político-militares con la URSS y la actitud agresiva hacia los asuntos
internos de otros países latinoamericanos. Esta posición es compartida por
otros miembros del sistema interamericano. Está claro que esto significa
renunciar a la capacidad nuclear ofensiva que se está montando en Cuba y enviar
de regreso al personal militar soviético, para lo cual Cuba puede recibir ayuda
si la necesitase. A partir de estas acciones pueden derivarse muchos cambios en
las relaciones entre Cuba y los países de la OEA.
A Cuba y a Castro le queda poco tiempo para decidir si pone sus
considerables capacidades como líder al servicio de su pueblo o en función de
servir como peón soviético en la lucha desesperada de la URSS por dominar el
mundo por la fuerza y la amenaza de la fuerza.
Si Castro trata de fundamentar la presencia de estos proyectiles sobre la
base de los temores cubanos a una invasión norteamericana, el embajador Bastián
Pinto debe responder que está seguro de que la OEA no aceptará una invasión a
Cuba una vez que los cohetes hayan sido retirados y que los Estados Unidos no
arriesgarán dañar la solidaridad hemisférica con una invasión a Cuba empeñada
claramente en un curso pacífico.[51]
El mensaje iba a ser entregado a Fidel Castro el día 28 de octubre, pero el
emisario brasileño, el general Albino Silva, arribó a La Habana el 29, cuando
ya Nikita Jruschov había aceptado retirar los cohetes. Por lo tanto, el mensaje
no llegó a Cuba en el tiempo previsto ni fue presentado en su forma original
debido al cambio de circunstancias. Su urgencia y relevancia había sido
eclipsada por los acontecimientos. Cuarenta años después, el Comandante en Jefe
señaló al respecto:
Qué hacía uno con un mensaje de Brasil el 29 de octubre, cuando ya nos
habíamos enterado por radio de que se había tomado la decisión de retirar los
proyectiles. (…) A esa hora qué sentido tenía una gestión de ese tipo, y,
además, lo que leí que dijeron allí más bien tenían un contenido amenazante
inaceptable.[52] Pero si hubiera llegado el 27 -añadió el líder de la
Revolución Cubana- no habría tenido ningún efecto, porque, de hecho, el 27
estábamos combatiendo, esa es la verdad, porque se dio la orden de no permitir
los vuelos rasantes….[53]
En enero de 1963, descontinuada de manera oficial la Operación Mangosta, se
creó un Comité de Coordinación de Asuntos Cubanos, dentro del Departamento de
Estado de los Estados Unidos en el que participaban diversas agencias, con la
responsabilidad de fomentar proposiciones de acciones encubiertas contra Cuba,
analizadas y aprobadas o no por un Grupo Especial presidido por el asesor para
Asuntos de Seguridad Nacional, McGeorge Bundy. Al frente de este comité de
coordinación se designó a Sterling J. Cottrell, quien de acuerdo con la
recomendación del Departamento de Estado había realizado un sólido trabajo al
frente de la Fuerza de Tarea Interagencias sobre Viet Nam.[54]
Mas la política hacia Cuba fue formulada en el año 1963 de manera más
amplia por un Grupo Permanente del Consejo de Seguridad Nacional ¾creado en el
mes de abril¾ bajo las órdenes del Presidente, integrado por: Robert Kennedy,
Fiscal General; Robert McNamara, secretario de Defensa; John McCone, nuevo
director de la CIA; Theodore Soresen, asesor especial del Presidente; W.
Averell Harriman, subsecretario de Estado para Asuntos Políticos; general
Maxwell D. Taylor, presidente del Estado Mayor Conjunto; Henry H. Fowler,
subsecretario del Tesoro; Edward R. Murrow, director de la USIA; David E. Bell,
administrador de la Agencia Internacional para el Desarrollo (AID) y el ya
mencionado McGeorge Bundy, que fungiría como presidente del grupo.
De todos estos reajustes en lo que respecta a la toma de decisiones con
Cuba, se puede deducir sin mucha dificultad, que el presidente Kennedy quería
que el control de la política hacia Cuba quedara más en el ejecutivo y no tanto
en el terreno de la CIA y del Pentágono. De esta manera, las decisiones de la
CIA en torno a Cuba quedaron, a partir de ese momento, subordinadas
oficialmente al ejecutivo estadounidense, aunque entre bastidores la agencia
continuó tomando decisiones por su cuenta y desarrollando acciones que eran
desconocidas por el ejecutivo.[55] Robert F. Kennedy actuaría como
representante personal del ejecutivo en las tareas de la CIA contra la
Revolución Cubana.
Kennedy y la idea de la “dulce aproximación a Cuba”
Luego del fracaso de la invasión estadounidense por Playa Girón y de la
terrible experiencia de la Crisis de Octubre de 1962, Kennedy, al parecer
convencido de que no era inteligente en ese momento intentar cambiar el régimen
cubano por la vía militar directa, comenzó a valorar un extenso conjunto de
tácticas donde quedaran por igual satisfechos los intereses estratégicos de los
Estados Unidos. Entre el amplio grupo de opciones que se discutía, el presidente
estadounidense aceptó explorar, de manera cautelosa y discreta, un posible modus
vivendi con la Isla, pero antes necesitaba saber qué concesiones estaba
dispuesta a hacer Cuba en caso de lograrse algún tipo de arreglo. Al mismo
tiempo, la decisión de la URSS de retirar los cohetes sin contar con los
cubanos y el disgusto de la dirección de la Isla con tal actitud, parecían
mostrarle a Kennedy una brecha entre cubanos y soviéticos que valía la pena
explotar. También un posible arreglo con Cuba sintonizaba muy bien con las
intenciones de Kennedy de construir una estructura de paz con la URSS en esos
momentos.
En cuanto a Kennedy -escribió Schlesinger- sus sentimientos experimentaron
un cambio cualitativo después de lo de Cuba (la Crisis de Octubre de 1962); un
mundo en el que las naciones se amenazan mutuamente con armas nucleares, le
parecía ahora, no precisamente un mundo irracional, sino un mundo intolerable e
imposible. Así, Cuba, hizo surgir el sentimiento de que este mundo tenía un
interés común en evitar la guerra nuclear, un interés que estaba muy por encima
de aquellos intereses nacionales e ideológicos que en algún tiempo pudieron
parecer cruciales.[56]
En su célebre discurso en la Universidad Americana en junio de 1963,
Kennedy hizo un fuerte llamado a la paz mundial y reexaminó la actitud
norteamericana hacia la URSS.
Ninguna nación en la Historia -dijo- ha sufrido más que la Unión Soviética
en el curso de la segunda guerra mundial. Si volviese de nuevo la guerra
mundial, todo lo que ambas partes han construido, todo aquello por lo que hemos
luchado, quedaría destruido en las primeras veinticuatro horas. Sin embargo,
unos y otros estamos acogidos a un peligroso y vicioso círculo, en el que la
sospecha de un lado alimenta la sospecha del otro, y las nuevas armas originan
otras para contrarrestarlas.
(…)
Si no podemos ahora poner fin a todas nuestras diferencias, al menos
podemos contribuir a mantener la diversidad del mundo. Pues, en último término,
el lazo fundamental que nos liga es que todos habitamos este pequeño planeta.
Todos nosotros respiramos el mismo aire. Todos acariciamos el futuro de
nuestros hijos. Y todos somos mortales.[57]
Pasos como la firma de un tratado con la URSS sobre prohibición de pruebas
nucleares, el establecimiento del llamado “teléfono rojo” para la comunicación
directa en casos de urgencia entre el Kremlin y la Casa Blanca y la
autorización estadounidense de vender excedentes de su producción de trigo a la
Unión Soviética, contribuyeron a establecer un clima de relajación de las
tensiones entre las dos grandes potencias adversarias durante el transcurso del
año 1963. Por supuesto, todo eso tuvo su impacto en la política norteamericana
hacia Cuba.
Las negociaciones para el regreso a los Estados Unidos de 1 200
mercenarios, encarcelados en Cuba después de la invasión de Girón, había
abierto el primer canal de comunicación entre ambos países desde el rompimiento
de las relaciones. James Donovan, abogado de Nueva York, encargado de negociar
la liberación de los prisioneros de Bahía de Cochinos como asesor legal del
Comité de Familiares,[58] se convirtió en el primer transmisor de la
disposición de Fidel -con el que se reunió en varias oportunidades- de resolver
el conflicto bilateral.
¿Mas cómo Donovan había llegado hasta el líder de la Revolución Cubana? Hay
que decir que el Gobierno de los Estados Unidos manejó el asunto de los
prisioneros de Bahía de Cochinos de manera muy discreta, evitando en todo
momento dar la imagen de que negociaba con el Gobierno cubano. Todo debía parecer
una gestión privada.[59] De esta manera, las primeras iniciativas por la
liberación de los prisioneros se hicieron por medio de un Comité de tractores
por la libertad, integrado por Eleanor Roosevelt, Milton S. Eisenhower y Walter
P. Reuther, cuyas gestiones fracasaron; y más tarde, las conversaciones con el
Gobierno de la Isla se reiniciaron por intermedio de un Comité de Familiares de
los prisioneros.
Fue a mediados de junio de 1962, que a pedido del fiscal general, Robert
Kennedy, el Comité de Familiares de los Prisioneros le solicitó al abogado
James Donovan que los representara en las gestiones con el Gobierno cubano para
liberarlos mediante el pago que los Tribunales Revolucionarios exigían por cada
uno de ellos. A finales de agosto de 1962 Donovan viajó a la Isla y sostuvo su
primera conversación con el Comandante en Jefe. Las gestiones de Donovan con
las autoridades cubanas continuarían hasta diciembre de ese año cuando se llegó
al acuerdo definitivo. Solo serían interrumpidas durante el período de la
Crisis de Octubre.
Mientras las conversaciones Donovan-Castro tenían lugar, la CIA preparó un
plan para que Donovan llevara al líder de la Revolución Cubana un equipo de
buceo manipulado por la agencia para atentar contra la vida del dirigente
cubano. Los implementos para respirar habían sido contaminados con bacilos de
tuberculosis y el traje de inmersión estaba impregnado con los hongos que
producen el “Pie de Madura” (maduramicosis), una enfermedad que comienza
atacando las extremidades inferiores, aflorando como tumefacciones y fístulas,
y penetrando ¾hasta destruirlos¾ músculos, tendones y huesos. Como Donovan bajo
iniciativa propia ya le había regalado a Fidel un traje de buceo, el plan fue
abandonado.[60]
Donovan continuó reuniéndose con Fidel en el año 1963, pero en este caso
para gestionar la liberación de varios ciudadanos estadounidenses presos en la
Isla. En varias oportunidades el abogado neoyorquino reportó a Washington el
deseo de Fidel y de algunos de sus más próximos ayudantes en mejorar las
relaciones con los Estados Unidos. Según uno de los informes que rindió Donovan
a la CIA sobre su misión en Cuba -los cuales eran grabados y luego
transcritos-, Fidel le había preguntado cómo creía pudieran desarrollarse las
relaciones entre los Estados Unidos y Cuba y qué entrañarían las mismas. A lo
que Donovan respondió de manera muy original: “Entonces le dije, bueno, ¿usted
conoce a los puercos espines? Y tuve que esperar que le tradujeran… pero al
final respondió que sí. Entonces le pregunté, ¿sabe usted cómo hacen el amor
los puercos espines? Me respondió que no. Y yo le dije, bueno “con mucho
cuidado”, así es como usted y los Estados Unidos deben abordar este
asunto”.[61]
Kennedy reaccionó con interés ante todos los informes de las conversaciones
Donovan-Fidel. Incluso, en marzo de 1963, ante la propuesta de uno de sus
colaboradores de trasladarle a Fidel por intermedio de Donavan el mensaje de
que solo dos cosas eran no negociables: (1) los lazos de Cuba con el bloque
chino-soviético y (2) su interferencia en el hemisferio, asombrosamente el
Presidente estadounidense indicó que no estaba de acuerdo en convertir esta
exigencia del “(…) rompimiento de los lazos chino-soviéticos” un punto no
negociable. “No queremos presentarnos ante Castro con una condición que
obviamente él no puede cumplir. Debemos comenzar pensando en líneas más
flexibles”, expresó Kennedy.[62]
Donovan viajó a Cuba entre el 5 y el 8 de abril, para continuar sus
negociaciones con las autoridades cubanas, que tuvieron como resultado la
liberación de los agentes norteamericanos. En un memorando enviado a Kennedy
sobre estas conversaciones, el director de la CIA expresó que el propósito
central de estas conversaciones -más allá de la liberación de los agentes
norteamericanos- había sido político y estaba dirigido a sondear la posición de
las autoridades cubanas sobre las relaciones con los Estados Unidos. McCone
informó además a Kennedy que el ayudante de Fidel Castro, René Vallejo, le
había dicho a Donovan que el líder cubano “(…) sabía que las relaciones con los
Estados Unidos eran necesarias y que quería estas se desarrollaran”.[63]
El 10 de abril, Kennedy conversó en privado con McCone acerca del contenido
del memorando antes citado. El Presidente expresó gran interés por las conversaciones
de Donovan con las autoridades cubanas y formuló varias preguntas “acerca del
futuro de Castro en Cuba, con o sin la presencia soviética”. McCone declaró que
el asunto “(…) se hallaba en estudio y propuso enviar a Donovan de vuelta a
Cuba, el 22 de abril, para asegurar la liberación de los prisioneros y mantener
abierto el canal de comunicación”.[64]
Al día siguiente, Gordon Chase, quien se desempeñaba como asistente de
McGeorge Bundy, expresó en memorándum enviado a este último, que todos estaban
preocupados por solucionar el problema cubano, pero que hasta ese momento solo
habían tratado de resolverlo a través de “maldades abiertas y encubiertas de
diversa magnitud”, obviando la otra cara de la moneda: “atraer suavemente a
Castro hacia nosotros”. Chase expuso a Bundy sus consideraciones de que si la
“dulce aproximación a Cuba” tenía resultado, los beneficios para los Estados
Unidos serían sustanciales.
“Probablemente -sostenía Chase- pudiéramos neutralizar a corto plazo por lo
menos dos de nuestras principales preocupaciones en relación con Castro: la
reintroducción de los misiles ofensivos y la subversión cubana. A largo plazo,
podríamos trabajar en la eliminación de Castro a nuestra conveniencia y desde
una posición de ventaja”.[65]
Asimismo, Chase planteó a Bundy que los dos obstáculos que se divisaban
frente a este posible giro político en relación con Cuba: el rechazo interno de
la opinión pública estadounidense y la renuencia de Fidel a dejarse seducir,
eran difíciles, pero no imposibles de superar.
Lo que proponía Chase no era más que una manera distinta de presentar y
ejecutar la política de los Estados Unidos hacia Cuba a través de métodos más
suaves, flexibles y sutiles. Mas está claro que la finalidad de dicha política
permanecía inmutable: cercenar a corto plazo la postura soberana de Cuba en
política exterior (sobre todo en lo que respecta a sus relaciones con la URSS y
el apoyo a los movimientos revolucionarios en América Latina) y destruir a
largo plazo la Revolución Cubana, con lo que quedarían plenamente satisfechos
los objetivos de Washington con la isla caribeña. La historia posterior
demuestra que Kennedy estuvo de acuerdo con explorar esta posibilidad.
De esta manera, hacia abril de 1963, la Administración Kennedy analizaba
todas las variantes que pudieran resolver el “problema cubano”, lo cual se
convirtió prácticamente en una obsesión del presidente hasta el fatídico 22 de
noviembre de 1963. Junto con las propuestas de espionaje, guerra económica,
sabotaje encubierto, presiones diplomáticas y planes de contingencia militar,
en los documentos ultrasecretos del Consejo de Seguridad Nacional de los
Estados Unidos se incluía la posibilidad de “un desarrollo gradual de cierta
forma de arreglo con Castro”. En un memorándum sobre el “problema cubano”,
fechado el 21 de abril, McGeorge Bundy explicó la lógica de este tipo de
iniciativa: “Siempre existe la posibilidad de que Castro u otros que
actualmente ocupan altos cargos en el régimen vean alguna ventaja en un viraje
gradual de su actual dependencia de Moscú. En términos estrictamente
económicos, tanto los Estados Unidos como Cuba tienen mucho que ganar con el
restablecimiento de las relaciones. Un Castro “Titoísta” no es algo
inconcebible… y una revolución diplomática total no sería el suceso más
extraordinario del siglo xx”.[66]
El 30 de abril de 1963, en una reunión del Grupo Permanente, se acordó
“mantener la línea de comunicación con Castro que había abierto el señor
Donovan durante las negociaciones de los prisioneros norteamericanos”.[67] Pero
por esa fecha se abriría otro importante canal de comunicación entre ambos
gobiernos a través de la periodista Lisa Howard. [68] La bella reportera había
sido presentada a Fidel por Donovan en el transcurso del propio mes de
abril, quien además le había gestionado una entrevista con el líder cubano para
la ABC. La entrevista, de una hora de duración, sería transmitida en los
Estados Unidos el 10 de mayo de 1963 y generaría titulares como: “Castro quiere
hablar con Kennedy” y “Castro da indicios de que quiere negociar con
Kennedy”.[69] A su regreso a los Estados Unidos, Lisa Howard informó a la CIA
el interés del líder de la Revolución Cubana de conversar con la administración
Kennedy. El subdirector de Planes de la CIA, Richard Helms, elaboró un memorándum
con la información recopilada de la entrevista para McCone, con copia para el
Fiscal General; el asistente especial del Presidente para Asuntos de Seguridad
Nacional; y otros altos mandos del aparato de inteligencia. Helms concluyó sus
valoraciones de la siguiente manera: “Lisa Howard definitivamente quiere
impresionar al Gobierno de los Estados Unidos con dos hechos: Castro está
preparado para analizar el reacercamiento y ella misma está preparada para
debatir el asunto con él si el gobierno de los Estados Unidos se lo solicita”.
[70]
Entretanto, una comunicación enviada a Robert Kennedy el 2 de mayo por
instrucciones de McCone, daba testimonio de las preocupaciones que asistían al
Director de la CIA ante cualquier iniciativa que significase una aproximación
al régimen cubano. También mostraba su falta de interés y voluntad política
para avanzar en ese camino.
Con respecto al informe de Lisa Howard -señalaba el documento-, el Sr.
McCone me telegrafió esta mañana, diciendo que nunca se podrá dejar de insistir
en la importancia del secreto en este asunto y pidió tomara todas las medidas
necesarias en este sentido para reflejar su punto de vista personal sobre lo
delicado de este tema. El Sr. McCone siente que las habladurías y la filtración
inevitables con la consiguiente publicidad serían más perjudiciales. Él sugiere
que no se adopten medidas activas en la cuestión del acercamiento en este
momento e insta a que las conversaciones en Washington sean más limitadas y que
en estas circunstancias se debe hacer hincapié en los debates en el hecho de
que la vía del acercamiento se está estudiando como una posibilidad remota y
una de varias alternativas que implican diferentes niveles de acción dinámica y
positiva.[71]
Sin embargo, no fue hasta el 6 de junio de 1963, que el Grupo Permanente
evaluó con amplitud el tema de las conversaciones de James Donovan con Fidel
Castro y los demás informes de inteligencia que señalaban el interés de Cuba en
mejorar sus relaciones con los Estados Unidos. Información que había estado
llegando reiteradamente en 1963 a través de varias fuentes de la CIA. En dicha
reunión se valoraron las distintas vías para establecer canales de comunicación
con el líder de la Revolución Cubana y el grupo coincidió en que este era un
esfuerzo útil.[72]
Sin embargo, el 20 de junio, el subsecretario de Estado para Asuntos
Interamericanos, Edwin M. Martin, envió un memorándum al subsecretario adjunto
para Asuntos Políticos, U. Alexis Johnson, en el que señalaba: “…el más
reciente gesto de Castro hacia la ‛normalidad’ en las relaciones entre Estados
Unidos y Cuba parece claramente constituir una iniciativa concertada,
soviético-cubana, alentada por los soviéticos y plenamente coherente con la
política de ‛coexistencia pacífica’. Asimismo, enumeró nueve elementos que
consideraba hacían imposible un arreglo con Cuba y su líder Fidel Castro:
1. Sería un acuerdo con Castro y en ningún sentido general con el régimen
en su conjunto ni con el pueblo en su conjunto. Se derrumbaría con su caída. A
pesar de su continuidad, en sobradas ocasiones se ha demostrado que su palabra
no tiene ningún valor como para darnos mucha seguridad a largo plazo de que
habrá calma en el Caribe.
2. Sin una ruptura política con Moscú se establecería un precedente para
otros regímenes comunistas en el continente y todo el esfuerzo para mantenerlos
fuera de esta zona y para establecer su condición especial se desplomaría. Esto
podría significar la desaparición del sistema interamericano.
3. Dado que las actividades subversivas en América Latina son, en resumidas
cuentas, encubiertas en un grado muy considerable, no habría medio eficaz de
asegurarse de que Castro ha cumplido su palabra. Por otra parte, sería
demasiado fácil que parte de las actividades que él viene realizando se
desplacen a otros países del bloque que ya están ampliamente comprometidos.
4. La aprobación de un régimen comunista sería un gran estímulo para los
comunistas autóctonos de América Latina y su poder aumentaría.
5. Al aumentar tal vez la amenaza o mantenerse al menos sustancialmente
intacta, inevitablemente habría una relajación importante de los esfuerzos
anticomunistas por parte de los países de América Latina ya que se ha hecho
mucho énfasis en la amenaza de Cuba. La perspectiva de consolidación del poder
comunista, por consiguiente, aumentaría.
6. Es sumamente difícil prever una operación en dos etapas, con la segunda
etapa orientada a la eliminación del comunismo o de Castro. Cualquier solución
de transacción fortalecería enormemente a Castro con el pueblo cubano y haría
al régimen menos dependiente de él personalmente de lo que ha sido. El régimen
comunista de Cuba se reafirmaría aún más de lo que está ahora.
7. Un componente esencial de los aspectos económicos es la acción
legislativa por parte del Congreso de los Estados Unidos. Esto debe llevarse a
cabo antes de que Castro limite de alguna manera su actual dependencia y
estrechas relaciones con el bloque soviético. Económicamente él no puede
permitirse la posible brecha. Probablemente no resulte factible en ningún
momento, pero especialmente en estas circunstancias, asegurar la aprobación del
Congreso a las medidas económicas, mientras que Castro mantiene su actual
relación plena con el bloque. La legislación del azúcar resultará
particularmente difícil por la necesidad de privar a otros países amigos de las
cuotas de azúcar sin antes asegurar las adecuadas garantías con respecto a la
indemnización a los dueños estadounidenses de propiedades azucareras.
8. Cualquier solución causará graves problemas de orden dentro de los
Estados Unidos en lo concerniente a los doscientos mil exiliados cubanos.
Ellos, y todos los partidos de derecha en América Latina, en muchos casos con
el apoyo de los grupos de exiliados cubanos, denunciarán a los Estados Unidos
por rendirse a la presión comunista. Nuestra postura en América Latina se vería
seriamente perjudicada en algunos círculos importantes que hasta ahora se han
mostrado amistosos con nosotros.
9. La actitud de Estados Unidos hacia el comunismo y la expropiación que
tal acomodo reflejaría y el aliento a la subversión en América Latina a partir
de esta aceptación de un régimen comunista hará desaparecer por completo las
inversiones allí y fomentará la fuga de capitales. El éxito de la Alianza para
el Progreso se haría claramente irrealizable.[73]
Al día siguiente, en una reunión en la oficina del secretario de Estado, el
director de la CIA, McCone, volvió a pronunciarse en contra de cualquier
iniciativa de acercamiento a Cuba. Después que el secretario de Estado pidiera
opiniones sobre “las perspectivas de una reconciliación de Castro con los
Estados Unidos y sus vecinos” y mencionar que “las declaraciones de Castro
desde su regreso de Moscú parecían ser conciliadoras en general”, McCone
intervino para expresar que había leído las declaraciones del líder cubano e
“interpretaba que Castro estaba aún más firmemente atado a la Unión Soviética y
que cualquier reconciliación con los EE.UU. tendría que ser en las condiciones
de Castro y de la Unión Soviética. Dijo que sentía que cualquier acercamiento
por parte de los EE.UU. a Castro quien retenía a las tropas soviéticas en Cuba,
mantenía a Cuba como una sociedad cerrada y no permitía ninguna inspección
in situ, no podría ser aceptable para los EE.UU. También señaló que ello
haría de Castro respetable a los ojos de América Latina, sin que se redujeran
las ambiciones y las presiones de Castro allí”. Pese a estos criterios, se
llegó al acuerdo de que la Administración debía “seguir sondeando siempre que
sea posible para averiguar lo que Castro realmente tiene en su mente. El
embajador de Suiza en Cuba deberá rendir informe en detalle y debe alentar a
Donovan a que vuelva a Cuba si es invitado”.[74]
El 24 de junio, en un memorándum para Registro, McCone dejó por escrito sus
impresiones sobre la reunión con Rusk el día 21: “tengo la impresión de que el
secretario Rusk no ha apoyado con entusiasmo el programa de la CIA. Parece
creer que hay alguna oportunidad de acercamiento… Insistí en la reunión con
Rusk porque sentí sus reservas y, a pesar de que él aprobó el programa, era
obvio que lo hizo a disgusto… El Sr.Rusk no ofrece ninguna explicación de su
actitud, pero la ha mantenido durante mucho tiempo”.[75] Más adelante, en el
propio documento, dice McCone:
…lo dejé muy claro durante la reunión y en privado con el secretario Rusk
posteriormente, que yo consideraba que un acercamiento estaba fuera de
discusión en vista de la relación entre Castro y Khrushchev resultante del
viaje de Castro. Therefore I felt nothing could be done until some event occurred which
would impair this relationship. Por lo tanto,
yo consideraba que no se podía hacer nada hasta que se diera algún suceso que
menoscabe esta relación. I emphasized both in the meeting and afterwards that
it was a very dangerous subject to approach from a political point of view; I
did not think the American people would accept the concept of a rapprochement
unless: Hice hincapié en la reunión, y después, de que se trataba de un tema
muy peligroso desde el punto de vista político; yo no creo que el pueblo
estadounidense acepte el concepto de un acercamiento a menos que:
a. Castro disavowed any ideas of exporting his revolution; Castro renuncie
a cualquier idea de exportar su revolución;
b. That he broke his Moscow
tie and expelled the Soviets from Cuba together with such equipment as they
chose to take with them; and Rompa sus lazos con Moscú y expulse a los
soviéticos de Cuba, junto con el equipo que ellos decidan llevarse; y
c. He open up his country for
free access and travel by Americans so that we could have continuing on-site
inspection and hence knowledge of what is going on. Abra su país al libre acceso y viajes por los estadounidenses para que
podamos realizar inspecciones in situ continuas y tengamos conocimiento de lo
que está pasando. [76]
Luego de este rechazo rotundo de McCone a cualquier iniciativa de
acercamiento a Cuba, transcurrieron los meses de julio y agosto sin que se
tomara una decisión favorable en relación con la exploración -al menos- de lo
que “Castro tenía en mente”. En el acta resumida de la Reunión del Grupo
Permanente del Consejo de Seguridad Nacional, que tuvo lugar el 16 de julio, se
habla de un documento -aún sin desclasificar- del Departamento de Estado sobre
las “negociaciones con Castro”, que sería analizado en esos días.[77] Lo cierto
es que habría que esperar al mes de septiembre para que comenzaran a
materializarse los contactos,[78] y en ello desempeñaría un papel catalizador
la periodista estadounidense Lisa Howard.
En septiembre de 1963, Howard contó a William Attwood,[79] funcionario de
la Administración Kennedy adscrito a la misión de los Estados Unidos en las
Naciones Unidas, que Fidel Castro, con el que se había reunido por varias horas
durante su visita a La Habana, le había expresado su disposición a establecer
algún tipo de comunicación con el Gobierno de los Estados Unidos y la voluntad
de explorar un modus vivendi. Coincidentemente, este mismo criterio se
lo había trasladado también a Attwood el embajador de Guinea en La Habana,
Seydon Diallo. Attwood además había leído el interesante artículo de Howard en
el periódico liberal War/Peace Report, bajo el título “Castro´s
Overture” (Las insinuaciones de Castro), donde la periodista señalaba que en 8
horas de entrevista con Fidel, este había sido aún más enfático acerca de su
deseo de sostener negociaciones con los Estados Unidos.[80] Como resultado,
Attwood y Howard echarían a andar un plan para iniciar conversaciones secretas
entre los Estados Unidos y Cuba.
Entusiasmado con la idea de establecer algún tipo de acercamiento entre La
Habana y Washington, Attwood conversó el asunto el 12 de septiembre de 1963 con
el subsecretario de Estado, Averell Harriman, quien le sugirió que escribiera
un memorándum al respecto. Attwood no perdió tiempo y seis días después tenía
listo el documento. Este comenzaba diciendo:
Este memorándum propone un curso de acción que, de alcanzar resultados
positivos, podría eliminar el tema de Cuba de la campaña [presidencial
estadounidense] de 1964..
No propone ofrecer un “trato” a Castro -decía a continuación-, lo que desde
un punto de vista político sería más peligroso que no hacer nada, pero sí una
investigación discreta sobre la posibilidad de neutralizar a Cuba según
nuestros propios intereses (…)
Ya que no pretendemos derribar el régimen de Castro por la fuerza militar,
¿hay algo que podamos hacer para promover los intereses estadounidenses sin que
se nos acuse de contemporizar?
Según diplomáticos neutrales y otros con los que he hablado en las Naciones
Unidas y Guinea, existen motivos para creer que a Castro no le agrada su actual
dependencia del bloque soviético; que no le agrada ser en realidad un satélite;
que el embargo comercial lo daña, aunque no lo suficiente como para hacer
peligrar su posición; y que le gustaría tener algún contacto oficial con los
Estados Unidos y haría mucho por obtener una normalización de las relaciones
con nosotros, aunque la mayoría de su séquito comunista a ultranza, como Che
Guevara, no lo acogiera con beneplácito.
Todo esto puede no ser cierto, pero parecería que tenemos algo que ganar y
nada que perder averiguando si en realidad Castro desea hablar y qué
concesiones estaría dispuesto a hacer…
Por el momento, lo único que desearía es autoridad para hacer contacto con
[Carlos] Lechuga (jefe de la misión de Cuba en las Naciones Unidas). Veremos
entonces qué ocurre.[81]
Era prácticamente imposible con esta visión -como refleja el memorándum de
Atwood-, que pudiera llegarse a algún tipo de arreglo entre los Estados Unidos
y Cuba. La propuesta se reducía a sondear a la Isla, para ver si esta estaba
dispuesta a realizar un conjunto de gestos y concesiones a los Estados Unidos.
Al parecer, el funcionario estadounidense olvidaba que los líderes cubanos ya
habían fijado su posición de rechazo a cualquier forma de negociación que
implicara el menoscabo a la autodeterminación de la Isla. Tampoco es un absurdo
pensar, que la dirección cubana, de percibir la maniobra de Washington,
aprovechara el proceso de diálogo con vistas a ganar tiempo y preparar al
país política y militarmente ante un eventual enfrentamiento militar directo
con los yanquis.
De esta manera, la finalidad de los tenues acercamientos a Cuba que
iniciarían los Estados Unidos bajo la anuencia de Kennedy, había quedado
perfectamente delineada en el memorándum de Attwood: neutralizar a Cuba según
los intereses de los Estados Unidos, sacándole la mayor cantidad de concesiones
posibles. Por supuesto, estas concesiones significaban que Cuba debía comenzar
a satisfacer las exigencias de Washington en relación con: “la evacuación de
todo el personal militar del bloque soviético”, “el fin de las actividades
subversivas de Cuba en América Latina” y “la adopción por parte de Cuba de una
política de no alineamiento”. De no ser bajo esas condiciones, los Estados
Unidos no se arriesgarían a explorar un modus vivendi con Cuba. Attwood
también propuso en su memorándum la manera en que debía propiciarse la
aproximación a Cuba, tratando de aparentar que no eran los Estados Unidos los
que tomaban la iniciativa:
El momento y el lugar más propicio para averiguarlo serían las Naciones
Unidas durante la actual Asamblea General. Sin parecer que tomamos la
iniciativa de convocar una reunión, pudiéramos fácilmente engañar a los cubanos
de la manera siguiente:
- Como antiguo periodista que pasó bastante tiempo con Castro en 1959, pudiera coordinar una reunión casual con el delegado cubano, el Dr. Lechuga. Esto pudiera hacerse mediante un intercambio de tipo social, a través de conocidos mutuos.
- Me referiría a mi última conversación con Castro en la cual él reiteró sus deseos de sostener relaciones amistosas con los Estados Unidos y sugeriría que, como periodista, tendría curiosidad por saber cómo pensaba él en estos momentos. Si Castro está dispuesto a conversar, esto sería una razón suficiente para que Lechuga regresara a mí con una invitación.[82]
Attwood mostró el propio 18 de septiembre el memorándum al entonces
embajador de los Estados Unidos ante la ONU, quien se comprometió a discutir el
asunto con el Presidente. “Cuando le hablé por primera vez sobre esta
iniciativa o aproximación de los cubanos a Adlai Stevenson -recordó Atwood ante
una comisión del Senado de los Estados Unidos en 1975-, dijo que le gustaba
pero… desafortunadamente la CIA todavía estaba a cargo de Cuba”.[83]
Al día siguiente, Attwood se reunió de nuevo con Harriman en Nueva York y
le entregó el memorándum. El subsecretario de Estado, después de leer el
documento, le sugirió a Attwood que lo discutiera también con el fiscal
general, Robert F. Kennedy. Mas ya al día siguiente de este encuentro,
Stevenson había obtenido la aprobación del Presidente para que Attwood
sostuviera un discreto contacto con el embajador cubano en Naciones Unidas,
Carlos Lechuga. Inmediatamente, Attwood habló con Lisa Howard para que le
preparara el contacto con Lechuga. En medio del salón de delegados de las
Naciones Unidas, Howard se acercó a Lechuga el 23 de septiembre y, según
recuerda el propio Lechuga, le dijo que Attwood deseaba hablar con él y que era
algo urgente pues al día siguiente partía para Washington.[84]
El encuentro se produjo en la casa de la periodista en la noche del propio
23 de septiembre, de manera bastante informal y sin que pareciese un
acercamiento oficial de los Estados Unidos -como lo había pedido el propio
Attwood -, aprovechando una fiesta que esta preparó y a la cual invitó a
Lechuga.[85] De inmediato, el embajador cubano informó a La Habana:
Tuve la entrevista con William Atwood. Me dijo que había sido autorizado
por Stevenson. Se va hoy para Washington a hablar con Kennedy y pedirle
autorización para ir a Cuba a hablar con Fidel y explorar las posibilidades de
negociaciones si aceptan en Cuba que él dé el viaje. Quedamos en que yo no
planteaba el asunto formalmente a ustedes hasta que él no tuviera la
autorización de Washington pero es obvio que él sabe que yo lo comunicaría
inmediatamente. Ese fue mi planteamiento para que en todo momento la iniciativa
partiera de ellos, como es en realidad, pero en este negocio diplomático uno
aprende mucho. Su viaje sería de incógnito. Al igual que yo, en todo momento
aclaramos que estábamos hablando de modo personal, pendiente de las
instrucciones de ambos gobiernos. Su idea es que la situación entre los dos
países es anormal y que alguien en un momento dado, tenía que romper el hielo.
(…)
Dice que Kennedy, en muchas ocasiones y en conversaciones privadas, ha
dicho que no sabe cómo cambiar la política hacia Cuba. Reconoce que ni ellos ni
nosotros podemos cambiar de política de la noche a la mañana porque es una
cuestión de prestigio y que es difícil, pero algo hay que hacer, que por algo
hay que empezar. Reconoce que la cuestión política interna es difícil para
ellos porque los republicanos los tienen siempre a la defensiva en la cuestión
cubana.
(…)
Attwood hablando de Bob Kennedy dice que es un individuo de posturas duras
pero que es un político y ve las cosas objetivamente. Dice que lo que quiere es
ganar siempre. Esto lo dijo en el sentido de que si considera que la
prolongación de la política hacia Cuba le va a dar un resultado negativo a la
larga, cambia de posición.
(…)
Attwood me preguntó sobre la posibilidad de que el Gobierno cubano le
permitiera ir a Cuba a explorar posibilidades. Le dije que yo creía que sí,
aunque no podía darle ninguna opinión rotunda. Me preguntó que si yo creía que
había un 50 por ciento de probabilidad de que sí y un 50 que no. Respondí que
esa era la fórmula perfecta de mi respuesta. A preguntas suyas sobre
condiciones para negociar manifesté que en ese terreno nada podía adelantarle
aunque sí podía exponerle mi criterio muy personal y era que resultaba difícil
negociar nada con la situación de presión sobre Cuba; con el embargo, las
infiltraciones, los vuelos ilegales, etc, etc, me dijo que la situación era muy
compleja y lo entendía, pero que alguien algún día, alguna vez, tenía que
iniciar algo y que él creía que aun para escuchar lo que yo acababa de decirle
en el orden personal sería fructífero intentar un acercamiento a Cuba. [86]
Años después, el 10 de julio de 1975, ante la Comisión Church del Senado de
los Estados Unidos, Attwood recordó su contacto con Lechuga de la siguiente
manera:
…la señorita Howard organizó la recepción para el día 23. Conocí a Lechuga.
Dijo que Fidel Castro había tenido la esperanza de haber podido sostener un
contacto con el presidente Kennedy en el 61, pero entonces había sucedido lo de
Bahía de Cochinos y ya no se pudo. Pero que le había impresionado mucho el
discurso pronunciado por el Presidente en junio del 63, en el que se refirió a
la diversidad en el mundo. Fue entonces que le dije que ya no era un particular
sino un funcionario del gobierno y coincidimos en que la situación era
diferente, aunque las circunstancias también eran un poco anómalas. Me dijo que
los cubanos estaban muy molestos con la posición del exilio, la posición de la
CIA respecto a Cuba, así como la congelación de los activos cubanos.[87]
El próximo paso fue una visita de Attwood a Washington en el mismo mes de
septiembre, para reunirse con Robert Kennedy. Attwood puso al tanto al Fiscal
General de la iniciativa y este dejó sentada su posición de que: “un viaje de
Attwood a Cuba, como había sugerido Lechuga, sería un poco riesgoso, pues de
seguro se filtraría y podría parar en una investigación en el Congreso, o algo
parecido (…) pero consideraba que valía la pena continuar con el asunto por la
vía de la ONU e indicó que hablaría con Averell Hariman y Bundy sobre el tema”.
[88]
De esta manera, al primer contacto de Attwood y Lechuga siguieron otros en
el salón de delegados de las Naciones Unidas. En uno de ellos, Attwood le
trasmitió a Lechuga que el Gobierno de los Estados Unidos, después de
evaluar la propuesta, había decidido que no era conveniente que él viajara a
Cuba en esas circunstancias debido al peligro de filtración dada su “condición
oficial”,[89] pero que su Gobierno estaba en la mejor disposición de reunirse
con Fidel o algún emisario suyo en Naciones Unidas. El 28 de octubre, Lechuga
le comunicó a Attwood que La Habana no pensaba que enviar a alguien a las
Naciones Unidas sería de utilidad en ese momento, pero que esperaba que
pudieran seguir los contactos entre ellos.[90] Desde la Casa Blanca, Gordon
Chase, designado por Bundy, se encargaba de darle seguimiento a los contactos
de Atwood con los cubanos.
Posteriormente, Lisa Howard ofreció su casa para que Attwood conversara
directamente con Fidel Castro por intermedio de su ayudante René Vallejo.
También para que a través de ella, Vallejo le trasladara mensajes a
Attwood.[91]
El 31 de octubre, en una llamada que Vallejo realizó a Lisa Howard, este
trasladó el mensaje de que Fidel estaba dispuesto a enviar un avión a México a
recoger a un enviado de Washington y conducirlo a un aeropuerto secreto cerca
de Varadero, donde tendría una reunión a solas con el líder de la Revolución
Cubana. Lisa Howard respondió que dudaba que eso fuera posible y que quizás lo
mejor era que él (Vallejo), como vocero personal de Fidel, viajara a Naciones
Unidas o a México a reunirse con un representante del gobierno de los Estados
Unidos.
En una reunión del Grupo Especial sobre Cuba del Consejo de Seguridad
Nacional celebrada el 5 de noviembre, se discutió nuevamente sobre la
iniciativa de acercamiento a la Isla. Bundy declaró que había llamado la
atención de la Casa Blanca el hecho de que Castro deseaba tener una
conversación destinada a lograr algún tipo de arreglo con los Estados Unidos, y
sugirió que para esa conversación inicial -que tendría el objetivo de saber
sobre qué base Fidel Castro deseaba negociar- se utilizara a William Atwood,
pues éste había tenido ya varios contactos con el embajador cubano en Naciones
Unidas, Carlos Lechuga. En la discusión del Grupo se continuó valorando que era
poco recomendable que William Atwood, dada su condición de funcionario de la
administración Kennedy, participara en ese contacto inicial con el líder
cubano. Que era preferible abandonara su cargo en la ONU y viajara a la Isla
con el supuesto propósito de escribir un artículo para la revista Look. El
director de planes de la CIA, Richard Helms, planteó que quizás fuese más
beneficioso un “juego de guerra” con este problema y verlo desde todos los
ángulos posibles antes de hacer cualquier contacto. Otra sugerencia entonces fue
hecha por Bundy: que Vallejo, ayudante de Fidel, viajara a México con “las
propuestas de Castro” y las discutiera con el embajador de los Estados Unidos
en ese país. El Fiscal General enfatizó que, como preludio a cualquier
discusión seria sobre una distensión, los Estados Unidos debían exigir a Cuba
algunos pasos fundamentales como el fin de la subversión en América Latina y la
retirada de las tropas soviéticas de la Isla. Por su parte, McCone señaló que
para un contacto de ese tipo podía usarse nuevamente a James Donovan quien
conocía y tenía excelentes relaciones con el Dr. Vallejo. Que Vallejo podía
volar a Naciones Unidas para sostener conversaciones, o mejor todavía, Donovan
podía ir a Cuba.[92]
Atwood relató en 1975 como la atención que las máximas autoridades del
gobierno estadounidense prestaban a sus contactos con Cuba crecía
aceleradamente. El 5 de noviembre fue llamado a la Casa Blanca para hablar con
Bundy, quien le dijo que “el Presidente estaba más a favor de ejercer presión
para una apertura con Cuba que el Departamento de Estado, con la idea de
sacarla del redil soviético, borrar quizás lo sucedido en Bahía de Cochinos, y
tal vez volver a la normalidad”.[93] Bundy quiso un memorándum cronológico de
toda la iniciativa.
El 11 de noviembre, Vallejo se comunicó telefónicamente con Lisa Howard y
le reiteró el interés de Fidel de reunirse con algún emisario de los Estados
Unidos y que, en ese caso, un avión cubano podía recoger a la persona designada
por el gobierno de los Estados Unidos en Key West y trasladarlo a uno de los
aeropuertos cercanos a La Habana donde participaría en una reunión con Fidel.
Cuando Atwood comunicó esto a Bundy, se le indicó que, por instrucciones del
Presidente, primero debía realizarse un contacto de él (Atwood) con Vallejo en
Naciones Unidas para saber que tenía en mente Fidel, particularmente si estaba
interesado en conversar sobre los puntos señalados por Stevenson en su discurso
en Naciones Unidas el día 7 de octubre, considerados inaceptables por los
Estados Unidos:[94] la “sumisión de Cuba a la influencia comunista externa”,
“la campaña cubana dirigida a subvertir al resto del hemisferio” y “el no
cumplimiento de las promesas de la Revolución respecto a los derechos
constitucionales”. Así lo expresó también Bundy en un memorando para dejar
constancia: “sin tener indicios de la disposición de ir en esa dirección, es
difícil ver qué podríamos lograr con una visita a Cuba”.[95]
Attwood trasmitió el 18 de noviembre por vía telefónica el mensaje a Vallejo,
quien le contestó que no era posible que él viajara en ese momento a New York,
pero que en cambio, se enviarían instrucciones a Lechuga para discutir con él
(Attwood) una agenda con vistas a una posterior reunión con Fidel. Al día
siguiente, Atwood reportó telefónicamente su conversación a Gordon Chase.[96]
El asistente de Bundy le dijo entonces a Atwood que, luego de recibir la
llamada de Lechuga para fijar una cita en la que se analizaría la agenda, se
pusiera rápidamente en contacto con él, pues el Presidente quería conocer de
inmediato el resultado de la conversación para considerar el próximo paso que
debía dar la administración.
Chase, convertido en uno de los mayores defensores del acercamiento
diplomático a Cuba, expuso el 12 de noviembre en memorándum altamente
confidencial ¾solo para ser leído por Bundy¾ sus refutaciones frente a varios
argumentos contrarios a una conciliación con Castro como: “Castro nunca
satisfará nuestros requisitos mínimos”; “la conciliación con Castro implica que
Estados Unidos converse con él, y el hecho de que Estados Unidos quiera
conversar con Castro lo liberará de las serias preocupaciones que actúan a
nuestro favor”; “la opinión pública estadounidense no apoyará la conciliación
con Castro”; “en caso de que nos reconciliásemos con Castro y este nos
traicionara, nos veríamos en un lamentable aprieto (especialmente en términos
públicos)” y “aun cuando la conciliación con Castro es una alternativa real,
ahora no es el momento adecuado”.[97]
Este documento es muy importante, pues en él se refleja de manera muy
clara, las ideas que se estaban moviendo en el estrecho círculo de
colaboradores de Kennedy donde se conocía la iniciativa de aproximación a Cuba.
En este memorándum Chase planteaba: “Nuestra postura, por no decir nuestras
palabras, debería trasladar lo siguiente: “Fidel, estamos dispuestos a dejar
que los eventos sigan su curso actual. Pretendemos mantener, y cuando sea
posible, aumentar nuestra presión en su contra para derrocarlo y estamos más
que seguros de que triunfaremos. Además, puede irse olvidando de conseguir
“otra Cuba” en el hemisferio. Hemos aprendido nuestra lección y no permitiremos
“otra Cuba”. Sin embargo, como personas razonables que somos, no vamos por su
cabeza ni tampoco disfrutamos con el sufrimiento del pueblo cubano. Usted sabe
cuáles son nuestras principales preocupaciones: el vínculo con los soviéticos y
la subversión. Si usted cree que está en condiciones de disipar tales
preocupaciones, probablemente podamos encontrar una manera de coexistir
amigablemente y construir una Cuba próspera. Si cree que no puede hacer frente
a nuestras preocupaciones, entonces olvídese del asunto; nosotros no tenemos
inconveniente en mantener la situación actual. Al mismo tiempo, puede que le
convenga tener en cuenta que si bien siempre nos interesará su parecer sobre el
vínculo con los soviéticos y la subversión cubana, obviamente no podemos
decirle en estos momentos que siempre estaremos dispuestos a negociar con usted
en los mismos términos”.[98] Como conclusión, Chase destacó que “un
acercamiento discreto con Castro reporta numerosas ventajas. En primer lugar,
un acercamiento mostraría claramente a Castro que tiene una alternativa que tal
vez no esté seguro existe, es decir, convivir con Estados Unidos según los
términos de Estados Unidos. En segundo lugar, aun cuando rechazase nuestra
oferta, aprenderíamos mucho”. [99]
Paralelamente, en esos días, de modo fortuito, el periodista francés Jean
Daniel, editor del semanario L´Observateur, se convirtió también en un mediador
entre Kennedy y Fidel. Atwood, amigo personal de Jean Daniel, al enterarse que
éste se dirigía camino a Cuba para entrevistar al líder de la Revolución
Cubana, se le ocurrió la idea de que el periodista francés fuera antes a
Washington a conversar con Kennedy. Atwood contactó de inmediato al
corresponsal de la revista Newsweek, Ben Bradlee, que era amigo del Presidente
y visitaba frecuentemente la Casa Blanca para que gestionara una entrevista de
Jean Daniel con Kennedy. El Presidente estadounidense no tuvo reparos en
reunirse con él.[100]
Concretado el encuentro, Kennedy conversó con Jean Daniel en la Casa Blanca
el 24 de octubre sobre varios temas que le interesaba analizara con Fidel
Castro. Según relató posteriormente Jean Daniel, el Presidente le había
señalado que los Estados Unidos estaban pagando por los pecados cometidos por
su país durante el régimen de Batista y que él estaba de acuerdo con los
planteamientos iniciales de la Revolución, pero que “Castro había aceptado ser
un agente soviético en América Latina” y por su culpa “el mundo había estado al
borde de una guerra nuclear en octubre de 1962”. También cuenta el periodista
francés que el presidente estadounidense le añadió: “Los rusos entendieron muy
bien, al menos después de nuestra reacción, pero en lo que se refiere a Fidel
Castro, debo decir que yo no sé si se da cuenta de esto… Usted me lo puede
decir si lo hace cuando regrese. En cualquier caso las naciones de América
Latina no van alcanzar la justicia y el progreso de esa manera, quiero decir a
través de la subversión comunista. (…) Los Estados Unidos tienen ahora la
posibilidad de hacer todo el bien en América Latina como lo han hecho mal en el
pasado… En cualquier caso, no podemos permitir que gane la subversión comunista
en los demás países de América Latina. Dos diques son necesarios para contener
la expansión soviética: el bloqueo, por un lado, un enorme esfuerzo hacia el
progreso, por el otro. Este es el problema en pocas palabras. Ambas batallas
son igualmente difíciles”.[101]
Según Jean Daniel, Kennedy hizo un último comentario: “La continuación del
bloqueo depende de la continuación de las actividades subversivas”.[102] (Se
refiere al apoyo cubano a los movimientos revolucionarios en América Latina).
En una entrevista para un documental de la televisión estadounidense Jean
Daniel también ofreció décadas después sus impresiones del encuentro con
Kennedy: “Salí de la Oficina Oval de la Casa Blanca con la impresión de que yo
era un mensajero de la paz. Yo estaba convencido de que Kennedy quería un
acercamiento, quería que yo regresara y le dijera que Castro deseaba un
acercamiento”.[103]
Narra también Jean Daniel, que cuando ya había perdido toda esperanza de
reunirse con Fidel, el día antes de la programada partida de su avión hacia
México, exactamente el 19 de noviembre, el líder de la Revolución Cubana se le
apareció en el hotel Habana Riviera donde estaba hospedado y estuvieron
conversando desde las 10 de la noche hasta las 4:00 de la mañana del día
siguiente. Según su testimonio, Fidel le habló largamente de la Crisis de
Octubre y le explicó el porqué se habían instalado los misiles en Cuba y
también dio sus valoraciones sobre la Alianza para el Progreso. El periodista
francés citó las siguientes palabras de Fidel: “En lo que respecta a nosotros,
todo puede volver a la normalidad sobre la base del respeto mutuo a la
soberanía”. No obstante, este no sería el único encuentro que Jean Daniel
sostendría con el Comandante en Jefe. El día 22 volverían a reunirse en
Varadero.
Asimismo, el 18 de noviembre, en un discurso pronunciado en Miami, Kennedy
había enviado otro mensaje a Cuba. Una cuadrilla de conspiradores, dijo, había
hecho de Cuba instrumento de un esfuerzo dirigido por potencias externas para
subvertir el orden de las restantes Repúblicas americanas. “Esto y sólo esto
nos divide -enfatizó Kennedy-. Mientras esto siga siendo así, nada es posible;
sin ello, todo es posible. Una vez que se haya suprimido esta barrera,
estaremos dispuestos a trabajar de todo corazón con el pueblo cubano para
alcanzar esos objetivos de progreso, que hace muy pocos años despertaron las
esperanzas y las simpatías del hemisferio”.[104]
Cuatro días después, el 22 de noviembre, se produjo el asesinato de Kennedy
en Dallas, coincidentemente el mismo día en que Jean Daniel conversaba con
Fidel Castro en Varadero. Sobre esta entrevista amplió también el líder de la
Revolución Cubana en la conferencia internacional celebrada en La Habana en
1992, al conmemorarse el 30 aniversario de la Crisis de Octubre:
Se presenta en nuestro país un periodista francés, era conocido, que
acababa de tener una reunión con Kennedy. Vino muy impresionado de Kennedy,
bien impresionado, decía que era una máquina, tal como lo tenía organizado
todo, todas las cosas. El me trasmite que se hospeda en un hotel de La Habana,
y tan pronto recibo la noticia le digo que sí, que me voy a reunir con él, y él
dijo que traía como un mensaje de Kennedy.
Para poder hablar con más calma, le dije: lo recojo y lo llevo a Varadero,
para crear un ambiente relajado, pudiéramos decir, en que él pudiera explicar
las ideas y el mensaje que traía. No era un mensaje en el sentido formal de la
palabra, sino le dijo que quería que viniera. Le habló mucho de la crisis, de
los peligros enormes de que estallara una guerra… las consecuencias de esa
guerra, y que él quería que hablara conmigo, que analizara esta cuestión, que
me preguntara si yo estaba consciente de hasta qué punto había sido grande ese
peligro. La esencia del mensaje es que hablara conmigo largamente sobre todos
estos temas, que después volviera a Estados Unidos, a Washington, y le
informara de la conversación. Por lo tanto el periodista lo interpretó como un
gesto, con el deseo de establecer un contacto, un deseo de explorar que pensábamos
nosotros sobre todo esto y, además, establecer una cierta comunicación. Le
dijo: vaya, hable, analice todo este problema y vuelva; eso era en esencia.
Voy a decir que prácticamente el periodista ni terminó de explicarme todo
lo que tenía que decirme, porque fue temprano, no recuerdo si eran las 11:00
am, hora Dallas. No había llegado siquiera el mediodía, íbamos a almorzar, no
habíamos almorzado, y estando en estas conversaciones, en estos análisis, llega
por radio allí mismo la noticia de que han atentado contra la vida de Kennedy.
Vea usted qué casualidad.
Yo lo interpreté, realmente, como un gesto tendiente a establecer alguna
comunicación, algún intercambio, porque como Kennedy había quedado con tanta
autoridad dentro de su país después de la crisis, podía hacer las cosas que
quizás anteriormente no había hecho. A mi juicio tenía el valor de hacerlo,
porque se necesitaba cierto valor para desafiar estados de opinión en todas
estas cuestiones.
(…)
Pero no podría decirles muchos más datos, en esencia es esto que les
expliqué, porque no se trató de un mensaje escrito, o un mensaje verbal de
decir: Queremos mejorar las relaciones, sino que le habló de mí en términos
respetuosos, conversó largamente sobre eso; le pidió que me viniera a ver y que
hablara conmigo, y que después regresara a Washington y le informara”.[105]
Varios autores consideran que el hecho de que Kennedy estuviera
secretamente explorando un “arreglo con Castro”, tuvo algo que ver con la
conspiración para asesinarlo. Y realmente es muy curioso que, en 1963, mientras
Donovan negociaba con las autoridades cubanas la liberación de varios agentes
estadounidenses presos en Cuba, en el exterior circulaba una denuncia del
agente de la CIA Felipe Vidal Santiago, sobre una supuesta negociación entre los
Kennedy y el gobierno cubano. Al respecto, escribió Fabián Escalante en su
libro La guerra secreta. 1963: El complot: “(…) según Vidal,
encontrándose en Washington, conoció por medio de Marshall Digss, un abogado
conocido y dueño de un prominente bufete, que el Departamento de Estado se
encontraba preparando una reunión con Blas Roca, dirigente cubano, en Berlín
Oriental, donde se analizarían alternativas de negociación entre los dos
gobiernos”. En la propia obra señala también Escalante que por ese tiempo: “(…)
el conocido terrorista Orlando Bosch Ávila publicó en Nueva Orleans un panfleto
denominado “La tragedia de Cuba”, donde acusaba a Kennedy de haber traicionado
al exilio y tratar de hacer un pacto con Fidel Castro”. [106]
El historiador y exasesor de Kennedy, Arthur Schlesinger, se encuentra
entre los que defienden la hipótesis de que el acercamiento a Cuba en 1963 tuvo
algo que ver en la sentencia de muerte del joven presidente. Al respecto dijo:
Aunque el plan de Atwood se mantuvo en conocimiento de muy pocas personas,
parece inconcebible que la CIA no conociera nada de ello. La inteligencia
americana tenía a los diplomáticos cubanos de la ONU bajo una incesante
vigilancia. Seguía sus movimientos, leía sus cartas, interceptaba sus cables,
grababa sus llamadas telefónicas. Se sospechaba que Atwood y Lechuga estaban
haciendo algo más que cambiándose recetas de “daiquiri”.[107]
Por su parte, William Atwood, en las memorias que publicó en 1987, también
se refirió a que la CIA seguramente averiguó las gestiones que él estaba
haciendo y que después esa información llegó a los frustrados veteranos de la
invasión de Bahía de Cochinos, que no perdían las esperanza de volver a Cuba
apoyados por el ejército de los Estados Unidos y la CIA, por lo que cualquier exploración
de Kennedy de un entendimiento con Castro destruía esas aspiraciones.[108]
Si bien es cierto que Kennedy no soslayó la posibilidad de explorar un
acomodo con Cuba, no renunció en ningún instante a la política agresiva contra
la Isla. Realmente la invasión militar directa de tropas estadounidenses era
poco recomendable en esos momentos, dado el posible costo de vidas
estadounidenses, la repercusión negativa sobre los aliados y la opinión pública
mundial –incluyendo la estadounidense-, además de que la Isla había
incrementado su capacidad defensiva, pero no era una opción desechada a más
largo alcance o como respuesta a algún acontecimiento inesperado que la
legitimara tanto a lo interno de la Isla como en el escenario
internacional.[109] Cuando uno hace una revisión de los documentos
estadounidenses del año 1963 se percata de que los planes de contingencia para
una invasión a Cuba estaban a la orden del día.
La estrategia de Kennedy en relación con Cuba se centró entonces en jugar
todas las cartas posibles que pudieran satisfacer los intereses
estadounidenses. De esta manera, se combinaban las acciones terroristas, las
tácticas diplomáticas y la formación de un ejército mercenario, para conformar
un programa de múltiple vía que presionara al máximo a la Isla, provocando una
corrosión progresiva que llevara al régimen, o bien a su derrocamiento, o a
negociar con los Estados Unidos en función de sus intereses.
El 19 de junio de 1963 el presidente Kennedy había aprobado, a solicitud
del Grupo Permanente, un programa de sabotajes contra sectores claves de la
economía cubana como la energía eléctrica, refinería de petróleo y almacenes,
transporte ferroviario y por carretera. El propio 12 de noviembre, Kennedy
sancionó un plan de la CIA para que “grupos anticastristas” operaran contra
Cuba desde Nicaragua y Costa Rica y para “operaciones de destrucción…contra una
gran refinería de petróleo e instalaciones de almacenaje, una gran planta
eléctrica, refinerías de azúcar, puentes ferroviarios, instalaciones portuarias
y la demolición submarina de muelles y naves”.[110] Asimismo, Kennedy continuó
su política de aislamiento diplomático, reforzamiento del bloqueo económico y
acciones encubiertas contra Cuba. Por su parte, la CIA no renunció a su
intención de atentar contra la vida de Fidel Castro. El propio Inspector
General de la CIA durante la administración Kennedy escribiría posteriormente:
“Es muy probable que en el preciso momento en que se disparó contra el
presidente Kennedy, un funcionario de la CIA estuviera reunido con un agente
cubano en París dándole un dispositivo para asesinar a Castro”.[111]
Negativa de continuar los pasos de Kennedy
Solo 3 días después del asesinato de Kennedy, Gordon Chase expresó en
memorándum dirigido a Bundy sus dudas sobre la posibilidad de un acomodo con
Cuba estando Lyndon Baines Johnson al frente de la Casa Blanca:
En tanto que pienso que el presidente Kennedy pudo haber llegado a un
acuerdo con Castro y salirse con la suya con un mínimo de exaltación nacional,
no estoy tan seguro con el presidente Johnson. Existe un problema, un nuevo
Presidente quien no tiene antecedentes de haber desafiado con éxito a Castro y
a los comunistas (como por ejemplo, el presidente Kennedy en octubre de 1962)
probablemente correría mayor riesgo de ser acusado por el pueblo estadounidense
de ‛blandenguería’. Además, el hecho de que Lee Oswald[112] ha sido anunciado
como típico pro Castro pudiera hacer el reacercamiento a Cuba más difícil, si
bien es difícil decir cuánto más difícil.[113]
No obstante, Chase expresó su punto de vista de que una conversación
preliminar entre Attwood y Lechuga valía la pena para tener: “una valiosa
lectura sobre lo que Castro considera negociable (por ejemplo, ¿los vínculos
con los soviéticos?) y un indicio sobre cómo él contempla el efecto del 22 de
noviembre en las relaciones cubano-estadounidenses”.[114]
Chase no se equivocó en su premonición, pues Johnson no estaría dispuesto a
continuar los movimientos tenues dados durante la presidencia de Kennedy
dirigidos a explorar un posible modus vivendi con Cuba. Todo lo
contrario, su política estaría centrada en presionar aún más las clavijas a la
Isla con la intención de pulverizar la Revolución Cubana. Bajo su
administración seguirían produciéndose, con total impunidad, los ataques
piratas y los secuestros de aviones y embarcaciones, a la vez que se iniciarían
las acciones terroristas contra el personal e instalaciones cubanas en el
exterior.
El 4 de diciembre de 1963, Lechuga vio a Atwood en Naciones Unidas y le
informó que tenía en su poder una carta de Fidel aprobando los detalles de las
conversaciones y una agenda. Atwood informó a Chase y este le respondió que la
decisión tomaría algún tiempo porque las políticas de los Estados Unidos
estaban en ese momento bajo revisión. “El 12 de diciembre -escribió Lechuga en
sus memorias- Atwood me llamó por teléfono para decirme que aún no había
decisión en Washington. Fue la última vez que hablé con él hasta años después
que nos vimos en La Habana, adonde fue con su esposa en visita particular”.[115]
En esos días los pocos que conocían de la iniciativa diplomática de
aproximación a Cuba pusieron a Johnson al tanto de todos los detalles. Cuando
el nuevo presidente de los Estados Unidos visitó la delegación de su país en
Naciones Unidas el 17 de diciembre de 1963 le expresó a Atwood que había leído
con mucho interés su memorándum sobre Cuba donde hacía una recapitulación de
los sucesos y conversaciones del otoño de ese año. Sin embargo, todo parece
indicar que la intención de Johnson de mostrarse como un ferviente
anticomunista para las elecciones de 1964, donde esperaba enfrentarse al
republicano Richard Nixon, congeló cualquier avance de la iniciativa de
acercamiento diplomático a Cuba. Al mismo tiempo, ya desde el 12 de diciembre
la CIA actualizaba los objetivos de la política de los Estados Unidos hacia
Cuba:
La actual política de los Estados Unidos tiene por objetivo aislar a Cuba
del hemisferio occidental y el resto del Mundo Libre y ejercer la mayor presión
posible, sin llegar a una intervención militar directa de los Estados Unidos,
para evitar la consolidación y estabilización del régimen Castro-Comunista. El
programa de acciones encubiertas de la CIA ha sido diseñado para apoyar otras
medidas gubernamentales con el fin de incrementar e intensificar las presiones
contra Castro y estimular a los elementos disidentes, especialmente en el
ejército, para llevar a cabo un golpe de Estado y eliminar a Castro y la
presencia soviética en Cuba.
Nuestro objetivo final en Cuba es sustituir el régimen de Castro por otro
que sea plenamente compatible con los objetivos de los Estados Unidos y que
coopere con los esfuerzos de los Estados Unidos para establecer regímenes
amistosos y estables en toda América Latina.[116]
Después de elaborados los anteriores objetivos, la CIA propuso varios
cursos de acción en la política hacia Cuba que mostraban su manifiesto interés
en aumentar la agresividad hacia la Revolución Cuba y acelerar el “cambio de
régimen”. Llama la atención que en varias de las nuevas propuestas de la
Agencia, se insistía en mostrar que los Estados Unidos no tenían el más mínimo
interés en buscar un acercamiento a Cuba.
El Presidente Johnson pudiera emitir una declaración política anticipada
sobre Cuba -se decía en una de las recomendaciones-, dejando bien claro que los
Estados Unidos continúan considerando al régimen de Castro como intolerable y
que no puede haber un acercamiento con Castro. Tales declaraciones deben estar
destinadas a estimular a los elementos anticastristas y comunistas disidentes
en las fuerzas armadas a llevar a cabo un golpe de Estado. [Otra señalaba lo
siguiente:] El Presidente y sus representantes pudieran notificarles a los
soviéticos, a través de los canales diplomáticos y en conversaciones
confidenciales privadas, que un acercamiento entre los Estados Unidos y Castro
está fuera de toda consideración, y que la existencia del régimen de Castro es
un gran obstáculo para la distensión con la URSS.[117]
¿Por qué la CIA planteaba el tema de la no aproximación a Cuba con tanta
fuerza? Evidentemente estaba al tanto de los tenues acercamientos a la Isla
desarrollados de manera muy compartimentada por la Administración Kennedy y de
los contactos Atwood-Lechuga, y para nada habían sido del agrado de la agencia.
Asimismo, hay que tomar en cuenta que, al tiempo que se desarrollaban estos
contactos secretos, la CIA seguía trabajando en los planes de asesinato contra
Fidel Castro.
Fabián Escalante, quien ha investigado durante décadas la política de la
Administración Kennedy hacia Cuba, hizo la siguiente valoración sobre los
tenues acercamientos de los Estados Unidos hacia Cuba en 1963 en un evento
celebrado en Nassau, Bahamas, en 1995:
Según nuestro análisis, lo que ocurrió fue lo siguiente. Los halcones nunca
apoyaron, ellos no entendían esta estrategia; no estaban de acuerdo. Ellos no
estaban de acuerdo con nada que no fuera una invasión contra Cuba. Nosotros
pensamos que los halcones se sintieron traicionados. Según nuestro análisis,
existían dos estrategias que iban a ser aplicadas por los Estados Unidos. Una,
la del gobierno. La otra, la de la CIA, los exiliados cubanos y la mafia, e
incluso ellos tenían sus propios objetivos independientes con respecto a este
tema. En este último grupo se creó la necesidad de asesinar a Kennedy. A ellos
les parecía que Kennedy no estaba de acuerdo con una nueva invasión. Esa es
nuestra hipótesis.[118]
A pesar de que el presidente Johnson se mostró reacio a continuar la
diplomacia secreta de aproximación a Cuba, Fidel sí permaneció dispuesto a
proseguir el diálogo. El 12 de febrero de 1964 el líder de la Revolución Cubana
le trasladó a la periodista Lisa Howard un mensaje verbal para el nuevo
presidente de los Estados Unidos que, entre otras cosas, señalaba:
Dígale al Presidente (y no puedo subrayar esto con demasiada fuerza) que
espero seriamente que Cuba y los Estados Unidos puedan sentarse en su momento
en una atmósfera de buena voluntad y de mutuo respeto a negociar nuestras
diferencias. Creo que no existen áreas polémicas entre nosotros que no puedan
discutirse y solucionarse en un ambiente de comprensión mutua. Pero primero,
por supuesto, es necesario analizar nuestras diferencias. Ahora, considero que
esta hostilidad entre Cuba y los Estados Unidos es tanto innatural como
innecesaria y puede ser eliminada.
Dígale al Presidente que no debe interpretar mi actitud conciliadora, mi
deseo de conversar como una señal de debilidad. Una interpretación así sería un
grave error de cálculo.[119]
Durante el resto del año 1964, Fidel Castro siguió enviando señales
indirectas al presidente Johnson que expresaban su voluntad de conversar para
resolver los problemas que impedían una relación normal entre Washington y La
Habana. Al mismo tiempo, la periodista estadounidense Lisa Howard permaneció
como un enlace no oficial para hacer llegar los mensajes de Fidel. En junio de
1964, Howard se dirigió a las Naciones Unidas, para comunicarse directamente
con el embajador estadounidense ante la ONU, Adlai Stevenson, y establecer lo
que Chase catalogó como “una conexión Castro/Lisa
Howard/Stevenson/Presidente”.[120] En una entrevista concedida al New York
Times en julio de 1964, el líder de la Revolución Cubana propuso
negociaciones amplias de los temas que estaban dividiendo a Cuba y los Estados
Unidos, señalando que la normalización de las relaciones permitiría inclusive
discutir la forma de indemnizar a las compañías estadounidense por los bienes
nacionalizados en los primeros años de la Revolución.[121]
Posteriormente, durante una visita que realizó a las Naciones Unidas en
diciembre de ese propio año, el Che Guevara ofreció nuevamente a los Estados
Unidos un modus vivendi, esta vez por intermedio del senador Eugene
McCarthy, quien había sido invitado por Lisa Howard a su casa para que se
reuniera con el ministro de Industrias cubano. Pese a la voluntad cubana de
llegar a un acomodo con los Estados Unidos, la administración Johnson prefirió
obviar las señales de distensión que se recibían de Cuba y continuar su
política agresiva hacia la Isla centrada en el aislamiento diplomático, el
bloqueo económico, las acciones clandestinas y los planes de la CIA encaminados
a realizar atentados contra la vida de los dirigentes de la Revolución.[122] La
verdad es que, entre otras razones, a Johnson le preocupaba grandemente ser
percibido como conciliatorio con Cuba en vísperas de las elecciones
presidenciales de 1964. De esta manera, los contactos Estados Unidos-Cuba,
iniciados durante la administración Kennedy habían llegado a su fin.
Ante la constante campaña de los medios occidentales que tildaban a Cuba de
prohibir la libertad de viaje de los cubanos hacia los Estados Unidos ¾cuando
en realidad eran los Estados Unidos los que habían establecido la prohibición
de una emigración regular y ordenada hacia su territorio durante la Crisis de
Octubre¾ y el aliento constante a la emigración ilegal, Fidel anunció en un
discurso pronunciado el 28 de septiembre de 1965, que se habilitaría el puerto
de Camarioca en la provincia de Matanzas, para que los cubanos que desearan
abandonar el país pudieran ser recogidos por sus familiares en embarcaciones
provenientes desde el territorio norteamericano.
De esta manera, a pesar de la negativa de Johnson de buscar algún
entendimiento con Cuba, tuvo que negociar con el gobierno de la Isla ante las
dificultades que esta situación provocaba al Servicio de Guardacostas y los
peligros que representaba para la seguridad de los Estados Unidos. En octubre
de 1965, el gobierno de los Estados Unidos se dirigió al de Cuba, a través de
la embajada de Suiza, con la propuesta de negociar un marco legal para la
emigración hacia su país, a través del establecimiento de un puente aéreo. Las
negociaciones tuvieron lugar entre el 1ro y el 6 de noviembre de 1965, al
término de las cuales ambos países acordaron establecer un puente aéreo, a
través de Varadero, para asegurar la salida legal de los que desearan emigrar.
A través de este puente aéreo emigraron a los Estados Unidos más de 200 mil
cubanos hasta abril de 1973, cuando la administración Nixon lo suspendió. El 2
de noviembre de 1966, el presidente Johnson firmó la Ley de Ajuste Cubano, que
a partir de entonces garantizó el tratamiento preferencial a los emigrados
cubanos, convirtiéndose con los años en un permanente y poderoso estímulo a la
emigración ilegal de Cuba hacia los Estados Unidos. Esta ley funcionó
superponiéndose al acuerdo migratorio.
Finalmente salta una pregunta recurrente en los estudiosos de este período:
¿se hubiera alcanzado algún tipo de entendimiento entre los Estados Unidos y
Cuba de no haberse producido el asesinato de Kennedy? Eso es imposible saberlo
en la actualidad y significaría adentrarnos en la historia contrafactual, pero
sí podemos hacer una valoración sobre el momento en que ocurre el asesinato del
presidente estadounidense y las perspectivas que se abrían en la política hacia
Cuba. El investigador estadounidense Peter Kornbluh, quien ha estudiado
profundamente esta etapa, nos ofreció en entrevista su juicio:
Kennedy iba a llegar al mismo punto que Kissinger y Carter. Fidel
probablemente no iba a tener la confianza de cortar su relación con la Unión
Soviética para obtener una ligera coexistencia con los Estados Unidos. Pero, al
mismo tiempo, Kennedy y Khruschev, y yo creo Fidel también, tenían una lección
de la Crisis de Octubre. Una lección de que el peligro de la hostilidad podía
llevar a la hecatombe mundial. La Unión Soviética estaba apoyando la idea de un
acercamiento entre Estados Unidos y Cuba. Los Estados Unidos estaban más abiertos
a esto también. Kennedy había dicho que quería una flexibilidad, que no debía
fijarse para conversar la precondición de echar a un lado a los soviéticos de
Cuba. Él había tomado el asunto en sus propias manos. Fidel mismo estaba muy
interesado y aun después de la muerte de Kennedy él estaba aún más interesado
en seguir este proceso.[123]
Todo lo expresado por Kornbluh es cierto, pero también el hecho que algunos
de los principales asesores de Kennedy, al tanto de la iniciativa, continuaban
insistiendo en exigir a la Isla que rompiera sus vínculos con la URSS y
abandonara el apoyo a los movimientos revolucionarios en América Latina, antes
de poder sentarse a la mesa de negociaciones. Desde esta posición de fuerza,
era prácticamente imposible que pudiera llegarse a un modus vivendi con
Cuba. La dirección cubana había reiterado que la soberanía de Cuba, tanto en el
plano externo como en el interno, no podía ser objeto de negociación. Por otro
lado, los planes de la CIA de asesinar a Fidel seguían su curso; al igual que
las acciones de sabotaje contra la Isla, el bloqueo económico y el aislamiento
diplomático. Al mismo tiempo, algunos de los documentos desclasificados de la
administración Kennedy reflejan con toda claridad que la estrategia del
acercamiento discreto a Cuba planteaba explorar si la dirección cubana
aceptaría negociar en los términos que satisfacían los intereses de Washington
y, paralelamente, ir desarrollando el más amplio espectro de políticas
agresivas que la obligaran a hacerlo. ¿Se podía tener algún tipo de esperanza
de un entendimiento entre los Estados Unidos y Cuba bajo este enfoque de
política?
Como hemos visto, algunos autores consideran que el asesinato de Kennedy
tuvo que ver con una conspiración de la CIA y la mafia anticubana que,
entre otras cosas, no le perdonaban a Kennedy haber prohibido que tropas
estadounidenses invadieran la Isla; la reducción del control de la CIA sobre
las acciones anticubanas; el compromiso con la URSS de no invadir la Isla luego
de zanjada la Crisis de Octubre de 1962; y que, por si fuera poco, estuviera
practicando una diplomacia secreta de acercamiento con los cubanos. De ser
cierta esta hipótesis: ¿hubieran permitido la CIA y la mafia anticubana que
Kennedy diera pasos más serios para llegar a una normalización de las
relaciones con la Isla? ¿Se hubieran quedado de manos cruzadas?
Tampoco se puede desconocer que la relación de Cuba con la Unión Soviética
y su apoyo a los movimientos revolucionarios en América Latina eran en ese
momento los elementos de mayor preocupación en Washington, pero que en ellos no
estribaba, como muchos han pensado y divulgado durante años, la esencia del
conflicto. La voluntad soberana de Cuba y las ansias hegemónicas de los Estados
Unidos continuaba siendo la esencia del conflicto bilateral. Los objetivos
inmediatos de Estados Unidos con Cuba se concentraban en quebrar su voluntad
soberana en materia de política exterior, pero ello no significaba una
abdicación a lograr lo mismo en política interna. Al mismo tiempo, Cuba no
iba a ceder ante las presiones de los Estados Unidos en ningún aspecto
que tuviera que ver con su derecho a la libre autodeterminación, aunque se le
ofreciera a cambio una “normalización” de las relaciones. Este es otro
argumento de importancia a la hora de sustentar un criterio menos optimista en
relación con la posibilidad de un entendimiento entre los Estados Unidos y Cuba
durante la Administración Kennedy.
El énfasis que la Administración Kennedy puso en la política exterior de
Cuba no fue más que la expresión coyuntural y la dimensión superficial de los
motivos de fondo del conflicto. La historia demostró más tarde, que cuando
desaparecieron estos argumentos que presentaban a Cuba como una amenaza a la
“seguridad nacional” de los Estados Unidos, especialmente luego de derrumbarse
el campo socialista y en momentos en que la Isla no tenía ni un soldado en el
exterior, el conflicto se mantuvo vivo y el gobierno estadounidense no hizo ni
el menor intento por llegar a un entendimiento con la Isla. Por el contrario,
se agudizó la agresividad hacia Cuba, revelándose nuevamente la verdadera
esencia de corte bilateral del conflicto -aunque atravesada por lo multilateral
en numerosos períodos históricos- y concentrando entonces el foco de su
política en la realidad interna de la Isla. Ello constituye muestra fehaciente
de que el objetivo de la política de los Estados Unidos hacia la Cuba
revolucionaria siempre ha sido el mismo: “el cambio de régimen”, el
derrocamiento de un sistema que en sus propias narices ha practicado y aún hoy
practica una política interna y externa absolutamente soberana.
Citas
[1] Eso fue después de haber dado hospitalidad y asilo político a los
criminales de guerra y ladrones de la dictadura de Batista que huyeron
de Cuba al triunfar la Revolución.
[2]Véase Carlos Alzugaray, “La búsqueda de la verdad en el debate
histórico: Acerca de una polémica sobre las relaciones Cuba-Estados
Unidos al principio de la Revolución”, en: La Jiribilla, no 411, La Habana, pp. 24-25.
[3] Dwight D. Eisenhower, Los años en la Casa Blanca. Haciendo la Paz, 1956-1961, Doubleday and Co., New York, 1966, p. 404.
[4]Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado: Girón. 40 años después. Conferencia de académicos y actores históricos cubanos y norteamericanos. La Habana, 22-24 de marzo de 2001. Materiales de Información. Carpeta #2, marzo del 2001, pp. 49-50.
[5]Reflexiones de Fidel Castro, La tiranía mundial. Los fundamentos de la máquina de matar, La Habana, 8 de julio de 2007.
[6] Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado: Girón. 40 años después. Conferencia de académicos y actores históricos cubanos y norteamericanos. La Habana, 22-24 de marzo del 2001. Materiales de Información. Carpeta #2, p.52.
[7] Por conflicto se entiende algo más que una simple competencia,
pues cuando existe un conflicto por lo general alguna de las partes o
ambas, intentan reforzar su propia posición reduciendo la de la otra y
coartarla para que no logre sus propios fines. También ponerla fuera de
combate o inclusive, destruirla. El conflicto puede ser violento o no
violento, dominante o recesivo, controlable o incontrolable, soluble o
insoluble bajo varios conjuntos de circunstancias. Bajo las
condiciones de asimetría y desigualdad, que caracterizan las relaciones
internacionales del presente, en las cuales muchos países pequeños y
menos desarrollados dependen de unas cuantas naciones altamente
desarrolladas y poderosas, un Estado será relativamente más vulnerable
que otro. De esta manera, un conflicto o un problema para un país
pequeño puede parecerse más a un juego de supervivencia, mientras que
para un país grande, rico o poderoso el mismo problema puede ser
insignificante a largo plazo. En consecuencia, cada país tendrá
preferencias diferentes en cuanto a las acciones y los valores de los
resultados asimétricos y las ganancias y las pérdidas de sus acciones
variarán según la posición de cada país en relación con su adversario.
En la investigación se hace referencia al conflicto que ha existido
entre Cuba y los Estados Unidos desde finales del siglo xviii y cuya
constante fundamental ha sido, respectivamente, soberanía versus
hegemonía. Es más que un diferendo, pues en ese caso, se trataría
solamente de diferencias sobre cuestiones fronterizas, comerciales,
jurídicas, diplomáticas, entre otras. Además, el diferendo tiene lugar,
principalmente, entre adversarios que presentan una situación de
simetría ante una posible negociación, que no es el caso entre Cuba y los Estados Unidos, pues siempre habrá
que tomar en consideración que Cuba no equilibra de ningún modo las
fuerzas políticas, económicas y militares que los Estados Unidos poseen y
podrían desplegar para forzar una negociación siempre a su favor.
[8] Cuba inauguró en el hemisferio occidental, una nueva era en las
relaciones internacionales, a partir de que un pequeño país,
subdesarrollado e históricamente bajo el área de influencia de la
potencia imperialista más fuerte del mundo, pudiese tener una política
propia e independiente tanto en el plano externo como en el interno.
[9]Noam Chomski, “La Administración Carter: mito y realidad”, Cuadernos Semestrales (CIDE), Estados Unidos, perspectiva latinoamericana, no. 2-3, México, p. 195.
[10]Carlos Alzugaray, Diplomacia imperial y revolución. Estados
Unidos ante la Revolución Cubana 1959-1960: Del reconocimiento reticente
a la ruptura ominosa, texto presentado al Premio Casa de las Américas, 2012, inédito, p.141.
[11]Para ampliar en este criterio véase Carlos Alzugaray, “La
búsqueda de la verdad en el debate histórico: Acerca de una polémica
sobre las relaciones Cuba-Estados Unidos al principio de la Revolución”,
en: La Jiribilla, no. 411, La Habana, pp. 24-25, y del propio autor: Colimando al caimán: Cuba y Estados Unidos en 1959, en: 1959: Una rebelión contra las oligarquías y los dogmas revolucionarios, Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello-Ruth Casa Editorial, La Habana, 2009, pp. 302-342.
[12]Ya existía un precedente en la historia cubana durante el llamado
Gobierno de los Cien Días ¾fueron en verdad 127¾, que solo por el hecho
de haber tratado de modificar los términos de las relaciones Estados
Unidos-Cuba, desde posiciones antinjerencistas y nacionalistas,
Washington se negó a reconocerlo, comprometiéndose en actividades
conspirativas contra él mismo.
[13]Citado por Alicia Céspedes en, Referencias necesarias sobre Cuba-USA, 1959-1960. Un antiguo conflicto, Editorial José Martí, La Habana, 2010, p.212.
[14] En un memorando fechado el 11 de diciembre de 1959, el jefe
de la División del Hemisferio Occidental de la CIA J. C. King dice
textualmente: “Analizar minuciosamente la posibilidad de eliminar a
Fidel Castro (…) Muchas personas bien informadas consideran que
la desaparición de Fidel aceleraría grandemente la caída del gobierno…”.
Reflexiones de Fidel Castro, La tiranía mundial. Los fundamentos de la máquina de matar, La Habana, 8 de julio de 2007.
[15] Esteban Morales, “Algunos antecedentes históricos. El conflicto Cuba-Estados Unidos desde el umbral del siglo xxi”, en La Jiribilla, no 399, La Habana.
[16] Un documento desclasificado en los Estados Unidos, fechado el 26
de enero de 1960, donde se recoge la versión de una reunión entre el
presidente Eisenhower, el secretario de Estado, Herter, el embajador
estadounidense en La Habana, Philip Bonsal y otros funcionarios, señala:
“El Presidente dijo que Castro empieza a parecer un loco. (…) Dijo que
(…) deberíamos aplicar una cuarentena a Cuba. Si ellos (el pueblo
cubano) tienen hambre, botarán a Castro. (…) Preguntó cómo Cuba podría
vivir si no pudiera vender su azúcar”. Véase, Oficina de Publicaciones
del Consejo de Estado: “Girón. 40 años después”, Conferencia de
académicos y actores históricos cubanos y norteamericanos, La Habana,
22-24 de marzo de 2001. Materiales de Información, Carpeta #2, pp.
56-57.
[17] Céspedes Carrillo: Ob. cit, p. 316.
[18]Citado por Carlos Lechuga en: Itinerario de una farsa, Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 1991, pp. 127-129.
[19]Arthur M.Schlesinger, Los mil días de Kennedy, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1970, pp. 183-184.
[20] Citado por Alicia Céspedes en: Ob. cit., pp. 340-341.
[21] El director de la CIA, Allen Dulles y su vicedirector Richard
Bisell, convencieron a Kennedy, de que una vez que los invasores tocaran
tierra y establecieran una cabeza de playa en Bahía de Cochinos, el
pueblo cubano en su gran mayoría apoyaría la invasión y derribarían el
poder revolucionario, pues no le agradaba el gobierno de Castro. Al
mismo tiempo, en las reuniones donde se discutió el plan de invasión,
Dulles y Bisell dieron garantías de que en caso de que el levantamiento
detrás de las líneas no se produjera y de que la operación fracasara,
los invasores tendrían el camino abierto hacia las montañas del
Escambray, lo cual no era cierto. Kennedy, confiando en la amplísima
experiencia de Dulles, aprobó finalmente el plan de invasión propuesto
por la CIA, aunque en todo momento expresó su negativa a que las tropas
estadounidenses participaran en la operación, insistiendo en que la mano
de los Estados Unidos no debía verse por ningún lado.
[22] Arthur M.Schlesinger, ob. cit., p. 238.
[23] Ibídem, p. 239.
[24] Theodore C. Sorensen, Kennedy, t.1, Ediciones Grijalbo, S. A, Barcelona-México D. F., 1972, p. 462.
[25] La Alianza para el Progreso consistió en un programa liberal
reformista con el objetivo de modernizar el capitalismo latinoamericano
atacando las “condiciones objetivas” que podían ser “aprovechadas por el
comunismo” para hacer revoluciones semejantes a las de Cuba. Fue una
política inteligente aunque fracasada del presidente Kennedy con planes
para transformar en América Latina la agricultura, la educación, el
fisco y la salud, al tiempo que se ofrecía una ayuda de veinte mil
millones de dólares.
[26] Foreing Relations of the United States, Memorandum from the
President´s Assistant Special Counsel (Goodwin) to President Kennedy,
august 22, 1961.
[27]De Richard Goodwin al presidente Kennedy, 22 de agosto de 1961. Tomado de National Security Archive:http://www.gwu.edu/~nsarchiv/NSAEBB/NSAEBB269/doc01.pdf (Traducción del ESTI).
[28] Ibídem.
[29] Ibídem.
[30] Telegram from the Secretary of State for External Relations
(Arinos) for the Cabinet in Brasilia, 19 August 1961, describing
conversation between Che Guevara and Richard Goodwin, Montevideo, August
18th, 1961 in: Conferencia Internacional “La Crisis de
Ocubre: una visión política 40 años después”, Conference Briefing Book:
Primary Source Documents, Photographs and Chronologies. Volume One.
Palacio de las Convenciones, La Habana, Cuba- 11-13 de octubre de 2002.
[31]Video de la Conferencia Internacional sobre la Crisis de Octubre,
celebrada en La Habana en 2002, en el 40 aniversario, Centro de
Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos (CEHSEU).
[32] Memorándum del Consejero Asistente Especial (Goodwin) al
presidente Kennedy, 1ro de septiembre de 1961. Citado por Asdrúbal
Pereira Cabrera en: 1961/ Ernesto Che Guevara en Uruguay. Para dar vuelta el mate. Documentos auténticos, t.II, Editora Política, La Habana, 2012, p. 153,
[33] Memorándum del Consejero Asistente Especial (Goodwin) al
presidente Kennedy, 22 de agosto de 1961. Citado por Asdrúbal Pereira
Cabrera en: Ob. cit, t. II, p.150.
[34]Video de la Conferencia Internacional sobre la Crisis de Octubre,
celebrada en La Habana en el 2002, en el 40 aniversario. Centro de
Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos (CEHSEU)
[35] Citado por Asdrúbal Pereira Cabrera en: Ob. cit, p. 168.
[36] Evidentemente los órganos de inteligencia de los Estados Unidos
habían estado dando seguimiento a lo que en Cuba se denominó
“sectarismo”, consistente sobre todo en favorecer para cargos de
dirección a compañeros que habían sido militantes del Partido Socialista
Popular (PSP), aduciéndose las ventajas de su experiencia política.
Ello en detrimento de otras organizaciones como el Movimiento 26 de
julio y el Directorio Revolucionario 13 de marzo. El 26 de julio de
1962, Fidel, en una comparecencia ante las cámaras de televisión y la
radio explicó detalladamente en que consistieron los métodos sectarios
utilizados por las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI) y los
graves errores cometidos. Al mismo tiempo el líder de la Revolución
anunció que Aníbal Escalante, quien realizaba las labores de
organización de las ORI, quedaba separado de sus funciones por haberse
convertido en el centro de esa política incorrecta y dañina.
[37] Memorandum from the Deputy Assistant Secretary of State for
Inter-American Affairs (Goodwin) to the Assistant Secretary of State for
Inter-American Affairs (Martin) Washington, May 24, 1962. Foreing
Relations of the United States //Source: Department of State, ARA/CCA
Files: Lot 66 D 501, Cuban Project-1962. Top Secret.
[38] Ibídem.
[39] Ibídem.
[40]Posteriormente, 3 de febrero de 1962 Kennedy aprobó una de las
medidas más agresivas contra Cuba y que ha sobrevivido hasta nuestros
días, el “embargo” total al comercio con la Isla (excepto alimentos y
medicinas) el cual, a partir del 23 de marzo, se extendió también a
todas las mercancías de origen cubano, o fabricadas con componentes
cubanos. El 14 de marzo de 1964, bajo la presidencia de Johnson el
Departamento del Tesoro ampliaría el alcance del bloqueo, al prohibir
las ventas de alimentos y medicinas a Cuba.
[41] El 18 de enero de 1962, Lansdale presentó al Grupo Especial
Ampliado un proyecto contentivo de 32 tareas desglosadas en las áreas de
inteligencia (4 tareas), políticas (9), económicas (13), psicológicas
(4) y acciones militares (5).
[42]Citado por Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, en: Girón 40 Años después. Conferencia de académicos y actores históricos cubanos y norteamericanos, La Habana, 22-24 de marzo de 2001. Materiales de Información, Carpeta #2, marzo del 2001, p. 83.
[43] Asdrúbal Pereira Cabrera en: Ob. cit, p. 169.
[44] La comúnmente llamada Crisis de los Misiles en los Estados
Unidos no fue, como algunos autores han pretendido hacer ver, un momento
en que a partir solamente de la presencia de los cohetes nucleares en
Cuba, se puso el mundo al borde de la tercera guerra mundial, sino más
que eso, fue el momento en que los Estados Unidos tuvieron que
enfrentarse con las consecuencias acumuladas de todos sus actos de
agresión contra Cuba. La Crisis de Octubre o llamada Crisis de los
Misiles, tampoco duró trece días. Esta se prolongó desde entre el 14-16
de octubre, en que oficialmente y de manera verificada Kennedy tiene
conocimiento de la existencia de los cohetes nucleares en Cuba, hasta
aproximadamente el 30 de noviembre, en que habiéndose producido la
entrevista entre Mikoyan y Kennedy, las posiciones respecto a los
acuerdos finales de la crisis quedaron fijadas. En definitiva,
concentrar la crisis en los trece días, es otro modo de decir que fue la
presencia de los misiles en Cuba lo que determinó la crisis. La crisis
también tuvo varios comienzos. Para Cuba comenzó desde que Eisenhower
inició su campaña de hostilidad contra la Isla. Para la administración
de los Estados Unidos, desde que esta tuvo conocimiento verificado de
la existencia de los cohetes en Cuba. Mientras que para el mundo y el
pueblo de los Estados Unidos, y de la URSS, esta crisis comenzó
cuando el 22 de octubre el presidente Kennedy hizo su alocución a la
nación, planteando las primeras medidas de respuesta. Este
acontecimiento es conocido también como Crisis del Caribe, nombre que le
dieron los soviéticos. Fragmentos tomados del trabajo de Esteban
Morales Domínguez, “¿Crisis de los Misiles o Crisis de Octubre?”, Contracorriente, no 6, La Habana, 1996.
[45] A pesar de la promesa de no invasión a Cuba, los Estados Unidos
continuarían invadiendo a la Isla a pequeña escala. Toda la estructura
de guerra subversiva contra Cuba se mantendría. De hecho, el año 1963
fue uno de los más connotados en cuanto a agresiones violentas contra la
Isla y de mayor accionar de la contrarrevolución interna. Al respecto,
el investigador cubano José Luis Méndez, ha escrito que en 1963 fueron
contabilizadas 137 acciones contrarrevolucionarias contra las costas y
embarcaciones cubanas, la cifra más elevada de todo el período
revolucionario. Véase: José Luis Méndez, Terrorismo de origen cubano 1959-1996, Tesis doctoral en Ciencias Jurídicas, La Habana, 1997.
[46]Los cinco puntos planteados por Fidel fueron: cese del bloqueo
económico y de todas las medidas de presiones comerciales y económicas
que ejercen los Estados Unidos en todas las partes del mundo contra
Cuba, cese de todas las actividades subversivas, lanzamientos y
desembarcos de armas y explosivos por aire y mar, organización de
invasiones mercenarias, infiltración de espías y sabotajes, acciones
todas que se llevan a cabo desde el territorio de los Estados Unidos y
de algunos países cómplices, cese de los ataques piratas que se llevan a
cabo desde bases existentes en los Estados Unidos y en Puerto Rico,
cese de todas las violaciones del espacio aéreo y naval por aviones y
navíos de guerra norteamericanos y retirada de la base naval de
Guantánamo y devolución del territorio cubano ocupado por los Estados
Unidos.
[47]Para ampliar ver: Esteban Morales: “¿Crisis de los misiles o Crisis de Octubre?”, Contracorriente, no. 20, La Habana, 2004, pp. 20-24.
[48]Ibídem, pp. 20-22.
[49] Para ampliar sobre esta pasaje histórico tan interesante véase James G. Hershberg, The United Status, Brazil, and the Cuban Missile Crisis, 1962 (Part 1, Part 2), Journal of Cold War Studies, 2004.
[50]Video de la Conferencia Internacional sobre la Crisis de Octubre,
celebrada en La Habana en 2002, en el 40 aniversario del Centro de
Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos (CEHSEU).
[51]Department of State Draft Cable 13136 to White House, 26 October 1962, Top Secret. Nacional Security Archive:http://www.gwu.edu/~nsarchiv/NSAEBB/NSAEBB395/ (Internet) (Traducido por los autores).
[52] Video de la Conferencia Internacional sobre la Crisis de
Octubre, celebrada en La Habana en 2002, en el 40 aniversario del Centro
de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos (CEHSEU).
[53] Ibídem.
[54] Tomás Diez Acosta, Los últimos 12 meses de J. F. Kennedy y la Revolución Cubana, Editora Política, La Habana, 2011, p.18.
[55] Ese fue el caso de la operación de la CIA concebida para la
falsificación de la moneda cubana con la finalidad de desestabilizar las
finanzas en Cuba, proyecto que era ajeno al Presidente y al Consejo de
Seguridad Nacional. Al ser conocido por el Presidente, este lo canceló
inmediatamente.
[56]Arthur M.Schlesinger, Los mil días de Kennedy, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1970, p. 728.
[57] Citado por Ibídem, pp. 734-735.
[58]Donovan coordinó entre agosto y finales de diciembre 1962 ¾las
conversaciones concluyeron el 21 de diciembre¾ la liberación de los
prisioneros de Bahía de Cochinos a cambio de un pago del gobierno de los
Estados Unidos de 62 millones de dólares en alimentos y medicinas para
niños en seis meses. A principios de 1963 continuó sus viajes a La
Habana para lograr la liberación de una veintena de ciudadanos
estadounidenses, incluidos 3 operativos de la CIA, encarcelados en Cuba.
[59] Pero la realidad fue que no menos de 14 organismos federales de
los Estados Unidos, incluida la CIA, estuvieron involucrados en el
desembolso de los fondos que se emplearon para la adquisición de los
productos que se debían entregar a Cuba, a cambio de la liberación de
los prisioneros de Bahía de Cochinos.
[60] Oscar Pino Santos, Complot, Editorial Nuestro Tiempo, S.A., México, p. 23.
[61] Peter Kornbluh and William M. Leogrande, “Talking with Castro”, in: Cigar Aficionado, February, 2009.
[62]Tomás Diez Acosta, Ob. cit., p. 175.
[63] Ibídem, p.184.
[64] Ibídem.
[65] Memorándum de Gordon Chase a Bundy, 11 de abril de 1963, documentos desclasificados, www.gwu.edu/~nsarchiv/ (traducción del ESTI).
[66]Peter Kornbluh, “JFK and Castro: The Secret Quest for Accomodation”, in: Cigar Aficionado, September-October, 1999.
[67] Tomás Diez Acosta, Ob. cit., p.85.
[68] Lisa Howard fue una de las primeras mujeres en tener su propio
programa de televisión en los Estados Unidos. Antes de incursionar en el
periodismo había sido actriz. En 1960 realizó la primera gran
entrevista al premier soviético Nikita Khruschev, que fue vista en los
Estados Unidos. Posteriormente fue contratada por la televisora ABC.
[69]Peter Kornbluh and William M. Leogrande, “Talking with Castro”, in: Cigar Aficionado, Febrary, 2009.
[70]Memorándum de Richard Helms para McCone, 1ro. de mayo de 1963, documentos desclasificados, www.gwu.edu/~nsarchiv/ (traducción del ESTI).
[71] Memorándum del Teniente General de la CIA, Marshall S. Carter al
Fiscal General, Robert Kennedy, 2 de mayo de 1963, documentos
desclasificados, Robert Kennedy Papers,http://www.jfklibrary.org/About-Us/News-and-Press/Press-Releases/2012-10-11-RFK-Papers-Released.aspx, (Traducción del ESTI).
[72] Peter Kornbluh, Ob. cit.
[73] Foreign Relations of the United States 1961-1963,Vol. XI. “La crisis de los misiles y sus consecuencias”. Documento
preparado por la Oficina de Asuntos Interamericanos del Departamento de
Estado. De acuerdo con un memorándum de remisión, el Secretario Adjunto
Martin envió este documento a U. Alexis Johnson el 20 de junio.
[74] Foreign Relations of the United States 1961-1963,Vol. XI. “La
crisis de los misiles y sus consecuencias”. Memorándum para registro, 21
de junio de 1963. Desmond Fitzgerald, Jefe del Servicio de Asuntos
Especiales, CIA. Tema: reunión en la Oficina de Secretario de Estado.
Asunto: Debate del Proyecto de política encubierta y Programa de acción
integrada hacia Cuba. Presentes: El Secretario de Estado, subsecretario
Harriman, subsecretario adjunto Johnson, director Hughes, Sr. McCone y
Sr. Fitz Gerald.
[75]Foreign Relations of the United States 1961-1963, Vol. XI. “La
crisis de los misiles y sus consecuencias”. Memorando para Registro.
Washington, 24 de junio de 1963. Fuente: Agencia Central de
Inteligencia. Documento secreto elaborado por McCone.
[76] Ibídem.
[77] Foreign Relations of the United States 1961-1963, Vol. XI. “La
crisis de los misiles y sus consecuencias”. Acta resumida de la 10 ma
Reunión del Grupo Permanente del Consejo de Seguridad Nacional,
Washington, 16 de julio de 1963.
[78] Como señala el Dr. Tomás Diez Acosta en su libro Los últimos 12 meses de J. F. Kennedy y la Revolución Cubana,
quizás la demora en iniciar pasos prácticos de acercamiento a Cuba
estuvo vinculada al temor a las “filtraciones de información”, más bien a
“una acción “gris” de inteligencia ejecutada por los elementos que
dentro del gobierno de los Estados Unidos se oponían a cualquier intento
de acercamiento a Cuba”. Pero la documentación estadounidense también
refleja que la CIA se oponía rotundamente a un arreglo con Cuba y el
Departamento de Estado mostraba menos entusiasmo en la idea que el
propio presidente Kennedy.
[79] Anterior a eso, Attwood había sido editor de la revista Look y entrevistado a Fidel Castro en 1959.
[80] Peter Kornbluh, Ob. cit.
[81] Citado por Piero Gleijeses, en: Misiones en conflicto. La Habana, Washington y África 1959-1976, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2004, pp. 42-43.
[82] Memorándum sobre Cuba, William Atwood, 18 de septiembre de 1963,www.gwu.edu/~nsarchiv/ (Traducción del ESTI).
[83]Declaraciones de William Atwood ante el Senado de los Estados
Unidos. Comisión de Investigación sobre las operaciones gubernamentales
relacionadas con actividades de Inteligencia. Washington DC. jueves 10
de julio de 1975, www.gwu.edu/~nsarchiv/ (Traducción del ESTI).
[84] Entrevista realizada a Carlos Lechuga el 3 de octubre de 2008.
[85] Memorándum de William Attwood a Gordon Chase, 8 de noviembre de 1963, www.gwu.edu/~nsarchiv/ (Traducción del ESTI).
[86] “Del Informe de nuestro representante en la ONU”, Ministro de
Relaciones Exteriores, Raúl Roa, al Presidente de la República, Osvaldo
Dorticós, La Habana, 25 y 26 de septiembre de 1963 (Archivo Central del
Minrex).
[87]Declaraciones de William Atwood ante el Senado de los Estados
Unidos. Comisión de Investigación sobre las operaciones gubernamentales
relacionadas con actividades de Inteligencia. Washington DC. Jueves 10
de julio de 1975, www.gwu.edu/~nsarchiv/ (Traducción del ESTI).
[88] Ibídem.
[89]Memorándum de William Attwood a Gordon Chase, 8 de noviembre de 1963, www.gwu.edu/~nsarchiv/ (Traducción del ESTI).
[90] Ibídem.
[91] Peter Kornbluh, Ob. cit.
[92]Foreign Relations of the United States 1961-1963,Vol. XI. “La
crisis de los misiles y sus consecuencias”. Minutes of the Special
Meeting of the Special Group, 5 November 1963. Present: Mr.Bundy, Mr.
Johnson, Mr.Vance, and Mr. McCone.
[93]Declaraciones de William Atwood ante el Senado de los Estados
Unidos. Comisión de Investigación sobre las operaciones gubernamentales
relacionadas con actividades de Inteligencia. Washington DC. jueves 10
de julio de 1975, www.gwu.edu/~nsarchiv/ (Traducción del ESTI).
[94]Memorándum para dejar constancia de McGeorge Bundy, 12 de noviembre de 1963, www.gwu.edu/~nsarchiv/, (Traducción del ESTI).
[95] Citado por Peter Kornbluh, Ob .cit.
[96]Memorándum de William Attwood a Gordon Chase, 22 de noviembre de 1963, www.gwu.edu/~nsarchiv/, (Traducción del ESTI).
[97]Memorándum de Gordon Chase a Bundy, 12 de noviembre de 1963, www.gwu.edu/~nsarchiv/, (Traducción del ESTI).
[98] Ibídem.
[99] Ibídem.
[100] Tomás Diez Acosta, Ob. cit, p. 203.
[101] Jean Daniel, “Unoficial Envoy. An Historic Report from Two Capitals”, The New Republic, December, 14th, 1963, pp. 15-20.
[102] Ibídem.
[103] Citado por Tomás Diez Acosta en: Ob. cit, p. 207.
[104] Citado por Arthur M. Schlesinger, en: Ob.Cit, p.810.
[105] James G. Blight, Bruce J. Allyn, and David Lewis, Cuba On The Brink. Castro, The Missile Crisis, and The Soviet Collapse, Rowman & Littlefield Publishers, INC, New York, 2002, pp. 236-237.
[106] Citado por Tomás Diez Acosta, Ob. cit, p. 187.
[107] Carlos Lechuga, En el ojo de la tormenta, SI-Mar SA, Cuba y Ocean Press, Australia, 1995, p. 304.
[108] Ibídem, pp. 305-306.
[109]El 22 de enero de 1963, durante una reunión del Consejo de
Seguridad Nacional, Kennedy había declarado: “Probablemente llegará el
momento en que tengamos que actuar nuevamente contra Cuba. Ese país
puede que sea nuestra respuesta en alguna situación futura ¾en la misma
forma en que los rusos han usado Berlín¾. Nosotros podemos decidir que
Cuba pudiera ser una respuesta más satisfactoria que la respuesta
nuclear. Debemos estar preparados aunque esto no ocurra. Debemos estar
preparados para dar pasos contra Cuba si eso fuera por nuestro interés
nacional. Los planes de Estados Unidos y el ejército, en la dirección de
nuestro esfuerzo, deben estar adelantados en los meses venideros
teniendo siempre a Cuba en la mente, para estar listos y maniobrar con
toda la rapidez posible. Podemos utilizar a Cuba para limitar las
acciones de los rusos, lo mismo que ellos han hecho con Berlín para
limitar las nuestras”. Citado por Tomás Diez Acosta en: Ob. cit., p. 24.
[110] Citado por Piero Gleijeses en: Ob. cit, p. 44.
[111] Citado por Ibídem, pp. 44-45 (El agente cubano era Rolando
Cubelas, el cual había sido reclutado por la CIA. Ese día, como parte de
la operación AM/LASCH, el agente de la CIA que lo atendía le ofreció
una pluma que contenía dentro una aguja hipodérmica con veneno, con la
intención de que Cubelas la utilizara para asesinar a Fidel Castro).
[112] Acusado del asesinato de Kennedy.
[113] Memorándum de Gordon Chase a Bundy, 25 de noviembre de 1963, www.gwu.edu/~nsarchiv/ (Traducción del ESTI).
[114] Memorándum de Gordon Chase a Bundy, 25 de noviembre de 1963,www.gwu.edu/~nsarchiv/ (Traducción del ESTI).
[115] Carlos Lechuga, En el ojo de la tormenta, ob. cit., p. 302.
[116] Memorándum Cuba-Informe de situación, CIA, 12 de diciembre de 1963, http://www.jfklibrary.org/, (Traducción del ESTI).
[117] Ibídem.
[118] Trascripción de las reuniones entre los funcionarios cubanos y
los historiadores de JFK, cinta 2 de 8, Hotel Nassau Beach, 7-9 de
diciembre de 1995,http://cuban-exile.com/doc_026-050/doc0027.html, (Traducción del ESTI).
[119] Del primer ministro Fidel Castro al presidente Lyndon B.
Johnson, Mensaje verbal entregado a la señorita Lisa Howard de la ABC
News, el 12 de febrero de 1964, en La Habana, www.gwu.edu/~nsarchiv/ (Traducción del ESTI).
[120] Citado por Peter Kornbluh, ob. cit.
[121] Síntesis de entrevista concedida por Fidel Castro a Dick Eder del New York Times el 8 de julio de 1964 en Revolución, La Habana, 9 de julio de 1964.
[122] Los mayores esfuerzos por establecer una vía de comunicación
entre Cuba y los Estados Unidos durante la Administración Johnson lo
protagonizaron un pequeño grupo de industriales privados que
consideraban errada la política estadounidense hacia la Isla, entre
ellos se encontraban: Edgard Lamb y Cyrus Eaton. No obstante, debe
destacarse que en el mes de julio del último año de mandato de Johnson,
se produjo un intento por medio de la periodista Arlene Gould, quien
trasladó a un funcionario cubano en Nueva York el interés de William
Bowler, en aquellos momentos asesor de Johnson para América Latina, de
entrar en contacto con un representante de Cuba. De no ser con Bowler,
ofreció que el contacto podía ser con Covey T. Oliver, subsecretario de
Estado para Asuntos Latinoamericanos, pero finalmente este intento no
prosperó. Esta información se extrajo de Néstor García Iturbe, Diplomacia sin sombra, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2007, p. 9.
[123] Entrevista realizada a Peter Kornbluh, 30 de noviembre de 2012.
No hay comentarios:
Publicar un comentario