Reproduzco
este texto tomado de La Revista Cultural de Cuba, La Jiribilla, porque creo
necesario profundizar en las raíces que conectan a los pueblos. Bogar por la
historia es revivir nuestro antepasado, el cual forma el camino que hemos
tomado hasta el presente y nos brinda las diferentes alternativas al futuro.
Para todos
los buenos amigos que he conocido y espero seguir conociendo en Cataluña, en
esta aventura de amor que me ha hecho navegar hasta esta tierra. A ellos les
hago llegar estas notas del escritor Jorge R. Bermúdez.
A sus palabras sólo agrego: No perdamos nuestra
memoria, muy a pesar de los dolores que han quemado nuestra carne y corazones;
ya que fortalecen nuestros principios de lucha.
I
Cuando
publiqué La invitada de la luz: aspectos históricos, simbólicos y estéticos
de la bandera cubana (Biblioteca Nacional José Martí, Ediciones Bachiller,
2007), el capítulo décimo y último de dicho texto, lo dediqué a destacar la
influencia del singular diseño de nuestra bandera en las creadas por las nuevas
repúblicas venidas al mundo desde fines del siglo XIX hasta nuestros días. Algo
tan evidente como de real trascendencia para nuestra identidad visual, sin
embargo, había sido pasado por alto en los estudios que sobre el tema
desarrollaron eminentes escritores e historiados cubanos antes y después de
1949, año del centenario de nuestra enseña nacional.
No deja de
ser sintomático, que los primeros países en asumir como referente el triángulo
equilátero de la bandera cubana, fueran las otras dos colonias que perdió
España a manos de los EE. UU.: Puerto
Rico y Las Filipinas, cuyos diseños habían sido aprobados de manera oficial por
los movimientos patriotas en 1895 y 1898, respectivamente. A estas le siguieron
la de la República Checa, aprobada el 30 de marzo de 1920, y la del
nacionalismo catalán, en octubre de 1928. La última bandera en ostentar un
triángulo equilátero antes de la segunda Guerra Mundial, fue la del pueblo
palestino, que la adoptó del pabellón de la Legión Árabe, en 1929.
Sin
embargo, el número mayor de banderas que harán uso del triángulo y, en
ocasiones, de una estrella de cinco puntas en su centro, conjuntamente con
franjas o bandas de los más disímiles tamaños y colores, corresponde a los
nuevos Estados del llamado Tercer Mundo surgidos a partir de la segunda Guerra
Mundial. De estas banderas, las que mejor nos
permiten seguir una línea de diseño afín con la cubana, son las de Jordania
(1946), Sudán (1956), Guinea Ecuatorial (1964), Bahamas (1973), Mozambique
(1974), Santo Tomé y Príncipe (1975), Djibouti (1977), Zimbabwe (1980), Vanuatu
(1980), Sudáfrica (1996) y Timor Este.
II
Todo
empezó con la visualización de un juego de fútbol entre el Barza y el Real
Madrid. El primer gol del Barza, por el talento cierto del argentino Leonel
Messi, llevó al camarógrafo (como es habitual en el medio televisivo) a hacer
un paneo por la eufórica afición que colmaba el Camp Nou… Y, cual no fue mi
sorpresa, cuando, entre el enardecido público, vi ondear una bandera mitad
catalana, mitad puertorriqueña. De la primera, tenía las cuatro barras rojas
sobre campo amarillo; de la segunda, el triángulo azul y la estrella de cinco
puntas.
Según la
leyenda, una de las versiones más aceptadas sobre el origen de la bandera
catalana, es aquella que tuvo lugar en el campo de batalla, cuando uno de los
caballeros caído en combate contra el “moro” invasor, trazó con sus dedos
ensangrentados cuatro líneas sobre su escudo amarillo. La bandera de Puerto
Rico, como es notorio, asume el diseño de la cubana, pero con los colores
invertidos. El 22 de diciembre de 1895, en el Chimney Corner Hall, en Nueva
York, un grupo de patriotas constituidos en la Sección Puertorriqueña del
Partido Revolucionario Cubano, acordó que este sería el pabellón que sus
partidarios llevarían a la guerra por la independencia de Cuba y Puerto Rico.
Comunión de ideales y esfuerzos que la poeta Lola Rodríguez de Tió, sintetizó
en una cuarteta muy popular entonces en ambas islas:
Cuba y Puerto Rico son,
De un pájaro las dos alas.
Reciben flores y balas
en el mismo corazón.
La bandera
cubana, concebida por el general Narciso López en 1849, y declarada enseña
nacional de la República de Cuba en armas por la Asamblea de Guáimaro, el 11 de
abril de 1869, se caracterizó por hacer uso, por primera vez, de un triángulo
rojo, en cuyo centro ostentó una estrella blanca de cinco puntas, más cinco
franjas horizontales: tres azules y dos blancas.1 La
originalidad y belleza de su diseño que, para mayor rebeldía y gloria, fue
contrario a las leyes de la heráldica ―toda estrella blanca debe ir sobre campo
azul―, así como la bravura del pueblo que la levantó en lucha abierta contra el
colonialismo por más de medio siglo, la convirtió en símbolo visual para
aquellos pueblos que, con igual tradición de lucha contra el poder colonial e
inspirados en el ejemplo de Cuba, aspiraron a alcanzar su libertad a partir de
1895. Tales fueron los casos de las ya citadas banderas de Puerto Rico y Las
Filipinas… Y, también, la de los nacionalistas catalanes.2
La
lucha de los cubanos independentistas fue seguida muy de cerca por los
nacionalistas catalanes, en particular, por aquellos que vivían en Cuba, los
que ya tenían una tradición de luchas libertarias junto con los cubanos desde
mediados del siglo XIX. Entre los primeros, destaca el periodista catalán Ramón
Pintó Llinás, quien lideró la conspiración mejor organizada de las que
precedieron a la que dio inicio a la Revolución de 1868. Descubierta la
conspiración, Pintó fue juzgado y ejecutado en garrote vil. José Martí, Héroe
Nacional de Cuba, en una crónica que publicó en Patria, el 26 de marzo
de 1892, reconoció en Pintó al “mártir primero” de “la fusión de cubanos y
españoles”. El otro catalán en alcanzar un lugar cimero en la lucha por la
independencia de Cuba, fue el general José Miró Argenter. Combatiente de
dos guerras: la de los Diez Años (1868-1878) y la de 1895, Miró Argenter fue
Jefe del Estado Mayor y cronista del lugarteniente general Antonio Maceo. En el
discurso de ingreso a la Academia de Historia, el 2 de mayo de 1926, el coronel
del Ejército Libertador Fernando Figueredo y Socarrás, al evocar a Miró
Argenter, expresó: “Los catalanes han sabido hacerse querer dondequiera que han
estado. Enlazados con familias del país, han legado sus nombres y sus virtudes
a las futuras generaciones, de una manera tan radical, que en todo Oriente
muchos han perdido su origen, y las familias hasta han olvidado el recuerdo de
la procedencia. Santiago de Cuba, Guantánamo, Bayamo, Manzanillo y Holguín
están poblados por catalanes, gente honorable, trabajadora, sobria, virtuosa,
que han llevado hasta sus últimos confines en el Departamento Oriental, los
beneficios de su actividad, de sus industrias y de su honradez”. Y concluía el
coronel: “Los cubanos tenemos una deuda de gratitud con los catalanes, porque
fue Cataluña la región española que más nos auxilió en nuestra lucha por la
independencia patria; y yo aprovecho esta ocasión para testimoniar mi profundo
agradecimiento”.
III
A inicios
del siglo pasado, Santiago de Cuba y Guantánamo tenían las colonias catalanas
más numerosas de Cuba. Mientras que, las de Bayamo y Manzanillo, que con
anterioridad a la Revolución de 1868 llegaron a sumar cerca de ochocientas
familias, veían por entonces su población mermada como consecuencia de las dos
guerras de independencia. En este contexto, no es de extrañar que el primer
diseño de una bandera nacionalista catalana se concibiera en la ciudad de
Santiago de Cuba, en 1906. Le correspondió al Centro Catalanista de esta
ciudad, predecesor del Grop Catalunya, concebir la primera versión del nuevo
pabellón: en el centro de la bandera histórica catalana, se ubicó una estrella
blanca de cinco puntas.
El
siguiente y último paso fue dado por la Asamblea Constituyente del Separatismo
Catalán, reunida en La Habana durante los días 30 de septiembre, 1 y 2 de
octubre de 1928, bajo la presidencia de Francisco Maciá, la que redactó y
aprobó la carta magna de la Cataluña independiente, en cuyo tercer artículo,
correspondiente al Título II, se lee: “La bandera oficial de la República
Catalana, es la histórica de las cuatro barras rojas sobre fondo amarillo, con
adición, en la parte superior, de un triángulo azul y estrella blanca de cinco
puntas en el centro del mismo”. La estrella solitaria centrada en un triángulo
equilátero, fue desde entonces para el liberalismo catalán símbolo de libertad
e independencia nacional.
También
inspirada en la cubana e influida por la Revolución de enero de 1959, la de los
comunistas catalanes difiere de la concebida en La Habana durante el antes
citado evento del nacionalismo catalán, porque sustituye el triángulo azul por
uno amarillo, que lleva en su centro, como es de comprender, una estrella roja
de cinco puntas.
IV
Se da por
descontado que todos los catalanes son del Barza; pero, como en
toda sociedad democrática, no todos tienen la misma ideología ni encaran sus
empeños patrios desde una misma posición partidista. De ahí que, cuando la
afición del Barza va al Camp Nou a apoyar a su 11 —devenido ya en algo más que
un equipo de fútbol—, junto con la bandera histórica catalana, se vea un número
igual de aficionados que enarbolan la “estelada” —para decirlo en buen
“cubano”, la bandera catalana de la estrella solitaria—. Y, ocasionalmente, la
del Partido Comunista Catalán. Gracias al insustituible discurso visual que
propician las banderas y el fútbol, el receptor recibe de una manera más
gráfica, entre simbólica y deportiva, las tendencias dominantes en la política
al uso de la región.
Hoy por
hoy, el destino histórico de la sociedad catalana parece depararle a la estelada
un nuevo periodo de lucha, sobre todo, a partir de la crisis económica que
aqueja a los países del Mediterráneo europeo y, en consecuencia, la reciente
aprobación por el Parlamento de Cataluña de un referendo a favor de la
independencia. Ante tal realidad, por supuesto, ya no tendremos que esperar un
gol de Messi o de Iniesta en el Camp Nou, para ver enarbolada la estelada. En
primera línea ya la vemos levantarse, una vez más, para guiar a su pueblo, tal
y como su modelo, la bandera cubana de la estrella solitaria, lo ha hecho desde
que Narciso López la enarboló en Cárdenas, por primera vez, el 19 de mayo de
1850.
P. D. Sirva este breve pero poco conocido pasaje sobre la bandera de los
nacionalistas catalanes, para enmendar la omisión que de dicho pabellón hiciera
en mi citado libro La invitada de la luz, así como para rendirle
merecido tributo a los catalanes-cubanos que lucharon ―y luchan― por un destino
mejor para Cuba, Cataluña y el mundo.
Notas:
1- Ver: Jorge R. Bermúdez: La invitada de la luz: aspectos históricos,
simbólicos y estéticos de la bandera cubana, Biblioteca Nacional José
Martí, Ediciones Bachiller, La Habana, 2007.
2- La bandera del nacionalismo Canario, también se creó en Cuba. Su
diseño preservó las tres franjas verticales: blanca, azul y amarilla; en la
azul, se ubicaron siete estrellas verdes, que simbolizan las siete islas del
archipiélago. La actual bandera de la autonomía Canaria, mantiene las tres
franjas verticales con sus respectivos colores; pero, en la franja central
azul, las siete estrellas verdes han sido sustituidas por el escudo canario.
Como dato curioso, es el único escudo flanqueado por perros o canes, de donde
toma nombre el archipiélago. (N. del A.)
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