Tomado de Contrainjerencia.
Por Emilio Marin.
Diez años atrás George W.
Bush, su ministro de Defensa Donald Rumsfeld, el vicepresidente Dick Cheney, el
secretario de Estado Colin Powell y la asesora de Seguridad Nacional
Condoleezza Rice aseguraron que Irak estaba gobernado por una dictadura y tenía
armas de exterminio.
Luego que
170.000 soldados estadounidenses y de países aliados invadieran el país árabe y
asesinaran a un millón de personas –incluido el presidente Saddam Hussein- la
verdad fue irrefutable: no había tales armas. Había sido un montaje para
justificar la guerra imperial, aún sin la “luz verde” de Naciones Unidas.
Salvando las
distancias, porque aún Siria no ha sufrido una ocupación similar a la de Irak,
la historia parece repetirse. En las últimas semanas ha recrudecido la campaña
internacional para intoxicar a la opinión pública y prepararla para que acepte
como “humanitaria” una invasión contra esa nación árabe. El objetivo es
derrocar al presidente Bashar Al Assad y poner a algún obediente a lo que digan
las grandes potencias, como hicieron en Irak, Afganistán y Libia.
Ahora vuelve el
montaje sobre las armas prohibidas. Supuestamente las tropas de Al Assad las
habrían empleado contra los terroristas que libran una guerra interna desde
marzo de 2011. La denuncia de estos grupos, amplificada por los gobernantes
estadounidenses y europeos, es que el Ejército Árabe Sirio habría empleado gas
sarín el 21 de agosto pasado contra la población civil de Ghouta, al este de la
capital. La denuncia más rimbombante habla de 1.300-1.700 muertos, siempre
achacados al gobierno. Otras certificaron la muerte de 355 personas.
Cuántos,
quiénes y por qué
El conflicto ha
causado casi 100.000 muertos, según fuentes de Naciones Unidas. Las entidades
extranjeras afines a los mal llamados “rebeldes” adjudican en forma casi total
esos muertos al gobierno de Al Assad.
Sin embargo
están documentados casos donde los miembros del Ejército Libre de Siria (ELS)
asesinan a sus prisioneros y hasta le comen el corazón a uno de los abatidos,
como se registraron en imágenes que ellos mismos subieron a las redes. Esos
“rebeldes” emplearon el gas sarín, como pudieron constatar observadores
extranjeros y juristas que con anterioridad se desempeñaron en la Corte Penal
Internacional. El pasado sábado el gobierno halló armas químicas en un túnel de
rebeldes en el suburbio Jobar de Damasco.
Sería bueno
precisar cuántos fueron los muertos del 21 de agosto, si 1.700 o 355, como
difundió la entidad francesa de Médicos sin Fronteras, aunque en su caso tuvo
la honestidad de decir que no podía afirmar quién había sido el autor de ese
ataque.
¿Realmente
existió la masacre del 21 de agosto? El ministerio de Relaciones Exteriores de
Rusia cree que no. “Nos están llegando más evidencias de que este acto criminal
tuvo una naturaleza claramente provocadora. En particular existen informes que
circulan en Internet y que muestran que los videos sobre el supuesto incidente
fueron colocados varias horas antes de que el supuesto ataque químico tuviera
lugar. De este modo, se trató de una acción planeada de antemano”, expresó.
El portavoz de
la cancillería rusa, Aleksander Kulashevich, añadió: “los propios videos
sugieren una puesta en escena. Los niños que se muestran, y que parecen
drogados, no están acompañados de sus padres, que no aparecen ni muertos ni
vivos en el lugar. Los muchachos aparecen desnudos mientras que las chicas
aparecen completamente vestidas. No se ve ninguna estructura hospitalaria, ni siquiera
clandestina, aparte de biombos y bolsas de suero. Curiosamente, no se ve ningún
animal alcanzado por el gas, ni siquiera un pájaro, pese a que se trataría,
según la oposición, de un ataque que causó 1.729 muertos”.
Algo que
no cierra…
Hace tiempo que
la suerte de las armas, en el enfrentamiento entre el gobierno sirio y los
grupos terroristas con armas y financiamiento de EE UU, Unión Europea, Turquía,
Arabia Saudita y Qatar, se viene inclinando a favor del gobierno. Sus tropas
fueron recapturando la mayoría de las poblaciones antes tomadas por el ELS,
caso de Al Qusair, ciudad cerca de la frontera con el Líbano, donde los
milicianos de Hezbollah colaboraron con dicha reconquista.
El sentido común
indica que el presidente sirio no necesitaba el empleo de ninguna arma química
porque las convencionales le estaban dando victorias.
En cambio, a los
grupos terroristas como el ELS y Frente al Nusra, ligado a Al Qaeda, sí les
interesa el uso del gas sarín y otras armas químicas. Ellos vienen perdiendo la
guerra y agitar el hecho cierto o no del empleo de aquellas armas prohibidas, y
facturárselo a Al Assad, sería la manera de provocar que Obama y sus socios se
decidieran a una intervención militar directa. El presidente norteamericano
había manifestado meses atrás que el empleo de esa clase de armas era la
“delgada línea roja” que no le permitiría atravesar al gobierno sirio.
¿En esas
condiciones, Al Assad iba a emplear armas químicas y dar la excusa perfecta a
la intervención de EE UU y la OTAN?
Parece cosa de
un idiota y el presidente sirio puede ser merecedor de críticas políticas, pero
idiota no es. Es un gobernante díscolo que las grandes potencias quieren hacer
desaparecer, para adueñarse completamente de Medio Oriente. Y en el caso de EE
UU, para seguir su camino hacia Teherán, y Beijing o Moscú más tarde, en su
larga carrera por la hegemonía mundial que ha perdido.
ONU está
allí
En 2003 Hussein
permitió la inspección in situ a los observadores y técnicos de armas de la
ONU, que no hallaron ningún arsenal prohibido. Del mismo modo Al Assad abrió
Siria para que los enviados de la ONU husmearan en busca de armas químicas,
antes incluso del supuesto ataque del 21 de agosto.
Tres días antes,
un equipo de inspectores de Naciones Unidas bajo el mando del sueco Ake
Sellstrom, llegó a Damasco para investigar el empleo de armas químicas. Ofende
a la inteligencia creer que en esas condiciones Al Assad iba a ordenar el uso
de ese armamento contra la población civil, que en buena parte aún lo sostiene
como el poder legítimo. “¿Cómo puede el gobierno usar armas químicas, o
cualquier otra arma de destrucción masiva, en una zona donde están emplazadas
sus tropas? No es lógico”, declaró el presidente al diario ruso Izvestia.
Producido el
supuesto incidente, Siria convino con el secretario de la ONU, Ban Ki Moon, el
arribo a su capital de la jefa de Desarme de la entidad, Angela Kane, para
encabezar junto a Sellstrom la investigación. El canciller Walid al-Moallem y
Kane se pusieron de acuerdo y ayer lunes se ponía en marcha la inspección a
Ghouta. Al principio los tiros de francotiradores no permitieron a las cinco
camionetas de los inspectores llegar a ese lugar, pero luego accedieron.
Todo indicaría
que los francotiradores eran parte de los grupos terroristas y no del gobierno,
que había autorizado la inspección. ¿Qué pasa? ¿El ELS y Frente al Nusra no
quieren que se sepa la verdad?
Más
peligro de guerra
Dentro de las
potencias, la más calenturienta con decretar una intervención en Siria era
Francia, la vieja ocupante colonial de ese territorio desde su invasión en 1920
hasta abril de 1946. François Hollande parece decidido a agredir, incluso si EE
UU no lo hace; superaría el nivel de colonialismo de su predecesor Nicolas
Sarkozy respecto a la brutal campaña contra Libia.
¿Atacará Obama a
Damasco? Las posibilidades han crecido, luego de la tremenda campaña de
tergiversación sobre el empleo de armas químicas, al punto que el secretario de
Defensa, Chuck Hagel, manifestó desde Malasia que el Pentágono estaba tomando
decisiones. Ya tiene cuatro barcos de guerra en el Mediterráneo, que baña las
costas sirias.
El jefe de la
Casa Blanca, todavía no tomó la decisión. “Por otra parte todavía estamos en
guerra en Afganistán, y también debemos tomar esto en cuenta”, declaró. Fue una
forma de decir que no está seguro de ganar dos guerras al mismo tiempo, lo que
suena relativamente cuerdo, dentro de la locura imperial. El jefe de Estado
Conjunto, general Martin Dempsey, es uno de los más refractarios a abrir un
segundo frente.
Los militares de
EE UU, Francia, Alemania, Italia, Canadá, Turquía, Arabia Saudí y Qatar se van
a reunir en Ammán, Jordania, para abordar la posible guerra. Israel también
sería de la partida. La lista de participantes revela el carácter injusto de la
guerra que preparan: son potencias imperiales, socios de la OTAN, monarquías
petroleras asociadas a Washington y el sionismo. Si esa coalición lanzara la
guerra y eventualmente venciera en Siria, algo que no le será en absoluto fácil
de lograr, se puede prever que el país árabe tendrá un retroceso de varios
decenios, se convertiría en un protectorado estadounidense y base militar de
aquellas potencias, con sus recursos naturales esquilmados y masacrada su
población.
Frente a ese
abismo, mejor parar la pelota y concretar la Conferencia Internacional de
Ginebra-2 sobre Siria para buscar algún arreglo pacífico que resguarde la
soberanía del país.
www.laarena.com.ar
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