Tomado del blog Espacio Libre
Por Karina Marrón
Hace unos días un comentarista de este blog desenterró la historia de la “fortuna de Fidel Castro”
y con ella me puse a pensar cuántas veces, quizás, tuvo que figurar el
nombre de alguien en una transacción del país, una acción riesgosa en
muchos sentidos, pero imprescindible en determinados momentos para
burlar un cerco económico y financiero que, curiosamente, para muchos no
existe o se llama Embargo y no Bloqueo.
Más allá de la aplicación de sanciones extraterritoriales, cuyo ejemplo más reciente es del banco italiano Intensa Sanpaolo, de los hechos que se reflejan en el informe que año tras año Cuba presenta ante la ONU
y que el mundo condena; están las historias aún por contar de los
funcionarios cubanos y los amigos del país que inventan rutas, camuflan
productos, negocian precios, para que lleguen medicamentos, tecnologías,
alimentos, materias primas.
Es difícil que alguien que no ha sufrido el ver a su hijo padecer
ante la urgencia de recibir un tratamiento que le es negado, solo porque
el fármaco lo producen laboratorios norteamericanos, pueda entender de
lo que estamos hablando; sobre todo porque para el mundo el “Embargo” es
legítimo, es el precio que tiene que pagar Cuba por nacionalizar
empresas por las cuales no dio indemnización, simplemente porque los
dueños se rehusaron a cobrarla.
Es difícil porque muchos, incluso dentro de Cuba, piensan que el
Bloqueo sigue existiendo por la soberbia de este país tercermundista y
necesitado, que en lugar de acceder a los condicionamientos de Estados
Unidos y transformar su sistema social, persiste en construir el
Socialismo. Como si dignidad y soberbia fueran lo mismo, como si no
fuera dignidad defender nuestro derecho a definir nuestros destinos
dentro de nuestro propio patio; como si el Bloqueo, el económico y
financiero y no esos otros que también existen, no se hubiese levantado de un solo lado.
Y es claro que el Bloqueo es más real o más inventado dependiendo de
cuán cerca estemos de sus muros. Cuanto más nos adentremos en una
realidad complicada como la cubana, donde coexisten el hotel cinco
estrellas reluciente y el hospital donde a veces falta el detergente
para el aseo, donde por duro que parezca y es en realidad, el turismo
cuenta con recursos, alimentos que el pueblo nunca ve, porque es
necesario garantizar la divisa que permitirá comprar el suero
imprescindible para un policlínico perdido en las montañas; cuanto más
conozcamos esa realidad, entonces el Bloqueo se tornará más palpable e
ilógico.
Pero lamentablemente muchas de estas historias de cómo llegan a Cuba
las máquinas para escribir en sistema Braille, o las materias primas
para la producción de medicamento, no se conocen y deberían ser
contadas. Algunas habrá que guardarlas por el momento, porque pondrían
en riesgo a buenos amigos, o rutas que han logrado escapar de la
vigilancia, mas las otras deberían ser dichas, porque también forman
parte de la historia de heroísmo de este pueblo y son un testimonio de
la naturaleza despiadada que anima a un Bloqueo que es capaz de quitarle a un niño su premio, solo por haber nacido en esta Isla.
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